miércoles, 6 de julio de 2011

Caesaraugusta


La ciudad romana de Caesaraugusta se fundó sobre la ciudad ibero-sedetana pero profundamente romanizada de Salduie. Se data la fundación romana hacia el año 15 a.C., coincidiendo con la reorganización de las provincias de Hispania llevada a cabo por Augusto tras su victoria en las Guerras Cántabras. La nueva ciudad recibe el nombre de Colonia Caesaraugusta, siendo la única ciudad romana que gozó del privilegio de ostentar el nombre completo de su fundador.
La fundación de la nueva colonia se desarrolla de acuerdo con plano romano de las colonias militares de planta rectangular y división ortogonal, al modo de los campamentos legionarios. Participaron soldados veteranos de las legiones IV Macedonica ("Macedonia"), VI Victrix ("Victoriosa") y X Gemina ("Gemela"), licenciados tras la dura campaña contra los cántabros, con la doble intención de garantizar la defensa del territorio a la vez que se fija en él la presencia de Roma.
Caesaraugusta, también, es fundada como "Colonia Inmune", lo que supone entre otros privilegios el derecho a acuñar moneda y la exención del pago de impuestos, así como recibir los lotes de tierra en propiedad.
El Convento Jurídico Caesaraugustano es el más extenso de los siete en los que se divide la Tarraconense. Desde un principio, Caesaraugusta asume el papel de cabecera regional, sustituyendo en esta función a la Colonia Victrix Ivlia Celsa (Velilla de Ebro), y aprovechando su excelente ubicación en un enclave estratégico de primer orden como cabeza de puente sobre el río Ebro en un cruce de caminos junto a la desembocadura de los ríos Gállego y Huerva.
El periodo de esplendor de la ciudad se prolonga durante los siglos I y II y a él corresponden las grandes obras públicas, de las que se conocen restos del foro, el puerto fluvial, las termas públicas, el teatro y el anfiteatro. A esta época corresponden también la construcción del primer puente de la ciudad y el establecimiento de un complejo sistema de abastecimiento de agua y saneamiento. El perímetro de la ciudad en estos momentos, excede el que tendrá en los siglos posteriores y la población se extiende hasta la ribera del río Huerva, formando manzanas de casas organizadas a partir de un urbanismo reticular.
A partir del siglo III, Caesaraugusta también sufre el proceso de crisis generalizado en todo el mundo romano y prueba de ello es la construcción de una potente muralla (segunda mitad del siglo III), el abandono de grandes obras públicas como la red de alcantarillado o de abastecimiento de agua, y la destrucción de edificios públicos para reutilizar sus materiales en la construcción de nuevas obras civiles, como en el caso del teatro, para construir la muralla. No obstante, las noticias que hay sobre la época nos hablan del mantenimiento de la vida urbana y la actividad comercial siendo frecuentes las importaciones entre las que destacan los sarcófagos paleocristianos conservados en la iglesia de Santa Engracia.
A lo largo del siglo V Caesaraugusta se ve inmersa en un proceso de desintegración del poder imperial. En el año 409 se produce la llegada a Hispania de los primeros contingentes bárbaros, que habían invadido el territorio romano tres años antes. Desde entonces Caesaraugusta se convierte en una ciudad estratégica, por su situación y sus imponentes murallas, que juega un importante papel en las luchas por el trono de Roma. Incluso en este siglo fue sede imperial dos veces, aunque muy brevemente: en el año 410, durante el reinado de Constante, y en el 460, durante el reinado de Mayoriano. Las continuas incursiones de bandas de campesinos y ciudadanos arruinados, esclavos fugitivos, desertores y montañeses motivaron la intervención del ejército visigodo, aliado de Roma.
Foto: Murallas romanas de Caesaraugusta (Zaragoza)

martes, 5 de julio de 2011

El Señorío de Albarracín

Las circunstancias por las que atravesaron los reinos cristianos de la Península desde 1150 hicieron posible el nacimiento de diversos señoríos independientes creados por caudillos cristianos en las fronteras musulmanas. Ejemplos típicos de estos señoríos son los fundados por Gerardo Sempavor, el Cid portugués, en la Extremadura española; por Fernando Rodríguez el Castellano en Trujillo, y por Pedro Ruiz de Azagra, uno de los colaboradores del Rey Lobo de Murcia, en Albarracín.

El más hábil de todos fue sin duda Pedro Ruiz de Azagra, el señor de Albarracín, quien, oscilando entre Aragón y Castilla y con el apoyo de Navarra, logró no sólo mantener su independencia sino también aumentar sus dominios, obtener concesiones en Castilla y en Aragón y transmitir sus derechos a su hermano Fernando.

Fernando Ruiz mantuvo esta política de equilibrio aunque los honores recibidos en Aragón le obligaron a inclinarse más hacia el monarca aragonés del que era vasallo y en cuyo nombre poseía extensos territorios en la comarca turolense; pero la influencia aragonesa fue contrarrestada mediante una estrecha alianza con la Orden de Santiago, a la que nombró su heredera en Albarracín en julio de 1190.

La alianza de Fernando con Aragón y con Navarra era garantía de que estos reyes no intentarían ocupar Albarracín; y la donación a la Orden de Santiago, así como la vinculación de la sede episcopal de Santa María de Albarracín a la archidiócesis toledana, evitaban la intervención de Alfonso VIII de Castilla que no combatiría a los santiaguistas, a los que había confiado extensos territorios en las fronteras de su reino con los musulmanes.

Aunque el testamento inicial de Fernando fue modificado en diversas ocasiones y Albarracín pasó a los hijos de Fernando, la Orden de Santiago se convirtió en garantizadora frente a Castilla de la independencia del señorío, cuya posición geográfica llevó a los señores a una vinculación cada vez más estrecha con la monarquía aragonesa, a la que sería incorporado el señorío a finales del siglo XIII.

Foto: Albarracín