jueves, 27 de diciembre de 2012

El duende del Hornillo. Un fenómeno sin explicar en Zaragoza

Os voy a contar un hecho acaecido en Zaragoza un poco antes de la Guerra Civil, en 1934, y que constituye uno de los hechos paranormales más extraños ocurridos en nuestra ciudad y que en su momento causó una gran expectación en la sociedad española ya que gran cantidad de personas seguían diariamente lo que sucedía. Por primera vez en nuestro país, policías y jueces intervenían directamente en la investigación.
El caso es el llamado “El duende de la hornilla”. Esto fue lo que pasó:

Inmueble del nº 2 de la calle Gascón de Gotor
donde se produjo el fenómeno
El 27 de septiembre de 1934, en el segundo piso del inmueble situado en la calle Gascón de Gotor número 2, residencia de la familia Grijalba y propiedad de Antonio Palazón, fue donde se sucedieron los hechos. Era un edificio de cuatro pisos que hacía esquina.
El lugar fue la cocina del piso donde, al filo de la medianoche, se encontraba Pascuala Alcocer, la criada de hogar de los Palazón, terminando de recoger la cocina. Cuando se disponía a cerrar la puerta para irse a acostar oyó una voz que salía desde la hornilla de la cocina y que la llamaba por su nombre y a continuación estalla en una sonora carcajada. Muchos vecinos se sobresaltaron con las sonoras carcajadas sin encontrar al causante. Las voces continuaron y finalmente, el 15 de noviembre, los vecinos atemorizados interponen una denuncia en la comisaría de policía.
Entre los días 20 y 23 de noviembre, los agentes de seguridad realizaron varios registros en el edificio, sin obtener ningún resultado. La fama del duende crecía y montones de curiosos se acercaban al edificio a curiosear. Hasta el diario británico “The Times” se hizo eco de la noticia.
Curiosos frente al inmueble
El comisario jefe instó al juez don Pablo de Pablos que se hiciera cargo de la investigación y éste ordenó levantar el suelo de la cocina y encargó a los doctores Murt y Ojer el estudio del fenómeno. No encontraron nada. Lo que certificaron era que la criada, principal sospechosa, no era responsable de los hechos.
Las voces continuaban, así el día 28 el duende volvió a manifestarse diciendo: ¡Ya estoy aquí, cobardes, cobardes! Al día siguiente la policía volvía a ocupar la cocina e impedía el paso al famoso vidente aragonés Tomás Menés, cuya visita sería filmada en cinematógrafo, aduciendo que estaba fuera de sus competencias. El juez de Pablos pasó el caso al juez don Luis Fernando y el gobernador civil Otero Mirelis instaba a la prensa a dejar de hablar del caso ya que el alcance del fenómeno dejaba en entredicho la labor policial.
Los investigadores en la
"cocina encantada"
El nuevo juez se persono en la cocina para oír personalmente las voces y sin aclarar el asunto dio por cerrada la investigación manifestando que era la asistenta la que producía involuntariamente el fenómeno aunque cuando ella no se encontraba en el lugar también se producían.
El caso era molesto y se trazó el plan de culpar a la asistenta y enviarla a su ciudad natal para evitar que los curiosos siguiesen agolpándose junto al inmueble. Al desalojar el inmueble, los vecinos del tercero derecha pasaron a ocupar la “casa encantada”. Arturo Grijalba Torre, de cuatro años, mantenía conversaciones con el duende y aún hoy lo recuerda:
“Lo único que hacía era hablar y adivinar. Mi difunto padre una vez le preguntó: ‘¡Venga, si tan listo eres, dime cuántos estamos aquí!’, la voz respondió ‘¡Trece!’. ‘¡Bah!, te has equivocado, estamos doce’. ‘¡Trece, sois trece!’. Porque era conciso. Fueron a contar y, efectivamente, estábamos trece personas. En un principio dijimos que no… pero no habíamos contado que había un niño de un mes en brazos”.
Edificio "Duende" en la actualidad
El pequeño Grijalba se convirtió en pieza fundamental para la policía ya que era el único amigo de la misteriosa voz. Finalmente en diciembre de 1934 el duende desapareció y su última frase fue: ¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa!, ¡Cobardes, cobardes, voy a matar a los habitantes de esta maldita casa!
Arturo Grijalba es considerado leyenda viva en uno de los más apasionantes enigmas españoles y, actualmente, en el lugar de los hechos hay un bloque de apartamentos llamado “Edificio Duende”.
Interesante fenómeno que no tuvo una explicación ni científica ni de ningún tipo y que hasta hoy sigue sin aclararse.
Fuentes: mundoparasicológico.com, todo fantasmas.com y El lado Oscuro de la Historia.


martes, 18 de diciembre de 2012

LA DINASTÍA ROMÁNOV (III)

IVÁN V
Ivan V Romanov

Iván V fue zar de Rusia junto con su hermanastro Pedro I, y gobernaron Rusia juntos entre 1682 y 1696. Fue el segundo hijo del Zar Alejo I de Rusia y su primera esposa María Miloslávskaya. Su reinado estuvo condicionado debido a sus incapacidades físicas y mentales, motivo por el cual la Duma de Boyardos decide, tras la sugerencia del patriarca, nombrar regente a su adolescente hermano Pedro, lo que provocó una disputa por el trono entre las familias de las esposas de Alejo I, — María Miloslavskaya y Natalia Naryshkina— que combatían con todos sus medios para asegurar el trono tanto para Iván como para Pedro.


PEDRO I
Pedro I el Grande. Jean-Marc Nattier
Pedro I el Grande, es la figura más sobresaliente de la dinastía Románov. Pedro I reinó desde 1682 hasta su muerte en 1725. Gracias a su gobierno la antigua y atrasada Rusia se convirtió en una potencia europea y su aristocracia cambió las antiguas costumbres por las modernas a la manera europea.
Durante su reinado transformó el país al realizar el proceso político, económico y cultural de “occidentalización” de Rusia. Es el primer emperador ruso que llevó a su nación hacia una extraordinaria transformación administrativa del poder estatal, hacia la reorganización del Ejército y de la Marina de guerra y hacia una reforma del ámbito económico.
Fue vencedor en múltiples guerras contra Turquía, Suecia y Persia, lo que convirtió al país en un imperio poderoso y, además, cambió el papel de Rusia en el panorama europeo y mundial.
Con todo eso, durante un largo tiempo en Rusia muchos historiadores, políticos, economistas, hombres de ciencia y cultura y personalidades de Iglesia ortodoxa han discutido el papel real del monarca en el desarrollo del país.
Pedro (Piotr Alexéyevich) nació el 9 de junio de 1672 en Moscú. Fue el hijo menor de zar ruso Alejo I y de su segunda esposa, Natalia Narýshkina. En 1682, tras la muerte de su hermanastro el Zar Teodoro III, la familia Naryshkin le proclamó Zar y La Duma de los boyardos lo ratificó y nombró a su madre como regente.
Sin embargo, la familia Miloslavski, —la de la primera esposa Alejo I—, y sus aliados, provocaron una sangrienta revuelta de los streltsí, —un cuerpo militar de élite—, y obligaron a que Pedro compartiera la corona con su hermanastro Iván V.
El joven príncipe ruso fue testigo de la revuelta durante la cual fueron asesinados muchos de sus parientes y amigos. Desde aquel momento Pedro contrajo un tic nervioso que le desencajaba el rostro en situaciones críticas.
Pedro, de diez años, el menor de la familia, y su hermano Iván, de dieciséis años —enfermo, medio ciego y discapacitado mental— fueron proclamados conjuntamente zares y ascendieron al trono bajo la regencia de la hermana mayor de Iván, la princesa Sofía, protegida de la familia Miloslavski. El doble trono hecho para los zares se puede ver hoy en la Armería del Kremlin, uno de los museos moscovitas.
Pedro sobresalía entre sus coetáneos no solo por su aspecto (era de gran estatura, delgado, de cara redonda y ojos muy vivaces), sino también por su memoria sorprendente, mente curiosa, ingenio agudo y capacidades para las artesanías, técnica, ciencias e idiomas.
El joven recibió su educación en la corte, inicialmente con la ayuda de Nikita Zótov, su querido maestro de la niñez, quien le enseñó el alfabeto y la geografía e historia con ejemplos ilustrados. Con otros maestros aprendió materias como carpintería, armería o forja.
Llegada de Iván V y Pedro I a la ceremonia de 
coronación.Litografía de Iliá Repin.
Siguieron unos años en los que la educación de Pedro estuvo abandonada y el joven zar ruso pasó el tiempo en los pueblos de Preobrazhénskoye e Izmáilovo, en los alrededores de Moscú. En Preobrazhénskoye (localidad que dio nombre al primero de los regimientos militares de Pedro, que posteriormente se convertiría en su guardia personal) Pedro inició sus juegos bélicos agrupando en regimientos a los adolescentes campesinos de las aldeas cercanas, a los que llamaba el “Ejercito jocoso”. En este mismo poblado fue construida una fortaleza donde el joven zar simulaba batallas.
A veces sus soldados marchaban por las calles de Moscú inspirando temor a las personas que observaban su paso durante los desfiles. El mismo Pedro encabezaba la columna tocando el tambor. A Pedro le interesaba mucho el arte de la guerra y la marina. En Izmáilovo Pedro y sus compañeros reconstruyeron un viejo barco inglés; este fue el punto de arranque de la época de la Marina de guerra del país. Desde aquel momento comenzó la construcción de astilleros y la creación de la Armada rusa.
En 1689, Pedro I aplastó los intentos de la regente Sofía para tomar el poder por medio de un golpe palaciego con ayuda de los streltsí. Apoyado por sus regimientos Preobrazhenski y Semiónovski, Pedro I conjuró el peligro de la nueva sublevación. Sofía fue recluida en el monasterio de Novodévichi, donde falleció tras 15 años de encierro.
En 1696, después de la muerte de Iván V, Pedro I se proclamó zar de Rusia y se convirtió en el único y autocrático gobernador del Estado. Su personalidad se formó bajo la influencia de los habitantes de la llamada “colonia alemana” de Moscú, ya que llevado por la curiosidad, frecuentó este barrio de extranjeros, donde observó sus tradiciones y costumbres europeas y pudo comparar la vida tradicional de su ambiente con los progresos occidentales. Así también entró en contacto con comerciantes europeos. Los extranjeros que residían en esa colonia tenían una educación, cultura y, especialmente, tecnología más desarrollada que los rusos. Gracias a su contacto con los alemanes de esta colonia, se despertó en Pedro el interés por la cultura y la tecnología europea. Así, se formó militar y políticamente.
Para mejorar la posición de Rusia en el mar Negro, en 1695 lanzó un ataque contra Asov —puerto cerca del río Don, en el mar de Azov—, que conecta con el mar Negro y pertenecía al Imperio otomano. Pedro I organizó la primera campaña de Azov pero sus intentos para tomar las fortalezas otomanas y expulsar a los turcos de esas áreas fracasaron en aquel año. Regresó a Moscú y donde ordenó la construcción de una gran Armada. En el verano de 1696 envió 30 barcos contra los otomanos y tomó Azov.
Durante los años 1697 y 1698 Pedro viajó por Europa con la Gran Embajada, —una delegación rusa formada por 250 personas—, estableciendo contactos diplomáticos en Prusia, Austria, Inglaterra, Polonia y Alemania y buscando aliados en la lucha contra el Imperio otomano. El zar viajaba de incógnito con el nombre de Piotr Mijáilov aprendiendo en Prusia la técnica de la artillería, trabajando en los Países Bajos como simple carpintero de ribera y estudiando construcción naval; en Inglaterra examinando el trabajo del Parlamento, visitando fábricas, hospitales, jardines botánicos, etc.
Gracias a sus viajes por Europa, Pedro I pudo estudiar con detenimiento cómo se desarrollaba la vida económica y política de las potencias de la época, adquiriendo ideas que pronto usaría en su propia nación. Además invitó a más de 900 especialistas extranjeros a trabajar en Rusia.
En el verano de 1698 estalló una nueva sublevación de streltsí contra la política reformista que Pedro I estaba emprendiendo. El zar se vio obligado a regresar a Moscú, donde aplastó la revuelta con gran crueldad; en la Plaza Roja fueron ahorcados centenares de rebeldes insurgentes. Las ejecuciones continuaron casi un año, hasta la primavera de 1699.
El famoso poeta ruso Alexandr Pushkin escribió en el poema “El jinete de bronce” que el primer emperador ruso había abierto “la ventana a Europa”. Además, Pedro I abrió para Rusia, un país terrestre, una salida al mar. Hasta aquel momento el único puerto marítimo de Rusia era Arjánguelsk, en el mar Blanco, el cual era navegable solo una parte del verano porque el resto del año estaba cubierto por el hielo.
Pedro I transformó las tropas rusas —streltsí— en un Ejército regular con soldados y oficiales en disposición de combate permanente. Todos los nobles tenían que prestar servicio indefinido al Estado desde la edad de quince años. Dos tercios de los miembros de todas las familias nobles tenían que ingresar en el ejército, y sólo se permitía al tercer hijo de cada familia cumplir este servicio en la burocracia civil. Toda la tierra quedó sujeta a obligaciones militares. También creó la Armada para promover la política exterior orientada a ampliar las fronteras rusas en todas las direcciones. Le obsesionaba la idea de abrir para Rusia un camino al mar, en especial hacia el mar Negro —dominado por  los turcos— y el Báltico —bajo control sueco—. Los gastos militares y navales de Pedro en 1724 —uno de los pocos años de paz de su reinado— ascendieron al 75 % de los ingresos del Estado.
La Batalla de Poltava por Denis Martens el Joven. 1726.
Tras firmar la paz con el Imperio otomano, Pedro I se enfrentó con Suecia y sus aliados, Dinamarca, Sajonia, Noruega y Polonia-Lituania. Al inicio de la guerra las tropas rusas fueron derrotadas, en 1700 en la batalla del puerto de Narva. Sin embargo, en 1708 en la batalla de Lesnaya derrotó al rey sueco Carlos XII, y conquistó los territorios suecos de Ingria y Livonia. Entrando en Suecia consiguió una importante victoria de la batalla de Poltava, lo que le permitió asentarse en el Báltico oriental, al conquistar Riga, Revel y Výborg. Tras esta guerra victoriosa que costó casi 25 años de sangrienta lucha contra Suecia —llamada “Guerra del Norte”—, el zar consolidó la presencia de Rusia en el Báltico y recibió entre sus contemporáneos el apodo de “el Grande”.
Sin embargo, en 1710 el Ejército ruso fue derrotado en el río Prut por los turcos y perdió Azov, la salida al mar Negro. Esta pérdida fue compensada por la conquista de la costa occidental del mar Caspio en una guerra contra Persia (1722-1723).
La política de extensión de Pedro el Grande transformó la Rusia antigua en un imperio poderoso y en política interior intentó modernizar el Estado al estilo de las naciones europeas occidentales. Mientras se llevaban a cabo estos cambios, los partidarios de la línea patriarcal y ortodoxa de Rusia culpaban al emperador de cambiar el camino histórico y tradicionalista del país. Al terminar la lucha contra los streltsí, el zar comenzó a combatir la sociedad feudal dominada por los boyardos, opuestos a la política de occidentalización, impulsando el cambio de la estructura socio-económica rusa, en poder de éstos, para convertir el país en un Estado poderoso y más afín a Occidente.
Inició cambios en la moda de los ciudadanos, prohibiendo, por ejemplo, llevar barba o imponiendo el vestido occidental a todos los rusos a excepción del clero y los campesinos. Aunque en realidad hubo reformas mucho más profundas.
Eudoxia Fiódorovna,
primera esposa de Pedro  I
En 1711 Pedro I abolió la Duma de boyardos y creó el Senado y nueve Colegios —Consejos Ministeriales— que se convirtieron en los órganos superiores de gobierno. Estableció una nueva estructura administrativa que dividió el país en provincias, distritos y cantones. La nobleza tuvo que incorporarse a la administración, al Ejército o a la corte, así, toda la sociedad quedó estructurada. Reformó el sistema fiscal con nuevos impuestos y con la ampliación del número de contribuyentes, estableciendo que cada hombre tributase, mientras que antes se pagaba un solo impuesto por cada núcleo familiar, sin importar cuantos varones tuviera. Desarrolló la tecnología y las ciencias y creó los primeros institutos superiores, como la Escuela Politécnica y la Academia de Ciencias de San Petersburgo.
Para asegurar la sumisión de la Iglesia ortodoxa y evitar su intervención en política, en 1721 el patriarcado fue sustituido por un sínodo, —especie de Ministerio de Asuntos Eclesiásticos—, presidido por el zar. También abolió el calendario tradicional ruso, en donde el año empezaba el 1 de septiembre, a favor del calendario juliano, que comienza el 1 de enero.
Pedro I fundó San Petersburgo, llamada “la capital del norte” rusa, que desde 1703 hasta 1918 fue el centro político del país. Levantó esta ciudad en las orillas del Golfo de Finlandia del mar Báltico, en la cuenca del río Neva, algo que provocó muchas críticas por ser una zona insegura y también por las numerosas pérdidas humanas ocurridas durante la construcción de “la Venecia rusa”, como también llaman a San Petersburgo, que está erigida sobre el agua. Según una expresión figurada de los contemporáneos, esta ciudad está construida no solo sobre el agua sino también “sobre los huesos de los campesinos rusos”. A pesar de todo, San Petersburgo se convirtió en una urbe espectacular, famosa en todo el mundo por sus bellas muestras de arquitectura, numerosos monumentos, parques y puentes.
Pedro I, fue uno de los personajes reformistas más importantes de Rusia, aunque de carácter muy duro y déspota, realizó sus ideas de transformación del Estado con fuerza y a menudo con crueldad pero fue también un hombre brillante, poderoso y capaz.
El conde Henri de Saint-Simon en 1717 durante la visita de Pedro I a París, escribió:
“Es muy alto, de complexión proporcionada, bastante delgado, con la cara un poco redonda, la frente amplia, cejas hermosas; tiene la nariz bastante corta, pero no demasiado, y en punto un poco carnoso; una boca bien formada aunque los labios bastante gruesos; de tez morena y rosada; tiene los ojos negros y bonitos: grandes, vivos y perspicaces, de buena forma; la mirada majestuosa y acogedora cuando se controla y se mantiene; en caso contrario es severo. A menudo la cara se desencaja por convulsiones, causando temor a los presentes, aunque duran habitualmente solo un instante. Todo su aspecto muestra inteligencia, pensamiento y grandeza y no está ausente de atracción”.
El artista Valeri Serov nos dejó otra descripción de Pedro:
“Daba miedo: largo, en pequeñas piernas delgadas de alambre, y con la cabeza tan pequeña en relación con el resto de su cuerpo que parecía más algún tipo de muñeco que una persona viviente. Sufría de un constante tic y siempre estaba haciendo muecas: guiñando los ojos, frunciendo la boca y la nariz y moviendo la mandíbula”.
Pedro I en su lecho de muerte por Iván Nikítin.
Pedro se casó dos veces. Se casó con Eudoxia Fiódorovna,  con quien tuvo un hijo Alejo o Alejandro (1690) y, en segundas nupcias, con Marta Skavronska, su sirvienta y amante,  que tomaría el título de Catalina I al sucederle en el trono y con quien tuvo once hijos de los que sobrevivieron Ana (1707) e Isabel (1709).
La página negra del reinado de Pedro I fue la muerte de su primer hijo, el príncipe Alejo, que falleció en 1718, a los 28 años, condenado a muerte por un complot contra su padre. Según algunos historiadores, Alejo fue estrangulado por cortesanos del zar ruso en la fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo.
Pedro I murió el 8 de febrero de 1725, a los de 52 años de edad, en San Petersburgo, la nueva capital de su imperio, a consecuencia de una neumonía. Falleció sin dejar un heredero digno y fuerte. Tras su muerte en el imperio que fundó comenzó una serie de reinados débiles hasta la coronación de la emperatriz Catalina II la Grande.

Bibliografía:
Anderson, P. (1984). El Estado Absolutista. 6ª Ed. Madrid: Siglo XXI Editores.
Bennassar et alli, Historia Moderna. Ed Akal, Madrid 1980.
Santos, A. Dinastía Romanov. Google boocks.
Wyrubowa, A. (1935). Esplendor y ocaso de los Romanof.  Barcelona: Juventud.
Canal Historia. (2005). La construcción de un Imperio-Rusia.
http://es.wikipedia.org/wiki/Dinastía_Romanov
http://rusopedia.rt.com/personalidades/politicos
http://retratosdelahistoria.lacoctelera.net/post/2008/02/12/la-dinastia-romanov
http://www.internetstones.com/history-of-pearls-part-ten

viernes, 14 de diciembre de 2012

LA DINASTÍA ROMÁNOV (II)


ALEJO I 
Alejo I Romanov.
Nia Robosti (Rusopedia)
Alejo I fue el segundo zar de la dinastía Románov y gobernó Rusia 31 años, de 1645 a 1676, entrando en la historia con el apodo de “el Apacible”, aunque el epíteto no se correspondía con la autocracia con la que gobernó el país.
Alejo nació el 19 de marzo de 1629, hijo del zar Miguel I y su esposa Yevdokía Streshniova. Su padre había sido el iniciador de la dinastía Románov, que se mantuvo en el poder hasta 1917.
El joven Alejo fue criado por las niñeras palaciegas y empezó su educación a los cinco años de aprendiendo las letras del abecedario y luego leyendo el Salterio y otros libros religiosos. Sus mentores, los boyardos Morózov y Streshniov, educaron al niño según las tradiciones y ritos religiosos de la ortodoxia cristiana.
Los rusos habían adoptado el cristianismo ortodoxo procedente de Bizancio. Tanto su padre como su abuelo, el patriarca de Rusia Filareto, habían puesto su atención en Constantinopla, donde se situaba la residencia del patriarca cabeza de la Iglesia ortodoxa, como único centro de la civilización. El padre y el abuelo de Alejo I eran personas muy devotas, adeptos de la ortodoxia pura, y dejaron en herencia a su sucesor la fe en Dios y la fidelidad a las tradiciones ortodoxas lo que influyó claramente en la formación del joven príncipe que consiguió mantener a Rusia libre de influencias europeas.
A pesar de que fue apodado “el Apacible”, este sobrenombre no tenía ninguna relación con el carácter real de Alejo, sino que hace referencia a su reinado que se caracterizó por la estabilidad y el bienestar.
Alejo I subió al trono en julio de 1645, a los 16 años de edad, tras la muerte de su padre. Durante su reinado el país adoptó las características de un régimen absolutista con la creación de leyes y estructuras que llevaron al campesinado a la servidumbre. Los campesinos en casi su totalidad pasaron a ser propiedad de los terratenientes o del Estado. Se les prohibió cambiar de domicilio y los propietarios podían venderlos o empeñarlos para obtener créditos o pagar deudas. La ley sobre el régimen de servidumbre fue firmada en 1649 y sería la base de la legislación que existió hasta 1861 y que fue abolida por el zar Alejandro II.
El líder cosaco, Stepan Razin
En 1648 el pueblo moscovita se levantó contra el zar y los boyardos más allegados a él  en los disturbios conocidos como la «Revuelta de la Sal». Con la que se obligó al monarca a exiliar a su mentor Morózov a un monasterio, aunque fue bien tratado por sus guardianes a petición del zar.
Esta revuelta no fue la única a la que tuvo que enfrentarse Alejo ya que el descontento social fue la característica principal de aquel periodo: en 1654 Rusia vivió la «Revuelta del Cobre» contra las monedas de cobre en vez de las de plata, y en 1667-1670 estalló una guerra de cosacos contra el zar encabezada por Stepán Razin, entre otras.
En 1649 el zar convocó el Zemski Sobor —un consejo de los diferentes representantes del Estado— y emprendió algunas reformas importantes, como la introducción del Ulozhenie —un código legal que definía todos los servicios de los súbditos al Estado—. Alejo I reforzó la figura del monarca creando unas estructuras burocráticas que centralizaban todas las decisiones en su persona a través de las cancillerías de Moscú. La principal consecuencia de este periodo de reinado fue el debilitamiento del papel de la Duma de boyardos y la ruina parcial de esta antigua nobleza.
El patriarca Nikon se convirtió en favorito y principal hombre de Gobierno de Alejo I tras apaciguar las revueltas de las ciudades de Pskov y Veliki Nóvgorod a inicios de 1650. El apoyo del zar a la reforma de la Iglesia del patriarca Nikon provocó la división entre los creyentes y duras luchas religiosas. En 1660 el patriarca Nikon fue privado de su dignidad y exiliado al monasterio de Belooziorsk, en el norte de Rusia. Posteriormente, Teodoro III le devolverá la dignidad patriarcal y sería enterrado en el Monasterio de la Resurrección de la Nueva Jerusalén, que él mismo había construido en las cercanías de Moscú.
Alejo I apoyó la lucha de los ucranianos contra Polonia y, en enero de 1654, firmó el Tratado de Pereyaslav entre Rusia y Ucrania y llevó a cabo una exitosa campaña militar contra Polonia en la que cayeron en sus manos pueblos y ciudades, incluso la importante fortaleza de Smolensk.
Su política exterior se caracterizó por un expansionismo hacia el sur para reforzar las fronteras con los tártaros de Crimea y el Imperio otomano.
El carácter del zar impresionaba a los extranjeros como destacó el médico inglés Samuel Collins: “El zar ruso está dotado de unos talentos extraordinarios, tiene brillantes cualidades y está adornado con virtudes excepcionales. Es un gran amante de la caza. Es el gobernante que desearían tener todos los pueblos cristianos pero no todos lo tienen”.
El Patriarca Nikon presentando los nuevos textos 
litúrgicos en el Concilio de 1654, pintura de Alekséi D. Kivshenko
Según el diplomático y escritor ruso Grigori Kotoshijin: “Alejo I fue la personificación de algunos rasgos característicos de su época: la ideología estatal, la concepción religiosa y los usos y costumbres que eran típicos de aquellos tiempos”.
Alejo se casó en dos ocasiones: la primera con María Miloslávskaya, con la que tuvo trece hijos —cinco hijos y ocho hijas—, muchos murieron siendo niños y entre los que sobrevivieron se encontraban los débiles y enfermizos Teodoro e Iván, futuros zares. Es posible que el miedo a quedarse sin herederos le empujara, en  1669, a casarse por segunda vez dos años después de la muerte de mujer. Se casó con la bella Natalia Narýshkina, que le dio tres descendientes: un varón, el futuro zar ruso Pedro I el Grande, y dos niñas, Natalia y Teodora. En 1674 el zar nombró a su hijo mayor, Teodoro, nacido de su primera esposa, su sucesor al trono ruso.
A finales de enero de 1676, cuando contaba con 46 años, Alejo comenzó a sentirse mal, llamó a sus asesores y dio sus últimas instrucciones: indultó a encarcelados, perdonó a desterrados y condonó todas las deudas, tomó la eucaristía, recibió la extremaunción y con paciencia comenzó a esperar su muerte, que se produjo en la mañana del 30 de enero de 1676 y fue cuando las campanas de la catedral de la Asunción del Kremlin, anunciaron la muerte del zar.

TEODORO III
Teodoro III Romanov. Museo Hermitaje
Teodoro —Fiódor Alexéyevich Románov—, hijo de Alejo I, nació en Moscú el 30 de mayo de 1661. Su mentor intelectual fue Simeón de Polotsk, una de las personalidades más destacadas de la época, que le enseñó el idioma polaco y latín. Teodoro escribió numerosos cánticos religiosos, uno de los cuales sigue entonándose en la actualidad. Más adelante, siendo ya el soberano de Rusia, Teodoro esbozó el proyecto de la primera escuela laica superior del país, la academia eslavo-greco-latina. El zar recopiló libros y su biblioteca fue una de las más extensas de la época. Le gustaban también las bellas artes y se interesaba por la arquitectura e incluso diseñó personalmente el proyecto de uno de los palacios del kremlin de Moscú.
Organizó orfanatos y albergues para los desposeídos y decretó la creación de escuelas donde los hijos de las familias pobres pudieran aprender diferentes oficios.
Si por algo destacó Teodoro III fue por ser independiente e insistente en las reformas, ya que no lo detuvo ni su juventud —ascendió al trono a los 14 años— ni la enfermedad hereditaria que padecía.
En primer lugar reformó el sistema fiscal del país: suspendió numerosos tributos con la introducción de un impuesto único. Uno de los principales cambios de la época fue la abolición del méstnichestvo, por el que el nivel de nobleza familiar de los boyardos rusos estaba ligado directamente con el puesto —mesto— que un aristócrata pudiera ocupar dentro del servicio estatal, e impedía el acceso al mesto a nobles muy capacitados al favorecer a otros menos capacitados pero cuyo padre o familiar allegado lo hubiese ejercido con anterioridad.  
Fortaleció el papel de la Duma, —el cónclave de boyardos que tomaba decisiones de Estado—, triplicando el número de miembros y estableciendo un horario fijo: cinco horas de trabajo después de la salida del sol y cinco horas antes del ocaso con un receso para almorzar. Los boyardos debían analizar los asuntos estatales sin la presencia del zar, al que acudían únicamente en los casos difíciles.
Reorganizó los prikazy —ministerios medievales rusos— y se elevó el número de empleados para acelerar los trámites burocráticos. La duración del proceso de instrucción y juicio para los criminales comunes se redujo a un máximo de cien días y se dejaron de cortar las manos a los ladrones, a los que les desterraba a Siberia. Introdujo la prohibición para los voyevody —gobernadores regionales— de gestionar fondos públicos, obstaculizando así el enriquecimiento ilícito, redujo impuestos y aplicó el ordenamiento de todos los tributos para mejorar su recaudación. Estas medidas fiscales le proporcionaron los recursos financieros necesarios para llevar a cabo una política exterior más atrevida y audaz.
Combate entre cosacos y tártaros. Obra de Józef Brandt
El zar reformó  también el Ejército, profesionalizándolo en su mayor parte. Todos los nobles fueron alistados y a los desertores se les amenazó con embargarles las haciendas. A los nobles que estaban en el Ejército o desempeñaban bien en el servicio civil y no disponían de tierras se les ofrecieron terrenos baldíos. Ordenó desplazar las fronteras entre 100 y 200 km al sur del país, obteniendo así unos 30000 km cuadrados de tierras fértiles de un territorio denominado “tierra salvaje” debido a las incursiones de los tártaros de Crimea.
El zar sostuvo entre 1672 y 1681 una exitosa guerra contra tártaros y turcos. Teodoro mandó construir una flota de pequeñas embarcaciones de remo con la que atacó a los tártaros en sus tierras natales — Crimea— obteniendo varias victorias, en especial, en los alrededores de la fortaleza de Chiguirin, en Ucrania. Esto le permitió establecer nuevos asentamientos en las tierras conquistadas que incluían una gran parte de Ucrania, hasta la margen izquierda del río Dniéper
Por el contrario, Teodoro III no fue muy feliz en su vida personal. Su primera esposa, Agafia Grushétskaya, murió un año después de la boda durante un parto en el que el bebé tampoco sobrevivió. Dos años más tarde el zar se casó con Marfa Apráxina, pero esta unión conyugal duró solo dos meses: Teodoro III falleció el 27 de abril de 1682 sin dejar herederos. El hermano de Teodoro se convirtió en el nuevo zar: Pedro I “el Grande”.

martes, 11 de diciembre de 2012

LA DINASTÍA ROMÁNOV

Escudo de la familia Romanov
Voy a poner la historia de la familia Romanov que gobernó los designios de la Gran Rusia desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX en que fue derrocado y ejecutado el último de los zares romanov.
La dinastía Romanov siempre ha gozado de un gran interés motivado por la suntuosidad y grandiosidad de su imperio y, al mismo tiempo, lo que de verdad la hace misteriosa e interesante es el áurea de misticismo siempre la ha envuelto.
Su historia comienza en 1613 cuando una asamblea de los boyardos —nobles rusos— designó a Miguel Románov nuevo monarca del país. De esta manera se puso fin a la época de revueltas, período de desorden político, económico y social agravado por la invasión polaca.
Inicialmente la familia de los Románov siguió la antigua costumbre de traspasar el trono al varón primogénito; así, a Miguel lo sucedió Alejo y después su nieto Teodoro.
El conflicto sucesorio se originó cuando el trono de Rusia fue compartido por los zares Iván V y Pedro I bajo la regencia de la princesa Sofía, hermana mayor de Iván. Tras una serie de pugnas internas entre los boyardos, Pedro I se hizo con la corona y fue él quien estableció las nuevas reglas sucesorias: decretó que fuera el propio monarca quien designara a su heredero. De esta manera, Pedro I le dejó el trono a su esposa, Catalina, pero tras su muerte el poder volvió al linaje Románov con el mandato de Pedro II. Más tarde se sentaron en el trono la hija de Iván V, Ana I, Iván VI e Isabel I.
Después de la emperatriz Isabel el linaje directo de los Románov se extinguió dado que al trono ruso accedieron miembros de la casa real alemana Holstein-Gottorp, aunque la dinastía conservó el nombre de Románov. Catalina II arrebató el trono a su hijo, Pablo, pero este, tras ser finalmente coronado a la muerte de su madre, reinstauró el antiguo orden de sucesión: de padre a hijo mayor.
El resto de emperadores rusos designaron a sus hijos herederos legítimos. El último Románov, Nicolás II, abdicó en 1917. Tras la Revolución de Octubre la mayoría de los miembros de la casa Románov fueron asesinados por los bolcheviques y solo algunos representantes de la familia pudieron emigrar.

MIGUEL I

El Zar Miguel I Romanov
 Miguel I fue el primer zar de la familia de boyardos Románov, que comenzó una nueva dinastía de zares y emperadores de Rusia, y que reinó más de 300 años, desde 1613 hasta 1917.
La primera dinastía de zares de Rusia fue la de Riúrik, descendiente de la pléyade de príncipes que gobernaban Kiev, Vladímir y Moscú. Según la antigua Crónica de Néstor, esta familia descendía de Riúrik, líder de los varegos —mercenarios del noreste de Europa que habían servido a los terratenientes de la antigua Rusia, la llamada “Rus”—, que estableció la dinastía en 862 y fue invitado por los ciudadanos de Veliki Nóvgorod para ser su príncipe. La descendencia de Riúrik gobernó Rusia hasta la muerte en 1598 del último zar de esta familia, Teodoro I.
Tras expulsar a los invasores polacos de Moscú en 1612, en 1613 los representantes de 50 ciudades rusas se reunieron en esta ciudad en el Zemski Sobor —la Asamblea Nacional de la antigua Rusia— para elegir a un nuevo zar.
En aquel momento existían algunas agrupaciones de boyardos que apoyaban a diferentes candidatos al trono. La candidatura del joven de 17 años Miguel Románov, bisnieto de la primera esposa del zar Iván el Terrible, Anastasía Zajárina, era apoyada por los cosacos, que incluso crearon su propio mito sobre el traspaso de poder al joven de manos del zar Teodoro.
La asamblea eligió a Miguel Románov, nacido el 22 de julio de 1596 en Moscú y procedente de una famosa familia de boyardos rusos de origen cosaco, para que pusiera fin al periodo de desgobierno de Rusia, fundando así la dinastía Románov y continuando el proceso de establecimiento en el país de la monarquía absoluta.
Los embajadores del Zemski Sobor viajaron a Kostromá para ofrecerle el trono a Miguel. En Kostromá, ciudad en el norte de la parte europea de Rusia, se encontraba la residencia de la familia de boyardos Románov. En el monasterio de Ipátievski los mensajeros encontraron al joven y a su madre, Ksenia Shéstova, quienes protestaron contra este nombramiento, insistiendo en que Miguel era demasiado joven para aceptar el cargo.
Según las leyendas, al conocer la elección del nuevo zar ruso, los polacos intentaron asesinarlo para que no ascendiera al trono, para lo cual enviaron un destacamento al monasterio de Ipátievski. Sin embargo, la suerte parecía estar del lado de Miguel: un sencillo campesino, Iván Susanin, llevó a los polacos a un frondoso bosque sin salida. Los polacos mataron a Susanin pero perecieron en el bosque. En el siglo XIX el compositor ruso Mijaíl Glinka glorificó la hazaña del joven campesino en la ópera La vida por el zar.
A pesar de las dificultades, Miguel Románov fue elegido para ocupar el trono cuando Rusia estaba en una situación muy delicada: el país estaba destrozado por los años de la Época de las Revueltas (o “Periodo Tumultuoso”), que duraron desde 1598 hasta 1613; el trono del zar estaba vacante y el país estaba devastado por las revueltas internas y por las invasiones de los suecos y polacos —los polacos habían tomado el kremlin de Smolensk y los suecos habían ocupado Veliki Nóvgorod—.
Además, los boyardos se enredaron en interminables trifulcas internas y aparecieron bandoleros por todo el país. La mayoría de las ciudades importantes estaba desestructurada o despoblada y decenas de miles de personas habían muerto en batallas y disturbios.
El famoso historiador ruso Vasili Kluchevski (1841-1911) afirmó:
 “La Época de las Revueltas fue la efervescencia de un organismo estatal enfermo que se esforzaba por salir de las contradicciones que le había traído el curso de la historia antecedente y que no había podido solucionar por el medio habitual, pacífico”.
Además, el país se quedó sin la cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa dado que el patriarca de Moscú y Toda Rusia, Guermoguén, (“persona adornada con gran sabiduría, instruido en la enseñanza bíblica y famoso por la pureza de su vida”, así caracterizaron algunos coetáneos al patriarca), fue encarcelado en 1611 por los polacos en el monasterio de Chúdov, donde murió de hambre.
Según el historiógrafo y escritor ruso Andréi Muraviov, Guermoguén:
“…resistió hasta el final y fue digno de ser considerado mártir: se mantuvo inflexible ante las amenazas, le dejaron morir de inanición en prisión y se convirtió así en un profeta de la liberación para su país”.
Miguel I entró en la historia de Rusia como un zar de carácter apacible y blando (fue apodado “el Dulce”) y fácilmente moldeable por su entorno. Todos los éxitos del período de su reinado suelen atribuirse a su padre, el patriarca Filareto. Los últimos 12 años, decisivos en el desarrollo de la historia rusa, Miguel I gobernó sin el apoyo paterno.
El Patriarca Filareto Romanov, padre de Miguel I
La persona del padre de Miguel merece atención especial. Siendo uno de los posibles candidatos al trono, fue capturado por los polacos y estuvo en cautiverio desde 1611. En 1619 fue liberado como resultado de un canje de prisioneros y volvió a Rusia, donde encabezó el Patriarcado moscovita con el nombre de Filareto: desde aquel momento en el Estado ruso se estableció de facto la dualidad de poderes (diarquía). En realidad esta medida no era oficial pero el joven monarca no hubiera podido salvar de otro modo la profunda crisis en la que se encontraba el país tras la Época de las Revueltas.
Con la ayuda de su padre, Miguel I consiguió paulatinamente restablecer el orden y contener las invasiones extranjeras. Además, fortaleció las fronteras occidentales del Estado al concluir sendos tratados de paz con Polonia y Suecia.
Con el país escandinavo firmó la Paz de Stolbovo en 1617 y con Polonia firmó la Paz de Deulino en 1618, aunque en 1632 estalló la guerra ruso-polaca que duró dos años. En 1634 se puso fin definitivamente al conflicto entre Rusia y Polonia con la renuncia del rey Ladislao IV Vasa de Polonia al trono de Rusia.
Gracias a Miguel I cesaron las invasiones tártaras que habían dejado las fronteras meridionales de Rusia totalmente devastadas. Además, reorganizó el Ejército ruso con la formación de nuevos destacamentos, mejorando también el municionamiento y reabasteciendo de armamentos más adelantados.
El zar estableció un nuevo sistema político-administrativo de dirección del Estado —voyevodstva— que extendió por toda Rusia y que existió en el país hasta 1775. El monarca desarrolló unas reorganizaciones interiores que fortalecieron el feudalismo y en 1636 instituyó la adscripción de los campesinos a la tierra.
Al inicio de su mandato se reunían periódicamente las Asambleas Nacionales (Zemski Sobor). Además, todos los problemas principales se discutían con la Duma de boyardos, el consejo de nobles rusos.
Sin embargo, el patriarca Filareto, hombre enérgico y firme, hasta su fallecimiento en 1633 fue el tutor del zar ruso y tuvo un papel primordial en la decisión de los asuntos estatales.
Miguel I se casó en dos ocasiones, la primera en 1624 con María Dolgorúkova, que murió cuatro meses después sin tener hijos, y en 1626 con Yevdokía Streshniova, con quien tuvo nueve hijos, tres niños y seis niñas.
Se considera que la misión principal del zar Miguel I en la historia de Rusia fue acabar con el periodo de inestabilidad y preparar al país para el reinado de un heredero digno y bastante exitoso como fue, tras su fallecimiento en 1645, su hijo Alejo.