Los
años de la dictadura en España fueron tiempos de cartillas de racionamiento, de
penurias, de escasez… Pero también dicen que el hambre agudiza el ingenio y de eso en este país vamos “sobraos”.
En
los años 40, debido a la guerra, a la
política económica de Franco y al aislamiento internacional, en España
escaseaban los alimentos. El gobierno decidió controlar la distribución de las
mercancías, asignando a cada persona cierta cantidad de los productos básicos
más escasos: azúcar, arroz, aceite, pan, judías..., que había que recoger con
la Cartilla de Racionamiento. Estas
cartillas se establecieron el 14 de mayo de 1939 y se suprimieron en 1952.
Funcionaba
la distribución de alimentos mediante la asignación de una cartilla personal
llamada "Cartilla de
Racionamiento", que
mediante cupones y previo pago de los mismos se asignaba a cada ciudadano,
alimentos de primera necesidad. El suministro lo designaba la Comisaría General
de Abastos que cada semana anunciaban públicamente el porcentaje, la cantidad y
precio de los alimentos que se adjudicaban.
Cada
ciudadano tenía asignado el proveedor o tienda de comestibles que podía
utilizar. Era imposible adquirir de una forma legal cualquier alimento que no
estuviera controlado por el Racionamiento, salvo que se
acudiera al mercado negro que se llamaba "estraperlo", con
precios por muy encima de lo establecido por la Comisaría de Abastecimientos. Las
personas que se salían de la normativa legal tenían altos riegos de ser
condenados con penas de cárcel.
«Las cartillas eran de 1ª, 2ª o 3ª categoría» en función del nivel social, el
estado de salud y el tipo de trabajo del cabeza de familia. Los productos que
se entregaban eran básicamente: garbanzos, boniatos, bacalao, aceite, azúcar y
tocino; de cuando en cuando se encontraban maravillas como café, chocolate,
membrillo o jabón. Rara vez se repartía carne, leche o huevos, que sólo se
encontraban en el mercado negro.
Se
presenta una tabla para hacer idea de los alimentos que se suministraba a cada
persona por semana, que podía cambiar según las necesidades, cantidad y
alimentos circulantes en cada momento según criterio de Comisaría de
Abastecimientos.
-Un cuarto de litro de aceite.
-Cien gramos de azúcar terciada.
-Cien gramos garbanzos.
-Doscientos gramos de jabón.
-Un kilo de patatas.
-Un bollito diario de pan
La
leche era uno de los bienes más preciados en un país que libraba una batalla
contra el hambre que dejaron las balas. El pan, que era negro, porque el blanco
era un artículo de lujo, quedó reducido a 150 ó 200 gramos por cartilla. Muchas
veces en las casas se hacía el pan por la noche para evitar a los agentes de la
Fiscalía, pero al día siguiente lo encontraban por el olor y decomisaban el
pan. A veces la gente desenterraba los animales muertos y se los comía. Se
tenía que contar con el permiso de las autoridades para hacer la matanza. Lógicamente
la cantidad de comida era insuficiente y la gente tenía que buscarse la vida.
Los gatos se degustaban por liebres (”dar
gato por liebre”), patatas a lo pobre, patatas al Avión (patatas hervidas
con laurel y un toque de colorante marca “el Avión”), leche aguada, guisos de
castañas y bellotas, achicoria por café… Pero el más curioso de todos: “tortilla de patatas sin patatas ni huevos”.
“La parte blanca de las naranjas
situada entre la cáscara y los gajos se apartaba y se ponía en remojo a modo de
patatas cortadas. Los huevos eran sustituidos por una mezcla formada por cuatro
cucharadas de harina, diez de agua, una de bicarbonato, pimienta molida,
aceite, sal y colorante para darle el tono de la yema.”
No sé cuál sería el resultado final de esta peculiar
tortilla pero no me diréis que no era ingenioso.
Foto: Cartilla de Racionamiento del Estado Español, Colección de Cupones
de Racionamiento y Tarjeta de Abastecimiento de 1945.
Sin duda, el hambre agudiza el ingenio. Eran tiempos de escasez y todo valía con tal de alimentarse.
ResponderEliminarMe ha sorprendido lo de la tortilla de patatas, una muestra inequívoca de esa agudeza que se desarrolló en estos años para paliar el hambre
Un saludoÇ!
La verdad es que a los españoles nos sobra ingenio y más si la necesidad obliga, hasta el punto de hacer, como bien comentas, una tortilla de patatas sin huevo y sin patatas. Somos únicos y geniales. Un saludo.
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