miércoles, 17 de diciembre de 2014

Un héroe olvidado....Tras dos guerras


Hace unos cuantos años llegó a mis manos la hoja de servicios de mi abuelo y después de leerla concienzudamente, me enteré de una serie de hechos y acontecimientos de los que era un total desconocedor al igual que todos los miembros de la familia. En ese momento decidí guardarla hasta que llegase el momento oportuno para escribir su historia. Ahora he considerado que ha llegado ese momento. 

Al leer los hechos que se reflejan en  ella, intento hacer volar la imaginación y trasladarme a aquellos angustiosos momentos, aunque no lo consigo del todo. Tengo claro que por mucho que haya leído, estudiado o investigado sobre la situación de Marruecos durante la guerra del Rif, por mucho que intente dibujar en mi mente aquella situación, es muy difícil, por no decir imposible, que pueda hacerme una idea real de lo que sufrieron allí. 

Su hoja de servicios es un relato real y veraz de su participación en la guerra africana desde que se incorpora al Batallón Arapiles nº 9, a principios de 1924, hasta que culmina la pacificación del Protectorado en 1927; es un relato de las acciones realizadas durante los años de su permanencia en las Unidades Coloniales; es un relato de la vuelta a casa; es un relato de su participación en la guerra civil y también es un relato de tristeza, deshonor y olvido, un relato que termina con el final de su  carrera militar.

No es el objetivo de esta historia contar aquí las penurias familiares que pudiera pasar mi abuelo en aquellos angustiosos años del olvido, se trata de rendirle un modesto homenaje, sacar del olvido y dar a conocer su historia militar tal como la vivió,  que fue tan dulce como amarga, y hacerla extensiva a todos aquellos que vivieron su misma situación que por desgracia fueron muchos.

Estos militares, que años antes no dudaron jugarse la vida por su país, por su bandera y por su Ejército; que habían demostrado y acreditado con creces su valor,  perdieron su dignidad y honor acusados del peor delito del que se le puede acusar a un militar, el de rebelión militar o auxilio a la rebelión, por haber permanecido fieles a la República a la que habían prestado juramento de fidelidad, y haber resultado perdedores de la guerra civil.


Un héroe olvidado… es un homenaje a mi abuelo y a todos aquellos militares, olvidados como él, a los que les tocó vivir dos guerras seguidas, en las que la primera los cubrió de gloria y la segunda de miseria y olvido, por encontrarse en un momento determinado en un lugar que al final resultó ser el equivocado y que ni la política, ni la sociedad y ni siquiera el tiempo han querido o no han sabido reconocer.

Esta es la historia de uno de esos héroes, hoy anónimo y olvidado, al que quiero recordar.

jueves, 13 de noviembre de 2014

El castillo de Calanda

Excavaciones en el recinto interior del castillo
La población de Calanda tiene su origen cuando los musulmanes se asentaron al pie de una suave colina, sobre la que poco más tarde se construyó un castillo.

En 1157, Calanda quedó incluida en el amplio alfoz de los términos que Ramón Berenguer IV, príncipe de Aragón, otorgó a la Orden de Calatrava cuando ésta fuera conquistada. La conquista de la villa fue realizada por Alfonso II en 1169, junto con Aguaviva, Castellote y Cuevas de Cañart.

El primer señor de la villa del que se tienen noticias fue Blasco de Alagón, quien ya poseía desde 1120 el señorío de Sástago, Calanda, Camarón, Torre Galindo y Torre de la Mora. Luego pasó a su hijo Artal y de éste a su hijo Blasco II de Alagón, quien lo ostentaba en 1172.

Restos del castillo (foto del Gobierno de Aragón)
Los Alagón cambiaron Calanda a los calatravos por la tenencia que la Orden poseía en Cuevas de Vinromá, Albocacer, Tirig y Salsadella. A partir de este momento la historia de Calanda está vinculada a la dominación calatrava. El primer proyecto de colonización cristiana data de 1276 cuando se acordó que los monjes caballeros expulsasen a los musulmanes de Calanda y la repoblasen con cristianos.

La población perteneció durante varios siglos a la Orden de Calatrava hasta que se produjo la abolición de los señoríos.

El castillo sufrió diversas alteraciones durante las guerras carlistas y, tras éstas, quedó en el más profundo abandono. Aún se conserva en bastante buen estado un muro que se corresponde con uno de los flancos mayores de su planta irregular alargada. Al castillo se accede por una rampa paralela a su lado mayor que lleva hasta la puerta situada en la parte alta.

Rampa de acceso al castillo( foto del Gobierno de Aragón)
En las excavaciones que se realizan en su recinto interno han quedado al descubierto diversas estancias fabricadas con cantos rodados, también se conserva un aljibe con canles de llenado y recogida de aguas. A un lado del canal parten las escaleras de acceso a una sala rectangular que podría ser la base de una torre. En el flanco suroeste se levanta un muro de sillería que bien podría corresponder a la torre mayor. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

El castillo de Más de las Matas

La ermita de Santa Flora se ubica sobre la parte
central del antiguo castillo
El castillo de Más de las matas o castillo de Kamarone, era un castillo de origen romano, después lo fue visigodo, conocido como «vallipón» y más tarde musulmán. Después de la conquista cristiana en 1169, el rey Alfonso II lo donó en 1185 a la mitra zaragozana.

En esta población, junto con sus iglesias, se había formado un obispado llamado «kamerín». El rey, reservándose tierras, el horno y el molino, le otorgó la carta puebla en octubre de 1194, concediendo a todos sus moradores el fuero de Zaragoza.

En 1205 Pedro II cedió el castillo con la mitad de la villa a Arnaldo de Palacín, caballero que había participado en su conquista.

Con Jaime I, pasó a Blasco de Alagón, señor de Sástago, por permuta con Morella; en 1248 este noble daba el castillo y la villa a su hijo Artal. Éste, en 1260, marcaba los límites con el comendador de Alcañiz, Raimundo Ibáñez, entre Camarón, Monroyo y Buñol.

En 1272, Blasco II de Alagón disponía del castillo en su testamento. En 1295 la Orden del Temple permutó el castillo y la villa a Artal de Alagón, señor de Pina, por un horno en Pina, La Zaida y Belloc.

En 1298 se insiste en que las primicias de Camarón pertenecen al obispo de Zaragoza, pues las tenían cedidas a la casa de Alagón por cinco morabetinos de oro que se pagaban al camarero del Salvador, carga que deberían asumir los caballeros templarios.
Desde el castillo se dominaba toda la villa

Tras la extinción de la Orden del Temple, el castillo pasó a la Orden del Hospital de San Juan, a los hospitalarios y poco después el lugar se fue despoblando hasta su abandono en el siglo XV.


Los vestigios del castillo se sitúan en el cerro de los Pedregales donde se asienta la ermita de Santa Flora, en el centro de lo que fuera el recinto del castillo. Era una fortificación de planta irregular de unos cincuenta metros de eje máximo ocupando la cumbre de la colina, aún hoy se ven algunos muros con aparejos de bloques calcáreos. El resto mejor conservado del castillo forma la esquina cóncava de una torre en el ángulo suroeste, cuya obra es de piedra sólida.

jueves, 30 de octubre de 2014

El Santuario de Ntra. Sra. de Monserrate. Fórnoles. Teruel

Santuario de Monserrate
Según la leyenda popular, el origen de este santuario se remonta al siglo XII, cuando un pastor encontró en este paraje la Santa Imagen. Después de llevarla al pueblo, la imagen volvió a aparecer aquí por dos veces, por lo que se decidió edificarle una pequeña ermita.

El santuario o ermita de Nuestra Señora de Monserrate, también llamado de Santa Mónica, data del siglo XIV, en que se construyó la iglesia en sustitución de la primitiva ermita. En el siglo XVII se reformó la Iglesia y se amplió el recinto con un claustro, la antigua hospedería y la masía que se conservan aún en la actualidad. Del mantenimiento del santuario se encargaba una comunidad contemplativa que daba hospedaje a los peregrinos.

Planta del Santuario con indicación de las épocas de construcción
Lateral de la  Iglesia
La iglesia es de una sola nave dividida en tres tramos: el segundo y el tercero corresponden a la construcción gótica original, con bóveda de crucería y bóveda de cañón apuntada, respectivamente; mientras que la cabecera fue reformada en el siglo XVII y está cubierta con cúpula sobre tambor y pechina, en ella se abrió posteriormente una capilla y una portada de estilo barroco y la sacristía.
En el exterior destaca la portada gótica con cinco arquivoltas apuntadas apoyadas sobre frisos de capiteles con figuras representativas  del nacimiento de Cristo, en el lado izquierdo,  y de la Crucifixión y Resurrección, en el derecho.

Crucero
El segundo domingo de mayo se celebra la romería a esta ermita en conmemoración de la rogativa de lluvia  que tuvo lugar el 4 de mayo de 1521 en la que coincidieron, sin previo aviso los vecinos de Fórnoles y de las poblaciones vecinas. También se reúne aquí la población el lunes de pascua florida.

El Santuario consta de iglesia y claustro. La iglesia es gótica del siglo XIV, pero el tramo de cabecera fue transformado en el siglo XVII. De una sola nave, el tramo central se cubre con crucería sencilla y el de los pies con bóveda de cañón apuntado; la cabecera lo hace con cúpula y tambor. La portada antigua es gótica, con cinco arquivoltas, decorada con escenas figurativas de inspiración bíblica y elementos vegetales. La esbelta espadaña barroca de los pies presenta tres vanos en arcos de medio punto apoyados sobre columnas, y sobre él se disponen las distintas dependencias que se utilizan en los días de romería.

El Santuario fue declarado Bien de Interés Cultural (B.I.C.) el 25 de mayo de 1983.

martes, 29 de julio de 2014

El Castillo de Castellote

Entrada al Castillo
Al acercarnos a la localidad de Castellote en el Maestrazgo turolense nos encontramos con un castillo templario, recientemente recuperado, que domina completamente la población. Esta es su historia.

El Castillo, al que se accedía por un puente levadizo, se encuentra situado sobre un escarpe rocoso que domina la población de Castellote. El recinto ha estado ligado a innumerables enfrentamientos militares a lo largo de la historia.
Escarpe donde se asienta el Castillo

De origen templario, la torre del homenaje y la sala capitular son las partes mejor conservadas del castillo al que se le ha realizado una profunda reconstrucción, siendo uno de los lugares más visitados de la localidad turolense.  

Alfonso I el Batallador, conquistó Castellote a los musulmanes en el siglo XII durante su campaña de expansión del reino de Aragón. El rey encargó la custodia de la plaza a un caballero llamado Español de Castellot, pero a la muerte del monarca los musulmanes la reconquistaron.
Plano del Castillo

Entre 1168 y 1169, Alfonso II reconquistó Castellote y su castillo pasó a formar parte de la línea fronteriza con el Islam que estaba bajo el mando de Galindo Jiménez, señor de Belchite. Español de Castellot reclamó sus derechos históricos sobre la localidad y recuperó su propiedad, ya anciano, aunque renunció a ella a favor del rey manteniendo la tenencia.

En 1188, Gascón, hijo de Español de Castellot, consigue del rey Alfonso II la autorización para entregar Castellote a la Orden del santo Redentor, pero en 1196, Castellote y su castillo pasan a formar parte de la Orden del Temple que se hizo con el control de la comarca.

Dependencias
Castellote vista desde el Castillo
La villa vive bajo dominio templario su mayor fase de esplendor hasta que a principios del  siglo XIV, el Papa Clemente V decretó la extinción de la Orden del Temple acusándola de herejía. El rey Jaime II, bajo mandato papal, asedia en 1308 el castillo que finalmente y tras un largo asalto se rinde. En 1137 pasó a ser una bailía de la Orden de san Juan.

En 1837, Don Carlos, el pretendiente al trono de España a la muerte de su hermano el rey Fernando VII, ordena al general Cabrera la modernización y ampliación de la fortaleza que se convertiría en uno de los baluartes carlistas del Maestrazgo.
Torreones y accesos
Muralla superior
En 1840, el general isabelino Espartero se presenta en Castellote al mando de 32 batallones reforzados con diecinueve cañones y obuses. El 23 de marzo comienza el ataque isabelino sobre las ermitas fortificadas de San Macario y San Cristóbal. Al día siguiente los carlistas se refugian en el castillo que es asediado y constantemente bombardeado hasta que van cediendo sus defensas. Los carlistas, que habían causado numerosas bajas entre las filas isabelinas, gracias a su posición dominante, se negaron a parlamentar con lo que el general Espartero ordenó el asalto al castillo que conquistó definitivamente el 23 de marzo. Tras la victoria sobre los carlistas, Espartero ordenó la desmantelación total del castillo.

Fachas posterior
La restauración del Castillo de Castellote fue realizada durante el 2011 por el Ayuntamiento con la colaboración de los Ministerios de Fomento y Cultura dentro de los Planes para la conservación del Patrimonio Arquitectónico e Histórico.

Placa que conmemora la restauración

domingo, 16 de marzo de 2014

Pedro II el Católico, el rey que se enfrentó al Papado

Pedro II de Aragón
Alfonso II murió en 1196 con treinta y nueve años. Le sucedió su hijo Pedro II que contaba con 17 años y quedó bajo la tutela de su madre doña Sancha hasta que cumpliese los veinte años, según había expresado su padre en el testamento.

Firma de Pedro II
Pedro heredó el reino de Aragón, el Condado de Barcelona y todas las tierras del Mediodía francés desde Béziers hasta Aspe; su hermano Alfonso heredó Provenza, Milán, Gévaudán y Rouergue. Ambos hermanos mantendrán siempre buenas relaciones, tanto personales como políticas, no así con su madre con quien se enfrentaría en varias ocasiones por cuestiones de los castillos de frontera, aunque apartaron diferencias mediante los tratados de Ariza (1200) y Daroca (1201).

Pedro II, desde finales de 1196, comenzó una intensa actividad política. La expansión militar  hacia el sur había quedado frenada, desde la derrota de Alarcos (1196), y tivo que dirigirse hacia el levante. En 1204 toma Rubielos de Mora, Ademuz y Castielfabib. Se efectúan repoblaciones en zonas de Montalbán, en manos de las Órdenes Militares. En el año 1206 y los siguientes, los reyes cristianos peninsulares alcanzan una serie de acuerdos para estabilizar las fronteras y retomar la expansión hacia el sur de manera conjunta.
La Corona de Atagón con Pedro II

En el Mediodía francés, a los territorios de su hermano Alfonso, se suman como feudatarios del rey aragonés Bearne, Bigorra, Commingers, Carcasona-Béziers, Melgueil y Nîmes y los condados de Foix y Toulouse (la infanta Leonor, hermana de Pedro II, se casó con el conde Ramón VI de Tolosa). Su matrimonio con María de Montpellier permitió la incorporación del señorío a la Corona de Aragón.

Inocencio III
Aunque la Corona se encontraba en una difícil situación económica (el rey había hipotecado sus rentas y tenía grandes deudas con algunos nobles aliados), las rentas del señorío de Montpellier le permitieron viajar a Roma para ser coronado por el papa Inocencio III. Esto significó al rey ser considerado como destacado paladín de la cristiandad y fiel vasallo del Papado. La ceremonia se celebró en 1205 y concedió una bula por la que autorizaba, a partir de entonces, a celebrarse en Zaragoza por el arzobispo de Tarragona, metropolitano de la Corona de Aragón. Será La Seo de Zaragoza el lugar donde se coronarán preferentemente los reyes de Aragón.

Dos hechos importantes caracterizan su reinado: su participación en las Navas de Tolosa y su enfrentamiento con el Papado al defender a sus vasallos, partidarios de la herejía cátara.

En 121 el rey de Castilla, Alfonso VIII, dirigió una batalla decisiva contra los Almohades en las Navas de Tolosa, en la que participaron junto al rey castellano, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón. La victoria cristiana sobre el caudillo almohade Al-Nasir, despejó el camino de la reconquista del sur peninsular. Pedro II abrió una brecha en el muro de la ciudad de Úbeda por el que penetraron los ejércitos cristianos y arrasaron la ciudad y esclavizaron o degollaron a sus habitantes. Los reyes cristianos habían conseguido reforzar su prestigio guerrero y obtener un cuantioso botín.

El papa Inocencio III, convencido de la superioridad pontificia sobre los soberanos terrenales, predicó diversas cruzadas, siendo la cruzada contra los cátaros o albigenses la primera contra cristianos. El sur de Francia era un territorio que ansiaba la monarquía de los capetos. Hubo durante años intentos de acercamiento entre los herejes cátaros y la iglesia romana que no fructificaron. El papa decidió atajarla y equiparó la herejía con el crimen de lesa majestad, por lo que los herejes eran considerados cono proscritos y sus bienes podían ser confiscados y convocó una cruzada al mando de Simón de Monfort.


Pedro II se declaró protector de los señoríos occitanos amenazados y de Toulouse, vasallos suyos, aunque su hijo estaba bajo tutela de Simón de Monfort y pendía sobre él la excomunión decretada por el papa Inocencio III. Los ejércitos cruzados cercaron la ciudad de Muret y se enfrentaron, el 12 de septiembre de 1213, en la llanura de Muret donde murió el rey aragonés y propició el fin de la herejía cátara y de la influencia de la Corona de Aragón en el Mediodía francés. El historiador y arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada resumía así la contienda:

«Y el Rey Pedro con unos pocos aragoneses y mayor número de catalanes, y condes de Tolosa y otros barones de la Francia gótica, dio la batalla a los franceses junto al castillo de Muret; y por designio de Dios, el rey y los aragoneses, que fueron los únicos que varonilmente persistieron en la batalla, quedaron muertos en el campo, mientras que los condes de Tolosa y de Foix, con algunos catalanes, volvieron la espalda y huyeron. Murieron allí con el rey, los ricoshombres de Aragón Aznar Pardo y su hijo Pedro Pardo, don Gómez de Luna y don Miguel de Luesia y otros muchos de los más principales de Aragón. El rey, que fue siempre muy católico, no fue a esa guerra para ayudar a los herejes, sino por la obligación que tenía con sus vasallos».


Tumba de Peddro II en el Monasterio de Sijena
Pedro II excomulgado por el mismo el Papa que lo coronó, permaneció enterrado en los Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el papa Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real de Santa María de Sijena en Huesca, donde fue enterrado fuera del recinto sagrado.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Alfonso II el Trovador, el primer rey de la Corona de Aragón

Alfonso II
La primera vez que la expresión Corona de Aragón aparece en los textos es a finales del siglo XV para referirse al conjunto de reinos, condados y señoríos gobernados por el rey de Aragón, cuyo apellido es el nombre de su reino originario. Territorios que mantuvieron su personalidad jurídica, cultural y territorial hasta el siglo XVIII y cuyo primer rey y soberano común fue Alfonso II, llamado el Casto o el Trovador, hijo y heredero de Petronila de Aragón y del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV.

Todos los territorios que la componían estaban unidos, además de dinásticamente, por una política común a la que se fueron uniendo nuevos territorios ya sea por conquista, por adscripción o por vasallaje. Este equilibrio, que desde 1319 Jaime II declara la indisolubilidad de la unión forjada en 1137: «Que la unidad de los citados reinos y condados permanezca siempre estable e indivisa». Al morir Ramón Berenguer en 1162, su hijo y heredero Alfonso II se convierte en conde de Barcelona y en 1164, tras la donación formal de la reina Petronila del reino a su hijo, asume la soberanía de la Corona de Aragón.

Alfonso II, nacido en 1157, era en ese momento un niño de 7 años por lo que se hizo necesario una tutela poderosa, capaz de velar por la educación del rey y por los intereses del reino. El designado como tutor del joven rey fue Enrique II de Inglaterra, casado con Leonor de Aquitania, prima de la reina Petronila. Alfonso y sus hermanos se criaron en la corte de Barcelona, rodeado por un consejo de regencia formado por nobles, obispos y representantes de las ciudades.

En 1167 y pese a su juventud, Alfonso realiza su primera campaña con la conquista de Niza, que había reclamado el territorio a la muerte del conde de Provenza, Berenguer III. Se enfrentó al conde de Tolosa, Ramón V, y consolidó su pode sobre el condado y los territorios adyacentes como Foix, Bearne, Bigorra, Berciers o Carcasona, extendiendo así la Corona por los territorios del midi francés.
La Corona de Aragón a la muerte de Alfonso II

Su principal preocupación pasa a ser  la consolidación de la frontera sur y controlar los accesos al valle del Ebro. Para ello fija tres rutas: Castellón-Morella-Alcañiz; Peñíscola-Ulldecona-Tortosa; y Sagunto-Teruel-Daroca.

En 1168-69 toma Valderrobres, Gandesa, Horta de San Juan y Ulldecona, alcanzando el Mediterráneo. En 1170 funda Teruel y colabora con Castilla en el asedio de Cuenca. Con la conquista de Teruel culmina la formación del Aragón histórico, a excepción del señorío de Albarracín en manos del noble navarro Pedro Ruiz de Azagra.
Firma de Alfonso II


Con la toma de Valencia por los almohades se crea un potencial peligro que el rey resuelve mediante creación de una marca de seguridad realizando conquistas selectivas y afianzándolas mediante repoblaciones. Estas labores de repoblación y defensa fueron encomendadas a las Órdenes Militares, principalmente templarios, hospitalarios y calatravos quienes realizaron una importante labor al rey al tiempo que reforzaban su poder e influencia.

En 1172 Alfonso recibe por vía testamentaria el condado del Rosellón, al morir sin sucesión el conde Gerardo II por ser feudatario del rey aragonés. En 1192 haría lo mismo la condesa de Pallars, Dulce de So.

En enero de 1174, Alfonso contrae matrimonio con Sancha de Castilla y es armado caballero. A partir de este momento asume plenamente la Corona. Mantiene las campañas para reforzar las fronteras y  potencia el otorgue de fueros a las tierras de «extremadura» —zonas de frontera conquistadas—.

Miniatura del Libro Mayor de los Feudos.
Alfonso II recibiendo homenaje de sus vasallos 
En la España cristiana las tensiones entre los reyes cristianos eran notables, como las que mantenía Alfonso con el rey de Navarra por las fronteras entre ambos reinos, que el papa Celestino III los convocó a todos en Santiago en 1195 para lograr un entendimiento para hacer frente al poder almohade. Esto tendrá su fruto en 1212 cuando los reyes cristianos presente frente común en las Navas de Tolosa.

Un importante tratado firmado por Alfonso II fue el Cazola (Soria), el 20 de marzo de 1179, con Alfonso VIII de Castilla, mediante el cual ambos monarcas acordaron los límites de su expansión territorial en la España musulmana, siendo para Castilla los territorios al sur de la línea Calpe-Biar y para Aragón la zona de Jativa, Valencia y Murcia, aislando del reparto al rey de Navarra. Este pacto duró hasta 1244 cuando se negoció la incorporación de Murcia a Castilla.

Alfonso realizó una gran labor legislativa, otorgando fueros para atraer población a las ciudades conquistadas o de nueva fundación. Encargó al jurista Ramón de Caldes la confección de la compilación de juramentos y convenios —Liber Feudorum Maior— que permitía al rey saber con exactitud  cuál era la relación que le ligaba con las distintas casas nobles del reino.

Sepulcro de Alfonso II en el Monasterio de Poblet
Conocedor de la complejidad administrativa de la Corona, trató de ampliar su autoridad al distribuir el poder entre distintos estamentos sociales, así incluyó a los representantes ciudadanos en la curia regia y les dio mayor poder en la administración de las ciudades; convirtió a las Órdenes Militares en fieles aliados políticos dándoles amplios dominios a cambio de su defensa del territorio conquistado; creo la figura del representante del rey —Veguer— con amplios poderes en cada una de las partes en que se dividió el territorio para su administración —veguerías—. Creó una Corona de Aragón bien organizada internamente y fuerte en el ámbito internacional gracias a sus amplios dominios y a la solidez de su autoridad real. A su muerte esta labor la continuará su hijo Pedro II.
Sala Capitular del Monasterio de Poblet. Desde Alfonso II
 el Monasterio se convirtió en el panteón de los reyes de la Corona de Aragón 
Alfonso II murió en abril de 1196 a los treinta y nueve años y fue enterrado en el Monasterio de Poblet.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Petronila, reina de Aragón por derecho propio. El inicio de la Corona de Aragón

Petronila y Ramón Berenguer IV
Petronila fue expresamente concebida para reinar. Su padre Ramiro II, abandonó el celibato que imponía su posición monacal para asumir la responsabilidad de mantener la soberanía aragonesa.

Tras su nacimiento en agosto de 1136, y el establecimiento en 1137 de su compromiso matrimonial, su padre se retiró a la vida monástica, al igual que su madre, y la niña quedó bajo la custodia de su prometido, Ramón Berenguer IV.

El documento de arras asumía que la unión se realizaría según la institución aragonesa del «matrimonio en casa», por la cual el heredero, en este caso Petronila, contrae matrimonio con la obligación de mantener la herencia familiar y mantenerla. Y si el legítimo heredero falleciese sin descendencia, su cónyuge, como miembro de la «Casa», asumiría estas responsabilidades, incluida la de procrear hijos legítimos. La «Casa» de rango mayor era Aragón, por ser reino y Barcelona condado, así que Ramón Berenguer IV se integró en ella jurídicamente, tomó formalmente a Ramiro por «padre» y asumió las obligaciones que ello implicaba. Al retirarse el rey al monasterio de San Pedro el Viejo en Huesca, el prometido de su hija comenzó a desempeñar las funciones de tenente del Reino de Aragón, suscribiendo documentos como señor o príncipe de Aragón.

Petronila fue educada por Berenguela, hermana del conde de Barcelona y reina de Castilla, como esposa de Alfonso VI desde 1128. Esta mujer de fuerte personalidad enseñó a Petronila su responsabilidad: perpetuar la soberanía del reino en la dinastía. Y, al mismo tiempo, pudo darle ejemplo de una firmeza de carácter de la que dio muestra en la defensa de Toledo frente a los almorávides en 1139. Según cuenta la Crónica del Emperador Alfonso, en la ciudad sólo se hallaba la reina Berenguela, quien se dirigió a los caudillos almorávides: «¿No veis que lucháis contra mí, que soy una hembra y que no es honor para vosotros?». Y ellos, considerando que tenía razón y admirándose de la resistencia de la ciudad bajo el mando de una mujer, se retiraron. De esta astuta manera, mantuvo Toledo en manos castellanas. Así era la mujer que crió a Petronila.
Territorios aportados por Petronila y Ramón Berenguer IV (en color gris) en el compromiso de enlace

La boda con Ramón Berenguer IV se celebró en la catedral de Lérida en 1150, en cuanto Petronila llego a la edad canónica mínima establecida para contraer matrimonio, catorce años. En el tiempo entre el compromiso y el matrimonio, hubo momentos de crisis, en los que el conde incluso llegó a negociar su boda con Blanca, la hija del rey de Pamplona. Un documento fechado en  el 1 de julio de 1149 así lo atestigua, aunque finalmente mantuvo el compromiso con Aragón. La celebración de los esponsales debió ser una gran fiesta, según la costumbre de la época.

Probablemente, la responsabilidad de proporcionar un heredero al Reino de Aragón hizo que Ramón Berenguer y Petronila quisieran ser padres lo antes  posible para asegurar el relevo generacional. En 1152 debieron tener su primer hijo, puesto que de este año es el primer testamento conservado de Petronila, dictado antes del parto. Sin embargo, algunos historiadores creen que habría que rtetrasar esta fecha hasta el 24 de marzo de 1157, fecha del nacimiento del futuro Alfonso II, el mismo año que murió Ramiro II y Petronila pudo ser llamada, de pleno derecho, reina de Aragón. Hasta la muerte de su marido en 1162, Petronila pudo dar a luz a cinco hijos: tres varones —Alfonso, Pedro y Sancho— y dos mujeres —Dulce e Isabel—.

Testamento de la reina Petronila
a favor de su hijo Alfonso
Mientras vivía Ramón Berenguer IV, Petronila se esforzó en proporcionar descendientes legítimos a la Casa de Aragón, mientras su esposo ejercía el gobierno, según lo acordado. Pero a la muerte de éste en agosto de 1162, la joven reina tomó importantes decisiones en el ejercicio de su potestad. En primer lugar y para subrayar la continuidad de las estirpe, cambió el nombre de su hijo primogénito, que hasta entonces se habría llamado Ramón, por Alfonso. Además, convocó una asamblea nobiliaria en Huesca para dar lectura al testamento de Ramón Berenguer y zanjar las cuestiones hereditarias. Las disposiciones testamentarias de Ramón Berenguer hacían que el hijo mayor, Alfonso de Aragón, fuera designado heredero. A Pedro le otorgó el condado de Cerdeña y el Señorío de Carcasona. Sancho heredaría sólo en el caso de la muerte de sus hermanos, y de las hijas ni siquiera hay referencia.

El objetivo del testamento era concentrar el poder en manos de un único heredero, que conseguiría así la soberanía de un Estado con mayor peso político, y proporcionar ciertas responsabilidades al siguiente de los hermanos para el caso de que tuviese que asumir la corona contase con la suficiente experiencia.

Firma de la reina Petronila
Por ser Alfonso II menor de edad y no ser procedente el ejercicio del poder por Petronila, desde 1162 el niño asumió formalmente la titularidad del reino y el gobierno, auxiliado por un consejo de regencia formado por nobles aragoneses y catalanes. La reina tampoco podía convertirse en en la tutora de su propio hijo, así que Ramón Berenguer IV eligió para ello a Enrique II de Inglaterra, casado con Leonor de Aquitania, prima de Petronila.

Este gobierno de un niño con un tutor inglés, una mujer y un consejo de regencia, aunque de naturaleza provisional, no fue bien visto por todos, aunque la situación no llegó a provocar una rebelión. Dadas las circunstancias, Petronila decidió retirarse y en 1164 Alfonso II, con 12 años pasó a ocuparse del gobierno del reino.


Petronila vivió hasta 1173, a caballo entre Besalú, posesión que junto a Ribas, le había donado su marido, y Barcelona, donde murió y fue sepultada.

viernes, 28 de febrero de 2014

Los últimos templarios de la Corona de Aragón

Caballero templario
Los caballeros de la Orden de Temple siempre han estado rodeados de leyendas aunque no siempre ajustadas a la realidad y que han difuminado la historia real de una Orden Militar que tuvo un gran poder en la Europa Medieval que luchaba contra el Islam.

En el año 2009 se cumplieron 700 años de la caída del Castillo de Monzón, último reducto templario de la Corona de Aragón, y su historia, rodeada de misterio, sigue atrayendo a muchísima gente.

La Orden del Temple se fundó en el año 1118 para proteger a los peregrinos en Tierra Santa. Nueve fueron los primeros caballeros templarios que se denominaron “Pobres caballeros de Cristo” y que forjaron el espíritu religioso, austero y caballeresco que de los definiría durante los dos siglos de su existencia.

Sobre estos comienzos poco se sabe, lo que ha motivado su imagen legendaria, y casi desde entonces se les ha relacionado como como los custodios del Santo Grial que habían encontrado entre las ruinas del templo de Salomón en Jerusalén. El Grial, la copa en la que bebió Jesucristo en la última cena, les daría fama, riqueza y poder lo que ayudaría a su fulgurante expansión por toda Europa.
Equipo de un templario

Pero no fue el Santo Grial quien les dio poder, quien de verdad se lo dio fue el testamento del rey aragonés Alfonso I, el Batallador, quien, al morir sin descendencia, dejó todas las tierras del reino a las Órdenes Militares: Templarios, Hospitalarios y Santo Sepulcro de Jerusalén. Aunque el reino finalmente pasó a manos de su hermano Ramiro II, el Monje, los templarios recibieron a cambio tierras y adquirieron un gran protagonismo siendo un pilar importante en la lucha contra el Islam y participando tanto en las cruzadas como en la Reconquista española como financiando campañas militares.

En agradecimiento, los reyes aragoneses entregaban a los templarios tierras, quienes rápidamente se extendieron por todo el reino. La primera “encomienda” que recibieron fue la de Novillas. Con las tierras obtenían grandes cantidades de dinero que prestaban a monarcas y caballeros que querían participar en las cruzadas, lo que les proporcionó tal grado de poder que pronto serían considerados como una amenaza para los nobles europeos.
Localizaciones templarios en la Corona de Aragón
En 1213 los templarios se niegan a ayudar al rey Pedro II de Aragón en su lucha contra los cruzados que arrasaban el midi francés. La Orden muestra su fuerza al mantener su obediencia al Papa frente a los intereses del monarca aragonés. En 1285 Pedro III conquista Sicilia con la ayuda templaria.
Sello de los Templarios

La caída de los templarios se produce a raíz de la crisis económica que sufre Francia y su rey Felipe IV tenía grandes deudas con el Temple y consigue en 1307 que el Papa disuelva la Orden acusándola de herejía. Unos 20000 templarios fueron asesinados en Francia en una sola noche. Fueron terriblemente torturados y al final el rey francés consiguió que el Papa Clemente V aboliese la Orden definitivamente en 1312.

Por su parte, el rey aragonés Jaime II se opone a la decisión papal aunque al final, en 1308, tiene que ceder a la presión papal y entregar a los últimos templarios que resistían heroicamente en Cantavieja, Castellote y Monzón. Cuando los caballeros del rey Jaime fueron a presarlos contestaron que “antes de ser infamados como herejes, moriremos en nuestros castillos como santos cristianos”. La primera fortaleza en caer fue Cantavieja, a continuación Castellote y por último Monzón que fue el último reducto templario en Aragón.

En Monzón, la población los defendía y les suministraba víveres por los pasadizos del castillo. Cuando fueron asediados por las tropas del rey, había dentro del castillo 40 templarios y 12 lugareños que se defendieron ferozmente hasta que capitularon el 24 de mayo de 1309. El apoyo popular y su cercanía al rey les permitieron, en el Concilio de Tarragona de 1312, ser absueltos y no ser quemados en la hoguera, pero ya no se volvería a empuñar el escudo con la cruz roja. La Orden había llegado a su final.

El último templario de la Corona de Aragón del que se tiene constancia documental fue Berenguer Descoll, que pertenecía a la encomienda de El Mas Deu y fue el más longevo de los que sobrevivieron al proceso y al juicio. Se sabe que terminó sus días en la encomienda de Amposta. Hay datos documentales sobre él hasta 1344.

Falsas acusaciones han acompañado siempre a los templarios lo que les ha dado siempre ese halo misterioso que tanto atrae a la gente.


domingo, 9 de febrero de 2014

Los Orígenes de la Inquisición en España

Tribunal de la Inquisición Española
La Inquisición no fue un invento español. Fue creada por el papado, en 1233, contra la herejía albigense en el sur de Francia, de donde pasó luego a España. Esta primitiva Inquisición dependía del Papa y de los obispos y ya a fines del siglo XV estaba prácticamente extinguida.

La Inquisición española difería de la Inquisición papal tanto por sus orígenes como por su organización. En el siglo XV ninguna herejía se había difundido con fuerza en España y nadie intentaba establecer un nuevo credo. La Inquisición española fue creada para ocuparse de los judíos conversos, algunos de los cuales se distinguieron por su encarnizamiento contra sus antiguos correligionarios, como el franciscano Alonso de Espina y el jerónimo Alonso de Oropesa. El propio fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general de Castilla y Aragón, era probablemente de estirpe conversa, aunque no está del todo claro.

Fray Tomás de Torquemada,
primer inquisidor general
de Castilla y Aragón
Durante la Edad Media los judíos habían conseguido un extraordinario progreso, situándose en posiciones clave tanto de la vida política como económica del país, llegando incluso a ocupar cargos en el Consejo Real. Sus relaciones con los cristianos, amistosas durante mucho tiempo, se deterioraron en la segunda mitad del siglo XIV, pues en un período de fuerte depresión económica, su excepcional buena fortuna engendró resentimientos que dejaron paso al odio y que estallaron en actos de violencia, como las masacres de 1391. Para salvar sus vidas y sus fortunas, muchos judíos, sobre todo en Andalucía, aceptaron el cristianismo.

Estos judíos conversos, con la protección de su nueva religión realizaron aún mayores progresos, pues podían acceder tanto a la Iglesia como al Estado, y en los ámbitos llegaron a ocupar puestos de responsabilidad. Sin embargo, dado que la conversión al cristianismo había sido fingida en muchos casos, se sabía o se sospechaba que continuaban practicando en secreto la religión judía. Así pues, las razones decisivas de la creación de la Inquisición en España fueron el temor a la apostasía de los judaizantes y la convicción de que la Iglesia y el Estado estaban siendo socavados desde dentro. Los Reyes Católicos estaban dispuestos a utilizar la fuerza para conseguir la unidad religiosa y se veían presionados para ello por grupos poderosos de cristianos viejos, especialmente el clero y la aristocracia.
Sixto IV. El papa que otorgó la
bula para  creación de la
Inquisición en España

El máximo inspirador de la Inquisición en España fue el prior de la comunidad dominica de Sevilla, Alonso de Hojeda, quien denunció la existencia de numerosos grupos de conversos que, supuestamente, judaizaban. Pero la ofensiva de los dominicos se alimentaba del antisemitismo de las masas. Artesanos, comerciantes, trabajadores, numerosos cristianos viejos de las clases menos favorecidas envidiaban el éxito material y social de los judíos y conversos, su posición como financieros de la Corona, su talento como científicos y hombres de profesiones liberales y sus vínculos matrimoniales con la nobleza, y los acusaban de falsos conversos. Tanto es así, que la primera generación de familiares de la Inquisición se reclutó entre los sectores populares más que entre las clases sociales más elevadas.

Bula papal de Sixto IV
Pero la Corona tenía otros motivos además del religioso. Si bien es cierto que la Inquisición no se creó con el único motivo de despojar a los conversos de sus bienes, este motivo no estuvo ausente en los cálculos oficiales. Las finanzas de la corona estaban en situación de crisis en ese momento, por tanto, quienes aconsejaron la confiscación de las propiedades de los conversos fueron convenientemente escuchados, si bien los reyes no actuaron durante un tiempo, pues estaban totalmente ocupados en la tarea de asentar su autoridad y sólo podía intervenir esporádicamente. Durante ese período, el papa Sixto IV trató de introducir la Inquisición papal, pero sin éxito, pues Fernando e Isabel estaban firmemente decididos a limitar, más que a ampliar, las oportunidades para la intervención de Roma.


La bula de Sixto IV autorizando el establecimiento de la Inquisición se expidió el 1 de noviembre de 1478; dos años después llegaron a Sevilla los primeros inquisidores y en 1481 se celebró en dicha ciudad el primer auto de fe.

Escudo de la Inquisición
La Inquisición española fue creada con el rango de un Consejo de Estado, el Consejo de la Suprema y General Inquisición, con jurisdicción sobre todos los asuntos relacionados con la herejía. Para asegurar el control real sobre la nueva institución y excluir el del Papa, los RR.CC. crearon un nuevo cargo, inexistente en la Inquisición medieval, el inquisidor general, máxima figura de la institución y cuyo nombramiento correspondía exclusivamente a la Corona, al igual que el de los funcionarios subordinados, aunque en la práctica estos últimos eran designados por el inquisidor general y por la Suprema. Ésta, nombrada también por la Corona, estaba formada por seis miembros, entre los que se incluían representantes de la orden de los dominicos y del Consejo de Castilla. La Suprema conocía las apelaciones de los tribunales locales y controlaba la administración financiera de la Inquisición, sus propiedades y los procedimientos de sus confiscaciones, cuyos beneficios iban a parar al tesoro real. Los tribunales provinciales estaban formados por dos o tres inquisidores, asistidos por numerosos personal auxiliar, administrativo y subalterno.

Sobre la Inquisición hay una leyenda negra sobre sus métodos
de actuación y las torturas a que sometían a los detenidos
En los asuntos de herejía, la Inquisición tenía jurisdicción sobre toda la población secular y sobre todo el clero –aunque no sobre los obispos-, quedando excluidos todos los demás tribunales. Sus sentencias eran inapelables, incluso ante el Papa, pues estaba subordinada a la autoridad real. Uno de los rasgos más peculiares, pues, de la Inquisición española era la combinación de la autoridad espiritual de la Iglesia con el poder temporal de la Corona.