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viernes, 20 de noviembre de 2015

Los Almogávares, la fiel infantería aragonesa

Los Almogávares a su llegada a Constantinopla
Si hay unas fuerzas medievales de infantería dignas de mención estas son los Almogávares de la Corona de Aragón. El peligro continuo de la amenaza musulmana y sus incursiones en las fronteras cristianas fue el motivo por el cual era necesario disponer de unos guerreros preparados para hacerles frente en cualquier parte del mundo.

Eran unas tropas especialmente preparadas para el combate, penetrar en terreno enemigo y cerrar fronteras, fueron el brazo armado de los reyes aragoneses y durante más de siglo y medio su aterrador grito ¡¡¡Desperta ferro!!! resonó con fuerza en todo el mediterráneo no dando piedad alguna a sus enemigos y fueron los artífices de la máxima expansión de la Corona de Aragón entre los siglos XIII y XV.
Almogávares dispuestos para el combate

Bernat Desclot, historiador catalán del siglo XIII, en su Crónica, los describe de la siguiente manera:

«Estas gentes llamadas almogávares no viven más que para la guerra y no habitan ni en ciudades ni en pueblos sino que viven por montes y bosques; diariamente combaten a los sarracenos y penetran durante una o dos jornadas en su territorio robando y apresando y regresan con multitud de prisioneros y cuantioso botín. De estas ganancias viven… cubren su cuerpo con una especie de camisa muy corta tanto en verano como en invierno, y como calzado utilizan estrechas polainas de cuero y abarcas, también de cuero. En la cintura, coltetl, cinto y faquer. Cada cual posee una excelente lanza, dos dardos y un zurrón de cuero en el que guardan pan para uno o dos días. Gente fuerte y veloz para huir o atacar, y son catalanes, y aragoneses y serranos».

El coltell era un arma multiusos, mezcla de puñal y cuchillo de carnicero, muy ancho y pesado.  Este cuchillo, por su considerable peso, debió ser muy contundente, sus acometidas afectaría no sólo a las parte blandas del enemigo, sino también a las partes duras como los huesos.

Ramón Muntaner, escritor catalán de la Corona de Aragón que fue miembro de los almogávares los describe así:

«Rapidez en las decisiones y en los movimientos que desorientan a los enemigos, sumisión personal a todas las inclemencias y fatigas, dureza y persistencia de la acción que no dejan respirar al adversario».

El historiador aragonés del siglo XVI, Jerónimo Zurita, decía de ellos que eran gente usada a robar y a hacer guerra a los moros por los montes y lugares muy fragosos.

Infantería y Caballería almogávar
Los almogávares estaban dirigidos por los adalides, los almocádenes y los caps de coll. Los adalides eran buenos conocedores del terreno y debían poseer cuatro cualidades esenciales: sabiduría,  esfuerzo, buen seso natural y lealtad, y para ser tenidos como tales, se necesitaba que doce adalides ya consagrados juraran que el candidato poseía las relaciones exigidas.

Formaban el grado más bajo de la milicia y procedían de los estamentos más bajos de la sociedad. El término almogávar lo recibieron de los árabes que los llamaron Al-mugawir: el que hace algarada y avanza en terreno enemigo.

Su origen  es incierto, lo más probable es que fueran campesinos del pirineo aragonés y catalán que dejaron su mísera vida de labradores para alquilarse como mercenarios, aunque también había entre sus filas gentes procedentes del resto de los reinos cristianos. Soldados muy bien pagados su única misión era combatir y sobrevivir.

Almogávar en Sicilia
Los almogávares eran esencialmente infantes, aunque también había algunos de caballería, y su misión era, a semejanza de los antiguos velites de las legiones romanas, proteger los reconocimientos, marchar al frente del ejército y en los flancos, hostigar constantemente al enemigo realizando incursiones en su territorio y sorprender e interceptar los convoyes de suministros. Fueron auténticos “guerrilleros” siendo capaces de entrar y saquear una localidad en cuestión de pocos minutos, llevándose lo más valioso a sus propias filas.

Fueron las tropas de infantería españolas más temibles de su tiempo, siendo Jaime I el Conquistador su impulsor en su utilización en las campañas aragonesas. Con Pedro III el Grandes los almogávares eran los dueños del mediterráneo central. Continuaron sirviendo a Jaime II y a los reyes de Sicilia contra los angevinos. Estabilizada la zona, la única salida para estos soldados ansiosos de combate y botín fue cuando el emperador bizantino Andrónico II Paleólogo requirió los servicios del líder almogávar Roger de Flor para combatir a los turcos que amenazaban Constantinopla, quien contrajo matrimonio con María Paleólogo, sobrina del emperador.

Roger de Flor
Roger de Flor partió de Messina hacia Constantinopla con treinta y nueve galeras que llevaban a bordo mil quinientos caballeros, cuatro mil infantes y mil peones, además de la tripulación necesaria de marineros y remeros que formaron la llamada Gran Compañía Catalana. Los que no se embarcaron rumbo a Bizancio entraron al servicio de los sultanes del norte de África y pasaron a formar parte de los contingentes cristianos que luchaban en los enfrentamientos que tenían lugar entre estos soberanos musulmanes.

Los almogávares combatieron en territorio bizantino o turco siempre bajo la bandera de la Corona de Aragón. En Anatolia conquistaron Filadelfia, Magnesia, Tira y Éfeso y arrinconarían a los otomanos en la cordillera del Taurus, en el sur de Asia Menor. El mayor triunfo de los almogávares se produjo en la batalla del Taurus donde atacaron con su famoso grito de guerra: ¡¡¡Desperta ferro, Desperta!!!. La batalla duró todo el día y al atardecer, la victoria fue completa para la Gran Compañía. Se asegura que se necesitaron tres días para recoger el botín.

Asesinato de Roger de Flor y los almogávares en Adrianópolis
En abril de 1305, Miguel IX, hijo de Andrónico II planeó el asesinato de Roger de Flor y de su Plana Mayor y en un banquete celebrado en Adrianópolis acabó con los almogávares allí reunidos empleando a unos ocho mil jinetes alanos al mando de Georgios. Los supervivientes, al mando de Berenguer de Entenza se refugiaron en Galípoli desde donde se reorganizaron e iniciaron una campaña, conocida como la “Venganza Catalana” que a punto estuvo de acabar con el imperio bizantino.

En 1306 los almogávares derrotan severamente a Miguel IX y acorralan al líder alano Georgios cerca de Bulgaria donde le dan muerte. Los bizantinos atacan, con los genoveses al mando de Antonio de Spínola, Galípoli, defendida por el entonces  capitán almogávar Ramón Muntaner, quien derrota contundentemente a los genoveses y donde pierde la vida Spínola.


En 1311 se hacen con el ducado de Atenas, tras la batalla de Cefís, y en 1318 con el ducado de Neopatria que en 138 pasan a integrarse en la Corona de Aragón. En la actualidad el título honorífico de duque de Atenas y Neopatria corresponde al Rey de España, por tanto a Felipe VI.

Escudos de Armas de los ducados de Atenas y Neopatria



domingo, 26 de julio de 2015

La Guarda del Reino de Aragón

Guarda del Reino
La Guarda del Reino era el organismo dependiente de los diputados aragoneses cuya misión esencial consistía en preservar la paz y el orden público. El incremento de la delincuencia, robos, homicidios y de todo tipo de delitos observado a mediados del siglo XVI movió a las autoridades a crear este cuerpo de vigilancia. Fundado en 1568, será a partir de 1572 cuando alcance su conformación definitiva.

El excesivo costo de su mantenimiento y la incapacidad para hacer frente a todos los objetivos inicialmente propuestos llevaron a los diputados a limitar su acción, reducida en esencia a mantener expeditas las más importantes rutas comerciales del reino. Atención especial merecieron los caminos que conducían a Francia por Canfranc y al Principado de Cataluña por los Monegros. La vigilancia se ejercía de manera más intensa en aquellos lugares que ofrecían mayor peligro. Los miembros de la Guarda, formada por infantes y jinetes, residían en presidios, teniendo en teoría limitados sus contactos con la población civil. Desde los presidios, las distintas escuadras se encargaban de reconocer los espacios adjudicados. En la ruta entre Zaragoza y Canfranc se establecieron dos guarniciones, correspondientes a los presidios de Jaca y Zuera; dos más ocupaban los de Bujaraloz y Fraga, en el trayecto real entre Zaragoza y Lérida: También se localizaron guarniciones en Tamarite de Litera y la sierra del Presn, entre Naval y Monzón; en el Serrablo y en la sierra de Guara, entre Sabiñánigo y Nueno. También fue importante el itinerario que, partiendo de Zaragoza, atravesaba la sierra de Alcubierre y, por Sariñena, se encaminaba a Barbastro y Monzón. Además, hubo lugares con guarniciones eventuales como los de Candasnos y Peñalba, Peralta de Alfocea, Ontiñena, San Esteban de Litera; y, con carácter excepcional, los de Ariza y Calatayud.

En 1572 la Diputación del Reino organizaba una operación militar contra aquellas zonas de Aragón más castigadas por el bandolerismo. Para ello los diputados contaron con la colaboración de los municipios, muy primordialmente con el de aquéllos más afectados por el mismo, solicitándoles gente de calidad en el uso de las armas y advirtiéndoles que debían de encontrarse dispuestos, si la situación lo requería.

El contingente quedó estructurado en 60 jinetes, distribuidos en tres escuadras a razón de 20 hombres cada una, y 200 arcabuceros en unidades de 25 infantes a cargo de un cabo de escuadra cada una. Como jefe efectivo del conjunto de la tropa, los diputados nombraron al capitán Marco Lop.

Fueros de Aragón de las Cortes de
Tarazona de 1592 
Se completaba el «pequeño ejército» con un trompeta, un herrero y un intendente, todos ellos ocupando una plaza de a caballo; un acemilero, encargado de transportar la munición; un aposentador, encargado de alojar a la tropa en las localidades; un notario con su correspondiente secretario, y el pagador de la gente, a quien competía realizar la «muestra» y la entrega del salario a los soldados. Cualquier otro tipo de compañía, frecuente en el acompañamiento de la gente de guerra, quedaba al arbitrio del diputado que marchara con la tropa y, en su caso, del gobernador.

Los soldados voluntarios acudirían pertrechados, percibiendo el sueldo de la Diputación una vez que pasaran a formar parte del contingente. El salario, a percibir por los integrantes del contingente se elevaba a 1.790 libras mensuales, distribuidas de la siguiente manera: El capitán, 50 libras jaquesas al mes; 40 jinetes a razón de 15 libras cada uno, 600 libras al mes; 20 jinetes, incluidos el herrero y el trompeta, a 10 libras jaquesas, 200 al mes; 8 cabos de escuadra a 7 libras jaquesas, 56 al mes; 200 infantes a 4 libras jaquesas cada uno, 800 libras al mes; el pagador de la tropa 15 libras jaquesas al mes; el intendente 5; un acemilero 24; el notario 24 y un portero a 20 libras al mes. Terminada la campaña del verano de 1572, la Guarda volvió a las actividades cotidianas a ella encomendadas, adquiriendo desde entonces una estructura más definitiva.

La tropa tuvo en ocasiones graves faltas de disciplina: connivencias con bandoleros, conflictos con la población civil, progresivo abandono de sus cometidos, etc.; sin embargo, el mayor defecto residía en el absentismo. Era muy frecuente que oficiales y soldados estuvieran beneficiándose de una plaza en una de las guarniciones y residieran en la capital del reino, ejerciendo otra profesión. Ello movió a los diputados a arbitrar unas normas disciplinarias mucho más rígidas, a fin de lograr una mayor eficacia en las acciones de la Guardia.

Además de la vigilancia de los caminos, la Guarda del Reino tenía encomendadas en ocasiones misiones de carácter especial: acompañar al gobernador de Aragón en las salidas que éste hacía por el reino en persecución de bandas de delincuentes; proporcionar escolta al monarca o a personajes importantes a su paso por territorio aragonés; proteger el tránsito de las remesas de moneda enviadas a Cataluña, etc. A pesar de los problemas de indisciplina, en líneas generales la Guarda del Reino permitió con su actuación que los intercambios comerciales, amenazados por el incremento de la delincuencia, pudieran continuar realizándose.

Durante el verano del año 1587 la Corte nombró a Alonso Celdrán como ayudante del anciano Juan de Gurrea, gobernador del Reino, importante paso en el giro que la Corona estaba dando en Aragón en su lucha contra la delincuencia y en persecución del más famoso de los bandidos aragoneses, Lupercio Latrás.

En busca del bandolero aragonés Lupercio Latrás
Sólo algunos meses más tarde la Diputación del Reino, como ya hiciera el año 1572, decidía levantar un cuerpo militar, para evitar los insultos, muertes, robos, fuerzas y daños que cada día se cometen por gentes estrangeras y naturales de mala vida que por él andan en cuadrillas y desmandados, por lo que en la primavera del año 1588 pedía licencia al monarca.

El nuevo contingente, gobernado por Juan de Lanuza el Viejo, Justicia de Aragón, se componía de 120 jinetes distribuidos en cuatro escuadras, a razón de 30 hombres cada una, con su respectivo capitán, y 1.000 infantes, en otras cuatro unidades, de 250 hombres cada una gobernadas por sus respectivos capitanes, a quienes se les había asignado como zona de reclutamiento de la gente de guerra: las Cinco villas, Daroca y su Comunidad, Calatayud y sus aldeas, así como las comarcas de Tarazona y Borja, respectivamente. Además, cada una de estas unidades incluía un sargento y diez cabos, también elegidos por sus capitanes, quienes dispondrían de 15 mosqueteros en calidad de guardia personal permanente. Para todos los conceptos tocantes al mantenimiento de la tropa, los diputados habían previsto un montante total de 10.000 libras jaquesas.

A partir de las Cortes de 1592, celebradas en Tarazona, la Guarda del Reino, que continuaría siendo sufragada por los diputados, pasó a depender directamente del monarca, a través del su representante en el reino, quien se encargaría de nombrar las personas que debían formar parte del organismo. En 1598 contaba con cincuenta infantes y treinta jinetes.

En el siglo XVII, aunque en teoría la misión de la Guarda no sufrió modificación alguna, el sentido del cargo decayó. Sus integrantes, más que ejercer una función, lo eran en pago de servicios prestados a la monarquía. Según las referencias, iban armados de pistola en el arzón y carabina, con una lanza en la mano de punta guarnecida de hierro, bajo la cual ondeaba una banderola de tafetán azul y anaranjado.
                                                                             
-         Enciclopedia Aragonesa.
-         Martínez Ruiz, E. (2008). Los Soldados del Rey. Madrid. Editorial Actas.
-         Salas Auséns, J. A. (1989).  “Bandolerismo en Aragón en el siglo XVI”. Historia de Aragón II , 405-416.
-         Solano Camón, E. (1981). “La Guarda del Reino: Datos para su estudio”. Revista Estudios, 85
-        Solano Camón, E. (2005). “Milicia, fueros y acción del poder real sobre Aragón entre 1562 y 1642”. Revista  
       Pedralbes, 25, 191-230.

jueves, 23 de julio de 2015

Convento de Ntra. Sra. de la Consolación de Gotor. Zaragoza

Convento Dominico de Gotor
El Convento fue fundado en 1522 por don Jaime Martínez de Luna, barón de Illueca y Arándiga, después de haber sido Virrey de Cataluña, según lo cuenta el dominico Francisco Diago en la historia del Convento. Concreta que en la antigua ermita de Santa María Magdalena, ya se habían instalado con anterioridad los primeros frailes, y que se ubicaba donde ahora está el Convento. Muerto el fundador, a petición de su esposa doña Catalina de Urrea, el Convento fue provisto por el Maestro de la Orden, fray García de Loaysa, de 8 frailes procedentes del convento de Piedrahita en Ávila.

Historia del Convento

La primera aceptación del Convento por parte de la Orden se obtiene en el Capítulo Provincial de Alcañiz, en 1522, con los religiosos que en ella vivían según la regular observancia. Al año siguiente se ratificaba esta aceptación en Capítulo General de Valladolid. En estas Actas se documenta que la casa es erigida en Priorato, siendo nombrado como prior el Beato fray Juan Micó. Es incorporada a la Provincia de la Orden de Predicadores de los Padres Dominicos de Aragón (comprendía las actuales Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares) y constituida como Casa de estricta observancia dentro de la Congregación de conventos reformados. Contó desde su fundación con una numerosa comunidad.

Fachada Este
Uno de los quehaceres del Convento fue la atención espiritual de los moriscos, que constituían la población mayoritaria de la comarca. Hay que tener en cuenta que la Orden de los Dominicos era la que proveía de comisarios a la Inquisición, aunque en Gotor no estuvo establecida como tal sí que tuvo comisarios dependientes de los Predicadores de Zaragoza. Está documentado un proceso contra Francisco Valdelagua, morisco, cirujano y vecino de Gotor, por prácticas moras y vivir conforme a la ley de Mahoma, fechado el 8 de marzo de 1593.

La situación económica del Convento se podía considerar como desahogada, debido a las tierras que posee y a ñas clases de Teología y Artes que imparten.

Maqueta del Convento
No se tienen noticias de lo acontecido en el Convento durante el siglo XVI ni durante la Guerra de Sucesión. Algunos historiadores apuntan la posibilidad que se refugiase en él Antonio Pérez (natural de Monreal de Ariza, secretario real de Felipe II y acusado por éste de conspiración) en 1590, en su huida hacia Francia.

El periodo de esplendor del Convento se extiende durante los siglos XVII y XVIII. Hacia 1613 la comunidad constaba de 24 frailes de cuáles 10 eran sacerdotes, 6 profesores clérigos y 8 frailes legos. El 19 de marzo de 1619 se encarga el retablo de la Virgen del Rosario por 2000 sueldos y , el 30 de noviembre de 1641, el retablo del Santo Cristo por 3000 sueldos.

La Guerra de la Independencia marcó el inicio de la decadencia del Convento. José I Bonaparte, en un decreto fechado el 18 de agosto de 1809, declara la supresión de todas las órdenes religiosas ampliando la supresión parcial que había decretado anteriormente Napoleón. A los religiosos se les dio un plazo de 15 días para abandonar el Convento, obligándoles a residir en sus pueblos de origen donde recibirían la pensión procedente de las rentas de la provincia. Todos los bienes pertenecientes a las órdenes suprimidas pasaron a titularidad estatal. Con este decreto todos los conventos de Aragón fueron desalojados, destinándose algunos a cuarteles o edificios públicos. El ejército francés vandalizó el Convento tras el desalojo de los frailes, pretendiendo incendiarlo en varias ocasiones, lo que fue evitado en cada momento por el alcalde y la población de Gotor.

Detalle del estado actual de la  Iglesia y del Fiso de la Portada
El edificio quedó muy dañado y cuando los religiosos regresaron al Convento el 7 de junio de 1814, se lo encontraron sin muebles, sin puertas y sin ventanas. Su fábrica se había conservado gracias a la los alcaldes que eludieron las órdenes de los franceses.  A principios del siglo XIX la Orden de los Dominicos se encontraba muy mermada en toda Europa.

Estado actual del interior de la Iglesia
El Real Decreto de Desamortización del 25 de julio de 1835, durante el gobierno del conde de Torezno, establecía la supresión de los monasterios y conventos religiosos que no alcanzasen el número de doce miembros profesos. La partida de los frailes del Convento de Gotor se debió producir hacia agosto de ese año ya que por aquél entonces la comunidad constaba de 5 miembros: 3 sacerdotes y 2 hermanos.


Portada de la Iglesia y Portada del Convento
En 1843 la Junta Superior de Ventas Nacionales concede gratuitamente el Convento de los Dominicos, con su iglesia, al Ayuntamiento Constitucional de Gotor, que lo había solicitado para establecer en él las Escuelas y la Parroquia. No se incluyó en la cesión la huerta y el molino, que deberían quedar incomunicadas del resto del edificio. Esto quedó reflejado mediante una Escritura publicada por el notario de Illueca Pedro Ortiz, el 31 de marzo de 1843.

El 8 de noviembre de 1984 se acordó ppor la Dirección General de Cultura y Educación incoar el expediente de declaración de Monumento Histórico Artístico cuya resolución se publicó en el Boletín Oficial de Aragón el 20 de noviembre de ese mismo año.

Interiores del Convento
En los últimos años se han iniciado trabajos enfocados a la rehabilitación del edificio, actuando sobre el claustro, refectorio e Iglesia para evitar su ruina definitiva ya que se encuentra en un estado bastante precario a excepción de la parte utilizada por el Ayuntamiento para alojar las Escuelas. En la actualidad en esta parte hay un albergue, unas aulas municipales y un bar.

Las excavaciones arqueológicas han deparado interesantes hallazgos antropológicos enterramientos momificados. No todas las momias que han salido a la luz, descubiertas en el interior de la cripta, pertenecen a religiosos, sino a cualquier persona que pagase una cantidad de dinero estipulada podía ser enterrada allí. El proceso de momificación es natural; se produce por la rápida pérdida de los líquidos corporales tras un periodo incipiente de descomposición. De esta manera se conservan las partes del cuerpo más sólidas: piel, uñas, huesos, tendones, pelo y algo de masa muscular.

Detalle del momia que se encuentra expuesta en el pequeño Museo del Convento
En el interior del Claustro se encontraron 51 cadáveres enterrados sistemáticamente a consecuencia de un brote de cólera que asoló la zona del Aranda en 1893. Fueron tanto los fallecidos que el cementerio se quedó pequeño y tuvieron que utilizar el interior del Claustro para enterrarlos. Se dispusieron en cinco filas, apareciendo colocados uno detrás del otro, lo que indica que fueron enterrados uno detrás de otro. La arquería del Claustro se derrumbó sobre los restos, sellándolos hasta que se recuperaron el la excavaciones de 1988.

Descripción del Convento

El edificio conventual es de notables proporciones. De planta rectangular de 58 x 47 m,  edificado con sillar de arenisca de rodeno (que le da esa tonalidad rojiza), junto al mampuesto irregular y una menor presencia de vanos, le otorgan ese aspecto de solidez. Incorpora elementos renacentistas, sin olvidar ña estética tardogótica que acopla con cierta elegancia.

Plano del Convento
El recinto se articula alrededor de un Claustro de planta cuadrada, cuyas crujías o pasillos perimetrales estaban cubiertos por bóvedas de crucería que sostenía un andador superior, también cubierto. El claustro, en su parte abierta, tenía un jardín y alrededor se disponían el resto de las dependencias conventuales. La zona más baja estaba presidida por un banco corrido sobre pavimento de canto rodado que forma dibujos, donde los monjes se sentarían a descansar o meditar.

Vistas del estado actual del Claustro
 Al norte el Refectorio, dónde comían los monjes mientras se leía en el púlpito, y que únicamente ha conservado las escaleras. En la Sala Capitular se reunían para tomar las decisiones que afectaban a la comunidad. En un nivel inferior se encontraban las diversas dependencias de servicios y almacenaje como la cocina, la almazara, la bodega y una nevera situada en el claustro. Una puerta daba acceso a las huertas del convento.

Al este estaba la zona de Recepción con una escalera noble que se abre a través de un arco de medio punto. En los pisos superiores estaban los dormitorios para los frailes menores y los estudiantes. En el ala sur, la única que se ha conservado con la techumbre, se encuentra presidida por la puerta principal del Convento y por la puerta de la Iglesia. Situados en el piso inferior estaban el escritorio y la biblioteca y las celdas de los monjes de mayor rango en los pisos superiores.

Vista de la parte trasera donde se aprecian los contrafuertes
La Iglesia, situada en el ala oeste, es de grandes proporciones con el fin de recibir a los fieles de Gotor en la celebración de la misa. Asistimos a un cambio de estilo al barroco. Es la zona del convento que mayor decoración presenta. Tiene una única nave con capillas entre los contrafuertes y comunicadas entre sí mediante arcos de medio punto. La nave se cubrió con bóveda de lunetos y el crucero acogió una cúpula sobre pechinas con profusa decoración a base de yeserías barroco-mudéjares. La cabecera es recta y bajo ella se encuentra la cripta, presenta a los pies del templo un cono elevado y una torre cuadrangular. A ambos lados de la nave se conservan dos púlpitos con restos de pintura mural.

En la parte trasera del Covento se encuentra un jardín dedicado a las cuatro culturas.

Jardín de las Cuatro Culturas

lunes, 27 de abril de 2015

Guillem de Montredon. El Maestre del Castillo de Monzón

Guillen de Montredon
Los frailes templarios de Monzón forjaron una leyenda que discurre a través de 166 años. Tras los muros de su castillo almacenaron diezmos, ganaron guerras, resistieron asedios y educaron reyes.

Jaime I, rey de Aragón, fue educado en Monzón entre 1214 y 1217 por el maestre templario Guillem de Montredon, infanzón que llegó a la maestría por su coraje y su labor al lado de Pedro II. Tres años determinantes para su futuro. Adéntrate en el Homenaje que cada año los montisonenses celebramos en honor al maestre templario.

El Casal de Montredon
Guillem de Montredon nació en 1165 en el casal de Montredon, situado frente a la capilla de Santa María en el término de Taradell (Barcelona), en la comarca catalana de Osona, en el seno de una familia de la baja nobleza, vasallos de la poderosa casa Centelles. Era hijo de Guillem I de Montredon y de Guilleuma y era el segundo de cuatro hermanos.

Como hijo segundón estaba destinado a ingresar en las órdenes religiosas o en las órdenes militares. El 18 de agosto de 1203, con treintaiocho años, ingresa en la Orden del Temple. Su noble condición el proporciona buenos contactos en la corte del rey Pedro II, el Católico, que en 1207 le nombró comendador de Gardeny (LLeida), cargo que mantuvo hasta 1211 en que es nombrado comendador de Masdeu (Rosellón) y pasa a formar parte de la corte del rey Pedro II, al que acompañará en sus campañas militares, tomando parte en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. No tomo parte en la Batalla de Muret de 1213, donde murió Pedro II ya que la regla templaria no les permitía luchar contra cristianos. Esto le salvó de la muerte.
Castillo templario de Monzón

En 1213 es nombrado Maestre de Aragón, Cataluña y Provenza. Su papel a partir de entonces será vital ya que se traslada a  Roma para reclamar al papa Inocencio III la entrega del infante Jaime, que se encontraba retenido por Simón IV de Montfort  en Carcassone, a los templarios.

En 1214 se sometió al legado papal Pietro di Benevento, siguiendo las Disposiciones del testamento de la madre del infante Jaime I de Aragón, el papa Inocencio III liberó al joven rey del cruzado francés y lo entregó a la Orden del Temple, siendo Guillem de Montredon su educador y protector en el castillo templario de Monzón.
Guillen de Montredon con el infante Jaime
en el Castillo de Monzón 
Allí estuvo el infante Jaime desde los seis a los nueve años, junto a su primo Ramón Berenguer de Provenza, de su misma edad, hasta que en 1217 un grupo de nobles aragoneses y catalanes pidieron su salida.
Plano del Castillo

En 1220 abandona el maestrazgo para convertirse en simple fraile, ocupando un destacado puesto en el consejo del rey Jaime I como Procurador General de las rentas reales en Cataluña. Ostentando este cargo le sobrevino la muerte en 1225.

El propio rey Jaime I en su crónica Llibre dels feyts, lo homenajeó por su lealtad con estas palabras:

“E hagueren acord, quan foren en Catalunya, qui ens nodriria. E acordaren-se tots que ens nodris lo maestre del Temple en Montsó: e son nom d’aquell maestre era Guillem de Mont-rodón qui era natural d’Osona, e mestre del Temple d’Aragó i en Catalunya”


Bibliografía:
http://www.monzontemplario.com/la-historia/guillem-de-mont-rodon-el-maestre.
http://kennisdoel.com/categories/onderwijs/guillem-de-montredon.php.
http://es.wikipedia.org/wiki/Guillem_de_Montredon.
http://www.auques.cat/tot.php?auca=mrodon.
http://www.mediterranees.net/moyen_age/templiers/montrodon.html.
Biografía de Jaime I de Aragón.

domingo, 5 de abril de 2015

Benedicto XIII, el Papa Luna. ¿Héroe o villano?

Benedicto XIII
De ilustre y noble familia, Pedro Martínez de Luna fue el segundo hijo de Juan Martínez II de Luna y María Pérez de Gotor. Nació en el castillo familiar de su madre en Illueca (Zaragoza) hacia 1328 y vivió 95 años.

Escudo de la familia Luna
El ser pequeño de talla y delgado de cuerpo no debió condicionarle su temprana afición a las letras, pues cuando fue preciso manejó la espada con la misma firmeza que la palabra. De acuerdo con la costumbre y la tradición, el segundón de los Luna y Pérez de Gotor hubo de encaminar su vida hacia los estudios y la carrera eclesiástica. Se instaló en la Universidad de Montpellier (incluida ya en los dominios del rey de Francia, aunque impregnada del espíritu aragonés), donde se especializó en derecho canónico y explicó decretales durante varios cursos.

El papado se había instalado en Aviñón, territorio independiente vigilado y controlado por la monarquía francesa. El rey Pedro IV de Aragón, que buscaba recuperar la influencia en la curia pontificia, nombra a Pedro de Luna cardenal. Por su prestigio y méritos, el papa Gregorio XI le designará cardenal diácono en 1376, pero se le conocerá como el cardenal de Aragón.

Dos años después, Gregorio XI traslada la curia a Roma. Junto al cardenal aragonés también gozaba de gran prestigio en la corte papal, Juan Fernández de Heredia, natural de Munébrega, consejero del pontífice, almirante de su escuadra y Gran Maestre de la Orden de Jerusalén.
Castillo de Illueca donde nació Pedro Martínez de Luna
A la muerte de Gregorio XI, su sucesión se presenta compleja y discutida dando lugar al Cisma de Occidente tras la elección consecutiva de dos papas: Urbano VI, que residirá en Roma y que poco después se considerará su elección ilegítima por haberse realizado bajo coacción; y Clemente VII, que fue nombrado nuevo pontífice y que residiría en Avigñón.

El cardenal Pedro Martínez de Luna desarrolló una intensa actividad recorriendo las cortes europeas para lograr el reconocimiento de Clemente VII como verdadero Papa. Tras la muerte de éste, el aragonés fue elegido como su sucesor.

Escudo Papal de Benedicto XIII
El 22 de septiembre de 1394, todos los cardenales de Aviñón se concordaron pro vía de escrutinio y eligieron al cardenal de Aragón como sumo pontífice con el nombre de Benedicto XIII; tenía 66 años y hacía el número 203 en la lista de sucesores de Pedro. Benedicto XIII tuvo que defender con argumentos jurídicos y con la fuerza los derechos de los que nunca dudó y a los que jamás renunció.

La ofensiva contra el Papa fue terrible: sus enemigos cercaron el palacio de Aviñón donde el pontífice permaneció encerrado durante cuatro años hasta que logró escapar con el apoyo del rey de Aragón. Entre 1403 y 1410 vuelve a ser un viajero infatigable. Si hasta entonces había dos papas, tras la elección del papa romano Bonifacio IX, hubo tres. Benedicto XIII trató de llegar a un acuerdo con el papa romano Inocencio VII, sustituto de Bonifacio IX, con el fin de defender sus derechos. Se pretendía conseguir la renuncia de Benedicto XIII que, con tenacidad, se negó siempre a ello (de ahí viene el dicho “seguir en sus XIII”).

El concilio de Pisa de 1409, que resultó un fracaso ya que se eligió a un tercer papa y se declaró a los dos papas reinantes como cismáticos y perjuros. Esta sentencia decía textualmente: 

Benedicto XIII, Clemente VII y Urbano VI
"Pedro de Luna (Benedicto XIII) y Angelo Corrario (Gregorio XII), herejes y cismáticos, quedan despojados de todas sus dignidades y excluidos de la comunión de la Iglesia y los fieles exonerados de su obediencia".

Anillo del Pescador del
Papa Luna
Sus más íntimos colaboradores iban muriendo, Fernández de Heredia, el obispo de Tarazona Pérez Calvillo, el duque de Orleáns y el rey Martín I el Humano, y otros lo abandonaban incapaces de seguir con firmeza.

El rey francés Carlos VI, apoyado por el clero y la Universidad de París, volvió a retirarle el apoyo y le conminó a renunciar al Papado. La respuesta de Benedicto XIII fue lanzar la excomunión a todo aquel que se opusiera a su causa.

Benedicto XIII, nunca se dio por vencido y nunca reconoció ser un antipapa sino un papa legítimo. Sus razones parecen ser muy lógicas: sostenía que si el Concilio de Pisa había condenado sin distinción a todos los papas elegidos desde el origen del cisma, entonces, había anulado todos sus actos y decretos, entre ellos, el nombramiento de cardenales, por lo que el único cardenal legítimo y con derecho a elegir papa era él, pues no había más supervivientes entre los cardenales anteriores a Urbano VI.
Castillo de Peñíscola donde murió Benedicto XIII
Así se defendió el Papa Luna al ser instado a renunciar, aunque su propuesta no fue aceptada:

“Renunciaré si lo deseáis. Mas en tal caso, renunciad ambos conmigo y, reunidos en cónclave, votemos nuevo papa. Mas sucede que yo soy el pontífice más antiguo y que soy el único cardenal vivo elevado a tal dignidad por el único papa cuya legalidad no es discutida: nuestro antecesor. Por tanto, siendo como soy el único cardenal ajeno a nuestros pontificados, sólo yo puedo salir elegido nuevo papa”.

Placa del Concilio de Constanza
Benedicto XIII propició la elección de un rey para Aragón en el Compromiso de Caspe, a favor de la candidatura de Fernando I de Antequera.

En 1417 el Concilio de Constanza puso fin y resolvió la sentencia contra él y lo depuso como Papa. Benedicto XIII se refugió en Peñíscola y ya ni siquiera Fernando I le apoyaría. Aislado en el castillo de Peñíscola, el Papa Luna permanecerá fiel a sus convicciones mientras se elige como nuevo Papa en Roma a Martín V quien le declara hereje y lo excomulga.

Pedro de Luna muere creyéndose el legítimo ocupante del solio pontificio, el 23 de noviembre de 1422. Su muerte no se hizo pública hasta mucho después cuando los cardenales que él había nombrado se repartieron el tensor pontificio. Para la historia eclesiástica romana, sencillamente fue un antipapa. En sus veintisiete años de pontificado, vio pasar a siete rivales por la silla pontificia. La prueba de su ilegitimidad nunca estuvo muy clara ya que el siguiente papa que eligió el nombre de Benedicto, fue en el 172 y optó por el número XIV, y sólo por la presión de los romanos, que nunca quisieron reconocer al Papa Luna, se vio forzado a tomar el nombre de Benedicto XIII.
Reproducción del Cráneo del Papa Luna

Su cadáver fue enterrado en un salón del castillo de Peñíscola, desde donde su sobrino, el capitán don Rodrigo, lo trasladó a la casa familiar de Illueca donde permaneció hasta la Guerra de Sucesión. A principios del siglo XVIII fue desenterrado y su cadáver arrojado a río Aranda, de dónde se rescató el cráneo y que fue a parar al palacio de Sabiñán.

En el año 2002 se recuperó el cráneo del Papa luna en un suceso rocambolesco que tuvo un buen final: la calavera del Papa Luna fue robada del palacio de los condes de Arguillo, en Sabiñán, por unos delincuentes que pretendían cobrar un rescate. Este fue el último capítulo de un hombre que tuvo una vida conflictiva y rodeada de altercados incluso en la tumba.


Castillo-Palacio del Papa Luna en Illueca. Zaragoza

Castillo-Palacio del Papa Luna
El Castillo-Palacio del Papa Luna se alza sobre un espolón rocoso que domina la población de Illueca y es aquí donde nació don Pedro Martínez de Luna, el único Papa aragonés, que ejerció con el nombre de Benedicto XIII y fue vulgarmente conocido como el Papa Luna.

La fortaleza, de planta rectangular alargada de 65x20 m, debió seguir una tipología muy similar a la del Castillo de Mesones. A lo largo de los siglos ha sido objeto de numerosas ampliaciones y reformas que han desfigurado su fisonomía medieval, el edificio mantiene esencialmente se volumen y estructura. En 1931 se declaró Monumento Nacional.
Plantas I y II del Castillo

En el monumento se diferencian tres grandes momentos constructivos:

1. Mudéjar.-  Hacia 1390 (siglo XIV).- Obras realizadas por Mahoma Ramí (artesonado de la sala Dorada y de la Alcoba). Muy vinculado al Papa Luna, trabajó en el Cimborrio de la Seo de Zaragoza, San Pedro Mártir de Calatayud y en otras iglesias de la comarca de Calatayud.
2. Renacentista.- Hacia 1550 (siglo XVI).- Pedro Martínez de Luna, Virrey de Aragón y primer Conde de Morata, que a imitación de las casas señoriales renacentistas del Coso zaragozano, le otorgó un aspecto más palaciego y modificó su aspecto exterior incorporando la galería de arquillos. En la portada, dispuesta entre dos columnas a modo de torrecillas que sobresalen por encima del edificio, encierra dos bases elevadas en las que se creyó que estuvieron los maceros de la Audiencia de Zaragoza. También posee decoración en relieve de grifos, cornucopias y guirnaldas, y dos balconadas superpuestas. Es una reminiscencia del Palacio Ducal de Urbino de Italia que sigue las líneas generales de espectacular portada del castillo-palacio de Castelnuovo de Nápoles erigida bajo la monarquía de Alfonso V el Magnánimo.
Portada

3. Barroco.-  A partir de 1665 (siglo XVII).- Francisco Sanz de Cortes, Marqués de Villaverde adquirió de Ana Polonia Martínez de Luna, todos sus señoríos iniciando unas reformas muy criticadas en su época por fastuosas; cubre la luna abierta con una cúpula sobre pechinas y dispone en ella una espectacular escalinata. Esta remodelación de dignificación del edificio le confirió su aspecto actual.

Escalera de acceso a la Planta Superior
Al principio el castillo-palacio perteneció a la baronía de Gotor, después a los Luna, una de las ocho grandes casas nobiliarias de Aragón, que disfrutaban del condado desde Pedro IV. En el siglo XVII pasó al Marquesado de Villaverde y, más tarde,  a los Bordiú Nava por línea de herencia, quienes lo cedieron al ayuntamiento con la condición de que fuera restaurado. En 1981 el Ayuntamiento de Illueca asume la propiedad del castillo y, un año después, comienza la labor de restauración y rehabilitación del edificio.

Sala Dorada
En el interior, una prolongada escalinata desemboca en lo que fuera en el siglo XIV un patio del castillo medieval descubierto a modo de luna que articulaba todas las salas del castillo. Entre las estancias mudéjares conservadas, construidas en la época de Benedicto XII destacan la gran Sala Dorada, que era el salón de protocolo y debe su nombre al color dorado de su techumbre, y la Sala de la Alcoba, lugar de nacimiento del Papa Luna, ambas cubiertas con  magníficos alfarjes o techumbres planas de madera policromada, con las armas de Benedicto XIII y decoradas en su parte alta con un friso gótico-mudéjar de círculos decorativos y arcos apuntados con tracerías en yeso policromado.
Biblioteca del Papa Luna
Otras salas que se destacan en el interior del palacio son: la Sala de la Corona de Aragón (Siglo XVII), recorrida con un friso de madera tallada, ornado con motivos vegetales y columnas barrocas torneadas, y la Sala del Mausoleo, con trabajos realizados en yeso policromado de gran esmero en los que sobresalen los símbolos heráldicos de los Luna, fechados entre los siglos XVI y XVII, en la que reposaron los restos del Papa Luna.


Fachada del Castillo de Illueca


domingo, 16 de marzo de 2014

Pedro II el Católico, el rey que se enfrentó al Papado

Pedro II de Aragón
Alfonso II murió en 1196 con treinta y nueve años. Le sucedió su hijo Pedro II que contaba con 17 años y quedó bajo la tutela de su madre doña Sancha hasta que cumpliese los veinte años, según había expresado su padre en el testamento.

Firma de Pedro II
Pedro heredó el reino de Aragón, el Condado de Barcelona y todas las tierras del Mediodía francés desde Béziers hasta Aspe; su hermano Alfonso heredó Provenza, Milán, Gévaudán y Rouergue. Ambos hermanos mantendrán siempre buenas relaciones, tanto personales como políticas, no así con su madre con quien se enfrentaría en varias ocasiones por cuestiones de los castillos de frontera, aunque apartaron diferencias mediante los tratados de Ariza (1200) y Daroca (1201).

Pedro II, desde finales de 1196, comenzó una intensa actividad política. La expansión militar  hacia el sur había quedado frenada, desde la derrota de Alarcos (1196), y tivo que dirigirse hacia el levante. En 1204 toma Rubielos de Mora, Ademuz y Castielfabib. Se efectúan repoblaciones en zonas de Montalbán, en manos de las Órdenes Militares. En el año 1206 y los siguientes, los reyes cristianos peninsulares alcanzan una serie de acuerdos para estabilizar las fronteras y retomar la expansión hacia el sur de manera conjunta.
La Corona de Atagón con Pedro II

En el Mediodía francés, a los territorios de su hermano Alfonso, se suman como feudatarios del rey aragonés Bearne, Bigorra, Commingers, Carcasona-Béziers, Melgueil y Nîmes y los condados de Foix y Toulouse (la infanta Leonor, hermana de Pedro II, se casó con el conde Ramón VI de Tolosa). Su matrimonio con María de Montpellier permitió la incorporación del señorío a la Corona de Aragón.

Inocencio III
Aunque la Corona se encontraba en una difícil situación económica (el rey había hipotecado sus rentas y tenía grandes deudas con algunos nobles aliados), las rentas del señorío de Montpellier le permitieron viajar a Roma para ser coronado por el papa Inocencio III. Esto significó al rey ser considerado como destacado paladín de la cristiandad y fiel vasallo del Papado. La ceremonia se celebró en 1205 y concedió una bula por la que autorizaba, a partir de entonces, a celebrarse en Zaragoza por el arzobispo de Tarragona, metropolitano de la Corona de Aragón. Será La Seo de Zaragoza el lugar donde se coronarán preferentemente los reyes de Aragón.

Dos hechos importantes caracterizan su reinado: su participación en las Navas de Tolosa y su enfrentamiento con el Papado al defender a sus vasallos, partidarios de la herejía cátara.

En 121 el rey de Castilla, Alfonso VIII, dirigió una batalla decisiva contra los Almohades en las Navas de Tolosa, en la que participaron junto al rey castellano, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón. La victoria cristiana sobre el caudillo almohade Al-Nasir, despejó el camino de la reconquista del sur peninsular. Pedro II abrió una brecha en el muro de la ciudad de Úbeda por el que penetraron los ejércitos cristianos y arrasaron la ciudad y esclavizaron o degollaron a sus habitantes. Los reyes cristianos habían conseguido reforzar su prestigio guerrero y obtener un cuantioso botín.

El papa Inocencio III, convencido de la superioridad pontificia sobre los soberanos terrenales, predicó diversas cruzadas, siendo la cruzada contra los cátaros o albigenses la primera contra cristianos. El sur de Francia era un territorio que ansiaba la monarquía de los capetos. Hubo durante años intentos de acercamiento entre los herejes cátaros y la iglesia romana que no fructificaron. El papa decidió atajarla y equiparó la herejía con el crimen de lesa majestad, por lo que los herejes eran considerados cono proscritos y sus bienes podían ser confiscados y convocó una cruzada al mando de Simón de Monfort.


Pedro II se declaró protector de los señoríos occitanos amenazados y de Toulouse, vasallos suyos, aunque su hijo estaba bajo tutela de Simón de Monfort y pendía sobre él la excomunión decretada por el papa Inocencio III. Los ejércitos cruzados cercaron la ciudad de Muret y se enfrentaron, el 12 de septiembre de 1213, en la llanura de Muret donde murió el rey aragonés y propició el fin de la herejía cátara y de la influencia de la Corona de Aragón en el Mediodía francés. El historiador y arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada resumía así la contienda:

«Y el Rey Pedro con unos pocos aragoneses y mayor número de catalanes, y condes de Tolosa y otros barones de la Francia gótica, dio la batalla a los franceses junto al castillo de Muret; y por designio de Dios, el rey y los aragoneses, que fueron los únicos que varonilmente persistieron en la batalla, quedaron muertos en el campo, mientras que los condes de Tolosa y de Foix, con algunos catalanes, volvieron la espalda y huyeron. Murieron allí con el rey, los ricoshombres de Aragón Aznar Pardo y su hijo Pedro Pardo, don Gómez de Luna y don Miguel de Luesia y otros muchos de los más principales de Aragón. El rey, que fue siempre muy católico, no fue a esa guerra para ayudar a los herejes, sino por la obligación que tenía con sus vasallos».


Tumba de Peddro II en el Monasterio de Sijena
Pedro II excomulgado por el mismo el Papa que lo coronó, permaneció enterrado en los Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el papa Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real de Santa María de Sijena en Huesca, donde fue enterrado fuera del recinto sagrado.