lunes, 21 de junio de 2010

Historia de Bosnia y Herzegovina (V)


DE LA RESISTENCIA A LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA (1941-1948):
Alemania dividió a Yugoslavia en Estados Títeres (Croacia, Serbia y Montenegro) y el resto lo repartió entre sus aliados, lo que exacerbó el sentimiento nacional de resistencia contra los ocupantes. Instigada por el Partido Comunista, estalló una insurrección, en julio 1941, que fue el origen del movimiento partisano. Al mismo tiempo, un oficial serbio, Mihajlovic, acaudilló otro núcleo guerrillero, afecto a la monarquía, los “chetniks” que, después de negarse repetidamente a la alianza con los comunistas, se empeñó en una lucha intestina contra ellos y acabó por unirse a los alemanes en 1943.
A finales de 1942, los guerrilleros, que habían liberado amplias zonas de Bosnia, Croacia y Dalmacia, organizaron políticamente el territorio ocupado; se constituyó una Asamblea Revolucionaria, el 26 de noviembre de 1942, que en su segunda sesión, el día 29, se autoconstituyó en cuerpo representativo, legislativo y ejecutivo de Yugoslavia, mientras Josip Broz, conocido como “Tito”, fue designado presidente del Comité de Liberación y Comandante en Jefe del Ejército Popular. Éste contaba con cerca de 800.000 hombres cuando, apoyados por el Ejército Rojo, liberaron Belgrado el 20 de octubre de 1944 y Trieste y Zagreb en mayo de 1945, con lo que prácticamente se dio fin a la ocupación alemana de Yugoslavia y que había costado al país un tributo del 10 % de su población, a cambio de la inmovilización de 15 divisiones enemigas.
A pesar de los acuerdos Tito-Subašic, de junio de 1944, y del compromiso entre el gobierno popular y el gabinete de Pedro II, refugiado en Londres, estos acuerdos no se materializaron, y los ministros del rey, que entraron en el gobierno de Tito dimitieron al poco tiempo. En las elecciones de 1945, el 90 % de los votos recayó en la coalición del Frente Popular, dirigida por el Partido Comunista. La nueva Asamblea proclamó la República en noviembre de 1945 y elaboró la Constitución de la República Federal de Yugoslavia, en enero de 1946, y que estaba formada por las Repúblicas de Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia i Herzegovina, Macedonia, Montenegro, y los territorios autónomos de Vojvodina y de Kosovo, dependientes de Serbia.
El nuevo gobierno nacionalizó la banca, el comercio y la industria, introdujo una reforma agraria y elaboró el primer plan quinquenal (1948-1952), que propició un fuerte aumento del producto industrial. Yugoslavia, se reconcilió con Bulgaria y con Hungría, protegió a Albania y sostuvo la rebelión comunista en Grecia, volvió a obtener sus fronteras de 1919, y recuperó los territorios anexionados a Italia en 1920, mientras le disputaba Trieste.
LA RUPTURA CON LA URSS Y LA NUEVA ORIENTACIÓN DEL ESTADO POPULAR:
Ya durante la II GM se habían producido divergencias, entre los comunistas yugoslavos y la política de Stalin, que afloraron con motivo del litigio sobre Trieste, en el que la URSS se negó a apoyar la reivindicación yugoslava de que tropas anglo-norteamericanas abandonaran la zona. Por otra parte, en el seno del Partido Comunista Yugoslavo, la tendencia partidaria de un desarrollo económico lento supeditado a lo que consideraban intereses superiores de la URSS, quedó en minoría, en tanto que se aprobó el programa de industrialización a marchas forzadas, propuesto por Tito y Kardelj. Finalmente, la oposición de Stalin al proyecto de Federación Balcánica y Danubiana, propugnado por Tito y Dimitrov, culminó la escisión definitiva entre Yugoslavia y la URSS. Esta última decidió retirar los consejeros e instructores militares soviéticos, en marzo de 1948, y el Kominform (organismo de información y propaganda constituido en 1947 por los partidos comunistas de todo el mundo) expulsó de su seno a los comunistas yugoslavos el 28 junio de mismo año. Todas las democracias populares rompieron las relaciones diplomáticas con Yugoslavia, a la vez que ejercían el boicot sobre su economía.
Tito tuvo que depurar el partido y el ejército de sus elementos prosoviéticos, y, para conjurar la crisis económica, aceptar la ayuda de los países capitalistas. La gestión de las empresas fue entregada a los consejos obreros elegidos, la de los servicios públicos, a los comités de gestión social, y el país fue dividido en grandes comunas autogestionadas. Yugoslavia mejoró sus relaciones con sus vecinos: con Italia, a la que cedió la zona alta de Trieste, mediante los Acuerdos de Londres de octubre de 1954; con Turquía, mediante el Acuerdo de Ankara de 1953 y con Grecia, mediante la Alianza de Bled de 1954.
A la muerte de Stalin, en 1953, se produjo un alivio en las tensiones con la URSS, que desembocó en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas en 1955. Por otra parte, Yugoslavia aspiró a participar en la dirección de los países no alineados; así, Tito presidió una conferencia, en septiembre de 1961 en Belgrado, que votó una propuesta de desarme general, la liquidación del colonialismo y la reorganización de la ONU. Tras los acuerdos con el COMECON (1964), Austria (1965) y EE.UU. (1966), Tito reorganizó la Liga Comunista, y continuó el plan interior de descentralización a nivel de repúblicas, nacionalidades y comunas, y su con su política de liberalización. En el plano económico, devaluó el dinar e instituyó un “dinar pesado”, en enero de 1966, a la vez que admitió la participación de capitales extranjeros en las empresas nacionales y realizó un acuerdo con la CEE en febrero de 1967.
Tito, reelegido en mayo de 1967, mantuvo su actitud distante respecto a la URSS, rehusó condenar al Partido Comunista Chino y condenó la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968, depuró el Partido, en febrero de 1970, e inició relaciones diplomáticas con la Santa Sede ese mismo año. A pesar de que las presiones soviéticas, brotaron en diversas ocasiones durante los años sesenta, el gobierno yugoslavo mantuvo su integridad frente a las injerencias externas.
Imagen: Escudo de la República Federal Socialista Yugoeslava (1943)

jueves, 17 de junio de 2010

La historia de Hermafrodito

Todos sabemos, desde siempre, que se llama hermafrodito o hermafrodita a todo ser que reúne en sí mismo a los dos sexos, el masculino y el femenino. Pero es muy probable que desconozcamos el origen de tal denominación. Pues bien, esta es la historia de cómo se produjo en Hermafrodito la unión de los dos sexos.

Hemafrodito era hijo de Hermes, el mensajero de los dioses, y de Afrodita, la diosa del amor. Cuando contaba con quince años de edad, el hermoso joven comenzó a recorrer las distintas partes del mundo. En Asia Menor llegó al lago dónde vivía la náyade Salmacia. Hermafrodito se acercó a la orilla del lago y la ninfa al ver su hermoso reflejo se enamoró del joven. Él la rechazó pero decidió bañarse en las cristalinas aguas del lago.

Nada más entrar, Salmacia se abrazó a él y lo arrastró a las profuncidades al tiempo que rogaba a los dioses que los uniera de manera que no pudiesen separarse jamás. Los dioses escucharon el ruego de la ninfa y fundieron ambos cuerpos en uno solo con los dos sexos.

Hermafrodito, por su parte, obtuvo de los dioses que todo hombre que se bañase en las aguas del lago perdiese su virilidad para siempre.

Así fue cómo en al figura de Hermafrodito se fusionaron los dos sexos, dando lugar al significado que tiene hoy en día.

Foto: Escultura de Hermafrodito en el Museo del Louvre (París)

martes, 15 de junio de 2010

Bucéfalo

Bucéfalo fue el caballo favorito de Alejandro Magno. Cuando tenía doce años Alejandro, su padre, el rey Filipo de Macedonia, no le quiso comprar el caballo debido a su carácter y comportamiento salvaje. Ante la insistencia de Alejandro, Filipo le puso la condición de que el caballo sería suyo si era capaz de cabalgarlo.

Alejandro se dio cuenta de que el problema era que el caballo se asustaba de su propia sombra y lo colocó de manera que el sol le diese en la cara, entonces saltó sobre la grupa y comenzó a cabalgar con orgullo frente a su padre.

Tras ganar la apuesta y quedarse con el caballo, le puso el nombre de Bucéfalo —cabeza de buey—.

Bucéfalo murió en el 327 a.C., a los 30 años de edad, debido a las heridas recibidas en una batalla. En su honor, Alejandro celebró un solemne funeral para despedirle y en su honor fundó la ciudad de Bucefalia.

Foto: Alejandro y Bucéfalo. Mosaico de la Batalla de Issos. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

miércoles, 9 de junio de 2010

Historia de Bosnia y Herzegovina (IV)


EL NACIMIENTO DEL ESTADO YUGOSLAVO (1918-1929):
El sentimiento nacional yugoslavo puede tener su origen a comienzos del siglo XVII, cuando el poeta y dramaturgo croata, Ivan Gundulic, natural de la República de Ragusa (actual Dubrovnik), propugnaba la unión de todos los eslavos del sur en una misma patria.
Con la ocupación turca, la mayoría de los habitantes aceptan el Islam como nueva religión, que actualmente sigue siendo un factor social muy importante y que será uno de los elementos esenciales de los acontecimientos que azotarán a la región a lo largo de los años venideros. Bosnia permaneció bajo dominio turco hasta 1878, con la excepción del periodo comprendido entre 1718 y 1739, en que estuvo bajo control austríaco.
En el siglo XIX creció la enemistad entre el sultán Abdulhamit II y el pueblo bosnio, alentada por el triunfo nacionalista en la vecina Serbia. La represión, por parte del sultán, de las revueltas de 1875, provocó la intervención rusa que declaró la guerra al Imperio otomano en 1877. Acabado el conflicto, el Congreso de Berlín otorgó en 1878 la administración del país al Imperio Austro-Húngaro del que formó parte hasta su disolución tras la Primera Guerra Mundial.
A comienzos de la Primera Guerra Mundial, el movimiento de unificación tomó un nuevo impulso, así en 1915 se constituyó en París el Comité Yugoslavo que, establecido poco después en Londres, contó con el apoyo de Gran Bretaña. En 1917, al finalizar la contienda se integraron en el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, bajo la dinastía serbia de los Karagjorgjevic, siendo Pedro I Karagjorgjevic (1846-1921) su primer soberano.
Presidió el primer gobierno del nuevo reino el radical Stojan Protic, quien, en 1919, acometió la reforma agraria y decidió expropiar todas las grandes propiedades para crear una clase de pequeños propietarios campesinos favorables al nuevo régimen. Por el Tratado de Neully-sur-Seine, firmado el 27 de noviembre 1919, se obligó a Bulgaria a ceder a Yugoslavia algunos distritos fronterizos, y por los Tratados de Saint-Germain-en-Laye, firmado el 10 de septiembre 1919, y del Trianón, firmado el 4 de junio 1920, se definieron los trazados de las fronteras, que reforzaron posteriormente la Pequeña Entente —alianza defensiva establecida entre Checoslovaquia, Rumanía y Yugoslavia—, mientras Roma y Belgrado se reconciliaban, en 1920 el Tratado de Roma, de 27 de enero de 1924, reconoció la anexión del Estado Libre de Fiume (actual Rijeka, Croacia) a Italia.
Las mayores dificultades con que se encontró el nuevo Estado procedían de la diversidad de los pueblos que lo constituían —6 millones de serbios ortodoxos, 1,5 millones de eslovenos católicos, más de 4 millones de croatas católicos, 400.000 bosnios y albaneses musulmanes—, y del desigual desarrollo económico que tenían lo que pronto provocó una desconfianza recíproca, acuciada por el sentimiento separatista croata y el ultranacionalismo serbio.
La Asamblea Constituyente de 1920 votó una Constitución centralista conforme a las aspiraciones serbias; el Partido Radical Serbio, que eliminó a los radicales disidentes de Protic y disolvió al Partido Comunista, quedó dueño del poder, en tanto que Alejandro I Karađorđević se convirtió en rey en agosto 1921. La oposición de los croatas a la Constitución mantuvo en crisis continua al régimen parlamentario y al Estado. Después de graves disensiones partidistas, que desembocaron en el atentado contra Stjepan Radic, jefe del Partido Campesino Croata, en octubre de 1928, Alejandro I instauró una férrea dictadura y promulgó una nueva Constitución, septiembre 1931) por la que fueron suprimidos los partidos políticos.
LA EVOLUCIÓN HACIA EL FASCISMO (1929-1941):
El Nuevo Estado, que tomó el nombre de Yugoslavia, se dividió en nueve banovinas o principados, cuyos límites se adaptaron a la geografía física y no a las antiguas fronteras políticas. El nuevo régimen agravó la rebeldía croata, sin alcanzar la estabilidad política perseguida y así, en octubre de 1934, Alejandro I fue asesinado por la Ustaša —Movimiento Revolucionario Croata de corte fascista, fundado por Ante Pavelic— y la corona recayó en Pedro II Karađorđević , que durante su minoría de edad ejerció la regencia el Príncipe Pablo, aunque el poder ejecutivo quedó en manos del Presidente del Consejo, Milan Stojadinovic (1935-1939), quien dio al gobierno un carácter profascista, que condujo a Yugoslavia a la reconciliación con Sofía, en 1937 y con Roma, en 1938 y a un acuerdo comercial con Berlín, en octubre de 1938.
Aunque Stojadinovic fue destituido 1938 y encarcelado, el 5 de febrero de 1939, bajo la acusación de pretender proclamarse Führer, el regente Pablo mantuvo la política de amistad con Alemania y la nazificación interna.
El Pacto Germano-Yugoslavo, de 25 de marzo de 1941, acordó el libre tránsito de las tropas alemanas por Yugoslavia lo que provocó una rebelión en Belgrado y Pedro II asumió el poder en un intento de salvaguardar la integridad del país. En 1944 el comandante partisano, el Mariscal Josip Broz Tito fue reconocido como el Comandante en Jefe de todas las Fuerzas Yugoslavas, y fue nombrado Primer Ministro de un gobierno conjunto. Pedro II fue depuesto por la Asamblea Constituyente de Yugoslavia el 29 de noviembre de 1945, tras la entrada de las tropas nazis.
Bandera del Reino de Yugoeslavia