lunes, 30 de diciembre de 2013

La historia de Frances Clalin Clayton, el soldado Jack Willians

Frances Clalin Clayton
Frances Clalin Clayton era una alta y  delgada ama de casa con 3 hijos cuando hizo lo impensable, se  caracterizó  como un hombre, y bajo el seudónimo de «Jack Williams» se alistó en el Ejército de La Unión, junto con su esposo, Elmer L. Clayton, durante el otoño de 1861. Tanto Frances como Elmer nacieron y vivieron en el norte, en el estado de Minnesota, pero se alistaron  en un regimiento de Missouri. 
Luchó en la Batalla del Fuerte Donelson en Tennessee, el 13 de febrero de 1862, cuando La Unión ganó después de tres días de duros combates. Durante esta batalla fue herida, pero no fue descubierta a causa de su herida. Parece ser que participó en más de diecisiete batallas. Según los informes oficiales,  fue herida de un total de tres veces, e incluso una vez hecha prisionera.
Durante la batalla de Murfreesboro  o del Río Piedras, el 31 de diciembre de 1862, fue cuando su marido murió a solo unos metros delante de ella y, según algunas fuentes, no dejó de luchar,  pasó por encima de su cuerpo y continuó la carga, ya que era la orden que tenía su Unidad.
Frances Clalin como Jack Willians
No le fue tan difícil hacerse pasar, de manera convincente, por Jack Williams, ya que era alta, de rasgos masculinos y de piel bronceada. Bebía, fumaba, mascaba tabaco, y jugaba al póker  junto a los hombres, ninguno de ellos sospechaba que era una mujer. También era  aficionada  a fumar  puros también. Este plan fue inteligente y eficaz, ya que parece ser que en el Ejército nunca se descubrió que era una mujer, sino que fue licenciada, cuando se enfrentó a sus superiores. Durante su etapa en el Ejército fue considerada como un buen soldado, bien entrenado, que cumplió perfectamente sus deberes y cometidos, los cuales conocía perfectamente
Su caso fue muy popular y formó un gran revuelo su publicación en los periódicos de la época, ya que se hizo en seis medios diferentes. Existen varias versiones de cómo se descubrió que Jack Willians era de verdad una mujer. En algunos artículos se afirmaba que había sido herida y descubierta en Río Piedras, donde murió su marido, en otros se decía que fue en Fuerte Donelson donde fue herida y que fue capaz de mantener su identidad en secreto hasta que murió su marido que fue cuando se lo dijo a sus superiores.

Según la propia versión de Fraces Clalin, estaba realmente herida en Fuerte Donelson y fue capaz de mantener en  secreto su identidad, tratando de dejar claros los malentendidos en su última entrevista,  y dijo que nunca lo declaró a los superiores de su regimiento.

El caso de Francés Clalin no ha sido el único de mujeres que se hicieron pasar por hombres para combatir, bien por aventura, por ideología o simplemente por seguir a sus maridos, hijos o amantes. Jennie Irene Hodgers, Rosseta Wakerman, Loreta Velázquez o Molly Bean, entre otras hicieron lo mismo que Francés Clalin Clayton. En la guerra norteamericana fueron unas seiscientas.

La leyenda de Jimena Blázquez

Representación de la lucha de Jimena Blázquez
La historia medieval española está llena de leyendas, héroes y heroínas que se confunden entre la realidad y la imaginación popular. Una de estas populares leyendas se cuenta en el sitio de Ávila por las tropas musulmanas en plena Reconquista.
Según cuenta la leyenda, hacia 1109 cuando las tropas que defendían Ávila tuvieron que salir de la ciudad hacia el puerto de Menga a combatir, los musulmanes conocedores de la desprotección de la misma, ya que no había suficientes soldados para defenderla, decidieron atacarla.
Antes de partir hacia Menga,  los abulenses habían nombrado gobernadora a Jimena Blázquez, la mujer del alcalde, ya que éste había partido con las tropas. La víspera del ataque, Jimena tuvo conocimiento del avance del ejército musulmán hacia la ciudad, debido a lo inmediato de la situación y ante la imposibilidad de poder pedir ayuda exterior, reunió a los pocos hombres que quedaban, a todas las mujeres, ancianos y niños disponibles, los vistió de soldados y los repartió por toda la muralla con teas encendidas.
Dibujo de Fran Tapias sobre la Leyenda de Jimena

Cuando el ejército musulmán se encontraba al pie de las murallas, Jimena ordenó a los improvisados defensores a tocar las trompetas y lanzar gritos de guerra contra ellos. Según se cuenta, la propia Jimena tomó parte en la lucha desde la Puerta de San Vicente.
Estatua de Jimena Blázquez en Ávila
Los musulmanes al ver esto, detuvieron su avance y se retiraron pensando que la ciudad no había quedado tan desprotegida como creían. Abdalha Alhazén, que mandaba las tropas musulmanas ordena la retirada hacia Talavera. Fue así como sin intentar siquiera el asedio de la ciudad, los musulmanes se retiraron humillados.
Se cuenta también que desde entonces las mujeres abulenses tuvieron el privilegio de participar en las reuniones del Ayuntamiento.
Jimena Blázquez tiene una estatua conmemorativa en la Plaza de la capital abulense que lleva su nombre y en la base del pedestal se encuentran una placas conmemorativas que cuentan la historia de esta heroína.

La posibilidad de que la Ávila fuera asediada por los musulmanes no está documentada de una forma fehaciente aunque las correrías desde los reinos meridionales si debieron ser constantes y es posible que, de alguna forma pudo ocurrir.

viernes, 27 de diciembre de 2013

La leyenda de la Reina Mora

Grabado de la Leyenda
de la Reina Mora
Cuenta la leyenda, que tiempos de conde Ramón Berenguer IV toda Cataluña pasó a ser de dominio cristiano. Con una sola excepción, que era el reino de Siurana, donde residía el último rey moro Almemoniz, y una reina de singular belleza llamada Abdelazia.

Siurana es una pequeña localidad del Priorato catalán que dado su difícil acceso, fue el último reducto árabe en ser reconquistado por los cristianos en Cataluña, tras ser asediada su castillo allá por el siglo XII. Cuando los cristianos fueron reconquistado todo el territorio, llegó un momento en que el único lugar que quedaba en poder musulmán era la indómita fortaleza de Siurana. Casi a medio camino al cielo debían llegar los cristianos si querían hacer desaparecer los moros de las tierras catalanas.

Hasta el momento, la conquista del territorio había sido penosa y difícil. Más debía de serlo ahora cuando se enfrentaban a los más duros, pero los guerreros estaban deseosos de encontrarse con aquella reina que de oídas era tan extremadamente bella.

Durante mucho tiempo los cristianos atacaron el castillo, y cuentan que hubo grandes y crueles combates donde los cristianos se estrellaban contra los impenetrables muros de Siurana que  seguía mostrándose infranqueable y su reina lejos de sus ojos.
El inexpugnable castillo de Siurana
Como siempre que se aduce a la conquista de un lugar inexpugnable, se dice que nunca los cristianos hubieran podido vencer la férrea resistencia mora si dentro de los muros de Siurana no hubiera habido un traidor. Un acaudalado judío de la villa pretendió salvar sus bienes a cambio de liberar el lugar al enemigo. Los cristianos, le ofrecían todo lo que él quisiera si les mostraba el camino de acceso al castillo. El judío les hizo prometer los cristianos que, además de sus bienes, también se respetaran las vidas y bienes del resto de judíos siruaneses; pero los cristianos, una vez que se hicieron con las calles de la villa, entraron en estampida  provocando una carnicería de la que pocos bienes se salvaron. Todo fue destruido.
El castillo de Siurana en la actualidad
El judío traidor tuvo que ver como el fuego devoraba sus bienes y deshacía completamente la villa.  Maldijo a los cristianos conquistadores y a Siurana, de tal suerte que los cristianos no se podrían beneficiar de esta inicua conquista porque Siurana ya no volvería a ser nunca más aquello que fue durante la señoría de los moros. 

Lugar por donde Abdelazia se lanzó al acantilado
Mientras tanto, Abdelazia que no contaba con la traición del judío estaba tan segura de la impermeabilidad se su castillo, que cuando los cristianos entraron a la fortaleza,  estaba celebrando una fiesta, en una de las suntuosas salas del palacio,  a la que asistían los nobles siuraneses. De repente una flecha penetró por una ventana y se clavó sobre la mesa, delante de la mirada incrédula de los comensales. Ya era demasiado tarde y todo estaba perdido. La reina, que tanto había defendido Siurana, no podía permitirse caer en las manos del enemigo, y por eso, subió sobre su caballo blanco, y cruzando al galope la villa, ante la mirada atónita de los cristianos, le tapó los ojos al caballo y se lanzó por el acantilado; pero en el último instante, antes del salto, el caballo, al ver que se dirigían al precipicio, intentó frenar clavando las patas en el suelo hasta hundirse en la roca, pero no pudo evitar la fatalidad. La señal imborrable de esta acción desesperada dejó el recuerdo de la gesta para siempre.
Sepultura de la reina mora adosada en el exterior de la Iglesia
Se dice que unos días después de la conquista, el cuerpo de la desafortunada reina fue llevado nuevamente a Siurana para ser sepultado con honor. Pero la reina no era cristiana y su cuerpo no podía enterrarse en el interior de la antigua mezquita porque en su lugar se había consagrado una Iglesia dedicada a Santa María, ni podía ser enterrada en un cementerio cristiano, con lo que se le hizo una sepultura especial, en la parte externa de la pared del templo, como correspondía a una persona de tan alta saga. Esta sepultura hoy en día todavía existe.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Zenón el Isauro (474-491), emperador único del Imperio Romano

Zenón el Isauro
A la muerte de León I en el 474, le sucedió su nieto León, un niño de seis años. León II  murió el mismo año que su abuelo, después de haberse asociado al Imperio a su padre, Zenón. En una ceremonia realizada en el Hipódromo el 9 de febrero de 474, con el consentimiento del Senado, se hizo efectivo dicho traspaso de poderes y Zenón se hizo cargo de la regencia. La misma noche del fallecimiento de su hijo León II, el 17 de noviembre de 474, asumió el gobierno del Imperio.

Bajo éste, a la antigua influencia germánica sustituyó en la corte otra nueva influencia bárbara, la de los isáuricos, raza salvaje a la que pertenecía el emperador por su origen. Los isáuricos ocupaban los mejores puestos y las dignidades más elevadas de la capital. Pero pronto advirtió Zenón que entre sus propios compatriotas había conjuraciones contra él, y, dando muestras de gran decisión, ahogó la revuelta en las montañas de la misma Isauria, donde hizo demoler la mayoría de las fortalezas. Sin embargo, la influencia isaúrica en el Imperio persistió hasta la muerte de Zenón.

Monedas de Zenón
En el año 460 el emperador León I sustituyó a los mercenarios germanos de su ejército por tropas isaurias que eran tan mal vistas por la población civil como los recién expulsados. Entra esas nuevas huestes se encontraba Tarasicodissa, parece ser que éste era su nombre original, hijo de un notable guerrillero de su tierra, quien protagonizó un rápido ascenso merced a su talento. En el 466 logró desenmasca­rar y poner fin a una conspiración que pretendía atentar contra León I lo que le sirvió para ganarse la confianza del emperador y para entrar a formar parte de su círculo de confianza. Dos años des­pués ascendió a magister militum y se casó con la hija de León, Ariadna. Seis años después, aban­donadas ya sus campañas militares y plenamente asentado en la familia Real, alcanzó el imperio.

El ostrogodo Odoacro
La época de Zenón fue señalada en Italia por graves acontecimientos. En la segunda mitad del siglo V, la influencia de los jefes de las compañías germánicas había crecido mucho. Llegó el momento en que pudieron hacer y deshacer a su albedrío emperadores de Occidente. En 476, uno de esos jefes bárbaros, Odoacro, derrocó al último emperador de Occidente, el joven Rómulo Augústulo, y se apoderó del trono de Italia. No obstante, quiso legitimar su nombramiento y, en nombre del Senado romano, envió una embajada a Zenón, asegurándole que Italia no necesitaba un monarca distinto y que su emperador debía ser Zenón. Al mismo tiempo, Odoacro pedía a Zenón que le confiriese la dignidad de patricio romano, dándole, por delegación, el gobierno de Italia. La petición fue otorgada y Odoacro se convirtió en legítimo señor de Italia. Hasta hace cierto tiempo, se ha considerado el año 476 como el de la caída del Imperio romano de Occidente, pero esto es falso, porque en el siglo V no existía aún un Imperio romano de Occidente diferente al de Oriente. Había habido, como antes, un Imperio romano gobernado por dos emperadores, uno en la zona occidental y otro en la oriental. En el año 476 hallamos que sólo hubo un emperador: Zenón, el de la “pars orientalis”.


El Imperio en época de Zenón

Odoacro, dueño de Italia, se conducía de una manera cada vez más independiente. Zenón no lo ignoraba, pero se limitó castigarle por medio de los ostrogodos. Éstos, a partir de la disgregación del Imperio de Atila, vivían en Panonia, desde donde, conducidos por su rey Teodorico, ejecutaban incursiones devastadoras en la península balcánica, amenazando la misma capital del Imperio. Zenón logró desviar la atención de Teodorico hacia las ricas provincias de Italia. Así daba dos golpes a la vez, desembarazándose de sus peligrosos enemigos del norte y resolviendo, con ayuda de una fuerza extranjera, las dificultades suscitadas por el indeseable gobernador de Italia. En cualquier caso, Teodorico era menos peligroso en Italia que en los Balcanes.
Monedas de Aelia Verina

Teodorico marchó sobre Italia, batió a Odoacro, se apoderó de Ravena, principal plaza fuerte del vencido, y, a la muerte de Zenón, fundó en la península itálica un reino ostrogodo con capital en la misma Ravena. La península balcánica se había desembarazado definitivamente de los ostrogodos.
Algunos historiadores han considerado a Zenón como un emperador impopular y cobarde, aunque hoy esta apreciación puede ser bastante discutible, ya que su gobierno estuvo envuelto en la vorágine en que se vio sumergido el Imperio Romano, con las fronteras presionadas por los pueblos barbaros y la difícil situación entre el oriente y el occidente.

Zenón, debido a su impopularidad sufrió  multitud de conspiraciones, la principal fue llevada a cabo por su suegra Aelia Verina, viuda de León I, en enero de 475, recién tomado el poder y el emperador abandona Constantinopla y se instala en su tierra natal.

Basilisco el usurpador (475-476)
Monedas de Basilisco el usurpador
El Senado nombró emperador al hermano de Aelia Verina. La primera acción que realizó Basilisco al alcanzar el poder fue eliminar a, Patricio, amante de Aelia Verina y aspirante frustrado al trono imperial, para evitar una conspiración de éste. Esta muerte irritó a Aelia Verina que de inme­diato, clamando venganza, volvió a conspirar para traer de vuelta a Constantinopla a Zenón.
Para ello, el chambelán Illos, consejero y hombre de confianza de Zenón, marcha junto al emperador hacia Constantinopla dispuestos a dar batalla a los partidarios de Basilisco. Éste, acorralado, se rindió sin lucha a Zenón en agosto de 476. Basilisco sólo reinó veinte meses pero logró hacerse aún más impopular que su predecesor debido, especialmente, a su política religiosa puesto que favoreció abiertamente el monofisi­tismo, una corriente herética del cristianismo.

La reinstauración de Zenón (476-491)
Corte de Zenón
De nuevo en el poder, Zenón ordenó que Basilisco fuera deportado a Capa­docia y allí decapitado. Su mujer e hijos corrieron la misma suerte. Aelia Verina odiaba profundamente a Illos e intentó asesinarlo en varias ocasiones, hasta que el emperador la envió a Tarso para internarla en un convento. Aun así, siguió conspirando contra el emperador y convenció a su otro yerno, Marciano, a dar un golpe de estado que fracasó y fue enviado por Zenón a la capadocia como sacerdote.
Al final Illos se unió a Aelia Verina para conspirar contra Zenón quien tuvo que recurrir al auxilio de los ostrogodos que finalmente les derrotaron. Aelia Verina murió en el sitio de Cherris, donde se habían refugiado tras la derrota, e Illos fue capturado y decapitado. A partir de entonces se logró la paz y estabilidad entre los ostrogodos y Zenón reinó sin mayores problemas hasta su muerte en un ataque de epilepsia el 9 de Abril de 491, tras reinar durante 17 años y 2 meses.

El Patriarca de Constantinopla Acacio
El principal problema interior durante el reinado de Zenón fue el religioso, que siguió provocando trastornos en todo el Imperio, a causa de las diversas corrientes nacidas en la Iglesia. Egipto, Siria, parte de Palestina y del Asia Menor, seguían firmemente adeptas del monofisismo. La rigurosa política ortodoxa de los dos predecesores de Zenón no había sido aprobada en las provincias orientales. Los jefes de la Iglesia se daban perfecta cuenta de la gravedad de la situación, y el patriarca de Constantinopla, Acacio —que al principio alabara las decisiones del concilio de Calcedonia— así como el patriarca de Alejandría, Pedro Mongo, sentíanse muy deseosos de hallar una salida conciliadora a una situación tan difícil. Propusieron, pues, a Zenón hacer un esfuerzo para reconciliar a los adversarios mediante concesiones recíprocas. Zenón, aceptando la propuesta, publicó el 482 el Edicto de Unión o Henótico, que fue dirigido a las iglesias de la jurisdicción del patriarca de Alejandría. El fin principal del edicto era no ofender a los ortodoxos ni a los monofisistas sobre la cuestión de la unión en Jesucristo de las dos naturalezas, divina y humana. El Henótico parecía en principio tender a una unión con los disidentes pero al final no satisfizo ni a los ortodoxos ni a los monofisistas. Los primeros no podían aceptar las concesiones hechas a los monofisístas y los otros consideraban éstas como insuficientes, con ello, el Henótico aportó nuevas complicaciones a la vida religiosa de Bizancio, aumentando el número de las sectas.


Zenón no ha pasado a la historia como uno de los emperadores de mayor importancia. Si bien es verdad que le tocó vivir en un momento convulso sus soluciones no fueron del todo acertadas. Pese a haber sido un militar de éxito en su juventud su imperio se caracterizó por una total inoperancia militar. Tenía un ejército mercenario, débil y levantisco por lo que, tuvo que basar su política en la diplomacia. Sus contactos políticos con los bárbaros fueron ventajosos para aquellos ya que no les reclamó ni uno sólo de los territorios perdidos. Su política interna fue mejor de lo que se nos ha hecho ver, no ejerció una presión fiscal demasiado elevada sobre el pueblo y  fue capaz de administrar los recursos del Imperio de modo que lo dejó considerablemente más fuerte tras su muerte.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Antonio Mingote, militar, escritor, periodista y destacado humorista y dibujante

Mingote con el general Coll
Don Ángel Antonio Mingote Barrachina, más conocido por Antonio Mingote, nos dejó el 3 de abril de 2012 a los 93 años, aunque su obra permanecerá entre nosotros para siempre. Lo que todo el mundo no sebe es que fue militar profesional y que falleció siendo Teniente Coronel honorífico de Infantería.

Como bien dice Alfonso Ussía, gran amigo de Mingote, sobre él: “su disciplina en el trabajo, su puntualidad en la creación artística, su respeto al cumplimiento de sus obligaciones, le venían de sus tiempos militares. Quería apasionadamente al Ejército y en su seno aprendió a sufrir y a ser un servidor constante de la cortesía, la buena educación. Su amor a España es innecesario recordarlo.”

Para todos aquellos que no lo sepan, les voy a contar brevemente la historia militar de este prolífico y brillante infante.

Sus primeros años                           

Mingote de niño
Ángel Antonio Mingote Barrachina nació en Sitges (Tarragona) el 16 de enero de 1919, era hijo de Ángel Mingote Lorente y Carmen Barrachina Esquin. Como él dijo siempre, el lugar de nacimiento fue circunstancial, debido a que su madre había residido en Sitges hasta su matrimonio. Tras un breve paso por Calatayud en febrero de 1919 la familia se traslada a Daroca, donde su padre ejercía como organista, allí inició sus estudios en el colegio de los Escolapios. En 1927 la familia se traslada a Teruel, donde continúa su formación con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, a esa temprana edad Mingote ya comienza a destacar entre sus compañeros por sus dibujos, según reconocerían más tardes sus profesores. Aunque en sus inicios se puede considerar totalmente autodidacta, posteriormente asistió al estudio del pintor Ángel Novelles, del que fue uno de sus mejores alumnos. En esta época se integra además en el coro del colegio.

Dibujo publicado en Gente Menuda,
17 de julio de 1932
En 1929 comienza el bachiller en los Franciscanos donde forma parte del grupo de teatro, esta actividad despertó en él una afición que ya no abandonaría a lo largo de su vida. El 17 de julio de 1932, con solo trece años, dibuja un conejo al que bautiza con el nombre de «Roenueces» y lo envía al periódico ABC que lo publica en su suplemento Gente Menuda, sin poder ni imaginar artista y diario que esta precoz obra sería el inicio de una larguísima colaboración posterior que solo terminaría a su muerte. Posteriormente enviaría al mismo diario un dibujo de Don Quijote para participar en un concurso de portadas de Blanco y Negro, sin embargo en esta ocasión no tuvo éxito. Durante este tiempo continuaba su aprendizaje con uno de sus primeros maestros: Ángel Novella.


Su carrera militar

De Requeté
El 1 de agosto de 1936 se alista en el Requeté Aragonés de Teruel, integrándose en el Tercio de Santiago donde es encuadrado como fusilero en la 2ª Compañía. Entregándosele la placa de identidad con el número 47781. El 1 de abril de 1937 es nombrado Cabo de Requetés, permaneciendo en la misma Unidad hasta el 19 de mayo de 1938 en que es admitido y se incorpora a la Academia de Alféreces Provisionales de Ávila.

El Alférez Mingote
Al finalizar sus estudios se le promueve al empleo de Alférez Provisional de Infantería con antigüedad de 20 de Julio de 1938, siendo destinado a la 5ª División de Navarra, integrándose en el IV Batallón del Regimiento Zamora nº 29. Esta Unidad participó muy activamente en la zona de Cataluña. Durante este periodo hay una anécdota entrañable que a Mingote le gustaba recordar: como el solo liberó Barcelona.


Al finalizar la guerra permaneció en el Ejército transformando su empleo de Oficial Provisional en Oficial efectivo. Es destinado al Regimiento de Infantería de Línea nº 52 de guarnición en Zaragoza. En esa ciudad cursa dos años de la carrera de Filosofía y Letras, estudios que abandona para ingresar en 1941 en la Academia de Infantería de Transformación en Guadalajara,  a la que se incorpora en septiembre de 1942 como integrante de la 2ª promoción de Transformación. Promoción conocida como «Los Canutos».

La Cabra y El Chopa
Durante su periodo académico funda, junto con otros compañeros una revista a la que llamaron “La Cabra” de la que Mingote fue el alma al llevar junto con otro componente de la Promoción, Ángel Palomino, el peso de la misma. Con el tiempo esta pareja colaboraría intensamente, convirtiéndose Palomino en un escritor reconocido.

A su salida de la Academia en 1944, con el empleo de Teniente de Infantería es destinado al Batallón de Cazadores de Montaña Pirineos nº 11 en Jaca (Huesca). Durante su estancia en Jaca comienza el Curso de Esquí, en el que causa baja para incorporarse en comisión de servicios como profesor a la Academia de Transformación de Sargentos, donde colaboraría con otra revista similar a «La Cabra», llamada «El Chopo».

Destinado en Madrid a la Escuela de Aplicación y Tiro de Infantería como profesor, en 1946 realiza el curso de Carros de Combate. En esta época escribe su primera novela policíaca titulada Ojos de Esmeralda que firma bajo el pseudónimo de Anthony Mask. La novela fue publicada en 1949 por la editorial Saturnino Calleja.

Dibujo de la Colección Isabel Vigiola
Con el empleo de Capitán es destinado al Regimiento de Carros de Combate Alcázar de Toledo nº 61 pasando a mandar 6ª Compañía de carros de combate.

En esta época simultanea sus trabajos como militar con sus colaboraciones como escritor y dibujante en distintos medios, algo que cada vez se le hace más complicado, por lo que en 1952 pide su pase a la situación de Supernumerario sin sueldo. Posteriormente ya desde la situación de Reserva, ascendería al empleo de Comandante, obteniendo finalmente la graduación de Teniente Coronel con carácter honorífico.

Durante su paso por el Ejército, además del distintivo de carros de combate, se le concedió el de profesorado y fue condecorado con: dos cruces Rojas del Mérito Militar, una Cruz de Guerra y una Medalla de la Campaña. Posteriormente ingresó en la Orden de San Hermenegildo con las categorías de Cruz y Placa.
Academia de Guadalajara. Mingote, sentado el cuarto por la izquierda

Tras finalizar su vida activa en el Ejército, Mingote siempre guardó un buen recuerdo de aquella época, mantuvo el contacto con sus compañeros y colaboró con aquellas Unidades que se lo pidieron, bien fuese mediante una conferencia o realizando un dibujo, siempre de manera altruista.
Antonio Mingote siempre tuvo una predilección por el Ejército, al que amaba y fueron muchas las muestras de este cariño a lo largo de su dilatada carrera. Perfecto conocedor de la Institución militar, sus viñetas en las que aparecían soldados o generales mostraban, perfectamente la vida castrense con el gran respeto con el que trataba todos los temas que tocaba.

Dibujo para el Servicio Colombófilo
El primer dibujo de Mingote específico para un acontecimiento militar fue en 1998 para conmemorar el 75 aniversario del Servicio Colombófilo del Ejército, por desgracia el original no ha llegado hasta nosotros, pero sí su imagen que fue reproducida en matasellos conmemorativos para celebrar el evento. Posteriormente comenzó la larga y fructífera colaboración con los Premios Ejército que se prolongó desde el año 1996 hasta 2011.

Dibujo para la Revista Moncayo.
Colección Isabel Vigiola
En todos esos años realizó diferentes dibujos para Unidades y organismos con ocasión de diferentes conmemoraciones o como difusión cultural. En 2004 se le concedió la Gran Cruz del Mérito Militar con Distintivo Blanco. El mismo año la Brigada Paracaidista le otorga la distinción de «Almogávar de Honor». 

Museo del Ejército
El último reconocimiento a Mingote desde dentro de las filas del Ejército fue el de «Soldado Acorazado de Honor». Este título  lo otorga el Regimiento de Infantería Acorazado Alcázar de Toledo n.º 66, le fue concedido al artista por haber sido la última Unidad del Ejército en la que estuvo encuadrado antes de su paso a la situación de supernumerario. Aunque el título le fue concedido en vida, su precaria salud en esos momentos no le permitió recoger personalmente el reconocimiento. Tras su fallecimiento su viuda recogió el nombramiento.

Algunas de las Ilustraciones de Mingote referentes al Ejército
Innumerables fueron los reconocimientos y distinciones que se le concedieron a lo largo de su vida, entre los que destacan el título de Marqués de Daroca, concedido por SM el Rey, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo o los Doctorados Honoris Causa por las Universidades de Alcalá de Henares y Rey Juan Carlos, además de los más simbólicos de Cartero Honorífico y Alcalde Honorario del Retiro. Además ocupó el sillón «r» minúscula en la Real Academia de la Lengua.

Más Ilustraciones de Mingote referentes al Ejército
Hasta siempre Teniente Coronel Antonio Mingote Barrachina.

martes, 3 de diciembre de 2013

La emotiva despedida de un soldado español en África


Cuerpo momificado del soldado Pedro G.
En la primavera de 2012, en excavaciones en lo que antaño fue el fortín español de Monte Arruit (a unos 30 km de Melilla) apareció el cuerpo momificado de un soldado español. Según cuentan los arqueólogos y antropólogos, las condiciones climáticas de la zona han hecho posible la buena conservación del cuerpo así como la de alguna de sus pertenencias y restos del uniforme. Entre sus pertenencias destaca una pitillera de cuero y metal con las iniciales P.G., una foto de una mujer joven, una pequeña moneda de plata con la efigie de Alfonso XIII y una extensa carta todavía legible. Todos los indicios, y sobre todo por el lugar del hallazgo y datación de la carta, apuntan a que este hombre fue una de las víctimas de la matanza de españoles acaecida el 9 de agosto de 1921 en Monte Arruit. Es uno de los episodios más lamentables ocurridos en la Guerra del África. 
Los investigadores quedaron asombrados al leer la carta que portaba este soldado. El papel amarillento, compuesto por dos páginas y doblado por la mitad estaba metido en un sobre. Los datos personales no han sido revelados por las fuentes investigadoras. 
En el sobre dice: Hermano de armas, si lees esto será porque yo habré muerto. Por favor, cumple la última voluntad de este soldado español que ha caído por la Patria y haz llegar esta carta a María […] que vive en Málaga en la calle […]. Sus padres se llaman Manolo y Antonia. 

La carta original
En la carta se puede leer:

“Mi dulce María, Nunca pensé escribir esta carta, pero lo preocupante de la situación me lleva a ello. Llevamos días atrincherados y defendiendo Monte Arruit, apenas tenemos agua y comida. Los moros nos cercan y nos hacen fuego, cada día tenemos nuevas bajas, ya sea por causa enemiga o por efecto del calor, y no tenemos medicamentos ni medios de asistencia sanitaria. Según dicen, el General Berenguer le ha prometido a Navarro que mandarán refuerzos desde Melilla, pero la ayuda nunca parece llegar. Hay descontento y pesar entre los hombres aquí. Hay rumores fiables de que se negociará la rendición de la plaza, pero no sabemos mucho más al respecto. No sé qué pasará, hemos pasado muchas penurias en esta maldita guerra, pero como la de Monte Arruit no la he vivido. Ya se sabe como actúan los moros y tengo mucho miedo por lo que pueda pasar, estamos prácticamente a su merced y no creo que podamos resistir mucho más el hostigamiento al que nos someten. En el campamento tratamos de animarnos los unos a los otros; por su parte, día tras día, los oficiales nos recuerdan lo que implica ser un soldado español con arengas patrióticas, pero lo que más nos reconforta, dentro de lo que se puede, es la camaradería que hacemos todos en estos difíciles momentos. La verdad que no sé por qué te estoy contando esto, supongo que por egoísmo al desahogarme con este papel. No quiero robarte más líneas, ya que esta carta es para ti: la dulce niña de mis ojos, mi morena, mi malagueña, mi razón de vivir, mi anhelo, la estrella que me guía en las noches, la única persona por la cual suspiro día tras día y me reconforta pensar que pronto te veré, que pronto te abrazaré, que pronto te besaré y que pronto me casaré contigo. Dios sabe lo mucho que te quiero. Aún me acuerdo de la primera vez que te vi, con aquel vestido azul, tu pelo negro azabache recogido en un coco, esos ojos verde esmeralda que son capaces de cegar más que este sol africano y convertir a cualquier hombre en estatua de sal con sólo regalarle una mirada tuya. Me acuerdo de la canasta de mimbre llena de pescado que llevabas pues venías del mercado y como yo, apoyado en la pared de la calle de mi casa, quedé absorto ante tu belleza. Te eché un piropo cuando pasaste por delante de mí, no pensé que me hicieras caso, ya que tal hermosura tiene que estar acostumbrada a que te los digan, pero giraste tu preciosa cara, me miraste y me sonreíste. Bendito piropo aquel. Te pedí acompañarte a casa para hablarte por el camino y me lo permitiste. Desde entonces fuimos inseparables, me costó que tu padre me aceptara, pero ya sabes que la insistencia siempre ha sido mi virtud. Aún me tiemblan las piernas cuando me acuerdo de aquel primer beso que te robé en la puerta de la casa de tu tía, se nos paró el mundo alrededor en ese instante. En fin, hay tantas cosas que podría contar… Seguro que mientras lees esto estás esbozando una sonrisa. En estas líneas que llevo hablando de ti se me ha olvidado momentáneamente todo lo que estoy pasando aquí. Siempre serás mi mejor medicina y el remedio de todos mis males. Ya sabes que al comienzo de esta carta te dije que nunca pensé escribirla. Es de despedida, mi amor. Si recibes esta carta será porque yo ya no estaré. No quiero ser egoísta y por ello te pido que no me guardes luto, que no te apenes por mí, que rehagas tu vida lo más pronto posible y que no me eches en falta pues yo siempre estaré contigo en cada momento de tu vida. Que seas muy feliz y que hagas realidad todos tus sueños, ya que los míos se cumplieron cuando me dejaste amarte. Quiero que sepas que mis últimos pensamientos son para ti y que siempre te querré y cuidaré allá donde esté. Monte Arruit a 8 de agosto de 1921. De tu soldadito, Pedro”.


Monedas que portaba Pedro entre sus pertenencias
Según narran las fuentes investigadoras, el 9 de agosto el General Navarro parlamentó la entrega de Monte Arruit con los jefes tribales marroquíes. Las condiciones fueron que los españoles entregaban las armas y saldrían del fortín sin hostigárseles y, además, se proporcionaría transporte a los heridos. Así pues, los soldados españoles desarmados comenzaron a salir de Monte Arruit en columna, pero al poco tiempo los moros, de manera inesperada, atacaron a los españoles desde distintos flancos produciéndose una enorme matanza. De un contingente de 3000 hombres, sólo 60 lograron sobrevivir. 
A veces el destino y la suerte se unen. Aunque no ha sido fácil, según revelan los investigadores, se ha podido localizar a familiares de la destinataria (María) de la carta. Antonio, un nieto de ésta mujer ha contado que su abuela, aunque se casó años después de lo acontecido en Monte Arruit, siempre tuvo en su mesita de noche la foto de un joven soldado con un rosario sujeto en la esquina del marco. 
Durante muchos años, incluso ya casada y con hijos, día tras día acudía al puerto de Málaga con la esperanza de que llegara el barco que habría de traerlo. Mi abuelo siempre respetó a mi abuela y supo que jamás ocuparía el puesto de aquel primer novio. No obstante, fueron un matrimonio feliz. Falleció en 1987, a la edad de 85 años. Pidió ser enterrada con la foto de su primer amor y el rosario entre las manos.

Cadáveres en Monte Arruit a la llegada de las tropas españolas


miércoles, 30 de octubre de 2013

Luis de Lacy y Gauttier, un laureado en la Guerra de la Independencia

Luis de Lacy y Gauttier
En mayo de 1813 se le concedió  la Gran Cruz de la Orden de San Fernando al general español don Luis Roberto de Lacy y Gauttier, por las acciones libradas en Igualada (Barcelona) y sus inmediaciones los días 5 y 8 de octubre de 1811.

Lacy, de ascendencia irlandesa y francesa,  nació en San Roque, Cádiz, en 1772. Venía de una estirpe consagrada de militares irlandeses que sirvieron en España, su abuelo fue uno de los oficiales más destacados durante la recaptura de Orán en 1732.

Se consagró totalmente a la vida cuartelaría, entrado a servir a España en 1784, hasta el punto de que su primera promoción se produjo a los 14 años a subteniente de infantería por el valor demostrado en combate. Luchó contra los franceses en la Guerra del Rosellón y fue nuevamente condecorado (con 19 años) por su buen hacer frente a los franceses en el regimiento de Ultonia.

Su vida está salpicada por conflictos con el mando; algunos personales, como la pelea entre él y el gobernador de Canarias por una mujer, que le costó un año de reclusión. Ya teniente, en 1802 fue obligado a retirarse del Ejército por haber faltado al respeto a un superior. En 1803 pasó, como capitán, al ejército francés. Se casó en 1806 con Emilia Duguermeus, de nacionalidad francesa. En 1807 en mando francés le encomendó encabezar un batallón como parte de la invasión francesa a la península. Lacy no quería luchar contra los de su propia patria; cuando llegó a Madrid en 1808 y la encontró tomada por las tropas napoleónicas, desertó y se unió de nuevo al ejército español. La junta de Sevilla le admitió como capitán y le ascendió a teniente coronel al mando del batallón ligero de Ledesma.

Fusilamiento del general Lacy en el Castillo de Bellver
 Palma de Mallorca 1817
En enero de 1809  ascendió a coronel, cinco meses después a brigadier, en agosto de 1812 a mariscal de campo y en mayo de 1812 a teniente general. En menos de cuatro años había pasado de teniente retirado a teniente general. Durante la guerra luchó en numerosas batallas, demostrando capacidad de liderazgo y astucia en la mayoría de ellas. Combatió en Bubierca, en la batalla de Ocaña, participó en el sitio de Toledo, diezmó a las tropas galas en Huelva y ejecutó con éxito numerosas escaramuzas en territorio catalán. Llegó a mandar el Ejército de Cataluña y fue capitán general de Galicia.

 Castillo de Bellver. Mallorca
En 1816 Luis de Lacy se trasladó a Cataluña donde puesto en contacto con Francisco Milans del Bosch  y otros compañeros, trazó un pronunciamiento para marchar con las tropas que se hallaban en su comarca, sobre Barcelona para proclamar la Constitución que tan ostensiblemente violaba Fernando VII. El pronunciamiento fracasó. Milans del Bosch pudo escapar hacia los Pirineos, mientras que el general Lacy fue hecho prisionero por unos payeses cuando estaba a punto de embarcar, en Blanes. El general Lacy fue juzgado en Barcelona y fusilado en los fosos del castillo de Bellver el 5 de julio de 1817. El general Castaños, el héroe de Bailén, había difundido la noticia que el general Lacy había sido mandado a Mallorca, indultado por el magnánimo Fernando VII, para ser recluido en la Torre del homenaje del castillo de Bellver, como antes lo había sido Jovellanos.

Placa conmemorativa del fusilamiento del general Lacy
por defender la Constitución
En 1820, tras el alzamiento de Riego, le fueron restituidos todos los honores y se mandó colocar su nombre en el Salón de las Cortes como muerto en un patíbulo por la Constitución, celebrándose en Barcelona solemnes exequias con honores de capitán general.

domingo, 27 de octubre de 2013

Los Ejércitos Españoles a lo largo de la Historia (II). Los Cartagineses

Elefantes cartagineses en combate
Tras la Primera Guerra Púnica los cartagineses pierden Sicilia (241 a.C.) y sus ricas pertenencias territoriales a manos de los romanos con lo que Cartago queda prácticamente arruinada cuyo desgaste y  empobrecimiento notable hacen necesario que busque en Iberia el medio para compensar sus necesidades económicas y políticas.
Iberia, tierra inhóspita y de extraordinaria riqueza, es elegida como base para una nueva expansión y renacimiento de la potencia cartaginesa. Amílcar Barca recluta y entrena un nuevo ejército con el que comenzar el resurgir púnico y encomendada a su yerno y lugarteniente Asdrúbal la pacificación de Numidia. Una vez controlado el norte de África se lanza a la conquista de Iberia (236 a. C.), desembarca en Gades (Cádiz) y conquista la zona sur y levante peninsular.

Grabado de Amílcar Barca
Busto de Asdrúbal. Cartagena
Ocho años de continuas guerras, le permiten a Amílcar ir poniendo los cimientos de la nueva potencia cartaginesa: conquista de territorios, alianzas con los pueblos nativos, enriquecimiento, gracias a las ricas minas ibéricas, y obtención de materia primas son elementos fundamentales del resurgir cartaginés. En invierno de 229-228 a.C., en una escaramuza contra rebeldes oretanos muere Amílcar en una emboscada en las proximidades de Helike (¿Elche?).

Le sucede su yerno Asdúbal, en el mando de la tropa y de las posesiones cartaginesas en Iberia, quien en 228 a.C. funda Qart-Hadast (Cartago-Nova) y extiende el dominio cartaginés por la península. Esta expansión cartaginesa choca con los intereses de Roma, aliados de los griegos establecidos en el Levante peninsular. En el año 226 a.C. firman con los romanos el Tratado del Ebro que señala como límite norte a la expansión cartaginesa el propio río.

Aníbal Barca  de François Girardon.
 1704. Patio Puget del Louvre.
Asesinado Asdrúbal le sucede Aníbal, hijo de Amílcar, que es nombrado comandante en jefe del ejército cartaginés con tan sólo 25 años y continúa con la consolidación del poder cartaginés al sur del Ebro. Roma ante el poder creciente de los cartagineses en Hispania firma una alianza con la ciudad de Sagunto, situada muy al sur del Ebro, declarándola protectorado romano. Aníbal entendió esa alianza un incumplimiento del tratado firmado por Asdrúbal, en el 226 a.C. y decide asediar Sagunto (219 a.C.) para que se rinda a Cartago y se inicia así la Segunda Guerra Púnica.

Aníbal parte hacia Italia, franquea el Ebro, cruza los Pirineos, salva el Ródano y remonta los Alpes e invade Italia venciendo a los romanos en las batallas de Tresino, Trebia, Trasimeno y finalmente en la de Cannas (216 a.C.). Roma acude a la península para cortar el suministro de hombres y dinero a Aníbal. Cneo Escipión desembarca en Ampuries (218 a.C.), y comienza la invasión de la península. El resultado fue desfavorable para Cartago y dio lugar al control por parte de Roma de toda la franja costera del este y sur de la Península hasta la orilla izquierda del Guadalquivir, transformándola en provincia romana.

EL EJÉRCITO CARTAGINÉS

Infante cartaginés e infante libio
En su origen los ejércitos cartagineses  se componían de una milicia ciudadana a tiempo parcial, siendo su principal fuerza la armada dado el carácter marinero del pueblo cartaginés. Este modelo estuvo vigente durante siglos, siendo la defensa de la ciudad la principal misión de cartaginés  lo que le daba orgullo y prestigio. Los ciudadanos participaban en campañas y pagaban con el exilio la derrota.

A mediados del siglo VI a.C., tras las reformas de  Magón, aumenta el número de mercenarios en el ejército para evitar que  milicia ciudadana combatiera fuera de África, a excepción de mandos y oficiales superiores. Los oficiales subalternos solían ser de la nacionalidad de los mercenarios.
Infante pesado Ibero
al servicio de Cartago
A partir de la Primera Guerra Púnica, el ejército se hace más complejo. Mandado  por nobles cartagineses, se componía de tres clases de tropas: los súbditos africanos de Cartago, como los libios; los cuerpos de aliados en situación de cierta dependencia, como númidas y algunos pueblos iberos; y los verdaderos mercenarios contratados, como baleares, celtíberos, ligures, galos, sardos, etc. dependiendo de dónde se desarrollara la campaña y al mando de sus jefes naturales.

El núcleo del ejército estaba formado por la infantería pesada libia que combatía en falange con escudo circular y oval y lanza de unos dos metros y medio. Junto a ellos, combatían aliados o mercenarios hispanos con sus armas tradicionales y con tácticas integradas en el conjunto del ejército. También contaba con infantería ligera, en forma de unidades especializadas de honderos o como tropas armadas con lanzas y jabalinas.

Gran importancia tenía también la poderosa caballería (pesada libia y ligera númida), armada con jabalinas y escudos. Los elefantes africanos eran un arma de doble filo, pues cuando se asustaban podían volverse contra sus propias líneas.

La Infantería Libia y Libio-fenicia formaba el núcleo principal del ejército púnico. Eran súbditos de Cartago. Eran tropas de infantería pesada armadas con un gran escudo circular, una lanza de unos dos metros y medio, espada corta, y protegidas por una armadura ligera (lino) y casco de bronce. Luchaban en formación al estilo griego.

Los «lonchophoroi» eran tropas de infantería ligera libias, armadas con un escudo ligero, un casco de fibra o de bronce y jabalinas. Eran muy eficaces en combate abierto, principalmente en las emboscadas. Los pueblos beréberes también aportaron tropas ligeras armadas con jabalina y arco.

La caballería libia y libio-fenicia  formaba la caballería pesada y constituía un cuerpo de élite reducido, bien armado y muy organizado. Estaban  armados con largas picas y espadas y protegidos con armadura de lino, casco de bronce, grebas, y portaban un escudo redondo. El  caballo también estaba protegido por una pechera. Combatían en cuadro mediante ataques en cargas controladas.

La caballería de ciudadanos cartagineses sería similar a la anterior tanto en equipamiento como en su formación y modo de combate.

Jinete númida
La caballería númida combatía en el ejército cartaginés, tanto como mercenarios como  como aliados. No usaban ni brida ni bocado y cabalgaban sin silla sólo utilizaban una cuerda alrededor del cuello para guiar a los caballos. Era una caballería ligera ineficaz como fuerza de choque ya que carecían de protección, pero muy apta para emboscadas y persecuciones. Luchaban lanzando jabalinas de lejos y retirándose. El caballo númida era de pequeño tamaño, pero muy veloz, resistente y obediente.

Hondero balear al
servicio de Cartago
Las tropas mercenarias fueron ganando en número y protagonismo en los ejércitos cartagineses, pero su mayor problema era su lealtad, no demasiado alta, y en el mejor de los casos sería hacia su general, no hacía la metrópoli que los contrataba. Primero fueron griegos, luego hispanos  (turdetanos, celtíberos, lusitanos, baleares), itálicos (campanos, sículos) y galos (ligures, galos cisalpinos) fueron sus principales focos de reclutamiento. Luchaban más con la espada que con la lanza, complementándose con la falange, más lenta, en el desarrollo del combate.

Elefante de combate
Los cartagineses utilizaron al elefante de la selva, de unos 2-2,5 metros hasta la cruz, mucho menores que los africanos de la sabana o los asiáticos. Por esta razón, no llevaban hombres armados, sólo un guía (cornaca), generalmente númida, sentado en el cuello del animal. Los cazaban en las regiones del Atlas, domándolos y entrenándolos para la guerra. Se utilizaban para cargar con fuerza en el centro para desordenar las filas de infantería enemiga o en las alas, para luchar contra la caballería. En muchas ocasiones, constituían un arma de doble filo puesto que al ser heridos, o morir su guía, podrían volverse incontrolables y cargar contra sus propias filas.

También utilizaron  carros de guerra pero dejaron de usarlos por su ineficacia ante tropas de calidad y fueron sustituidos por  los  elefantes. Estaban tirados por un par de caballos y eran pequeños, suficiente para dos hombres y se utilizaban para abrir brechas en los ejércitos enemigos.