viernes, 27 de diciembre de 2013

La leyenda de la Reina Mora

Grabado de la Leyenda
de la Reina Mora
Cuenta la leyenda, que tiempos de conde Ramón Berenguer IV toda Cataluña pasó a ser de dominio cristiano. Con una sola excepción, que era el reino de Siurana, donde residía el último rey moro Almemoniz, y una reina de singular belleza llamada Abdelazia.

Siurana es una pequeña localidad del Priorato catalán que dado su difícil acceso, fue el último reducto árabe en ser reconquistado por los cristianos en Cataluña, tras ser asediada su castillo allá por el siglo XII. Cuando los cristianos fueron reconquistado todo el territorio, llegó un momento en que el único lugar que quedaba en poder musulmán era la indómita fortaleza de Siurana. Casi a medio camino al cielo debían llegar los cristianos si querían hacer desaparecer los moros de las tierras catalanas.

Hasta el momento, la conquista del territorio había sido penosa y difícil. Más debía de serlo ahora cuando se enfrentaban a los más duros, pero los guerreros estaban deseosos de encontrarse con aquella reina que de oídas era tan extremadamente bella.

Durante mucho tiempo los cristianos atacaron el castillo, y cuentan que hubo grandes y crueles combates donde los cristianos se estrellaban contra los impenetrables muros de Siurana que  seguía mostrándose infranqueable y su reina lejos de sus ojos.
El inexpugnable castillo de Siurana
Como siempre que se aduce a la conquista de un lugar inexpugnable, se dice que nunca los cristianos hubieran podido vencer la férrea resistencia mora si dentro de los muros de Siurana no hubiera habido un traidor. Un acaudalado judío de la villa pretendió salvar sus bienes a cambio de liberar el lugar al enemigo. Los cristianos, le ofrecían todo lo que él quisiera si les mostraba el camino de acceso al castillo. El judío les hizo prometer los cristianos que, además de sus bienes, también se respetaran las vidas y bienes del resto de judíos siruaneses; pero los cristianos, una vez que se hicieron con las calles de la villa, entraron en estampida  provocando una carnicería de la que pocos bienes se salvaron. Todo fue destruido.
El castillo de Siurana en la actualidad
El judío traidor tuvo que ver como el fuego devoraba sus bienes y deshacía completamente la villa.  Maldijo a los cristianos conquistadores y a Siurana, de tal suerte que los cristianos no se podrían beneficiar de esta inicua conquista porque Siurana ya no volvería a ser nunca más aquello que fue durante la señoría de los moros. 

Lugar por donde Abdelazia se lanzó al acantilado
Mientras tanto, Abdelazia que no contaba con la traición del judío estaba tan segura de la impermeabilidad se su castillo, que cuando los cristianos entraron a la fortaleza,  estaba celebrando una fiesta, en una de las suntuosas salas del palacio,  a la que asistían los nobles siuraneses. De repente una flecha penetró por una ventana y se clavó sobre la mesa, delante de la mirada incrédula de los comensales. Ya era demasiado tarde y todo estaba perdido. La reina, que tanto había defendido Siurana, no podía permitirse caer en las manos del enemigo, y por eso, subió sobre su caballo blanco, y cruzando al galope la villa, ante la mirada atónita de los cristianos, le tapó los ojos al caballo y se lanzó por el acantilado; pero en el último instante, antes del salto, el caballo, al ver que se dirigían al precipicio, intentó frenar clavando las patas en el suelo hasta hundirse en la roca, pero no pudo evitar la fatalidad. La señal imborrable de esta acción desesperada dejó el recuerdo de la gesta para siempre.
Sepultura de la reina mora adosada en el exterior de la Iglesia
Se dice que unos días después de la conquista, el cuerpo de la desafortunada reina fue llevado nuevamente a Siurana para ser sepultado con honor. Pero la reina no era cristiana y su cuerpo no podía enterrarse en el interior de la antigua mezquita porque en su lugar se había consagrado una Iglesia dedicada a Santa María, ni podía ser enterrada en un cementerio cristiano, con lo que se le hizo una sepultura especial, en la parte externa de la pared del templo, como correspondía a una persona de tan alta saga. Esta sepultura hoy en día todavía existe.

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