Cayo Julio César, es seguramente el
romano más famoso de la historia de Roma. Brillante político, escritor,
estadista fue además y un genio militar. Algunos le consideran como el último
republicano de Roma y otros como el primer emperador, ya fuese lo primero o lo
segundo lo cierto es que cambió las estructuras de Roma y puso las bases para
el comienzo del esplendor del Imperio.
César nació en 100 a.C. en el seno
de una familia noble. En el 85 a.C. se enroló
en el ejército tras la repentina muerte de su padre. Recibió la corona cívica por
sus méritos militares —Cesar la utilizará a lo largo de su vida para cubrir su
calvicie. La corona cívica es una hoja de laurel para cubrir la cabeza por lo
que se reconocía a los generales el triunfo tras conseguir una importante gesta
militar—.
Cuando Lucio Cornelio Sila se
convirtió en dictador de Roma en el 82 a.C. y comenzó a eliminar a sus enemigos,
Cesar se opuso a su política teniendo que huir de Roma para salvar la vida. Tras
la muerte de Sila en el 78 a.C. César regresó a Roma y se hizo muy popular con
la organización de combates de gladiadores. En el 69 a.C. realiza exitosas
campañas militares en Hispania.
Cesar es un gran admirador de
Alejandro Magno y al ver que a la misma edad el macedonio había conquistado
casi todo el mundo conocido y él todavía no había despuntado se propuso
superarlo. Enormemente endeudado, Cesar, que era un gran orador, consiguió el
cargo de pontifex maximus —sumo sacerdote— y cónsul en 59 a.C. Formando parte
del primer triunvirato con Pompeyo Magno, —el militar más influyente en Roma—,
y Marco Craso, —la persona más acaudalada de Roma—, fue liberado de sus deudas
por éste último. Casó a su hija Julia con Pompeyo.
En el 58 a.C. César inició la conquista
de la Galia que finalizaría en el 51
a.C., siento esta campaña la más famosa y brillante inmortalizada por él mismo
en su obra De Bello Gallico en la que
se refiere a su persona como un genio militar. Además sus éxitos en la guerra
contra Vercingétorix, un formidable rival que entendía que para derrotar a los
romanos no debía enfrentarse a ellos en campo abierto sino aplicando técnicas
de guerrillas y emboscadas rápidas y aplicando, cuando lo requería la ocasión,
la táctica de "tierra quemada," en la que todo era incendiado para
que César no fuese capaz de suministrar a su ejército con los recursos
necesarios, fueron corroborados por historiadores como Plutarco y otros
contemporáneos.
César condujo sus fuerzas al otro
lado del Rin en 55 a. C. para llevar a cabo una expedición
punitiva contra los germanos. Con cerca de 40 mil hombres construyó un puente
—de 1.300 metros de longitud y unos 30 pies de ancho en tan sólo diez días — y
cruzó el río, los germanos se retiraron ante el avance romano y no le presentaron
batalla. El propio César estimaba en 430 mil guerreros germanos la fuerza a
combatir aunque hoy se considera una exageración. No obstante los suevos,
contra quienes principalmente se había dirigido la expedición, jamás llegaron a
ser combatidos.
En el 52 a.C., tuvo lugar la
batalla del sitio de Alesia, quizás mayor batalla de César en las Galias, en la
que utiliza brillantemente las tácticas de asedio, para lo que construyó siete
campamentos fortificados, apoyados por reductos en los puntos claves. Luego,
construyó un foso de seis pasos de profundidad sobre toda la circunferencia de
Alesia para impedir la huida de los sitiados y al lado del foso, construyó una
muralla de tres pasos de altura. Para impedir la llegada de refuerzos a los
sitiados, construyó, a cien pasos de la otra muralla, tres fosos de seis pasos
de profundidad, y una muralla de tres pasos de altura, situada arriba de un
terraplén de cuatro pasos de altura. A las murallas, les colocó una torre cada
veinte pasos y de diez pasos de altura. La muralla interior, aproximadamente,
medía dieciséis mil pasos de longitud, mientras que la exterior medía
veintiséis mil.
En el transcurso de las semanas
siguientes, Vercingétorix y los 180.000 hombres, mujeres y niños atrapados en
Alesia estaban muriéndose de hambre, pero recibieron el refuerzo de más de 250.000 hombres dirigidos por el averno Comio.
Esté atacó y propició la salida de Vercingétorix obligando a Cesar a combatir
en ambos flancos y a los que hizo huir en desbandada tras un empleo magistral
de la caballería al mando de Marco Antonio. Finalmente, Vercingétorix se
rindió, y tras siete años de campaña regresó triunfante a Roma, provocando el
pánico en Pompeyo y en el Senado.
El prestigio y el poder alcanzado
por César preocuparon a Pompeyo, elegido cónsul único en Roma en medio de una
situación de caos por las luchas entre mercenarios. Conminado por el Senado a
licenciar sus tropas, César prefirió enfrentarse a Pompeyo, a quien el Senado
había confiado la defensa de la República como última esperanza de salvaguardar
el orden oligárquico tradicional.
Tras pasar el río Rubicón —que
marcaba el límite de su jurisdicción—, César inició una guerra civil de tres
años (49-46 a.C.) en la que resultó victorioso: conquistó primero Roma e
Italia; luego invadió Hispania; y finalmente se dirigió a Oriente, en donde se
había refugiado Pompeyo. Persiguiendo a éste, llegó a Egipto, en donde
aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica,
tomando partido en favor de Cleopatra —Guerra Alejandrina, 48-47 a.C. —.
Asesinado Pompeyo en Egipto, César
prosiguió la lucha contra sus partidarios. Primero hubo de vencer al rey del
Ponto, Pharnaces, en la batalla de Zela, 47 a.C., que definió con su famosa frase: veni,
vidi, vici , —llegué, vi y vencí—; luego derrotó a los últimos partidarios
de Pompeyo en la batalla de Tapso, 46 a.C., y a los propios hijos de Pompeyo en
la batalla de Munda, cerca de Córdoba, 45 a.C. Vencedor en tan larga guerra
civil, César acalló a los descontentos repartiendo dádivas y recompensas
durante las celebraciones que organizó en Roma por la victoria. Ya dueño de
Roma acumuló cargos y honores que fortalecieran su poder personal: cónsul por
diez años, prefecto de las costumbres, jefe supremo del ejército, pontífice
máximo, dictador perpetuo y emperador con derecho de transmisión hereditaria,
si bien rechazó la diadema real que le ofreció Marco Antonio. El Senado fue reducido
a un mero consejo del príncipe. Estableció así una dictadura militar disimulada
por la apariencia de acumulación de magistraturas civiles.
El 15 de marzo de 44 Julio César murió asesinado
en una conjura senatorial dirigida por Cayo Casio y Bruto, que le impidió
completar sus reformas; no obstante, dejó en marcha un proceso que culminaría su
sobrino-nieto y sucesor, Octavio Augusto, con la transformación de Roma en
cabeza de un Imperio que dominaría todo el mundo conocido durante 400 años.
Fotos: Busto de Cayo Julio César; Portada de la obra De Bello Gallico; Mapa del sitio de Alesia y Cuadro de de Jean-Léon Gérôme de 1867: "La muerte de César".