El Arbi A-Bulaix, el moro «Valiente». El menor de los tres hermanos y el único superviviente |
Durante
años, a comienzos del siglo pasado, en el Marruecos español, una familia de
feroces criminales asoló en campo fronterizo dejando gran intranquilidad y desasosiego
entre los habitantes de la zona entre Ceuta y Tetuán. Esta es la historia de un
sangriento asesino, es la leyenda del “moro
valiente”.
La
muerte del primitivo Valiente, un criminal sin escrúpulos que tuvo un final
acorde con su azarosa existencia, dejó el embrión de su maldad en sus tres
hijos, más criminales y cobardes que su padre y que durante años se encargaron
de mantener y acrecentar esa reputación y mantener un estado continuo de alarma
ya que ni moros ni hebreos podían circular con tranquilidad entre Ceuta y
Tetuán sin exponerse a ser saqueados y asesinados brutalmente. Incluso el moro
que se encargaba de llevar la correspondencia entre las dos localidades era
también objeto de sus atropellos, siendo el segundo de los hermanos el
encargado de mantener incomunicadas ambas plazas, quien a la muerte de su padre
había tomado las riendas del clan.
El
ganado que pastaba en zona neutral, los pescadores que se acercaban a las
costas, todo era objeto de asalto sin que la política pasiva de nuestros
gobiernos pusiese coto a sus desmanes. La débil conducta del gobierno español
dio alas a las actuaciones de este clan y sus seguidores que pronto se les quedo
pequeña su zona de actividad y decidieron probar hasta dónde eran capaces de
poner en jaque a las autoridades españolas y a la guarnición de la plaza sin
que les inquietase en absoluto la figura del representante de su gobierno en el
campo fronterizo, Sidy Abraham Ben Said, quien carecía de las fuerzas que,
según el Tratado de Wad-Ras, debía mantener el Sultán para mantener el orden en
la frontera.
Una
demostración del poder que ejercía el moro Valiente
en el territorio era el hecho de que llegó a imponer tributos a los habitantes
de la zona, a los que pastaban sus ganados, cortaban leña o pescaban en la
costa del campo marroquí. Estas acciones resultaban vejatorias a la autoridad
local de la plaza que le llegó a prohibir la entrada a la misma junto a todos
sus seguidores. Esta medida le sirvió para incrementar sus tropelías y abusos e
incluso hacer fuego sobre las parejas de la Guardia Civil que vigilaban los
límites del territorio español.
Con el
transcurso del tiempo las autoridades de la plaza hicieron borrón y cuenta
nueva y volvieron a admitir al moro Jameido, que así se llamaba el moro Valiente, en el recinto de Ceuta,
rodeándole de atenciones y considerando que en su reputación, cimentada en
crímenes y robos, podía inspirarse la política que España quería desarrollar en
la zona.
Jameido A-Bulaix, segundo hermano de los moros «Valientes», muerto por El Hach Mohamed en el sitio del territorio moro de Fuente del Conejo en 1907, con sus principales partidariois |
Pero las “hazañas” de este tipo de personajes no caen en el olvido, como se pretendía, sino que enseguida aparecen otros osados sin escrúpulos capaces de derrocar al primitivo tirano y ocupar su puesto. Así que no tardó en aparecer otro moro, tan osado y tan valiente como el Jameido, decidido a disputarle el poder de la misma manera que en su tiempo había utilizado él. El Jameido cayó en una emboscada de su oponente y fue brutalmente asesinado por el mismo procedimiento que utilizó en la forja de su reputación como valiente.
El
Hach Mohamed, se convirtió en el nuevo cabecilla y cumplió mejor con las
promesas que le hizo al general Aldave, así el camino entre Ceuta y Tetuán dejó
de ser el objeto de ataque de los moros y se restableció el tráfico de personas
y ganado en la frontera del campo marroquí.
Pero quedaba
El Arbi, el último de la familia, que temeroso de ser víctima de El Hach, huyó
de Beni-Msala y se refugió en Ceuta, instalándose en la Almadraba, barrio de
pescadores muy próximo a los límites. El general Aldabe le concedió el asilo y
protección que había solicitado a condición de que territorio español fuera
para ellos neutral y sagrado. El Arbí pronto pagaría la generosidad española con
deslealtad.
Una
mañana, El Arbi, agazapado en el campo español tras un desmonte, cerca de los
límites, esperó a su rival y por la espalda le pegó un balazo. Como era
conocedor de la reacción del general Aldave huyó a Beni-Msala donde reunió a
sus antiguos seguidores para continuar con la “herencia” familiar. Pide al
general Aldave la entrega de los miembros de su familia retenidos en la plaza a
lo que éste se niega enérgicamente instando a los Beni-Msala a la entrega
inmediata del asesino para que responda ante las autoridades españolas del
crimen cometido cuando gozaba de su protección. Los moros dieron un sinfín de pretextos
alegando que no podían cogerle, pero el general, que conocía bien a los moros,
no admitió sus excusas y les prohibió la entrada en la plaza considerándolos
cómplices del criminal.
El moro
Valiente, encerrado en su casa, que
había fortificado, durante el día, salía por la noche a hostigar a las parejas
de la Guardia Civil que vigilaban la frontera y a robar ganado a los colonos.
El general Aldabe estaba dispuesto a terminar con esta situación pero la
prudencia le aconsejó a que esperase el momento propicio para ello. Pronto se
presentó la oportunidad esperada cuando los habitantes de Ceuta están tranquilos
ajenos a lo que ocurría en el campo exterior, se recibe en el Gobierno Militar la
noticia de la brutal agresión al oficial de la Guardia Civil Sr. Blanco, cuando
se encontraba de servicio recorriendo el arroya de las Bombas. Ocultos y
amparados por la oscuridad los secuaces del Valiente dispararon sobre el
oficial sin que, afortunadamente, le alcanzaran con sus proyectiles pero no pudiendo
repeler el ataque al caer del caballo que montaba y salir éste huyendo.
Dos
horas más tarde del atentado, el general Aldabe había trasmitido las órdenes
oportunas y las fuerzas se encontraban armadas y preparadas. Todo estaba
preparado y decidido con una rapidez admirable. El plan del general consistía en
cercar el aduar de Beni-Msala y destruir el refugio del moro Valiente, acabando
de una vez por todas con los crímenes que asolaban el territorio.
El
aduar de Beni-Msala, feudo de la familia, está formado por unas doscientas
chozas en la parte alta de un estrecho valle en la zona montañosa que rodea la
playa de los Castillejos. No era posible llegar a Beni-Msala por este
desfiladero, había que hacerlo por las alturas por un terreno sinuoso, quebrado
y montañoso.
Las fuerzas
se dividieron en dos columnas. La primera, por la derecha al mando del coronel
don Luis Serreta, estaba formada por el regimiento de Infantería del Serrallo
con su sección de ametralladoras, la batería de montaña y una sección de
zapadores minadores. La segunda, al mando del coronel don José Borredá, estaba
formada por el regimiento de Ceuta con su sección de ametralladoras y que debía
recorrer la zona comprendida entre Ceuta y la playa de los Castillejos,
ascendiendo posteriormente hasta Beni-Msala para envolver el terreno del aduar.
Croquiis de la expedición de castigo de Beni-Msala |
El mando de todas la fuerzas, unos dos mil hombres, le fue encomendado al bizarro general Zubia que gozaba de un merecido prestigio, y como ayudantes, al comandante don José Priego y al capitán don Juan Molina, ambos de Estado Mayor, y al capitán de Infantería don José Ruiz. La vanguardia la mandaba el teniente coronel jefe de las milicias don José Nofuentes y estaba compuesta por los tiradores moros del Rif y 50 hombres del regimiento del Serrallo.
Antes
de amanecer, los tiradores moros del Rif escalan las alturas para tomar
posiciones y proteger el avance de las columnas impidiendo la posibilidad de
emboscadas. A las cinco de la mañana salió la primera columna de la Almadraba y
a continuación la segunda hasta el arroyo de las Bombas, dejando entre las dos
columnas un batallón de reserva y continuando hasta los Castillejos. La primera
continúo su ruta hasta el Boquete de Anyera. A las ocho de la mañana se
establecían los soldados en las cimas dominantes del aduar. Se ordenó al
coronel Barredá subir desde los Castillejos a cubrir el flanco izquierdo de las
posiciones. La batería de montaña se situó en una altura desde la que dominaba
la casa del moro Valiente. Las ametralladoras
se situaron en un cerro desde el que batían las avenidas del poblado. Las fuerzas
de Infantería y la compañía de moros flanqueaban las avenidas de la Almarza. El
general Aldave se situó con su Cuartel General en el fuerte Príncipe Alfonso
desde el que se comunicaba directamente con el Gobierno Militar y con el
general Zubia.
Vivienda del moro «Valiente» |
Un
numeroso grupo de moros, viendo la situación de las fuerzas españolas, se
presentó al general Zubia implorando clemencia y alegando ser ajeno a las
fechorías del Valiente. Les concedió
dos horas para desalojar sus viviendas. En una loma cercana se divisó a un
grupo de moros entre los que se encontraba el Valiente, allí se dirigieron las
granadas y el feroz bandido incapaz de sostener su valentía ante nuestros
cañones, huyó aterrorizado llevándose consigo su terrorífica leyenda.
La artillería
centro ahora el fuego sobre la casa del Valiente, que fue alcanzada de lleno. El
general ordenó el avance de la sección de Ingenieros que, al mando del teniente
Orsinaga, protegida por una compañía del regimiento del Serrallo, al mando del
capitán Cañamaque, reconoció la casa y forzó la entrada. En las habitaciones no
se encontraron ni muebles ni objetos de ningún tipo. El teniente Orsinaga mandó
colocar ocho cargas de dinamita que hicieron volar el edificio. Las tropas se
reunieron en una sola columna y regresaron a sus cuarteles sin haber sufrido ni
una sola baja.
Con
esta operación el general Aldave puso fin a la leyenda del moro Valiente y
acabó con las intenciones de que algún otro “Valiente” intentara de nuevo
continuar el reguero de crímenes que había dejado esta brutal familia en la
zona fronteriza del campo marroquí.
Fuente: La Ilustración Militar