Recreación irmandiña |
Para el profesor Carlos Barros, la
revuelta Irmandiña se trata de una revuelta social paradigmática para poder
entender el tránsito a la modernidad de nuestra patria. La sociedad se libera
de la vieja clase feudal, y, en el caso de Galicia, surge desde abajo, pasando
a la modernidad en el 1467, con la destrucción de las fortalezas.
Se da por sus propios medios, un mínimo
de violencia social, espontánea pero consciente, y un fuerte protagonismo
social. Los Reyes Católicos llegan en
los años 80 y consolidan su poder sobre los señores. El trabajo duro ya estaba
hecho. Aquí, tenía como problema para el poder la nobleza levantisca, derrotada
por los Irmandiños, pero que intentaban de nuevo restaurar el orden social
existente antes de la revuelta. A los restantes nobles les conceden el exilio
dorado.
Arzobispo Alfonso III Fonseca |
El cardenal Tabera (El Greco) |
La fuente directa es el “Pleito Tabera- Fonseca”, concordia entre
el arzobispo de Compostela Alonso III de Fonseca, y su sucesor en el cargo Juan
Tabera. Esta es una fuente documental para la comprensión fundamental del
patrimonio del arzobispado en los siglos XV y XVI y los hechos relacionados con
las guerras Irmandiñas, consta de 204 declaraciones verbales de protagonistas y
descendientes. Es la propia voz de la revuelta.
El origen de la revuelta está en el
aumento de la presión por parte de los señores sobre sus vasallos. Aquí, los
malos usos significan recurrir al secuestro, al robo, a la violencia pura y
dura. En 1465, las ciudades de Galicia piden Hermandades al rey Enrique IV,
que, a comienzos de 1467, concede la extensión de la Hermandad de Castilla y
León, con el fin de mantener el orden público. Guardar esa orden, para ellos,
era destruir las fortalezas y expulsar a los señores —malhechores—. Esta
tardanza se puede deber al miedo, transmitido por la alta nobleza, a que esas
Hermandades fuesen movimientos de revuelta. Aquí, las alianzas entre
campesinos, burgueses y nobles se dieron en el marco de la Hermandad. También
participó la Iglesia, sobre todo, cabildos catedralicios, clérigos y el
capitular, así como la baja y media nobleza y agraviados, caso de Alonso de
Lanzós. El rey Enrique IV también apoyó este movimiento. Ruy Vázquez, clérigo
irmandiño escribe en la “Crónica de Santa
María de Iria” que “los señores
quedaron desnudos como vinieron al mundo, sin tierras y sin vasallos”.
En dos meses, entre que viene un
corregidor de Enrique IV a Compostela a la Iglesia de Santa Susana y la
destrucción de fortalezas, viene a confirmar la teoría de la nobleza, sobre
todo de don Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos. También, don Pedro Pardo de
Cela le dijo al conde de Lemos que “ynchiese
los carballos con sus vasallos,” aunque el conde de Lemos habría de vivir
de esos “carballos”. La existencia de
las Hermandades daría lugar a un movimiento señorial. Fue una especie de
comunidad de agraviados por parte de los señores de las fortalezas.
Enrique IV Trastámara |
Los Irmandiños detentaron el poder
durante dos años, desde la primavera de 1467 a la primavera de 1469, en nombre
del Rey, mediante la Junta General del Reino de Galicia. Vivieron dos años sin
señores. En 1469, tres ejércitos señoriales penetran en Galicia al mando de don
Pedro Madruga (Portugal), del arzobispo de Santiago (Salamanca), y del conde de
Lemos (León), derrotando a los Irmandiños. Las ciudades aguantaron, por lo
menos, dos o tres años el intento de recuperación por parte de los señores, llegándose
a negociaciones. Hubo, por tanto, un intento de restauración, con, incluso la
ejecución, mediante la horca, de varios alcaldes de la Hermandad en la tierra
de los Andrade. Fernando de Acuña y García López de Chinchilla llegaron
enviados por los Reyes Católicos para imponen la autoridad real, activando, de
paso, a los irmandiños mediante milicias, para luchar con la nobleza
levantisca. A través de la Audiencia de Galicia se inicia un proceso de
regresión de las rentas jurisdiccionales.
Cartillo de Monterrei, escenario de una de las más importantes batallas de la Gran Guerra Irmandiña |
Todos los grupos que integraron la Revuelta
Irmandiña acabaron por triunfar. Los campesinos se libran de lo más duro de la
presión señorial, y acceden a la pequeña propiedad a través de los foros. La
burguesía consigue el apoyo directo del Rey, a quien compensan con su apoyo
durante la Guerra de las Comunidades. La Iglesia sustituye a la nobleza laica,
una vez que esta es descabezada, primero por los Irmandiños y después por los
Reyes Católicos. Al mismo tiempo la Iglesia gallega se ve cada vez más
dependiente a la castellana, por lo que va dejando sus tierras en manos de la
hidalguía, que será la clase dirigente a partir del XVI.
En conclusión, el tránsito a la
Modernidad no es algo superestructural, sino que afecta al conjunto de la
sociedad, además de ser un cambio en el modo de producción. El concepto de
modernidad se aplica al Antiguo Régimen.
Fase final de la Guerra Irmandiña. Reacción de la nobleza |
El Estado recupera, ahora, el control
sobre el ejército, la hacienda y la administración de la justicia, imponiéndose
a la nobleza, y con el apoyo de las clases populares y la burguesía. La nobleza
pasa a ser una nobleza de servicio. Pesan más las rentas públicas que las
jurisdiccionales. Otro cambio estructural importante es el papel que, el
comercio y las ciudades, van a jugar en la Modernidad.
En el ámbito de las mentalidades, digamos
que el primer motor importante es la nueva mentalidad sobre la justicia, la
seguridad y la paz, algo que consiguen los Reyes Católicos, desde arriba. Los
Irmandiños lo intentaron desde abajo. Se produce en el ámbito de la cultura y
las mentalidades una convergencia entre el humanismo social y el humanismo
letrado, así como el imperio de la ley, que pasa a ser un elemento
indispensable con las “Partidas”. Pasamos de la sociedad tri‑funcional a la
sociedad estamental, bajo la soberanía de una monarquía católica que tenía, ya,
el monopolio de la violencia.
Pero el acceso a la Modernidad tuvo un
precio. En el ámbito religioso, homogenización forzada en torno al cristianismo
(expulsión judíos en 1492 y de los moriscos en 1609, obligados antes con los Reyes
Católicos a convertirse). Nace la Inquisición que margina la cultura popular.
Los Reyes Católicos |
Otro precio a pagar fueron las
nacionalidades históricas surgidas en la Baja Edad Media, en Castilla éstas son
desprovistas de sus instituciones propias; mientras que en Aragón fueron
conservadas. Con el matrimonio entre Fernando e Isabel se impuso el centralismo
castellano al pactismo aragonés. En el ámbito de las lenguas, no hubo un
decreto que los prohibiese, sino simplemente un proceso administrativo de la
imposición cotidiana. Ese proceso se da de una manera más clara en el siglo
XVIII. Los caminos del progreso y la modernidad no son lineales, y es tarea del
historiador explicarlos siempre con la idea de no entender la historia como un
movimiento de élites, sino como una evolución de la que participa toda la
sociedad.