Continuando con los Laureados que ha tenido el Ejército Español, hoy os
pongo la historia del capitán Teodoro Palacios Cueto al que le fue concedida la
Laureada de San Fernando por su comportamiento durante la batalla de Krasny Bor,
aunque lo que en realidad se le premiaba fue su heroico comportamiento como
prisionero durante once años en la URSS. Fue la única Laureada concedida a un miembro de la División Azul que no fue concedida a título póstumo. Esta es la versión oficial de su
reconocimiento.
DIARIO OFICIAL DEL
MINISTERIO DEL EJÉRCITO
ORDEN SUBSECRETARÍA
INFANTERÍA
RECOMPENSAS
De acuerdo con
el informe emitido por la Asamblea de
la Real y
Militar Orden de San Fernando, Su Excelencia el Jefe del Estado y Soberano de la citada Orden ha
concedido la dispensa del
plazo a que se refiere el artículo 40 del reglamento de dicha Orden, a fin de
que sea tramitado el correspondiente juicio contradictorio para la concesión, si procede,
de la Cruz Laureada
de San Fernando al Capitán (hoy
Teniente Coronel) de Infantería D. TEODORO PALACIOS CUETO, por su actuación,
cuando formaba parte de la
División Española de Voluntarios, en el combate del día 10 de
febrero de 1943, en el frente ruso y, posteriormente, durante su cautiverio en
los campos de concentración de la
URSS.
En
consecuencia, dispongo la
apertura y tramitación del expediente correspondiente al
mencionado juicio contradictorio, nombrando juez instructor del mismo al
Teniente General D. Mariano Gómez-Zamalloa, todo ello de acuerdo con lo
prevenido en los artículos 42 y siguientes del Reglamento de la citada Orden.
Madrid, 7 de Mayo de
1966.-
MENÉNDEZ.
Diario Oficial del Ministerio del Ejército
Juicio contradictorio
El 10 de febrero
de 1943, el Capitán de Infantería D. TEODORO PALACIOS CUETO mandaba la 5º
Compañía del II Batallón del regimiento núm. 262 de la División Española
de Voluntarios. Con su Unidad defendía parte del sector de Krassnij Bor, en el
frente ruso, cubriendo un amplio frente de cerca de dos kilómetros.
Informado de que el enemigo preparaba un fuerte ataque, el Capitán Palacios
adoptó cuantas disposiciones eran precisas para defender con la mayor eficacia
la posición; ordenó el municionamiento, tuvo en cuanta los más mínimos detalles
sobre la situación de las armas, distribución de ranchos en frío y descanso del
personal; exhortó muy especialmente a todos a que cumpliesen con su deber y
concretó que la orden era de "resistir hasta morir"
A las siete de la
mañana del día 10 comenzó la preparación artillera del enemigo sobre el sector
defendido por el primero y segundo Batallones del Regimiento núm. 262 y
Batallón 250, con una intensidad y violencia extraordinarias, que duró dos
horas, en las que tomaron parte hasta un total de 187 Baterías enemigas y que
dejó destruidas todas las clases de defensas.
Después del primer
período intensivo de preparación iniciaron el primer ataque los carros de
combate de las Infantería rusas, que fue rechazado, lo mismo que otros que en
sucesivas oleadas fue lanzando el enemigo, al que le ocasionaron gran número de
bajas.
A las diez treinta
horas había sido aniquilados el primer batallón que defendía el terraplén de la
línea férrea Moscú-Leningrado, y ocupado todo el flanco derecho de la 5º
Compañía, que quedó dominada por el fuego enemigo. También fueron aniquiladas
la primera y segunda Secciones y el resto de las Compañías del segundo
Batallón, que la flanqueaban por la izquierda. Del Batallón 250 sólo se
conservó una posición a cuatro kilómetros, aproximadamente, de la que ocupaba
el Capitán Palacios con los supervivientes de su Compañía, cercados totalmente
por el enemigo.
En estas
condiciones continuó resistiendo los ataques del enemigo; les causó
numerosísimas bajas y le impidió usar la carretera que desde Kolpino penetraba
en la retaguardia hacia Krassnij Bor, cuya utilización por el enemigo hubiera
puesto en grave riesgo el frente propio. Los rusos atacaron una y otra vez con
efectivos enormemente superiores, apoyados por carros de combate, artillería y
aviación, hasta que consiguieron destruir todas las armas automáticas. A las
dieciséis treinta horas, agotada la munición, después de haber rechazado con
granadas de mano al enemigo, que había entrado en la posición en varias
ocasiones, muertos y heridos casi todos los defensores, fueron hechos prisioneros
los supervivientes.
Si se pudo llegar
a tal extremo de resistencia fue por el constante ejemplo e intervención del
Capitán Palacios, que siempre estuvo en los sitios de mayor peligro y empleó
todos los recursos posibles, conocimientos del combate, inteligencia, valor y
dotes de mando para mantener muy altos, como asó lo logró, la moral y espíritu
combativo de tan pequeña tropa. Al final del combate, el número de bajas
sufridas por la Compañía
del Capitán Palacios superaba el noventa por ciento de los efectivos. Y se
calcula que ocasionar las 2.800 bajas al regimiento propio supuso para el
enemigo la pérdida de 9.000 hombres.
Para poder evaluar
la violencia de los combates en el sector del Regimiento, hay que tener en
cuenta que las fuerzas atacantes estaban compuestas por 33.000 hombres
(Divisiones 72, 73 y 63), dos Batallones de morteros de 80 mm., dos de anticarros de
76, uno de carros medios y pesados y, además, numerosos grupos independientes
de artillería de 12,40 y 20,3 (en total 187 Baterías). El duro castigo de
nuestras tropas, reducidas a sus propios medios y sin ningún apoyo, causó a un
enemigo tan superior en número y medios produjo un setenta por ciento de bajas
en los Regimientos de Infantería de la División 72 y un cincuenta por ciento en las
Unidades de choque de las Divisiones 73 y 63, lo que obligó al enemigo a cesar
en sus ataques en los siguientes días y dejar reducido solamente a acciones
locales una operación tan cuidadosamente preparada.
La extraordinaria
conducta del Capitán Palacios tuvo su continuación en la actitud mantenida
frente a la arbitrariedad, amenazas y castigos sufridos con excepcional
espíritu desde el mismo instante de ser hecho prisionero, que le hizo exigir,
siempre el respeto debido a su categoría de oficial, negándose a declarar
desnudo, recibiendo castigos corporales y amenazas de muerte y cumpliendo en
todo instante cuanto está ordenado en estos casos y le exigía su sentido del
honor. Cautivo durante once años en los campos de concentración rusos, siempre
estuvo al frente del grupo de prisioneros españoles que se encontraban con él,
levantando la moral de los soldados para evitar que cayesen en actos de
debilidad, consecuencia de los malos tratos y penalidades que les infligían,
multiplicó su ayuda moral y material a los más débiles, incluso cediendo su
propio calzado y ropa a los que iban a trabajar. Exigió el trato debido tanto a
él como a sus compañeros de cautiverio dentro de la dignidad militar y
personal, lo que le proporcionó infinidad de arrestos y castigos especiales en
cárceles y mazmorras. A pesar de las presiones morales y físicas a las que fue
sometido y al estado de debilidad en que se encontraba, continuó siendo el alma
de la resistencia contra los rusos, alentando continuamente a los españoles
para que no decayese su moral y siguiesen su postura firme y decidida, que le
granjeó la admiración y el respeto de los, prisioneros extranjeros, que
buscaban su consejo y apoyo. Juzgado una de las veces, en el mes de febrero de
1949, por un Tribunal Militar ruso por agitación política y sabotaje en el
campo de concentración y condenado a muerte, que fue conmutada por veinticinco
años de trabajos forzados, mantuvo en todo instante su actitud de firmeza y
honor, lo que motivó la admiración del propio Tribunal que le juzgaba y de sus
componentes, que así lo hicieron patente.
En el campo de la Mina, adonde fue conducido
más tarde, en una ocasión en que los rusos martirizaban al Alférez Castillo, el
Capitán Palacios hizo constar airadamente su protesta, saliendo de la fila
donde estaba con el resto de sus compañeros y llevando al Alférez de su brazo
ante la resistencia del oficial y centinelas rusos, que se oponían.
En el transcurso
que los once años de cautiverio fue juzgado tres veces y dos veces condenado a
muerte; en su defensa ante estos tribunales hizo siempre gala de su fidelidad a
España, a su Ejército y a su Caudillo y puso de manifiesto su alto espíritu
militar y sus acendradas virtudes de abnegación, sacrificio y compañerismo. Todos los prisioneros le consideraban siempre como jefe moral de los españoles,
y los extranjeros llegaron a titularle "el último caballero sin tacha y
sin miedo"
Madrid, 28 de junio de 1967
Foto: El capitán D. Teodoro Palacios Cueto