Muchas veces hemos oído la consabida frase de la
«espada de Damocles» cuando alguien tiene un problema delicado entre manos o
está inmerso en una situación muy comprometida, pero ¿sabemos de dónde viene la
frase?
Esta anécdota, situada en la Antigua Grecia, entra más
en el marco de la leyenda popular más que en un hecho propiamente dicho y de la
que se hizo eco Cicerón tras leerla del historiador griego Diodoro Sículo, que
a su vez se cree que la tomó de la Historia
de Timeo de Tauromenio. Esta es la leyenda de la «espada de Damocles»:
Se cuenta que en la corte de Dionisio II, tirano de
Siracusa, una de las ciudades griegas más importantes de la Magna Grecia, era
una corte donde abundaban el lujo y las riquezas y, por ello, Dionisio era
envidiado por muchos de sus compatriotas. Uno de ellos era el adulador
Damocles, un cortesano que, aparte de adular constantemente a Dionisio, se
dedicaba al ocio y la intriga palaciega como profesión.
Damocles, siempre que podía, le decía constantemente a
Dionisio
¾
¡Qué
afortunado eres, cuentas con todo lo que un ser humano puede aspirar! Dudo que
exista alguien más feliz que tú.
Dionisio, adolecía de muchos defectos, pero lo que no
soportaba era la envidia y cansado de oír de Damocles siempre la misma
cantinela, que finalmente eran más de envidia que de adulación, le dijo:
¾
¿En verdad,
Damocles, crees que soy más feliz que los demás?
El ingenuo de Damocles creía fervientemente que las riquezas, el lujo y el poder era lo que
daba la verdadera felicidad, le respondió:
¾
Sí, Dionisio,
creo que eres no sólo el más feliz de los hombres de Siracusa, sino el más
feliz del mundo.
¾
Si te gusta
tanto anhelas esto, vamos a hacer una cosa. Vamos a cambiar nuestras posiciones
por un día. Tú serás el señor de Siracusa por un día y yo un cortesano más.
¾
Acepto, contestó
Damocles emocionado, y añadió:
¾
Me encantará disfrutar de los placeres y riquezas que
posees aunque sea sólo por un día.
Al día siguiente intercambiaron los papeles y toda la
corte reconocía a Damocles como soberano, colocándole la diadema de oro y las
distinguidas vestimentas de Dionisio. Damocles degustó de los mejores
banquetes, los mejores vinos, la más deliciosa comida, escuchaba la música
dedicada e él y se sentía halagado y admirado.
¾
Esto sí que
es vida, le dijo a Dionisio, quien estaba sentado al otro
extremo de la mesa.
Al decir esto e ir a brindar, levantó la copa de vino
y se percató de que sobre su cabeza pendía una afilada espada sujeta únicamente
por un único pelo de crin de caballo. Damocles comenzó a sentirse mal, las
manos le temblaban de tal forma que
derramó el contenido de su copa. Ya no le apetecía nada de lo que disfrutar,
sólo tenía ganas de huir de allí, pero ni a eso se atrevía. Estaba paralizado
por el pánico, temiendo que en cualquier momento se rompiese el pelo que
sujetaba la espada y le atravesase la cabeza.
¾
Amigo, ¿qué
te pasa? parece que ya nada te interesa. Le preguntó Dionisio.
¾
¿No ves la
espada pendiendo de un hilo sobre mi cabeza? Le respondió Damocles.
¾
Sí, claro
que la veo, siempre pende sobre mi cabeza, la veo a cada instante. Cada minuto existe el peligro de que caiga, bien por su propio peso,
o bien porque el hilo sea cortado por
alguien que quiera asesinarme o derrocarme. También puede ser alguien que
quiera derrocarme propagando mentiras en mi contra. También puede ser que me equivoque en la toma de alguna de mis decisiones y esto provoque su caída.
¾
Mira
Damocles, continuó el rey, si
quieres ser soberano, debes estar dispuesto a aceptar estos riesgos que son
parte del poder.
Damocles, estaba aterrado y a penas se atrevía a
contestar. Estaba pendiente únicamente de la espada. Finalmente dijo:
¾
Dionisio,
ahora veo que estaba equivocado. Además de la riqueza, el poder y la fama,
tienes mucho que hacer, mucho en que pensar y muchos riesgos que correr.
¾
Por favor,
ocupa de nuevo tu puesto y déjame marchar.
Dionisio complació así a Damocles, quien salió
inmediatamente del palacio, con la única intención de abrazar a su familia
viendo lo importante que era su vida y no la que con tanto anhelo había
deseado.
Damocles comprendió que el ejercicio del poder no es
sólo la apariencia sino que es algo más profundo y que hay que estar
debidamente preparado para llevar permanentemente sobre la cabeza esa amenaza
en todos los actos que realizan aquellos sobre los que recae tal responsabilidad.
Foto: Dibujo
que representa la leyenda de «La espada de Damocles».
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