martes, 28 de julio de 2015

DÍA DE LOS CASTILLOS DE TERUEL

Castillo de Mora de Rubielos
El pasado domingo, 26 de julio de 2015, tuvo lugar  la celebración del 1er Día de los Castillos de Teruel en el Castillo-Palacio de los Fernández de Heredia de Mora de Rubielos, organizado por la Asociación para la Recuperación de los Castillos Turolenses, ARCATUR.
Programa de Actos
Como miembro de la Asociación quiero difundir la jornada que realizamos, deseando veros en próximas ediciones.
El principal objetivo de esta jornada fue la presentación, en un acto público, de la Asociación y, al mismo tiempo, reivindicar la existencia de un amplio y rico patrimonio de castillos, fortalezas, torreones, casas fortificadas, murallas, etc., que existen en la provincia. Se puede cifrar en unos 600 los elementos fortificados existentes entre los siglos VIII (comienzo de la Edad Media) y XX (hasta la Guerra Civil), de los cuáles la gran mayoría se encuentran en un estado de total abandono.
Los actos que se organizaron contaron con la presencia del Alcalde de la localidad de Mora de Rubielos, Jorge Alcón Gargallo, quien estuvo presente  durante toda la jornada.

El orden de actos fue el siguiente:   
     
10:00 h.    Apertura del Castillo y Recepción.
10:15 h.    Inauguración de la Exposición fotográfica de los trabajos presentados al 1er Concurso Fotográfico de los Castillos de Teruel.
10:30 h.    Entrega de premios del Concurso fotográfico.
11:00 h.    Visita guiada al Castillo de Mora a cargo del arqueólogo Javier Ibáñez González.
12:00 h.    Conferencia: “La guerra de asedio en la Edad Media. Estrategias y armas para la toma de castillos” a cargo de Rubén Sáez Abad, historiador militar y presidente de la Asociación.
13:00 h.    Clausura del acto.
14:00 h.    Cierre del Castillo.

Cartel del I Concurso de Fotografía 2015, convoxcado por ARCATUR
Los actos comenzaron con la inauguración de la Exposición fotográfica del 1er Concurso Fotográfico de los Castillos de Teruel, a cargo del presidente de ARCATUR, Rubén Sáez Abad, y del Alcalde de Mora de Rubielos, Javier Alcón Gargallo. A continuación se realizó  la entrega de premios a los ganadores del concurso fotográfico. El concurso ha tenido una gran participación y el jurado tuvo que elegir las 24 fotografías, más interesantes para la exposición. La idea es que la exposición permanezca unos meses en el castillo de Mora de Rubielos y luego sea itinerante.

Inuguración de la Exposición de fotografía a cargo de Rubén Sáez Abad, presidente de ARCATUR,
 y de Javier Alcón Gargallo, alcalde de Mora de Rubielos
La  visita guiada al castillo a cargo del arqueólogo Javier Ibáñez tuvo una buena acogida por parte del público asistente, un centenar aproximadamente, quienes recibieron una excelente explicación de las estructuras y de las distintas fases de la rehabilitación del castillo.

El arqueólogo Javier Ibáñez dando una explicación en
el calaboza del castillo
Igualmente se puede considerar apropiado el número de asistentes a la conferencia sobre "La guerra de asedio en la Edad Media. Estrategia y armas para la toma de castillos" impartida por el historiador militar Rubén Sáez, presidente de ARCATUR, quien puso de manifiesto su profundo conocimiento las tácticas y técnicas de asedio medievales así como de las armas existentes, y su funcionamiento, para la toma de las fortalezas, resultando una conferencia muy interesante e ilustrativa.

Conferencia de Rubén Sáez Abad
Referente al patrimonio fortificado en la  provincia, Rubén Sáez matizó a los presentes que “las fortalezas son el segundo patrimonio inmueble que tiene la provincia de Teruel, después del religioso" y  añadió que todas las fortalezas son Bienes de Interés Cultural, BIC.

Agradecer a los patrocinadores: Caja Rural, Diputación Provincial de Teruel, Ayuntamiento de Mora de Rubielos, Qualcina y Dimensión Print, su apoyo para la organización del 1er Día de los Castillos de Teruel, y por supuesto a mis compañeros que han realizado un gran esfuerzo y un excelente trabajo.

La idea de la Asociación en celebrar el Día de los Castillos de Teruel con carácter anual e itinerante con el objeto de celebrarlo en las distintas fortalezas de la provincia.

Fotografía ganadora

domingo, 26 de julio de 2015

La Guarda del Reino de Aragón

Guarda del Reino
La Guarda del Reino era el organismo dependiente de los diputados aragoneses cuya misión esencial consistía en preservar la paz y el orden público. El incremento de la delincuencia, robos, homicidios y de todo tipo de delitos observado a mediados del siglo XVI movió a las autoridades a crear este cuerpo de vigilancia. Fundado en 1568, será a partir de 1572 cuando alcance su conformación definitiva.

El excesivo costo de su mantenimiento y la incapacidad para hacer frente a todos los objetivos inicialmente propuestos llevaron a los diputados a limitar su acción, reducida en esencia a mantener expeditas las más importantes rutas comerciales del reino. Atención especial merecieron los caminos que conducían a Francia por Canfranc y al Principado de Cataluña por los Monegros. La vigilancia se ejercía de manera más intensa en aquellos lugares que ofrecían mayor peligro. Los miembros de la Guarda, formada por infantes y jinetes, residían en presidios, teniendo en teoría limitados sus contactos con la población civil. Desde los presidios, las distintas escuadras se encargaban de reconocer los espacios adjudicados. En la ruta entre Zaragoza y Canfranc se establecieron dos guarniciones, correspondientes a los presidios de Jaca y Zuera; dos más ocupaban los de Bujaraloz y Fraga, en el trayecto real entre Zaragoza y Lérida: También se localizaron guarniciones en Tamarite de Litera y la sierra del Presn, entre Naval y Monzón; en el Serrablo y en la sierra de Guara, entre Sabiñánigo y Nueno. También fue importante el itinerario que, partiendo de Zaragoza, atravesaba la sierra de Alcubierre y, por Sariñena, se encaminaba a Barbastro y Monzón. Además, hubo lugares con guarniciones eventuales como los de Candasnos y Peñalba, Peralta de Alfocea, Ontiñena, San Esteban de Litera; y, con carácter excepcional, los de Ariza y Calatayud.

En 1572 la Diputación del Reino organizaba una operación militar contra aquellas zonas de Aragón más castigadas por el bandolerismo. Para ello los diputados contaron con la colaboración de los municipios, muy primordialmente con el de aquéllos más afectados por el mismo, solicitándoles gente de calidad en el uso de las armas y advirtiéndoles que debían de encontrarse dispuestos, si la situación lo requería.

El contingente quedó estructurado en 60 jinetes, distribuidos en tres escuadras a razón de 20 hombres cada una, y 200 arcabuceros en unidades de 25 infantes a cargo de un cabo de escuadra cada una. Como jefe efectivo del conjunto de la tropa, los diputados nombraron al capitán Marco Lop.

Fueros de Aragón de las Cortes de
Tarazona de 1592 
Se completaba el «pequeño ejército» con un trompeta, un herrero y un intendente, todos ellos ocupando una plaza de a caballo; un acemilero, encargado de transportar la munición; un aposentador, encargado de alojar a la tropa en las localidades; un notario con su correspondiente secretario, y el pagador de la gente, a quien competía realizar la «muestra» y la entrega del salario a los soldados. Cualquier otro tipo de compañía, frecuente en el acompañamiento de la gente de guerra, quedaba al arbitrio del diputado que marchara con la tropa y, en su caso, del gobernador.

Los soldados voluntarios acudirían pertrechados, percibiendo el sueldo de la Diputación una vez que pasaran a formar parte del contingente. El salario, a percibir por los integrantes del contingente se elevaba a 1.790 libras mensuales, distribuidas de la siguiente manera: El capitán, 50 libras jaquesas al mes; 40 jinetes a razón de 15 libras cada uno, 600 libras al mes; 20 jinetes, incluidos el herrero y el trompeta, a 10 libras jaquesas, 200 al mes; 8 cabos de escuadra a 7 libras jaquesas, 56 al mes; 200 infantes a 4 libras jaquesas cada uno, 800 libras al mes; el pagador de la tropa 15 libras jaquesas al mes; el intendente 5; un acemilero 24; el notario 24 y un portero a 20 libras al mes. Terminada la campaña del verano de 1572, la Guarda volvió a las actividades cotidianas a ella encomendadas, adquiriendo desde entonces una estructura más definitiva.

La tropa tuvo en ocasiones graves faltas de disciplina: connivencias con bandoleros, conflictos con la población civil, progresivo abandono de sus cometidos, etc.; sin embargo, el mayor defecto residía en el absentismo. Era muy frecuente que oficiales y soldados estuvieran beneficiándose de una plaza en una de las guarniciones y residieran en la capital del reino, ejerciendo otra profesión. Ello movió a los diputados a arbitrar unas normas disciplinarias mucho más rígidas, a fin de lograr una mayor eficacia en las acciones de la Guardia.

Además de la vigilancia de los caminos, la Guarda del Reino tenía encomendadas en ocasiones misiones de carácter especial: acompañar al gobernador de Aragón en las salidas que éste hacía por el reino en persecución de bandas de delincuentes; proporcionar escolta al monarca o a personajes importantes a su paso por territorio aragonés; proteger el tránsito de las remesas de moneda enviadas a Cataluña, etc. A pesar de los problemas de indisciplina, en líneas generales la Guarda del Reino permitió con su actuación que los intercambios comerciales, amenazados por el incremento de la delincuencia, pudieran continuar realizándose.

Durante el verano del año 1587 la Corte nombró a Alonso Celdrán como ayudante del anciano Juan de Gurrea, gobernador del Reino, importante paso en el giro que la Corona estaba dando en Aragón en su lucha contra la delincuencia y en persecución del más famoso de los bandidos aragoneses, Lupercio Latrás.

En busca del bandolero aragonés Lupercio Latrás
Sólo algunos meses más tarde la Diputación del Reino, como ya hiciera el año 1572, decidía levantar un cuerpo militar, para evitar los insultos, muertes, robos, fuerzas y daños que cada día se cometen por gentes estrangeras y naturales de mala vida que por él andan en cuadrillas y desmandados, por lo que en la primavera del año 1588 pedía licencia al monarca.

El nuevo contingente, gobernado por Juan de Lanuza el Viejo, Justicia de Aragón, se componía de 120 jinetes distribuidos en cuatro escuadras, a razón de 30 hombres cada una, con su respectivo capitán, y 1.000 infantes, en otras cuatro unidades, de 250 hombres cada una gobernadas por sus respectivos capitanes, a quienes se les había asignado como zona de reclutamiento de la gente de guerra: las Cinco villas, Daroca y su Comunidad, Calatayud y sus aldeas, así como las comarcas de Tarazona y Borja, respectivamente. Además, cada una de estas unidades incluía un sargento y diez cabos, también elegidos por sus capitanes, quienes dispondrían de 15 mosqueteros en calidad de guardia personal permanente. Para todos los conceptos tocantes al mantenimiento de la tropa, los diputados habían previsto un montante total de 10.000 libras jaquesas.

A partir de las Cortes de 1592, celebradas en Tarazona, la Guarda del Reino, que continuaría siendo sufragada por los diputados, pasó a depender directamente del monarca, a través del su representante en el reino, quien se encargaría de nombrar las personas que debían formar parte del organismo. En 1598 contaba con cincuenta infantes y treinta jinetes.

En el siglo XVII, aunque en teoría la misión de la Guarda no sufrió modificación alguna, el sentido del cargo decayó. Sus integrantes, más que ejercer una función, lo eran en pago de servicios prestados a la monarquía. Según las referencias, iban armados de pistola en el arzón y carabina, con una lanza en la mano de punta guarnecida de hierro, bajo la cual ondeaba una banderola de tafetán azul y anaranjado.
                                                                             
-         Enciclopedia Aragonesa.
-         Martínez Ruiz, E. (2008). Los Soldados del Rey. Madrid. Editorial Actas.
-         Salas Auséns, J. A. (1989).  “Bandolerismo en Aragón en el siglo XVI”. Historia de Aragón II , 405-416.
-         Solano Camón, E. (1981). “La Guarda del Reino: Datos para su estudio”. Revista Estudios, 85
-        Solano Camón, E. (2005). “Milicia, fueros y acción del poder real sobre Aragón entre 1562 y 1642”. Revista  
       Pedralbes, 25, 191-230.

jueves, 23 de julio de 2015

Convento de Ntra. Sra. de la Consolación de Gotor. Zaragoza

Convento Dominico de Gotor
El Convento fue fundado en 1522 por don Jaime Martínez de Luna, barón de Illueca y Arándiga, después de haber sido Virrey de Cataluña, según lo cuenta el dominico Francisco Diago en la historia del Convento. Concreta que en la antigua ermita de Santa María Magdalena, ya se habían instalado con anterioridad los primeros frailes, y que se ubicaba donde ahora está el Convento. Muerto el fundador, a petición de su esposa doña Catalina de Urrea, el Convento fue provisto por el Maestro de la Orden, fray García de Loaysa, de 8 frailes procedentes del convento de Piedrahita en Ávila.

Historia del Convento

La primera aceptación del Convento por parte de la Orden se obtiene en el Capítulo Provincial de Alcañiz, en 1522, con los religiosos que en ella vivían según la regular observancia. Al año siguiente se ratificaba esta aceptación en Capítulo General de Valladolid. En estas Actas se documenta que la casa es erigida en Priorato, siendo nombrado como prior el Beato fray Juan Micó. Es incorporada a la Provincia de la Orden de Predicadores de los Padres Dominicos de Aragón (comprendía las actuales Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares) y constituida como Casa de estricta observancia dentro de la Congregación de conventos reformados. Contó desde su fundación con una numerosa comunidad.

Fachada Este
Uno de los quehaceres del Convento fue la atención espiritual de los moriscos, que constituían la población mayoritaria de la comarca. Hay que tener en cuenta que la Orden de los Dominicos era la que proveía de comisarios a la Inquisición, aunque en Gotor no estuvo establecida como tal sí que tuvo comisarios dependientes de los Predicadores de Zaragoza. Está documentado un proceso contra Francisco Valdelagua, morisco, cirujano y vecino de Gotor, por prácticas moras y vivir conforme a la ley de Mahoma, fechado el 8 de marzo de 1593.

La situación económica del Convento se podía considerar como desahogada, debido a las tierras que posee y a ñas clases de Teología y Artes que imparten.

Maqueta del Convento
No se tienen noticias de lo acontecido en el Convento durante el siglo XVI ni durante la Guerra de Sucesión. Algunos historiadores apuntan la posibilidad que se refugiase en él Antonio Pérez (natural de Monreal de Ariza, secretario real de Felipe II y acusado por éste de conspiración) en 1590, en su huida hacia Francia.

El periodo de esplendor del Convento se extiende durante los siglos XVII y XVIII. Hacia 1613 la comunidad constaba de 24 frailes de cuáles 10 eran sacerdotes, 6 profesores clérigos y 8 frailes legos. El 19 de marzo de 1619 se encarga el retablo de la Virgen del Rosario por 2000 sueldos y , el 30 de noviembre de 1641, el retablo del Santo Cristo por 3000 sueldos.

La Guerra de la Independencia marcó el inicio de la decadencia del Convento. José I Bonaparte, en un decreto fechado el 18 de agosto de 1809, declara la supresión de todas las órdenes religiosas ampliando la supresión parcial que había decretado anteriormente Napoleón. A los religiosos se les dio un plazo de 15 días para abandonar el Convento, obligándoles a residir en sus pueblos de origen donde recibirían la pensión procedente de las rentas de la provincia. Todos los bienes pertenecientes a las órdenes suprimidas pasaron a titularidad estatal. Con este decreto todos los conventos de Aragón fueron desalojados, destinándose algunos a cuarteles o edificios públicos. El ejército francés vandalizó el Convento tras el desalojo de los frailes, pretendiendo incendiarlo en varias ocasiones, lo que fue evitado en cada momento por el alcalde y la población de Gotor.

Detalle del estado actual de la  Iglesia y del Fiso de la Portada
El edificio quedó muy dañado y cuando los religiosos regresaron al Convento el 7 de junio de 1814, se lo encontraron sin muebles, sin puertas y sin ventanas. Su fábrica se había conservado gracias a la los alcaldes que eludieron las órdenes de los franceses.  A principios del siglo XIX la Orden de los Dominicos se encontraba muy mermada en toda Europa.

Estado actual del interior de la Iglesia
El Real Decreto de Desamortización del 25 de julio de 1835, durante el gobierno del conde de Torezno, establecía la supresión de los monasterios y conventos religiosos que no alcanzasen el número de doce miembros profesos. La partida de los frailes del Convento de Gotor se debió producir hacia agosto de ese año ya que por aquél entonces la comunidad constaba de 5 miembros: 3 sacerdotes y 2 hermanos.


Portada de la Iglesia y Portada del Convento
En 1843 la Junta Superior de Ventas Nacionales concede gratuitamente el Convento de los Dominicos, con su iglesia, al Ayuntamiento Constitucional de Gotor, que lo había solicitado para establecer en él las Escuelas y la Parroquia. No se incluyó en la cesión la huerta y el molino, que deberían quedar incomunicadas del resto del edificio. Esto quedó reflejado mediante una Escritura publicada por el notario de Illueca Pedro Ortiz, el 31 de marzo de 1843.

El 8 de noviembre de 1984 se acordó ppor la Dirección General de Cultura y Educación incoar el expediente de declaración de Monumento Histórico Artístico cuya resolución se publicó en el Boletín Oficial de Aragón el 20 de noviembre de ese mismo año.

Interiores del Convento
En los últimos años se han iniciado trabajos enfocados a la rehabilitación del edificio, actuando sobre el claustro, refectorio e Iglesia para evitar su ruina definitiva ya que se encuentra en un estado bastante precario a excepción de la parte utilizada por el Ayuntamiento para alojar las Escuelas. En la actualidad en esta parte hay un albergue, unas aulas municipales y un bar.

Las excavaciones arqueológicas han deparado interesantes hallazgos antropológicos enterramientos momificados. No todas las momias que han salido a la luz, descubiertas en el interior de la cripta, pertenecen a religiosos, sino a cualquier persona que pagase una cantidad de dinero estipulada podía ser enterrada allí. El proceso de momificación es natural; se produce por la rápida pérdida de los líquidos corporales tras un periodo incipiente de descomposición. De esta manera se conservan las partes del cuerpo más sólidas: piel, uñas, huesos, tendones, pelo y algo de masa muscular.

Detalle del momia que se encuentra expuesta en el pequeño Museo del Convento
En el interior del Claustro se encontraron 51 cadáveres enterrados sistemáticamente a consecuencia de un brote de cólera que asoló la zona del Aranda en 1893. Fueron tanto los fallecidos que el cementerio se quedó pequeño y tuvieron que utilizar el interior del Claustro para enterrarlos. Se dispusieron en cinco filas, apareciendo colocados uno detrás del otro, lo que indica que fueron enterrados uno detrás de otro. La arquería del Claustro se derrumbó sobre los restos, sellándolos hasta que se recuperaron el la excavaciones de 1988.

Descripción del Convento

El edificio conventual es de notables proporciones. De planta rectangular de 58 x 47 m,  edificado con sillar de arenisca de rodeno (que le da esa tonalidad rojiza), junto al mampuesto irregular y una menor presencia de vanos, le otorgan ese aspecto de solidez. Incorpora elementos renacentistas, sin olvidar ña estética tardogótica que acopla con cierta elegancia.

Plano del Convento
El recinto se articula alrededor de un Claustro de planta cuadrada, cuyas crujías o pasillos perimetrales estaban cubiertos por bóvedas de crucería que sostenía un andador superior, también cubierto. El claustro, en su parte abierta, tenía un jardín y alrededor se disponían el resto de las dependencias conventuales. La zona más baja estaba presidida por un banco corrido sobre pavimento de canto rodado que forma dibujos, donde los monjes se sentarían a descansar o meditar.

Vistas del estado actual del Claustro
 Al norte el Refectorio, dónde comían los monjes mientras se leía en el púlpito, y que únicamente ha conservado las escaleras. En la Sala Capitular se reunían para tomar las decisiones que afectaban a la comunidad. En un nivel inferior se encontraban las diversas dependencias de servicios y almacenaje como la cocina, la almazara, la bodega y una nevera situada en el claustro. Una puerta daba acceso a las huertas del convento.

Al este estaba la zona de Recepción con una escalera noble que se abre a través de un arco de medio punto. En los pisos superiores estaban los dormitorios para los frailes menores y los estudiantes. En el ala sur, la única que se ha conservado con la techumbre, se encuentra presidida por la puerta principal del Convento y por la puerta de la Iglesia. Situados en el piso inferior estaban el escritorio y la biblioteca y las celdas de los monjes de mayor rango en los pisos superiores.

Vista de la parte trasera donde se aprecian los contrafuertes
La Iglesia, situada en el ala oeste, es de grandes proporciones con el fin de recibir a los fieles de Gotor en la celebración de la misa. Asistimos a un cambio de estilo al barroco. Es la zona del convento que mayor decoración presenta. Tiene una única nave con capillas entre los contrafuertes y comunicadas entre sí mediante arcos de medio punto. La nave se cubrió con bóveda de lunetos y el crucero acogió una cúpula sobre pechinas con profusa decoración a base de yeserías barroco-mudéjares. La cabecera es recta y bajo ella se encuentra la cripta, presenta a los pies del templo un cono elevado y una torre cuadrangular. A ambos lados de la nave se conservan dos púlpitos con restos de pintura mural.

En la parte trasera del Covento se encuentra un jardín dedicado a las cuatro culturas.

Jardín de las Cuatro Culturas

miércoles, 22 de julio de 2015

El Anfiteatro Flavio de Pozzuoli. Nápoles. Italia

Anfiteatro Flavio de Pozzuoli
El Anfiteatro Flavio de Pozzuoli (Puteoli romana) nos recuerda al mundialmente famoso Coliseo de Roma ya que comparten los mismos arquitectos y los mismos materiales utilizados en su construcción. Llamado Anfiteatro e Flavio, fue construido a finales del siglo I, en tiempos del emperador Vespasiano, de la familia de los Flavios.

Localización del Anfiteatro
La simplicidad y la funcionalidad de su estructura, combinada con elementos decorativos y objetos expuestos, bien conservados gracias a la lluvia de cenizas de las erupciones volcánicas, dan testimonio de la capacidad de organización y habilidad en la toma de escenas sensacionales dan muestra una viva creatividad e imaginación para su época.

Por su número de habitantes por su gran importancia comercial, Puteoli era, la única ciudad de la Italia Antigua, exceptuando a Roma, en tener dos anfiteatros.

El Anfiteatro de Augusta Menor

Antes de la construcción del gran Anfiteatro Flavio Puteoli tenía un anfiteatro de menores proporciones que se quedó anticuado ante el gran desarrollo que experimentaron  los ludi gladiatori a mediados del primer siglo del Imperio. Suetonio dijo referente al ludi de Puteoli que, en uno de los espectáculos, la multitud era tanta y el espacio tan reducido que hasta un senador romano sufrió graves lesiones. Augusto se propuso arreglar esto mediante el establecimiento de reglamentos y normas para la admisión y asignación de asientos para el público.

Los ejes de la elipse de este anfiteatro serían de 130 x 95 m. y los detalles de su construcción  son bastante oscuros aunque se sabe que fue construido al modelo pompeyano sin canalización de agua subterránea lo que motivó que se estimase como inadecuado para las venationes (nombre que recibían los espectáculos que se celebraban en el circo o en el anfiteatro y en el que intervenían animales exóticos y salvajes, dentro de la celebración de los ludi romani).

Puteoli, rico y célebre por sus ludi no dudó en construir, a expensas de su tesoro, un segundo, más grande y más monumental anfiteatro con espectacular construcción subterránea y  una más racional disposición de las escaleras dentro del auditorio.
 
Escaletas de acceso a las plantas superiores

El Anfiteatro Flavio

Este nuevo Anfiteatro tiene una elipse de  149 x 116 m. (72,22 x 42,33 en arena), podía albergar a unos 40.000 espectadores, siendo el tercer anfiteatro más grande tras el Coliseo de Roma y el de Capua.

Planta
Las características de su estructura muestran la habilidad que poseían los romanos en la construcción de edificios. Fue diseñado con 16 entradas para garantizar una accesibilidad cómoda y eficiente. Los espectadores tenían tres plantas para ver el espectáculo, las dos primeras directamente conectadas a las entradas, la tercera se alcanzada por los distintos grupos de escaleras construidas a los lados de la estructura. Las comunicaciones entre las distintas secciones también estaba garantizada, así como la de las rampas de los pasillos interiores. La tercera planta se culminaba con una fila de columnas de mármol decoradas que rodeaban todo el anfiteatro. Esculturas y ricas decoraciones estaban presentes en otros puntos del anfiteatro. Era grande la actividad que tuvieron que aguantar, no sólo las cuatro entradas principales sino también las entradas menores, ya que tan grandioso edificio era muestra del orgullo de la ciudad que ostentaba el título de colonia Flavia.

Exteriores del Anfiteatro
La arena se dividió en cuatro zonas, todas conectados y comunicadas entre sí. Muy bien conservado, fue posible estudiar el funcionamiento del complejo sistema de elevación de las jaulas con las fieras. Ninguno de los anfiteatros de la antigüedad ha conservado tan bien el dispositivo de la arena, como el anfiteatro puteolano que proporcionó un claro conocimiento del complicado mecanismo para el movimiento de las fieras y prepararlas para el combate.

Vista de la arena y trampillas laterales por donde salían las fieras
Una de sus principales características es la grandeza de la gigantesca construcción subterránea junto a la  perfecta conservación de las paredes de cortina de mampostería, las bóvedas, el juego de sombras y de luces creadas por los pozos que abren el piso de la arena.

Escaleras interiores
Dos rampas empinadas en el extremo del eje mayor, superando una diferencia de altitud de 6,70 m, llevan desde el piso del vestíbulo a la entrada de la planta de las mazmorras. Fueron estas las entradas a través de las cuales, en los días antes del espectáculo, tenían que mover las jaulas de las ferias, transportar las máquinas y todos los materiales necesarios para los juegos. En estos pasos (grandes aberturas en el suelo) se colocaban unos grandes tablones de roble que facilitaban desde abajo el acceso a la arena.

El terraplén de acceso que durante el período Borbónico había estado funcionando poco más de la mitad de los pasillos y celdas, se llevó a cabo en 1946-47 y en él se fueron depositando columnas, capiteles y diversos materiales arquitectónicos desde las primeras excavaciones y que pertenecen a la decoración externa y la Logia superior de la Cavea.

La abertura central vista desde el interior y rampa de acceso  lateral donde se acumulan
los restos encontrados durante las excavaciones
Además de estos dos pasos principales, hay dos pasos adicionales en los extremos del eje menor y cuatro pares de escaleras que conducen desde el pasillo al podio, descienden por un estrecho corredor a una hilera de celdas en la parte superior y luego al piso de los calabozos.

Corte tranversal y planta subterránea donde se ven los tres pasillos
La planta del anfiteatro está formada por tres pasillos: dos rectos, a lo largo del eje mayor y menor, que forman las arterias principales de la construcción subterránea; y un tercero en  curva, que sigue la línea de la elipse por debajo de la pared del podio de la arena. Entre uno y otro pasillo, el espacio resultante fue dividido en muchos compartimientos conectados entre sí y simétricamente opuestos. En el eje mayor se realizó una abertura 43 metros en el centro de la arena que se tapaba en el momento del espectáculo y que se reabría sólo para subir al centro de la arena lo necesario para el desarrollo del mismo.

Sala elíptica bajo la arena donde se aprecian las celdas
laterales y los apoyos donde se apoyaba el suelo de madera
El salón elíptico situado por debajo de la arena, estaba dispuesto en dos pisos por debajo del podio de la cavea, con cuarenta las celdas en la planta baja (diez para cada uno de los cuatro sectores), y dos encima a las que se accedía por un estrecho pasillo de servicio, de apenas un metro de ancho, que rodeaba todo la pared del salón elíptico. También recorría todo el perímetro un piso de madera donde se aprecian los puntos donde se apoyaba. Por último, unas celdas junto a las escotillas que accedían a la arena estaban destinadas a contener las jaulas especiales de las fieras destinadas a los espectáculos y que accedían a la arena por las escotillas mediante un sistema de ruedas de poleas con contrapesos que alzaban la pared de la jaula y las fieras accedían a la arena a través de unas rampas de madera al final de las cuales se encontraba una trampilla que se abría mediante un dispositivo de palancas.

Vista de los pasillos laterales subterráneos
En la  arena del anfiteatro se escenificaban todo tipo de representaciones pudiendo reproducirse desde un paisaje de un oasis del desierto repleto de palmeras hasta la representación de las famosas batallas navales (naumaquias) llenando de agua el recinto destinado al espectáculo mediante un sofisticado sistema que traía el agua desde el acueducto que se encontraba situado a la izquierda de la entrada principal.

San Genaro en el Anfiteatro de Pozzuoli en el 305.



Según cuenta la tradición, durante la persecución de Diocleciano los siete mártires cristianos: el obispo Genaro (Patrono de Nápoles), los diáconos Sosio, Próculo (Patrono de Pozzuoli) y Festo; el lector Desiderio y los cristianos Eutiquio y Acucio fueron arrojados a un horno encendido del que salieron ilesos, a continuación fueron llevados a la arena del anfiteatro  de Puteoli y condenados a ser devorados por las fieras pero San Genaro las bendijo y éstas se arrodillaron frente a los mártires sin causarles ningún daño. Finalmente el gobernador de Campania ordenó que fueran decapitados junto a la Solfatara (cráter volcánico situado en las proximidades de la ciudad que los romanos creían que era la entrada a los infiernos), a causa del contratiempo que impidió a las autoridades llegar al anfiteatro para presenciar el espectáculo convenido.

martes, 21 de julio de 2015

Proclama del general Cabrera al ejército carlista de Aragón, en Cantavieja, el 24 de noviembre de 1835

Ramón Cabrera Griñó
Entre los años 1.833 y 1.840, durante la Primera Guerra Carlista, el general Ramón Cabrera Griñó convirtió la localidad de Cantavieja, en el Maestrazgo turolense, en su residencia y Cuartel General de las fuerzas carlistas en Aragón.

Aquí se editó  y publicó el Boletín del Ejército Real de los Reinos unidos de Aragón, Valencia y Murcia, hasta el 15 de Julio de 1837, llamado popularmente como el “Boletín de Cantavieja” que daba cuenta de la actividad militar en el Estado Carlista. Al general Cabrera, por sus hazañas y hechos militares y  por su carisma le pusieron el apelativo de “Tigre del Maestrazgo”.

Cantavieja quedará ya por siempre unido al de aquellos carlistas montaraces y románticos, que hicieron de una humilde villa bajoaragonesa su capital espiritual y el baluarte sagrado de sus ensueños de resistencia y reconquista (1).
El 11 de noviembre de 1835, don Carlos nombra a Cabrera Comandante General del Bajo Aragón, dotando a sus fuerzas de una organización militar de la que hasta entonces carecían y convirtiendolos en un verdadero ejército fiel a la causa carlista.

Cabrera en Cantavieja al frente del Ejército carlista de Aragón

PROCLAMA DEL GENERAL CABRERA AL EJÉRCITO CARLISTA DE ARAGÓN, DESDE EL CUARTEL GENERAL DE CANTAVIEJA, EL 24 DE NOVIEMBRE DE 1835:

“Voluntarios: ¡Viva el Rey!Al encargarme del mando de las fuerzas existentes en este reino, suelo privilegiado de decisión y lealtad, con que la munificencia del Rey nuestro señor se ha dignado honrarme, no puedo menos de dirigiros mi voz y manifestaros los sentimientos que me animan en favor de la justa, santa y legítima causa que con tanta gloria como admiración defendemos.Testigo desde el primer día de vuestras proezas y sufrimientos, no me considero digno de ponerme a vuestro frente; pero, sumiso a las órdenes de nuestro amado soberano, os prometo el sacrificio de mi reposo y existencia, y os probaré, con la ayuda de Dios, que deseo corresponder a la augusta confianza que me dispensa el mejor de los monarcas. Grande es, sin duda, la empresa que me propongo, y ciertamente desconfiaría de su buen éxito si no contase con vuestro valor, vuestros sacrificios y decisión, con la espontánea cooperación del país y con la justicia de la causa.No lo dudéis, valientes e invencibles voluntarios: vuestras armas serán el azote de los que cobardemente cebaron las suyas en inocentes sacerdotes, pacíficos paisanos, débiles mujeres y carlistas indefensos.Voluntarios: unión, valor, subordinación y confianza en vuestros jefes; amor y protección al país que nos sostiene y contempla. Con estas bases conseguiremos el aprecio de nuestros conciudadanos y vengaremos el ultraje hecho a nuestra  santa religión y veneradas leyes, colocando en el trono de sus mayores a nuestro idolatrado y legítimo Monarca.Voluntarios: sea nuestro lema: Viva la Religión! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Patria!"


(1) Cita de la Web El Maestrazgo Carlista