Guarda del Reino |
La Guarda del Reino era el organismo dependiente de los
diputados aragoneses cuya misión esencial consistía en preservar la paz y el
orden público. El incremento de la delincuencia, robos, homicidios y de todo
tipo de delitos observado a mediados del siglo XVI movió a las autoridades a
crear este cuerpo de vigilancia. Fundado en 1568, será a partir de 1572 cuando
alcance su conformación definitiva.
El excesivo costo de su mantenimiento y la incapacidad para
hacer frente a todos los objetivos inicialmente propuestos llevaron a los
diputados a limitar su acción, reducida en esencia a mantener expeditas las más
importantes rutas comerciales del reino. Atención especial merecieron los
caminos que conducían a Francia por Canfranc y al Principado de Cataluña por
los Monegros. La vigilancia se ejercía de manera más intensa en aquellos
lugares que ofrecían mayor peligro. Los miembros de la Guarda, formada por
infantes y jinetes, residían en presidios, teniendo en teoría limitados sus contactos
con la población civil. Desde los presidios, las distintas escuadras se
encargaban de reconocer los espacios adjudicados. En la ruta entre Zaragoza y
Canfranc se establecieron dos guarniciones, correspondientes a los presidios de
Jaca y Zuera; dos más ocupaban los de Bujaraloz y Fraga, en el trayecto real
entre Zaragoza y Lérida: También se localizaron guarniciones en Tamarite de
Litera y la sierra del Presn, entre Naval y Monzón; en el Serrablo y en la
sierra de Guara, entre Sabiñánigo y Nueno. También fue importante el itinerario
que, partiendo de Zaragoza, atravesaba la sierra de Alcubierre y, por Sariñena,
se encaminaba a Barbastro y Monzón. Además, hubo lugares con guarniciones
eventuales como los de Candasnos y Peñalba, Peralta de Alfocea, Ontiñena, San
Esteban de Litera; y, con carácter excepcional, los de Ariza y Calatayud.
En 1572 la Diputación del Reino organizaba una operación
militar contra aquellas zonas de Aragón más castigadas por el bandolerismo.
Para ello los diputados contaron con la colaboración de los municipios, muy
primordialmente con el de aquéllos más afectados por el mismo, solicitándoles
gente de calidad en el uso de las armas y advirtiéndoles que debían de
encontrarse dispuestos, si la situación lo requería.
El contingente quedó estructurado en 60 jinetes,
distribuidos en tres escuadras a razón de 20 hombres cada una, y 200
arcabuceros en unidades de 25 infantes a cargo de un cabo de escuadra cada una.
Como jefe efectivo del conjunto de la tropa, los diputados nombraron al capitán
Marco Lop.
Fueros de Aragón de las Cortes de Tarazona de 1592 |
Se completaba el «pequeño ejército» con un trompeta, un
herrero y un intendente, todos ellos ocupando una plaza de a caballo; un
acemilero, encargado de transportar la munición; un aposentador, encargado de
alojar a la tropa en las localidades; un notario con su correspondiente
secretario, y el pagador de la gente, a quien competía realizar la «muestra» y
la entrega del salario a los soldados. Cualquier otro tipo de compañía,
frecuente en el acompañamiento de la gente de guerra, quedaba al arbitrio del
diputado que marchara con la tropa y, en su caso, del gobernador.
Los soldados voluntarios acudirían pertrechados, percibiendo
el sueldo de la Diputación una vez que pasaran a formar parte del contingente.
El salario, a percibir por los integrantes del contingente se elevaba a 1.790
libras mensuales, distribuidas de la siguiente manera: El capitán, 50 libras
jaquesas al mes; 40 jinetes a razón de 15 libras cada uno, 600 libras al mes;
20 jinetes, incluidos el herrero y el trompeta, a 10 libras jaquesas, 200 al
mes; 8 cabos de escuadra a 7 libras jaquesas, 56 al mes; 200 infantes a 4
libras jaquesas cada uno, 800 libras al mes; el pagador de la tropa 15 libras
jaquesas al mes; el intendente 5; un acemilero 24; el notario 24 y un portero a
20 libras al mes. Terminada la campaña del verano de 1572, la Guarda volvió a
las actividades cotidianas a ella encomendadas, adquiriendo desde entonces una
estructura más definitiva.
La tropa tuvo en ocasiones graves faltas de disciplina:
connivencias con bandoleros, conflictos con la población civil, progresivo
abandono de sus cometidos, etc.; sin embargo, el mayor defecto residía en el
absentismo. Era muy frecuente que oficiales y soldados estuvieran
beneficiándose de una plaza en una de las guarniciones y residieran en la
capital del reino, ejerciendo otra profesión. Ello movió a los diputados a
arbitrar unas normas disciplinarias mucho más rígidas, a fin de lograr una
mayor eficacia en las acciones de la Guardia.
Además de la vigilancia de los caminos, la Guarda del Reino
tenía encomendadas en ocasiones misiones de carácter especial: acompañar al
gobernador de Aragón en las salidas que éste hacía por el reino en persecución
de bandas de delincuentes; proporcionar escolta al monarca o a personajes
importantes a su paso por territorio aragonés; proteger el tránsito de las
remesas de moneda enviadas a Cataluña, etc. A pesar de los problemas de
indisciplina, en líneas generales la Guarda del Reino permitió con su actuación
que los intercambios comerciales, amenazados por el incremento de la
delincuencia, pudieran continuar realizándose.
Durante el verano del año 1587 la Corte nombró a Alonso
Celdrán como ayudante del anciano Juan de Gurrea, gobernador del Reino,
importante paso en el giro que la Corona estaba dando en Aragón en su lucha
contra la delincuencia y en persecución del más famoso de los bandidos
aragoneses, Lupercio Latrás.
En busca del bandolero aragonés Lupercio Latrás |
Sólo algunos meses más tarde la Diputación del Reino, como
ya hiciera el año 1572, decidía levantar un cuerpo militar, para evitar los insultos, muertes, robos,
fuerzas y daños que cada día se cometen por gentes estrangeras y naturales de
mala vida que por él andan en cuadrillas y desmandados, por lo que en la
primavera del año 1588 pedía licencia al monarca.
El nuevo contingente, gobernado por Juan de Lanuza el Viejo,
Justicia de Aragón, se componía de 120 jinetes distribuidos en cuatro
escuadras, a razón de 30 hombres cada una, con su respectivo capitán, y 1.000
infantes, en otras cuatro unidades, de 250 hombres cada una gobernadas por sus
respectivos capitanes, a quienes se les había asignado como zona de
reclutamiento de la gente de guerra: las Cinco villas, Daroca y su Comunidad,
Calatayud y sus aldeas, así como las comarcas de Tarazona y Borja,
respectivamente. Además, cada una de estas unidades incluía un sargento y diez
cabos, también elegidos por sus capitanes, quienes dispondrían de 15
mosqueteros en calidad de guardia personal permanente. Para todos los conceptos
tocantes al mantenimiento de la tropa, los diputados habían previsto un
montante total de 10.000 libras jaquesas.
A partir de las Cortes de 1592, celebradas en Tarazona, la
Guarda del Reino, que continuaría siendo sufragada por los diputados, pasó a depender
directamente del monarca, a través del su representante en el reino, quien se
encargaría de nombrar las personas que debían formar parte del organismo. En
1598 contaba con cincuenta infantes y treinta jinetes.
En el siglo XVII, aunque en teoría la misión de la Guarda no
sufrió modificación alguna, el sentido del cargo decayó. Sus integrantes, más
que ejercer una función, lo eran en pago de servicios prestados a la monarquía.
Según las referencias, iban armados de pistola en el arzón y carabina, con una
lanza en la mano de punta guarnecida de hierro, bajo la cual ondeaba una
banderola de tafetán azul y anaranjado.
-
Enciclopedia Aragonesa.
-
Martínez Ruiz, E. (2008). Los
Soldados del Rey. Madrid. Editorial Actas.
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Salas Auséns, J. A. (1989). “Bandolerismo
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Solano Camón, E. (1981). “La Guarda del Reino: Datos para su estudio”. Revista Estudios, 85
- Solano Camón, E. (2005). “Milicia, fueros y acción del poder real sobre
Aragón entre 1562 y 1642”. Revista
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