Mostrando entradas con la etiqueta Guerras. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Guerras. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de diciembre de 2022

El sargento Hurdisau. La odisea de un héroe en Cuba

Revista La Nación Militar (1899)
En la Revista «La Nación Militar» Nº 5 de 29 de enero de 1899 me encuentro con la historia del Sargento Hurdisau. Uno de tantos de nuestros soldados que sufrieron con extrema gravedad los rigores de una guerra y que aun así, a pesar de las pésimas condiciones que padecían, dieron muestras de una valentía y honor fuera de lo común. Paso a contaros la historia del sargento de Ingenieros Julio Hurdisau como la contaban las crónicas de la época.

Los últimos desastres nacionales han producido en la opinión un desaliento y un pesimismo tan exagerados, que por todas partes existe la idea de la degeneración de la raza, creyéndonos nosotros mismos incapaces para reconquistar lo perdido y colocarnos en el puesto que nos corresponde entre las naciones europeas. Precisamente esas mismas guerras de Cuba y Filipinas, que tantas desgracias nos han proporcionado, han demostrado plenamente el error de los que tal cosa suponen; el soldado español

ha probado en ellas que es ahora el que siempre fue, al que nunca le faltó el valor para arrostrar los mayores peligros y seguir adelante con las más atrevidas empresas. el que hizo alardes de heroísmo cuantas veces se le presentó ocasión para ello.


En momentos de ligero entusiasmo y con el más absoluto desconocimiento de la realidad, se ha pedido al Ejército que entable una lucha desigual, imposible; y el Ejército ha ido al sacrificio sin que se le oiga una queja, sin medios, sin elementos, casi extenuado, y en esas condiciones se ha batido como correspondía a su tradición y a su historia; quiso continuar la lucha; apenas iniciada le ordenaron lo contrario, y obedeció ciegamente. Si hubiese resultado victorioso se multiplicarían las ovaciones; por desgracia no ha sido así, pero tampoco regresa vencido y, sin embargo, se le recibe con marcada frialdad e indiferencia. Si las tropas que midieron con el enemigo sus armas no alcanzaron el triunfo, se debió a la fatalidad, a mil causas que todo el mundo conoce, pero nunca a haber omitido sacrificios, o haberles escaseado el valor. Si los resultados han sido desastrosos, medítese que el Ejército no ha sido más que la víctima.


Allá por el mes de enero de 1897, la prensa describe con notable sencillez el triste fin del poblado de Guisa (Santiago de Cuba), defendido por una pequeña guarnición de infantería y dos cañones de campaña, y que después de varios días de sitio, arrasados los fortines exteriores, inutilizada la artillería, muertos o heridos casi todos sus defensores, y faltos de municiones el resto, caía en poder de numerosas fuerzas insurrectas de Calixto García, que hacían prisioneros a los escasos soldados que quedaron con vida.

En aquel desdichado relato dedicaba unas líneas al sargento de ingenieros Julio Hurdisau, jefe de la estación heliográfica, que con un cabo y tres soldados telegrafistas no desatendió por un momento siquiera, durante el sitio, su importantísima misión, a la par que defendió la torre hasta que fue destruida por un proyectil de la artillería enemiga.


En los últimos momentos de aquella heroica jornada, cuando el enemigo se acercaba al destacamento, cuya defensa se hacía ya imposible, el valiente sargento, herido de un casco de granada, y falto de fuerzas para mover la palanca del manipulador, pero sobrado de corazón, transmitía a la estación de Bayamo, el siguiente despacho:


Enemigo sigue bombardeando esta torre. -Transmito noticia desde el foso. - Dos piezas hacen fuego contra esta torre. – Dentro del pueblo tiran otras cuatro piezas. - Estoy herido de granada. - El cabo grave. - No puedo más. HURDISAU. -


Calixto García Íñiguez
La elocuencia del telegrama anterior hace inútil y excede a cuantos aplausos pudieran tributársele. Esas líneas en las cuales el moribundo sargento, se despedía de sus compañeros, a los que seguramente no soñaría ver más, llevan envuelta una idea de abnegación y cumplimiento del deber que jamás se podrá superar. El sargento Hurdisau cumplió el solemne juramento prestado ante la bandera, de defenderla hasta perder la última gota de su sangre. El Cuerpo de Ingenieros y el Ejército entero, deben enorgullecerse de contar en sus filas al héroe Hurdisau cuyo honroso proceder es digno de gloria imperecedera y debe servir de estímulo y ejemplo. El infante que defiende el puesto confiado hasta perder su vida, el artillero que permanece al lado de sus piezas, mientras puede servirlas, o el jinete que se lanza veloz a la carga contra el enemigo, aun seguro de encontrar en su carrera muerte cierta, son por igual admirables; tan héroe es el uno como el otro, pero todos al morir mueren matando, y esto ... aunque no debiera serlo, siempre es un consuelo; más el que despreciando el fuego, y viendo que se acerca el momento de su muerte, cumple mientras le queda una gota de sangre esa sagrada, pero deslucida misión, es más admirable todavía, revela un corazón más entero, realiza a mi entender un hecho más heroico, si caben grados en el heroísmo; llega a lo sublime ...


La noticia del sitio de Guisa se supo por el heliógrafo en Bayamo con algunos días de anticipación a la entrada de los insurrectos en el pueblo; pero las dificultades de la marcha y el pésimo estado del camino impidieron a la columna de socorro llegar a tiempo para auxiliar al pequeño destacamento, y sólo encontraron en el poblado las huellas del salvajismo y de la barbarie que por donde pasaban los insurrectos iban quedando.


Nada volvió a saberse de los prisioneros de Guisa, de cuya suerte nadie se ha preocupado (por creer segura su muerte), hasta que terminada la guerra con los Estados Unidos, han sido entregados varios de ellos, entre los cuales se cuenta Hurdisau, a las autoridades españolas de Holguín, desde cuya plaza fueron enviados a la Habana.

La presencia de Hurdisau en su antiguo batallón, donde ya había sido dado de baja, produjo general sorpresa, y el olvidado sargento, después de ocho meses de insufrible cautiverio, se encuentra entre sus compañeros.

Entrega de prisioneros al finalizar la guerra


Dificultades administrativas y económicas que no son de extrañar, dada la situación anómala de Cuba en estos meses anteriores a la entrega de la isla, han impedido que Hurdisau pueda cobrar sus haberes, alcances y demás cantidades que hubieran podido corresponderle durante los meses que permaneció en poder de los mambises, hallándose actualmente enfermo de cuerpo y alma, sin recursos y aun sin ropas en un hospital de la Habana, ansiando llegue el momento de regresar a la patria, que con tanto valor defendió, y abrazar sus padres y compañeros, entre los cuales encontrará, seguramente, la tranquilidad y cuidado de que se halla tan necesitado.


Dados los sentimientos de justicia en que siempre se ha inspirado el Excmo. Sr. Ministro de la Guerra, tenemos la seguridad de que no quedará sin el premio merecido la heroica conducta y méritos del sargento Hurdisau, acreedor a la admiración y respeto de cuantos se tengan por buenos españoles y al agradecimiento eterno de su patria.

domingo, 11 de diciembre de 2022

CAMPAÑAS DE NAPOLEÓN BONAPARTE. ITALIA

Campaña de Marengo (14 de junio de 1800)

Antecedentes

Napoleón como Primer Cónsul
Antoine-Jean Gros (1802)
A su regreso de Egipto, Napoleón Bonaparte fue proclamado primer cónsul de la República, en diciembre de 1799, y rechazada la paz que ofreció a Inglaterra y Austria, tuvo que hacer frente a la coalición que formaron estas dos naciones en su contra.

Un ejército de cien mil hombres, a las órdenes de Morcau, cubría la Alsacia y Suiza, y otro de treinta y cinco mil, mandados por Massena, formaba una extensa línea curva y cóncava en Italia, en el que las tropas de la derecha y centro, entre los Apeninos y el golfo de Génova, hasta Tenda, se mantenía a la defensiva, y las de la izquierda, que no eran más de cinco mil hombres, guardaban los Alpes. Los ejércitos franceses tenían enfrente a otros dos austríacos.

Por otro lado Melas, mandaba el ejército austríaco de Italia compuesto por unos cien mil hombres. Había dejado veinticinco mil hombres en Lombardía y con el resto se había dirigido a los Apeninos a para hacer frente a Massena, a principios de abril.

Los austríacos fueron los que rompieron por el centro la línea enemiga, avanzando por Montennotte y por el camino de Savona, arrojaron a la mitad de la izquierda, mandada por Suchet, a las orillas del Var y a la mitad de la derecha hacia Génova y sitiando la ciudad mediante un cuerpo de tropas austríacas llegadas de Gavi. Así estaba la guerra en Italia cuando intervino en ella Napoleón Bonaparte.

Había dos teatros de guerra: la Alemania del sur y la Italia del Norte, separados por los Alpes. En ambos los franceses tenían que operar por líneas internas apoyando una de sus alas en la cordillera y alejar de ésta a las dos austríacas para efectuar sobre ellas maniobras envolventes con el fin de que se separasen lo máximo posible y cortar sus comunicaciones con Viena.

Michael Von Melas
Napoleón confió a Morceau la dirección de la campaña en Alemania y se encargó él de la de Italia enfrentándose a Melas. Su propósito era concentrar a retaguardia del austríaco dos divisiones destacadas del ejército de Morceau que descendiendo del monte San Gotardo se colocarían a retaguardia de la línea del Tessino,  guardada por diez mil austríacos; otra que salvaría los Alpes por el monte Simplón y el ejército de reserva que desde el lago Ginebra atravesaría el gran San Bernardo para bajar al valle del Doria Baltea, mientras que cuatro mil hombres salvarían el pequeño San Bernardo y que junto con el ala izquierda del del ejército de Massena pasaría a ser la derecha del de Napoleón que avanzaría hacia Turín para desorientar al enemigo.

A Melas le sorprendió tan audaz concentración de fuerzas en Italia, teniendo en cuenta que el paso de los Alpes se consideraba insuperable para un ejército.

Prolegómenos

Napoleón cruzando los Alpes
Jacques-Louis David (1801)
Del 17 al 25 de mayo, el ejército de reserva, con Napoleón a su frente, pasó el gran San Bernardo, se apoderó de Aosta, arrolló a un destacamento austríaco por el camino y se vio frenado por la tenaz resistencia del fuerte de Bard que dominaba el sendero por el marchaban los franceses. No fue posible rendirlo por asalto, así que por la noche cubriendo de estiércol el camino y forrando de paja la ruedas pasó la artillería sin que los defensores del fuerte lo advirtieran; la infantería y la caballería siguió adelante dando un difícil rodeo. Continuó todo el ejército a Ivrea y desde allí la vanguardia avanzó sobre Turín hasta Chivaso para cubrir la marcha de aquél a cruzar el Tessino de donde se registraron los austríacos que lo guardaban, replegándose a Mincio. El ejército francés, reunido ya, entró en Milán el 2 de junio, excepto la vanguardia que por Casale se apoderó de Pavía.

Cuando Melas tuvo noticias de la entrada de ese ejército en Italia, creyó que las tropas que habían avanzado hasta Suze era la vanguardia y los que habían atravesado el San Bernardo un cuerpo de diversión, y acudió a loa Apeninos a cubrir Turín. Al verse con el enemigo a su retaguardia, interceptando sus comunicaciones y separándolas de su base de operaciones, se dirigió a Alejandría dispuesto a dar una batalla para salir de la situación en la que se encontraba. Había llamado a las tropas que bloqueaban Génova y a las que había seguido a Suchet. Éste las acometió en cuanto Melas se retiró de los Apeninos y solamente unos cinco mil hombres llegaron a Alejandría. Las tropas que habían conquistado Génova a los franceses se incorporaron a Melas por el camino de Tortona.

Batalla de Marengo. Louis François Lejeune (1801)

Batalla de Marengo
(14 de junio de 1800)

Situación inicial

Napoleón había destacado una parte considerable de sus fuerzas para ocupar ciudades importantes de Lombardía y vigilar la línea del Mincio; así que al enfrentarse a los austríacos, su ejército debilitado por la gran cantidad de destacamentos era muy inferior en número, no llegada a los treinta mil hombres, mientras que los austríacos eran unos cincuenta mil.

Creyendo que el enemigo trataba de retirarse hacia Génova, Napoleón cometió el error de destacar, antes de la batalla una división, al mando de Desaix, hacia Novi para interceptar la retirada austríaca y acercarse a las tropas de Suchet, que debían ir hacia Alejandría por el camino de Acqui.

Cuando supo que no era cierta la retirada del enemigo, avanzó hacia Marengo con su ejército por el camino de Tortona a Alejandría y se encontraron con los austríacos que habían cruzado el río Bórmida por el puente de Alejandría. Éstos dirigieron su esfuerzo contra la derecha francesa, con ánimo de romper la línea en Marengo y envolverla por Castell-Ceriolo. La derecha austríaca, que había iniciado el combate, la sostenía con la vanguardia francesa que, al desplegar el ejército de Napoleón, constituyó el ala izquierda.


Desarrollo de la Batalla

Rebasada y envuelta la derecha del ejército francés, tuvo que dar frente a Castell-Ceriolo, Napoleón envió a prolongar una división de la que una brigada se apoderó de dicho punto y sostuvo la acometida de las fuerzas austríacas. Por otro lado, la izquierda empezó a retirarse por el camino de Tortona hasta San Giuliano, y el resto del ejército inició también el movimiento de retirada.

Los austríacos dieron por suya la victoria y su vanguardia, en columna de marcha, avanzó hacia San Giuliano, pero en ese momento la división del general Desaix llegó al campo de batalla para restablecer el combate. Desaix desplegó sus tropas, parte en columna y parte en línea, perpendicularmente al camino, colocando en segunda línea a su caballería.

A la derecha, enfilando el camino, situó una batería de dieciocho cañones que hizo fuego sobre las tropas austríacas. Al abrigo de la división, Desaix constituyó en tercera línea la izquierda francesa, y a la derecha del camino, en línea oblicua, reforzó a las tropas que se habían batido entra Marengo y Castell-Ceriolo.

El general Desaix cayó muerto en el primer encuentro con la columna austríaca, pero ya las tropas francesas se había repuesto gracias al refuerzo. La artillería, en combinación con la caballería, decidió el triunfo en favor de los franceses; ametralló a la columna austríaca y la caballería cargó por el flanco derecho. Tres mil granaderos austriacos fueron hechos prisioneros y fue muerto el general que los mandaba. La retaguardia austríaca cubrió la retirada del ejército de Melas que se replegó tras el Bórmida.

Después de la batalla, la incorporación de Suchet a Napoleón hizo imposible el mantenimiento del ejército vencido en el teatro de la guerra con lo que Melas se vio obligado a firmar una convención por la que se obligaba a cruzar a la orilla izquierda del Mincio y abandonar todas las plazas que ocupaba en la orilla de este río.


Consideraciones militares

Louis Charles Antoine
Desaix de Vevgoux
Esta campaña es digna de estudio por muchos conceptos. Desde el principio se puso de manifiesto el genio militar de Napoleón y puede considerarse como como modelo entre las acertadas concepciones estratégicas. Sin embargo, el propósito de Napoleón de alcanzar un gran éxito estratégico, le puso delante un terrible fracaso táctico considerando que de los setenta mil hombres que tenía en Italia solo llevó a Marengo  poco menos de treinta mil, hay que convenir que la victoria fue hasta cierto punto inmerecida ya que se debió a la casualidad de la oportuna llegada de Desaix y a la no menos fortuita e inexplicable falta de acometividad de los austríacos al emprender la persecución de las columnas de armas, separadas, como si se tratase de un cambio de guarnición en tiempo de paz.

Fin de la guerra

No fue en Italia donde consiguió la victoria definitiva, sino en Alemania donde el general Morceau, con la victoria de Hohenlinden, a finales de 1800, conquistó la paz al despejar el camino de Viena, que quedó abierto a los franceses, por lo que el emperador solicitó la paz que se firmó en Luneville en febrero de 1801.

Por la Paz de Luneville se estipuló el restablecimiento de la República Cisalpina; y por la Paz de Amiens, Inglaterra, incapaz de vencer a Napoleón, se vio obligada a firmarla el 25 de marzo de 1802, por la que devolvía a Francia y a sus aliados las colonias que les había tomado con la excepción de la Isla de Ceilán, en Asia, y de la colonia española de Trinidad.

Al día siguiente de la firma de la Paz de Amiens Napoleón Bonaparte se hizo otorgar, por plebiscito, Cónsul vitalicio.

viernes, 2 de diciembre de 2022

LA TOMA DE ROSAS. 5 de diciembre de 1808

Gouvion Saint-Cyr

Invadida la Península por el Napoleón en noviembre de 1808, de los ocho Cuerpos de Ejército que formó con tal objeto, fue destinado el 7º a entrar por Cataluña y reforzar las tropas que allí había, libertando a Barcelona del estrecho bloqueo que la tenían puesto las fuerzas españolas.

Mandaba este Cuerpo el veterano general Gouvion Saint-Cyr, y lo formaban tres Divisiones a las órdenes de los Generales Pino, Souham y Chabot que, desde luego, marcharon sobre Figueras donde se les unió la del conde de Reille, encerrada en el castillo de San Fernando, con lo cual reunieron 24000 infantes, 2000 jinetes y 40 piezas de artillería.

Era un obstáculo para su marcha a Barcelona la plaza de Rosas, pues no disponiendo los franceses del mar que se hallaba dominado por las fuerzas navales de Inglaterra y España, no convenía dejar a retaguardia este puerto, por el cual podían desembarcar tropas que cortaran sus comunicaciones con Francia o, por lo menos, sirviera de centro de abastecimiento a las fuerzas españolas que por allí operaban, y que ponían en grave aprieto a Figueras y Gerona. Saint-Cyr decidió tomar dicha plaza, y se encaminó a ella con las Divisiones de Pino y Reille; la de Souham se colocó en la línea del Fluviá para observar el camino de Gerona, donde se hallaba la División de vanguardia de D. Mariano Álvarez de Castro, y la de Chabot cubrió las comunicaciones con Francia. El 7 de noviembre se presentó Saint-Cyr ante Rosas con 13604 infantes (17 batallones, 1328 jinetes (10 escuadrones encuadrados en cinco brigadas y dos divisiones), 458 artilleros (6 compañías a pie y a caballo) y 214 zapadores (2 compañías francesas y 1 italiana).

Arsenal del Castillo de
 San Fernando en Figueras

La plaza de Rosas se hallaba muy mal de fortificaciones, desmanteladas desde la campaña del Rosellón, en 1795, reduciéndose a la ciudadela construida en 1543, una trinchera que contorneaba la población, a partir de esta fortaleza, y un fuerte pequeño llamado La Trinidad. La ciudadela contaba con una guarnición de 3000 hombres de los Regimientos de Borbón, Ultonia, suizos de Wimpffen y somatenes, siendo su defensa encomendada al coronel de infantería don Pedro O'Daly, con el capitán don Carlos Espinosa como jefe de artillería y el coronel don Manuel Lemaur como jefe de ingenieros. La guarnición del fuerte de La Trinidad la componían 80 soldados españoles y 25 marineros británicos, todos ellos al mando del teniente coronel Fitz-Gerald. Reforzaba la guarnición una escuadra fuerza naval británico al mando del comodoro West, formada por dos navíos de 74 cañones, una fragata, tres grandes corbetas y dos o tres bombarderos, que estaba fondeada en el puerto.

Ciudadela de Rosas

Sabedores de la aproximación del enemigo, se procedió con gran actividad a reparar las brechas y averías de las fortificaciones, consiguiéndose, a fuerza de grandes trabajos, arreglar lo más preciso, y montar en batería unas 58 piezas de todos los calibres. Por el mar ayudaban algunos buques ingleses y españoles.

Presentados, como hemos dicho, los franceses el 7 de noviembre, se limitaron a bloquear la plaza los ocho primeros días, esperando que cesaran las lluvias torrenciales que caían; sosteniéndose varios tiroteos con la guarnición y somatenes del país que desde fuera hostilizaban a los franceses, consiguiendo los mandados por el capitán don Narciso Coderch sorprender en el pueblo de Llauza y capturar dos compañías italianas de cuatro que allí había destacadas; sin que pudieran salvarlos tres Batallones que acudieron en su auxilio, por lo cual Saint-Cyr prendió 180  campesinos, y los envió prisioneros a Francia.

Mariano Álvarez de Castro
El día 15, el general Reille dio un asalto al fuerte de Trinidad, pero fue rechazado con grandes bajas por los 200 hombres que lo guarnecían, y cesadas las aguas se empezó a montar una batería de brecha en la falda de Puig-Vom, se empezó el ramal de trinchera el 19, contra los frentes de los baluartes de San Jorge y San Felipe, trabajos dirigidos por el general de ingenieros Sauson que había mandado los hechos contra esta plaza en 1794.

Las salidas de las tropas de la guarnición desbarataban los trabajos, y hubo que emprender otra paralela a su izquierda, que tampoco daba resultado, suspendiéndose los trabajos para que Reille saliera a detener al invicto Álvarez de Castro que acudía con tropas a auxiliar a la plaza, y consiguiól hacerle retroceder a Gerona; el 24 se emprendieron otros trabajos contra el frente de los baluartes de San Antonio y Santa María, volado en 1794 y cerrado por una simple barricada de barriles llenos de tierra. Para esto había que apoderarse de la población, y el 26 lo hicieron los italianos atacando por la noche, no pudiendo resistir los 500 hombres que la defendían, que quedaron muertos y prisioneros, excepto 50 que pudieron refugiarse en la Ciudadela. El 27 intentaron reconquistar la población los españoles sin poderlo conseguir por ser el enemigo superior en número.

La toma de Rosas. Grabado

Este incidente era gravísimo, pues aislada la ciudadela del mar, no era ya posible retirar a la escuadra, heridos y enfermos, ni recibir auxilios, por lo cual su rendición era cosa de poco tiempo, dado ese estado y el estar dominado el pueblo por el francés.  El 2 de diciembre se hizo una salida afortunada, saliendo una columna por la parte del campo, rodeando las trincheras para caer sobre las baterías francesas por retaguardia ínterin que otra columna atacaba de frente, haciéndolo con tal fortuna que sorprendieron a los italianos que las guarnecían, poniéndolos en fuga, destruyendo material, piezas y trabajos, pero sin poder conseguir que el resto desocupara la población, por lo cual hubo que retirarse de nuevo a la Ciudadela. El 4 empezaron a bombardearlas 25 piezas de grueso calibre, y abierta brecha, sin víveres ni abrigo, a prueba de bomba, con más de 600 heridos y enfermos en su reducido recinto, y por tierra sus endebles muros, no hubo más remedio que rendirse, quedando prisioneros unos 2000 hombres sanos que desfilaron con todos los honores de guerra el día 6.
Thomas Cochrane

El fuerte de la Trinidad, mandado por don Lorenzo Fitz­Gerald, capitán del Ultonia, y reforzado por 80 marineros ingleses a las órdenes del luego famoso Almirante chileno Thomas Cochrane, rechazó un segundo ataque en la noche del 30 de noviembre, y al ver rendirse a la Ciudadela lo desocuparon, embarcándose en los buques ingleses, volando antes el repuesto de pólvora.

Así cayó Rosas después de veintiocho días de asedio, con murallas derruidas, y sin que la escuadra inglesa hiciera gran cosa por ayudarles, perdiendo más de 1000 muertos y heridos, pero causando al francés pérdidas más superiores.

 

Bibliografía:

·         Espí R., “Rosas”. 1908. La Ilustración Militar nº 95 Año IV.

·         Historia Militar de España. Cuarto sitio de Rosas (27 de noviembre - 6 de diciembre de 1808). (http://www.altorres.synology.me/guerras/1808_independencia/batallas/1808_12_06_rosas.htm)

domingo, 18 de septiembre de 2011

La Guerra de los Seis días Árabe-Israelí


Tras la crisis de Suez de 1956,  los cascos azules de la ONU separaron a las tropas egipcias e israelíes en un marco de paz muy inestable. Mientras las dos superpotencias consolidaron sus posiciones en el Oriente Próximo.
El 18 de mayo de 1967, Nasser pidió al entonces secretario general de la ONU, U Thant, la retirada de las fuerzas de la ONU estacionados en territorio egipcio. En un ambiente de creciente tensión, Egipto recibió el apoyo soviético y de los demás países árabes, mientras que Estados Unidos apoyó firmemente a Israel.
Israel acabó con la tensión lanzando un ataque por sorpresa el 5 de junio de 1967 en la llamada Operación Foco. La guerra fue un paseo militar para el ejército hebreo. El Sinaí egipcio, la franja de Gaza, Cisjordania, la ciudad vieja de Jerusalén y los Altos del Golán sirios cayeron en solo seis días en manos de Israel. El territorio ocupado por el estado hebreo pasó de poco más de 20.000 kilómetros cuadrados a 102.400. Pese a las protestas de la ONU y el desacuerdo de las grandes potencias, el Parlamento israelí acordó el 23 de junio la anexión de la parte árabe de Jerusalén.
Las reacciones a la derrota árabe no se hicieron esperar, en la Conferencia de Jefes de Estado Árabes celebrada el 28 de agosto en Jartún (Sudán) se constituyó el "Frente del Rechazo". Los participantes se comprometieron a no reconocer y a no negociar ni concluir la paz con Israel. Mientras la OLP comenzaba a tratar de obtener su propia autonomía, dirigiendo la batalla contra el ocupante israelí.
Las Naciones Unidas adoptaron el 22 de noviembre de 1967 la resolución 242 en la que se estipula que Israel debe de retirarse de los territorios ocupados, según la versión francesa del texto, y de ciertos territorios ocupados, según la inglesa, y se afirma el derecho de cada nación en la región de vivir “en paz en el interior de fronteras seguras”.
La gran victoria de Israel en 1967 inicia el elemento esencial del problema palestino hasta nuestros días: la situación de los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y la parte árabe de Jerusalén.