La expresión de ¡Viva la Pepa!, tiene su origen en la primera
Constitución española, la promulgada el día de San José, 19 de marzo de 1812.
Cuando Fernando VII la abolió, el pueblo, que no podía gritar: ¡Viva la
Constitución!, disfrazó este grito con el de ¡Viva la Pepa!
De este modo tan benevolente se
refiere Samuel Gili Gaya en el Diccionario
General Ilustrado de la Lengua Española, a la expresión con la que los
españoles se refirieron a la Constitución de Cádiz de 1812, la primera
de las constituciones españolas. Es probable que refiriéndose a ella como la Pepa se recordara sarcásticamente que
la Constitución era la alternativa de gobierno al monarca del momento, José I,
el vilipendiado Pepe Botella.
Sin embargo, esta Constitución, con cuyo nombre el pueblo español
despreciaba al rey galo, era un texto afrancesado que recogía sobre el papel lo
mejor del ideario revolucionario francés: la soberanía popular y la división de
poderes. Gestada merced al tesón de intelectuales y funcionarios liberales, se
proponía derrotar las estructuras del Antiguo Régimen para dar paso a un Estado
liberal, en el que la soberanía residiera en la nación y no en el rey,
limitando el poder del Estado frente a los derechos de los ciudadanos.
La vuelta de Fernando VII desde su exilio francés, truncaría las
esperanzas de los españoles al derogar la Constitución para restaurar el poder
absoluto. A partir de ese momento, el texto constitucional se convirtió en el
caballo de batalla de la España decimonónica, cuajada de enfrentamientos entre
los liberales, partidarios de la modernización total de España, y los
realistas, aglutinados en torno al monarca y partidarios del Antiguo Régimen.
El triunfo del pronunciamiento de Riego en 1820 forzó a Fernando VII a
jurar nuevamente la Constitución de Cádiz, abriendo un periodo liberal —el
Trienio Liberal— que concluyó en 1823 cuando la intervención extranjera de los
Cien Mil Hijos de San Luis que, unida a los realistas del interior, nuevamente
restauraron el absolutismo.
Con la de 1812 se inauguró una cadena de textos constitucionales que
culminaría con el de 1978, quedando ‘la
Pepa’ convertida en un símbolo para la democracia española, en un mito de
la España contemporánea, que llegó a traspasar fronteras. Traducida a numerosos
idiomas desde el mismo momento de su promulgación, el texto de Cádiz fue objeto
de estudio y atención en numerosos países europeos, unas veces para admirar lo
avanzado de su articulado y otras para rechazar lo por excesivo.
Foto: Constitución
de las Cortes de Cádiz de Salvador Viniegra, Museo Histórico Municipal de Cádiz.
Fuente: Revista Memoria, Historia de cerca nº XLIII.
Fuente: Revista Memoria, Historia de cerca nº XLIII.
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