El origen del mito de El Dorado,
el más famoso de cuantos estimularon la conquista del continente americano,
tiene su origen cuando hacia el, 1534, un indio colombiano reveló a los
conquistadores españoles una de las ceremonias rituales del cacique Guatavita,
que despertaría la codicia de los soldados y los aventureros. La ceremonia
transcurría así:
Cubierto su cuerpo desnudo con
polvos de oro que se adherían a su piel mediante tintura de trementina, el
cacique, a los ojos de su pueblo, se embarcaba en la laguna de Guatavita; al
llegar a puntoen que se cruzaban dos puertas tendidas perpendicularmente de
orilla a orilla, se bañaba y arrojaba al agua, en honor a su dios, piezas de
oro y esmeraldas. Lo mismo realizaban sus súbditos.
Basada en un hecho cierto, según
han revelado los estudios sobre las costumbres de los chibchas, la leyenda se
extendió por el norte de América Meridional, descendió posteriormente al Perú,
y años más tarde llegó la Río de la Plata, donde asimiló elementos fabulosos
que la desvirtuaron totalmente.
El mito terminó perdiendo su
relación con el cacique dorado y se llamó El Dorado a las regiones auríferas y
diamantíferas de los distintos puntos de América, imaginarios pero a los que se
creía llenos de riquezas incalculables.
En busca de El Dorado salieron muchas
expediciones. En 1538, en el plazo de una semana, se juntaron, en las desoladas
zonas de Guatavía, tres expediciones dirigidas por Belalcázar, Federmann y Jiménez
de Quesada, procedentes del Perú, Venezuela y Santa Marta, respectivamente.
Si Walter Raleigh sobresale entre
los extranjeros a quienes deslumbró la célebre leyenda, y que llegaron a
América en pos de una quimera que tuvo en Europa fervorosos seguidores y propagandistas.
Foto: Superpuesto
al lago Guatavita, un grabado de la época retrata el ritual del hombre dorado.
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