El caso del Delfín, Luis Carlos de Borbón, hijo
de Luis XVI y María Antonieta, los guillotinados reyes de Francia durante la
Revolución Francesa, es curioso de conocer ya que la creencia popular defiende
que el Delfín no murió en prisión, como se hizo saber, sino que fue sustituido
por otro muchacho y que consiguió escapar de sus carceleros.
Posteriormente, tras la restauración de los
Borbones en el trono de Francia, aparecieron muchos que decían ser el
desaparecido Delfín. De todos los impostores el más famoso fue Carlos Guillermo
Naundorff que fue quién defendió con mayor ímpetu su reclamación, aunque nunca
fue aceptado como tal, un caso que podríamos asemejar al de la princesa
Anastasia Romanov y Anna
Anderson.
La leyenda es la siguiente:
En 1792 fue encarcelado con sus padres, en
la prisión del Temple en París. Tenía
9 años. A la muerte de sus progenitores, en 1793, fue reconocido como rey de Francia
por los monárquicos con el nombre de Luis XVII, pero mantenido en prisión por
los revolucionarios. Tras pasar
más de un año en prisión donde estuvo al cuidado de un zapatero llamado Antoine
Simon que según las fuentes de la época trataba bastante mal al pequeño
infante. Las terribles condiciones que tuvo que soportar comenzaron a hacer
mella en su salud y así el 10 de Agosto de 1795 se anunció su muerte en
prisión. Las pruebas datan la fecha de su muerte el 8 de junio de 1795 cuando contaba con 10 años de
edad. A partir de este momento los rumores de su sustitución y huída fueron de
gran calado en el pueblo francés.
Cinco personas que vieron el cadáver afirmaron
que se trataba del Delfín, sin embargo, ninguna de ellas había visto jamás al príncipe
en vida. Durante el funeral, muchos se extrañaron que se utilizara un ataúd
demasiado grande para un niño. Después fueron surgiendo distintos indicios que
hicieron firme la sospecha de una posible sustitución del Delfín.
Se dice que el matrimonio que tenía a su cargo la
custodia del Delfín renunció a su misión el 19 de enero de 1794, cuando el niño
contaba 9 años y daba muestras de una salud y constitución excelentes. Siete
meses después, el general Paul
François Jean Nicolas, vizconde de Barras, encargado de la prisión, fue a visitar al Delfín y se encontró con un
adolescente de aspecto enfermizo.
Este cambio repentino en la salud del prisionero
seria explicado después de 20 años por la mujer que lo tuvo a su cuidado. Ésta manifestó
en un hospital a las religiosas que la atendían que ella y su marido
introdujeron secretamente en la cárcel a otro muchacho y se llevaron al Delfín
el día en que renunciaron a su trabajo. Nada más reveló a las monjas, aparte de
exclamar: “¡Mi pequeño príncipe no ha
muerto”!
Los acontecimientos que ocurrieron a continuación
de la visita del general Barras al Delfín dieron rienda suelta a los rumores
sobre su sustitución. Un carcelero, dijo al general que el muchacho era un
impostor. Éste organizó inmediatamente la búsqueda del Delfín por todo el país.
Mientras tanto, otros funcionarios del gobierno visitaron la prisión. Según uno
de ellos, el muchacho era sordomudo; otro lo describió como la criatura más
digna de compasión que jamás se haya visto. Un destacado banquero denunció como
falso el certificado de defunción del Delfín y menos de un año después, él y
toda su familia fue asesinada. Barras informó del caso a sus colegas del
gobierno y anunció que toda la familia del banquero había perecido: “excepto el niño que ustedes saben”.
Esta manifestación del vizconde de Barras hacía
ver que su búsqueda había tenido éxito la búsqueda y que los ministros sabían
que el Delfín se hallaba en casa del banquero.
Ahora el problema era determinar quien era
verdaderamente el muchacho que murió en la prisión del Temple. Al exhumar su
cadáver en 1846, dos médicos declararon que contaba de 15 a 16 años, en lugar
de 10. En 1894 se examinaron de nuevo los restos. Una vez más se llegó a la
conclusión de que los huesos pertenecían a un muchacho de edad comprendida
entre los 16 y 18 años. Cualquiera que fuese la verdad del asunto, el muchacho
del ataúd no podía ser el Delfín.
Después de la caída de Napoleón en 1815, quedó restaurada
la monarquía de los Borbones y aparecieron numerosos delfines. Veintisiete
hombres pretendieron el título: es decir, todos ellos aspiraban al trono y evidentemente,
eran farsantes. Pero, en 1836 surge en escena Carlos Guillermo Naundorff, con
firmes pruebas en apoyo de su demanda de ser el heredero francés desaparecido.
Naundorf fue reconocido por la antigua niñera del
Delfín y por el ex ministro de Justicia de Luis XVI. La hermana del Delfín,
María Teresa, rehusó verlo, aunque se la habló de su parecido extraordinario
con los miembros de la familia real. Sus partidarios interpretaron la negativa de la hermana del
Delfín como una confirmación de su derecho. Se sabía que María Teresa apoyaba a
su tío Carlos —Luis XVIII— como rey legitimo.
La historia de Naundorff concuerda con la opinión
generalizada de que el matrimonio de carceleros sacó secretamente de la prisión
al Delfín para ponerlo a salvo. Se afirmaba, en cambio, que Barras lo había
trasladado a otro lugar de la prisión y que en su puesto había colocado a un
segundo muchacho. Luego, al morir este, el Delfín fue sacado ocultamente del
país y llevado primeramente a Italia y después a Prusia, donde tomó el nombre
de Naundorff.
Para presentar su demanda, Naundorff recurrió a
los tribunales civiles; pero fue detenido y expulsado de Francia. Se refugió en
los Países Bajos, donde las autoridades lo trataron con cierta
consideración. También intentó fundar una iglesia cismática, sin éxito. Murió
en Delft en 1845, y su certificado de defunción fue extendido a nombre de Luis
Carlos de Borbón, de 60 años, hijo de Luis XVI y María Antonieta. Sus hijos
adoptaron legalmente el apellido Borbón, que aún mantienen sus descendientes e
insisten en sus derechos ante los tribunales franceses. También cabe otra
posibilidad, la de que Luis Carlos hubiese vivido como un hombre vulgar, sin
ser reconocido y sin haber querido revelar su identidad.
Esta es la leyenda que rodea a la figura de Luis
XVII de Francia, conocido como “el Delfín desaparecido”.
Lo cierto es que la investigación
llevada a cabo por el belga Jean-Jacques Cassiman y el alemán Bernard Brinkmann
desvelaron las dudas que existían sobre el final de Luis XVII. El
resultado es tajante, las pruebas de ADN confirman que el pequeño de 10 años
que el 8 de junio de 1795 murió de tuberculosis en la prisión parisina del
Temple era, efectivamente, el Delfín, Luis Carlos de Francia, —Luis XVII—, el
hijo de los guillotinados Luis XVI y María Antonieta. Uno de los mayores
misterios de la Revolución Francesa quedaba desvelado al tiempo que desmonta
las aspiraciones a un hipotético trono de Francia de quienes se decían
sucesores del Delfín. Actualmente, Luis Alfonso de Borbón, sobrino del Rey de
España, en cuanto jefe de la Casa de Borbón de Francia, y Enrique de Orleans,
descendiente de Luis Felipe de Orleans, el último rey de los franceses, son ya
prácticamente los únicos que pueden soñar con ceñirse la corona francesa, lo
que resulta prácticamente imposible ya que, después de más de 130 años, la
República está totalmente asentada e identificada con un pueblo que se siente
orgulloso de ella.
Existe
otra historia sobre este personaje y es la de su corazón conservado en una
urna, pero esa la contaré en otra ocasión.
Foto: Retrato
en busto de Luis XVII por Alexandre Kucharski, siglo XVIII © RMN / Gérard Blot.
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