lunes, 30 de julio de 2012

La higiene a finales de la Edad Media


Una de las cosas que más nos llama la atención de finales de la Edad Media, siglos XV y XVI, era la falta de higiene y aseo personal, os pongo algunas curiosidades respecto a este asunto que son verdaderamente llamativas:
En el palacio de Versalles, el más importante de Francia, vemos que no tiene baños. Además no existían cepillos de dientes, perfumes, desodorantes y mucho menos papel higiénico. Las heces y orinas humanas eran tiradas por la ventana del palacio.
Los abanicos no se usaban por el calor, sino por el mal olor que exhalaba el cuerpo de las personas por debajo de los vestidos. Por eso, las ropas eran hechas pesadas a propósito para contener los olores de las partes íntimas que no se lavaban casi nunca.
Tampoco la gente se bañaba por la falta de agua corriente y de calor en las habitaciones. Los baños eran tomados en una bañera enorme llena de agua caliente. El padre de la familia era el primero en tomarlo, luego los otros hombres de la casa por orden de edad, y después las mujeres, también en orden de edad. Al final los niños, y los bebés los últimos. Cuando se llegaba a ellos, se podía perder un bebé dentro del agua de lo sucia que estaba.
En la Edad Media la mayoría de las bodas se celebraba al comienzo del verano. La razón era sencilla: el primer baño del año era tomado en mayo, entonces en junio el olor de las personas aun era tolerable. Asimismo, como algunos olores ya empezaban a ser molestos, las novias llevaban ramos de flores al lado de su cuerpo en los carruajes para disfrazar el mal olor.  Así nació la tradición del “ramo de novia”.
En el Palacio de Versalles en la actualidad nos maravillamos con sus jardines, enormes y hermosos, pero en aquella época eran más usados como retretes que admirados, ya que no había baños, y en las fiestas promovidas por la realeza, que reunían a gran cantidad de personas, era el lugar donde hacían sus necesidades.
Los más ricos tenían platos de estaño. Ciertos alimentos oxidaban el material, que unido a la falta de higiene, era muy frecuente que mucha gente muriese envenenada. Los tomates, que son ácidos, provocaban este efecto y fueron considerados tóxicos durante mucho tiempo. Con los vasos ocurría lo mismo donde, al contacto con whisky o cerveza hacia que la gente entrara en un estado narcoléptico producido tanto por la bebida como por el estaño. Cuando se encontraba alguno en ese estado se pensaba que estaba muerto y se preparaba el entierro. El cuerpo se colocaba sobre la mesa de la cocina durante algunos días y allí se dejaba  mientras los miembros de la familia comían y bebían esperando que volviese en sí.  Este fue el origen del “velatorio” que hoy se hace junto al cadáver.
Los lugares para enterrar a los muertos eran pequeños y no había siempre suficiente sitio para todos. Los ataúdes eran abiertos y retirados los huesos para meter otro cadáver. Los huesos eran retirados a un osario. A veces al abrir los ataúdes, se percibía que el enterrado había arañado la tierra, había sido enterrado vivo. En esta época surgió la idea de agarrar a la muñeca del difunto un hilo, pasarlo por un agujero del ataúd y atarlo a una campanilla sobre la tierra. Si el individuo estaba vivo, sólo tenía que tirar del hilo y así sonaría la campanilla y podía ser desenterrado, ya que por las dudas de si había fallecido de verdad, una persona se quedaba al lado del ataúd durante unos días. De aquí surge la expresión “salvado por la campana”.

Fotos: Los ropajes en la corte, jardines de Versalles,  y entierro a finales de la Edad Media.

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