miércoles, 12 de abril de 2017

Un caso de Regulares

Regulares ocupando una posición
Hoy voy a contar un caso que contaba el capitán Juan Valdés Martel cuando estaba destinado en como 2º Teniente en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Larache nº 4, al mando de la 3ª Sección de la 1ª Compañía del primer Tabor, durante las clases de preparación que recibían los nuevos oficiales recién llegados a Marruecos, antes de incorporarse a los distintos cuerpos de destino, a modo de enseñanza práctica a tener presente.

En mayo de 1916 todas las columnas de operaciones del territorio de Larache se encontraban en Regaia con objeto de realizar una acción combinada con las fuerzas de Ceuta y Tetuán sobre las Kabilas de Wad-Ras y Anyera en apoyo a la labor político-guerrera del Raisuni, que por aquel entonces era aliado nuestro, para unir al territorio.

El teniente Valdés tenía en su sección a dos indígenas de la Kabila de  Beni‑Mestara, de la zona montañesa bajo control francés, una de las más indómitas de Marruecos, que se había unido a las tropas españolas unos días de su partida a Regaia. Estos indígenas eran fuertes, serios y obedientes, tenían unos 25 años y planta de buenos soldados.
Cabileños

El teniente recelaba de ellos, conociendo su procedencia y su carencia de toda garantía personal y económica, suponía que su alistamiento se debía a la intención de desertar con el armamento. Los nombró camilleros de la sección y ordenó a sus hombres que los vigilasen constantemente, supervisando el mismo la vigilancia sobre ellos.

Participa su compañía en la operación del Azib del Hach el‑Arbi, sobre Wad‑Ras y la de Sidi Talha sobre Anyera. En Sidi Talha murieron un cabo y seis soldados de la compañía que salieron a hacer la descubierta de la avanzadilla El Borch, guarnecida por la 1ª sección. Durante toda la operación los susodichos cabileños no dieron ningún motivo de sospecha. Al tener bajas en la unidad, ambos dejaron de ser camilleros para coger un fisil y se incrementó la vigilancia sobre ellos.

El 29 de junio los regulares de Larache tomaban el Zoco del Tzein de Melusa, mientras las fuerzas de Ceuta ocupaban el Biutz y  la compañía del teniente Valdés quedó en aquella posición de guarnición. Al día siguiente se dispuso que una avanzadilla de la sección de Valdés ocupara una altura que dominaba la zona y la guarneciera con un sargento y veinte hombres. Para el cometido eligió a los veinte soldados más bravos y aguerridos, ya que tras los sucesos de Sidi Talha en la sufrieron bajas sin hacer ninguna al enemigo, la moral estaba un poco decaía, y con ellos era consciente de que tales acontecimientos no les habrían dejado ningún tipo de huella.
Regulares de avanzadilla

El teniente con los otros 18 hombres, entre los que se encontraban los dos Beni‑Mestara, salió a realizar la descubierta dejando en el recinto al sargento con el resto de hombres. Ahora es cuando viene el caso:

“La avanzadilla, por la disposición topográfica de su emplazamiento, había de mantener durante el día tres centinelas en el exterior, los cuales, por tratarse de lugar tan avanzado y próximo al enemigo, eran dobles y Valdés dio la orden de que aquellos dos individuos no formaran nunca un puesto ellos solos.
Al quinto día y cuando faltaba poco para anochecer y por consiguiente para retirar el servicio exterior, se encontraba el teniente dando unos anticipos de su dinero particular a los soldados libres de servicio porque llevaban varios días sin cobrar la «muña», ya que no había llegado de Larache el dinero de la compañía, cuando las voces del cabo de guardia le hicieron salir rápidamente al exterior. Os podéis imaginar lo que había ocurrido. El cabo, por un olvido, había puesto juntos de centinela a los dos cabileños, en contra de la orden del teniente Valdés, y éstos se habían escapado.
Salió Valdés con varios hombres a buscarlos, dispuesto a cazarlos a tiros si lograba darles alcance. Fue inútil, como buenos montañeses y con los minutos de ventaja que les llevaban, en aquel terreno quebrado y cubierto de bosque, fueron más que suficientes para que escaparan. Como era de noche y tenía que mantener el puesto en la línea avanzada, tuvo regresar a  él y dar parte a  de la deserción a sus superiores.”

Cabileños en la defensa de una posición avanzada
La lección que les quería dar a los nuevos oficiales es que a pesar del cariño o aprecio que les había cogido a los cabileños, que habían sufrido peligros y penurias a su lado, toda precaución sobre el indígena de tierras lejanas y guerreras que no ofrece garantías materiales, es poca. A pesar de las precauciones que había tomado, sufrió el fracaso de la deserción por culpa de una clase descuidada en sus cometidos. La enseñanza es que las clases tienen que ser buenas y hay que exigirles mucho sin lo cual, por grande que sea el celo que pongamos de nuestro lado, siempre estaremos vendidos.


Y como moraleja final: “El oficial no puede hacer, en ocasiones, de sargento y de cabo, pero si que tiene que conseguir que sus sargentos y cabos sean excelentes”.
Regulares de Larache nº 4

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