Regulares ocupando una posición |
Hoy
voy a contar un caso que contaba el capitán Juan Valdés Martel cuando estaba
destinado en como 2º Teniente en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de
Larache nº 4, al mando de la 3ª Sección de la 1ª Compañía del primer Tabor,
durante las clases de preparación que recibían los nuevos oficiales recién
llegados a Marruecos, antes de incorporarse a los distintos cuerpos de destino,
a modo de enseñanza práctica a tener presente.
En
mayo de 1916 todas las columnas de operaciones del territorio de Larache se
encontraban en Regaia con objeto de realizar una acción combinada con las
fuerzas de Ceuta y Tetuán sobre las Kabilas de Wad-Ras y Anyera en apoyo a la
labor político-guerrera del Raisuni, que por aquel entonces era aliado nuestro,
para unir al territorio.
El
teniente Valdés tenía en su sección a dos indígenas de la Kabila de Beni‑Mestara, de la zona montañesa bajo
control francés, una de las más indómitas de Marruecos, que se había unido a
las tropas españolas unos días de su partida a Regaia. Estos indígenas eran
fuertes, serios y obedientes, tenían unos 25 años y planta de buenos soldados.
Cabileños |
El
teniente recelaba de ellos, conociendo su procedencia y su carencia de toda
garantía personal y económica, suponía que su alistamiento se debía a la
intención de desertar con el armamento. Los nombró camilleros de la sección y
ordenó a sus hombres que los vigilasen constantemente, supervisando el mismo la
vigilancia sobre ellos.
Participa
su compañía en la operación del Azib del Hach el‑Arbi, sobre Wad‑Ras y la de
Sidi Talha sobre Anyera. En Sidi Talha murieron un cabo y seis soldados de la
compañía que salieron a hacer la descubierta de la avanzadilla El Borch,
guarnecida por la 1ª sección. Durante toda la operación los susodichos
cabileños no dieron ningún motivo de sospecha. Al tener bajas en la unidad,
ambos dejaron de ser camilleros para coger un fisil y se incrementó la
vigilancia sobre ellos.
El
29 de junio los regulares de Larache tomaban el Zoco del Tzein de Melusa,
mientras las fuerzas de Ceuta ocupaban el Biutz y la compañía del teniente Valdés quedó en
aquella posición de guarnición. Al día siguiente se dispuso que una avanzadilla
de la sección de Valdés ocupara una altura que dominaba la zona y la
guarneciera con un sargento y veinte hombres. Para el cometido eligió a los
veinte soldados más bravos y aguerridos, ya que tras los sucesos de Sidi Talha
en la sufrieron bajas sin hacer ninguna al enemigo, la moral estaba un poco
decaía, y con ellos era consciente de que tales acontecimientos no les habrían
dejado ningún tipo de huella.
Regulares de avanzadilla |
El
teniente con los otros 18 hombres, entre los que se encontraban los dos Beni‑Mestara,
salió a realizar la descubierta dejando en el recinto al sargento con el resto
de hombres. Ahora es cuando viene el caso:
“La
avanzadilla, por la disposición topográfica de su emplazamiento, había de
mantener durante el día tres centinelas en el exterior, los cuales, por
tratarse de lugar tan avanzado y próximo al enemigo, eran dobles y Valdés dio
la orden de que aquellos dos individuos no formaran nunca un puesto ellos
solos.
Al
quinto día y cuando faltaba poco para anochecer y por consiguiente para retirar
el servicio exterior, se encontraba el teniente dando unos anticipos de su
dinero particular a los soldados libres de servicio porque llevaban varios días
sin cobrar la «muña», ya que no había llegado de Larache el dinero de la
compañía, cuando las voces del cabo de guardia le hicieron salir rápidamente al
exterior. Os podéis imaginar lo que había ocurrido. El cabo, por un olvido,
había puesto juntos de centinela a los dos cabileños, en contra de la orden del
teniente Valdés, y éstos se habían escapado.
Salió
Valdés con varios hombres a buscarlos, dispuesto a cazarlos a tiros si lograba
darles alcance. Fue inútil, como buenos montañeses y con los minutos de ventaja
que les llevaban, en aquel terreno quebrado y cubierto de bosque, fueron más
que suficientes para que escaparan. Como era de noche y tenía que mantener el puesto
en la línea avanzada, tuvo regresar a él
y dar parte a de la deserción a sus
superiores.”
Cabileños en la defensa de una posición avanzada |
La
lección que les quería dar a los nuevos oficiales es que a pesar del cariño o
aprecio que les había cogido a los cabileños, que habían sufrido peligros y
penurias a su lado, toda precaución sobre el indígena de tierras lejanas y
guerreras que no ofrece garantías materiales, es poca. A pesar de las
precauciones que había tomado, sufrió el fracaso de la deserción por culpa de
una clase descuidada en sus cometidos. La enseñanza es que las clases tienen
que ser buenas y hay que exigirles mucho sin lo cual, por grande que sea el
celo que pongamos de nuestro lado, siempre estaremos vendidos.
Y
como moraleja final: “El oficial no puede hacer, en ocasiones, de sargento y de
cabo, pero si que tiene que conseguir que sus sargentos y cabos sean
excelentes”.
Regulares de Larache nº 4 |
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