Huidos a Egipto mientras la derrota
de Actium todavía se estaba fraguando, Marco Antonio y Cleopatra aún intentaron
resistir. Sabían que Octavio prepararía una campaña contra ellos en muy poco
tiempo y se dispusieron a pelear. Finalmente, las tropas romanas desembarcaron
en las tierras del Nilo en el verano del año 30 a.C., mandadas en persona por
Octavio y enfrentándose inmediatamente a las tropas rebeldes que no se habían
rendido todavía, al frente de las cuales estaba el propio Antonio.
A partir de aquí, los testimonios
de las fuentes son tremendamente confusos y en la mayor parte de los casos
mezclan detalles literarios, legendarios, escabrosos al fin y al cabo, con
posibles referencias históricas. Cuentan que las legiones rebeldes se rindieron
rápidamente al comprobar que no vencerían a las tropas regulares romanas y que
Marco Antonio se dio muerte lanzándose sobre su propia espada al conocer la
falsa noticia de que su esposa se había suicidado. Poco tiempo después, sería
Cleopatra la que se quitaría la vida, tras tener noticia del hecho anterior y
previendo que Octavio querría llevarla a Roma como prisionera de guerra para ser
juzgada y ejecutada allí.
La literatura de la época, y de
todas las posteriores, se ha encargado de ensalzar el orgullo y la pasión de
esta reina que, incapaz de soportar la separación de su amado Marco Antonio y
la ignominia de verse dominada y encadenada por sus conquistadores, se habría
suicidado al ser mordida por una serpiente áspid que había hecho introducir en
su lecho. No es posible saber hasta qué punto estos hechos fueron ciertos,
aunque se duda de su veracidad porque los mismos cronistas recuerdan que jamás
se encontró el cuerpo de la reina, y de hecho tampoco el de su marido.
Foto: "La muerte de Cleopatra’ de Jean
André Rixens, 1874
Fuente: Revista
Memoria, Historia de cerca nº XIX
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