lunes, 10 de septiembre de 2012

Marco Antonio y Cleopatra, la muerte de los amantes


Huidos a Egipto mientras la derrota de Actium todavía se estaba fraguando, Marco Antonio y Cleopatra aún intentaron resistir. Sabían que Octavio prepararía una campaña contra ellos en muy poco tiempo y se dispusieron a pelear. Finalmente, las tropas romanas desembarcaron en las tierras del Nilo en el verano del año 30 a.C., mandadas en persona por Octavio y enfrentándose inmediatamente a las tropas rebeldes que no se habían rendido todavía, al frente de las cuales estaba el propio Antonio.
A partir de aquí, los testimonios de las fuentes son tremendamente confusos y en la mayor parte de los casos mezclan detalles literarios, legendarios, escabrosos al fin y al cabo, con posibles referencias históricas. Cuentan que las legiones rebeldes se rindieron rápidamente al comprobar que no vencerían a las tropas regulares romanas y que Marco Antonio se dio muerte lanzándose sobre su propia espada al conocer la falsa noticia de que su esposa se había suicidado. Poco tiempo después, sería Cleopatra la que se quitaría la vida, tras tener noticia del hecho anterior y previendo que Octavio querría llevarla a Roma como prisionera de guerra para ser juzgada y ejecutada allí.
La literatura de la época, y de todas las posteriores, se ha encargado de ensalzar el orgullo y la pasión de esta reina que, incapaz de soportar la separación de su amado Marco Antonio y la ignominia de verse dominada y encadenada por sus conquistadores, se habría suicidado al ser mordida por una serpiente áspid que había hecho introducir en su lecho. No es posible saber hasta qué punto estos hechos fueron ciertos, aunque se duda de su veracidad porque los mismos cronistas recuerdan que jamás se encontró el cuerpo de la reina, y de hecho tampoco el de su marido.

Foto: "La muerte de Cleopatra’ de Jean André Rixens, 1874
Fuente: Revista Memoria, Historia de cerca nº XIX

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