sábado, 21 de mayo de 2011

Curiosidades médicas en la Historia

Un ciudadano canadiense conocido solo como George fue, probablemente, la primera persona en practicarse a sí mismo una lobotomía, operación que consiste en cortar ciertas fibras del lóbulo frontal de cerebro. Deprimido por padecer una manía obsesiva que le hacía comprobar continuamente si las cosas estaban en su sitio, las ventanas cerradas y su cartera en el bolsillo, decidió suicidarse disparándose un tiro en la boca. La bala no le mató, pero penetró en el lóbulo frontal izquierdo de su cerebro. Cuando se recuperó de la herida, estaba en posesión de todas sus facultades, y curado de su obsesión.

Antes del descubrimiento de la anestesia en 1842, los médicos intentaban narcotizar por diversos medios a los pacientes que debían operar. Semiafixiarlos, emborracharlos, congelar la parte del cuerpo que debían intervenir, o hacerles inhalar los humos de plantas narcóticas quemadas eran los procedimientos más comunes.

Claro que, en esos mismos tiempos anteriores a la anestesia, la reputación de los cirujanos venia dada por la rapidez y destreza con que manejaban el escalpelo. En el siglo XVIII, el actor William Cheselden, del Hospital Santo Tomás de Londres, tardaba menos de un minuto en cortar, meter el dedo y extraer una piedra de la vejiga de un paciente. Más tarde, en el siglo XIX, el doctor, Robert Liston, del University College, se hizo famoso por el tiempo que tardaba en amputar una pierna: menos de 30 segundos.

En la antigua Babilonia, si un medico mataba accidentalmente a su paciente, se le condenaba a la amputación de ambas manos. Cuando el paciente era un esclavo, al galeno no le pasaba nada… pero estaba obligado a compensar al amo con un esclavo nuevo.

Además de cómo explosivo, la nitroglicerina también se utilizaba ya en el siglo XIX como un vasodilatador para curar la angina de pecho.

El cáncer también era frecuente en la prehistoria, según una investigación de los antropólogos alemanes Michael Schultz, de Gotingan, y Alfred Czarnetzki, de Tubingen. De los 80 esqueletos estudiados del cementerio prehistórico de Viesenhauser, próximo a Stuttgart, uno de cada cinco difuntos presentaban huellas de tumores malignos.

John Hunter, cirujano del rey Jorge III y uno de los mas destacados médicos de su tiempo, fue pionero en la cirugía de los trasplantes, al implantar el diente de una persona en la cresta de un gallo. Hunter murió a causa de los experimentos realizados consigo mismo.

A principios del siglo XIX, Francia importaba anualmente entre 30 y 40 millones de sanguijuelas. Estas eran utilizadas por los médicos para eliminar la sangre de las mordeduras de serpientes, y también como anticoagulante e cirugía plástica y de reimplantacion de extremidades semiamputadas. A causa de la demanda, estos chupadores de sangre llegaron a estar en verdadero peligro de extinción.

Hasta finales del siglo XIX, para saber si una persona era diabética, los médicos probaban la orina o la vertían en las proximidades de un hormiguero, con objeto de ver si el dulce atraía a los golosos insectos.

Antiguamente, para librarse de las pesadillas, se recomendaba meter tres mañanas seguidas las manos en el retrete; previamente se rociaba con aceite el sanitario.

Para curar la locura, los médicos babilonios recetaban al enfermo la hoguera o el entierro vivo, sistema que naturalmente acababa con la enfermedad de raíz.

La primera cesárea de la historia fue practicada a Elizabeth Alespachin en el año 1500 por su marido Nufer, un castrador de cerdos del poblado suizo de Turgovia.

A Virginia Argue, una californiana de 80 años, al ser operada de un supuesto tumor en el ovario derecho, se le encontró un diamante, incluso tallado. El medico supuso que pudo caer en el cuerpo de la mujer 52 años antes, cuando se le practicó una cesárea. Probablemente, se desprendió del anillo de una de las enfermeras presentes en la operación.

Durante años, la India ha sido el primer país exportador de esqueletos humanos, destinados a las aulas de medicina de diversos países europeos. El gobierno prohibió este comercio en 1987, ante los rumores de que la exportación propiciaba los asesinatos de niños, para luego vender sus cráneos. Ante la repentina escasez, el precio de los esqueletos se multiplicó en todo el mundo.

El vampirismo no es un fenómeno sobrenatural, sino una enfermedad. Así lo han diagnosticado psiquiatras sudafricanos, tras tratar diversos pacientes que tenían una necesidad imperiosa de beber sangre humana. Si no podían obtenerla, se cortaban las venas y bebían la suya propia.

En la Inglaterra del siglo XIX, las escuelas de medicina requerían tantos cadáveres para las practicas de sus estudiantes, que se organizó un verdadero mercado negro. Los avispados John Wiliam Burke y William Hare, al no poder encontrar cuerpos, los “fabricaban". Cuando fueron detenidos en 1930, se les atribuyeron entre 15 y 30 asesinatos. Fueron ahorcados junto con el doctor Knox, profesor de anatomía de la Universidad de Edimburgo, su principal cliente.

Foto: Robert Liston (1794-1847). Cirujano escocés

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