Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, encabezó la administración y la política interior durante la mayor parte del reinado de Fernando VI (1746-1759). De modestos orígenes en Alesanco (Logroño), donde había nacido de una familia de hidalgos, en 1701, era, sin embargo, un hombre capaz y seguro de sí mismo.
Se había formado en la escuela de Patiño, especializándose en la administración naval. En 1736 se vio recompensado por sus servicios en la reconquista de Orán (1732) y en la expedición a Nápoles (1733), con el título de marqués de la Ensenada. Fue promovido al cargo de secretario del almirantazgo, en 1737, desde donde comenzó a trabajar en la reconstrucción de la marina. Pero su carrera política culminó en 1743, cuando fue nombrado secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias y, además, se le concedió el título de Secretario de Estado y superintendente de ingresos, convirtiéndose en el hombre más poderoso de España.
Ensenada llevó a cabo un programa reformador cuyas prioridades fueron: la reforma administrativa y financiera, el comercio de las Indias, la construcción naval, el reforzamiento del ejército y las relaciones con Roma.
Fruto de su política fue la creación de fábricas y compañías privilegiadas de comercio, la construcción de carreteras y puertos de montaña en Castilla, y la instalación de arsenales en Cádiz, Cartagena y Ferrol, lo que, unido a la modernización de las técnicas de ingeniería naval, permitió duplicar el número de barcos de guerra en muy poco tiempo.
Suya fue también la responsabilidad de la firma del Concordato de 1753 con la Santa Sede. Ensenada preparó la negociación y dispuso la formación de un comité de investigadores con la misión de buscar en los archivos todos los documentos que abonaran el punto de vista de la Monarquía española en materia de regalías.
A imitación del Banco de Inglaterra, creo, en 1751, el Real Giro para dotar a la Hacienda de un instrumento financiero eficaz, que le hiciera menos dependiente de los asentistas privados.
En cuanto al comercio americano, intentó acabar con el espíritu de monopolio y eliminar las principales restricciones sobre el comercio colonial. Para ello dio un nuevo impulso a la utilización de los navíos de registro, con preferencia sobre el sistema de flotas.
Pero el eje de su política económica fue el intento de establecer en Castilla una contribución única, planeada según los moldes existentes en la Corona de Aragón. Tras unos ensayos generales en determinadas provincias, Ensenada ordenó la realización de un Catastro de la riqueza y población de las veintidós provincias de Castilla, con el propósito de establecer en ellas la Única Contribución, inspirada en el Catastro catalán. En el Decreto de 10 de octubre de 1749 se manifestaba que la pretensión era reducir a una sola contribución las de millones, alcabalas, cientos, servicio ordinario y sus agregados, o lo que era igual, la variedad de las Rentas Provinciales. Un nuevo decreto, la Ordenanza de Intendentes, potenciaba la figura de esta institución, extendiéndola a toda la corona de Castilla, a la vez que se le encomendaba la dirección de la política económica del Estado, muy especialmente las operaciones del Catastro.
La gran innovación del Catastro de Ensenada era que, por primera vez, se iba a realizar un control de los súbditos, incluidos los estamentos privilegiados, con el consiguiente perjuicio para este sector de la sociedad. Al propietario de la tierra se le exigía la declaración de sus parcelas y su contenido. El impuesto recaería sobre el destinatario de la renta, tuviera esta la forma que fuese: de la tierra como propietario, de alquileres de casas, de réditos de censos o de la percepción de impuestos enajenados.
La oposición nobiliaria a esta iniciativa y la retirada del poder del marqués de la Ensenada provocaron el fracaso del proyecto, que en el reinado siguiente, con Carlos III, tampoco se hizo realidad.
El Catastro de Ensenada constituye en la actualidad una de las fuentes primordiales para el estudio del reparto de la propiedad castellana en el siglo XVIII.
Aunque Ensenada concentró sus energías en la reconstrucción interior, su caída, en 1754, vino provocada por sus discrepancias con Carvajal en política exterior, en concreto, por el Tratado de Madrid, por el que se llegaba a un acuerdo con Portugal para canjear la colonia de Sacramento por los territorios del Paraguay. Ensenada, que consideraba lesivo el tratado, se las ingenió para malograrlo. La muerte de Carvajal situó la crisis en primer plano. Los enemigos de Ensenada y los ingleses se aliaron contra el primer ministro consiguiendo su destitución y su exilio a Granada.
Con la subida al trono de Carlos III, Ensenada fue rehabilitado de nuevo. Su presunta implicación en los motines de 1766 le llevó al destierro a Medina del Campo, donde falleció.
Foto: Zenón de Somodevilla, marqués de La Ensenada, el gran reformador de la Armada española. Jacopo Amigioni (1750). Museo del Prado, Madrid.
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