CATALINA
I
Retrato
de Catalina I
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La
historia de la zarina Catalina I es muy peculiar y ha dado lugar a múltiples
interpretaciones hasta el punto de que todavía hoy no hay una postura clara de
los historiadores sobre su nacionalidad y sobre su fecha de nacimiento. Lo que sí
está probado es que nació en 1684 en el seno de una familia campesina y cuyo
verdadero nombre era Marta Skavrónskaya y que su madre
murió cuando ella tan solo tenía tres años.
A
partir de aquí hasta su aparición en el palacio del zar es donde se dan varias
interpretaciones. Según la primera de ellas, el mariscal de campo ruso Boris
Sheremétov fue quien la descubrió tras conquistar la fortaleza de Marienburg en
1702 durante la guerra contra Suecia quedando fascinado por su belleza. La muchacha era sirvienta del pastor luterano
Ernest Gluck y viuda de un soldado sueco. Estuvo bajo la tutela de Sheremétov hasta que unos meses después le gustó a
Alexander Ménshikov, amigo y cortesano de Pedro I, y se la arrebató sin ningún miramiento.
En 1703 el zar Pedro I la conoció en casa de Ménshikov y desde ese momento la
convirtió en su amante.
Otra
versión establece que sus padres eran siervos fugitivos que murieron de peste y
que Marta al quedarse huérfana sirvió como criada del pastor Gluck. Cuando éste
se trasladó a Moscú como traductor del mariscal Sheremétov, Marta fue amante de
Ménshikov y finalmente del propio emperador.
Otras
versiones estiman que nació en Mariemburgo, proveniente de noble familia
apellidada Skaurouski; otras que era natural de Derpt, e hija de campesinos
oriundos de Polonia, y otras más afirman
que su padre era un gentil hombre llamado Rosen, teniente coronel al servicio
del rey de Suecia, y que su madre una esclava. Lo cierto es que, fuese cual
fuese su origen, llego a ser emperatriz de todas las Rusias.
El
mariscal de campo Boris Sheremétov
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Pedro
I se casó oficialmente con Catalina en 1712 aunque vivían juntos desde 1703 y
estaban casados oficiosamente desde 1707. Adoptó el nombre de Catalina Alekséyevna,
se convirtió a la fe cristiana ortodoxa, aprendió a leer y escribir en ruso. Tuvieron
once hijos, de los que sólo sobrevivieron Ana (1707) e Isabel (1709).
Ambos
se manifestaban un especial cariño y
casi no se separaban. Catalina atendía personalmente a Pedro en sus ataques
epilépticos. Al respecto, el conde Bassevich, ministro del zar, escribió en sus
memorias:
“El sonido de
la voz de Catalina tranquilizaba a Pedro. Ella le hacía sentarse, le ponía las
manos sobre la cabeza y comenzaba a rascarla suavemente. La acción era mágica:
a los pocos minutos el zar se dormía. Catalina permanecía sin moverse dos o
tres horas con Pedro dormido sobre su pecho. El zar se levantaba completamente
vivo y fresco”.
Una
leyenda dice que Catalina salvó la vida del zar y de todo un ejército ruso durante
la guerra contra Turquía cuando las tropas de Pedro I estaban rodeadas por casi
200000 turcos. Catalina se quitó todas las joyas y las envió al comandante jefe
de los turcos, quien aceptó el soborno y permitió a los rusos, deshonrados,
pero vivos, salir del cerco. Voltaire lo relata en su libro según el propio
Pedro I:
“Ella nos ha
prestado –dice- valioso auxilio en todos los peligros, y particularmente en la
batalla del Pruth, donde nuestro ejército estaba reducido a veintidós mil
hombres. Si el zar, en efecto, no tenía entonces más que veintidós mil
combatientes, amenazados de perecer por el hambre o por el hierro, el servicio
prestado por Catalina era tan grande como los beneficios de que su esposo la
había colmado. El diario manuscrito de Pedro el Grande dice que el mismo día
del gran combate del 20 de julio había treinta y un mil quinientos cincuenta y
cuatro hombres de infantería y seis mil
seiscientos noventa y dos de caballería, casi todos desmontados: había entonces
perdido diez y seis mil doscientos cuarenta y seis combatientes en esta
batalla.[…] Cualquiera fuese el pequeño número a que el ejército ruso se
hubiera reducido, hay que convencerse de que una resistencia tan intrépida y
tan sostenida impondría al gran visir; que se obtendría la paz en condiciones
honorables para la Puerta Otomana; que este tratado, haciendo al visir
agradable a su soberano, no sería demasiado humillante para el imperio de
Rusia. El gran mérito de Catalina consistió, al parecer, en haber visto esta
posibilidad en un momento en que los generales no parecían ver más que un
desastre inevitable.
Bassevich
destaca que:
“…el zar
quería ver a Catalina en todos lados. No había un solo desfile militar,
inauguración de un buque u otra fiesta en la que no apareciera ella. Catalina
estaba segura de tener el corazón del zar y se reía de sus frecuentes aventuras
amorosas. El zar, cuando le contaba sus aventuras, siempre decía: nadie puede
compararse contigo”.
Pedro
I coronó emperatriz a Catalina, que se convirtió así en la primera mujer en
Rusia que alcanzaba la dignidad imperial. En 1724 fue nombrada corregente.
Pero
como todo no es siempre idílico, un año antes de su muerte, Pedro I acusó a la
emperatriz de adulterio y se separó de ella. No obstante, cuando en enero de
1725 el emperador enfermó, mandó llamar a Catalina, que permaneció todos los
días al lado de su cama y el zar murió en sus brazos el 28 de enero, hacia las
cuatro de la mañana.
Retrato
del príncipe
Aleksander Danilovich Menshikov
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Al
morir el emperador sin nombrar heredero, debía ser su nieto, el príncipe Pedro,
el siguiente en la línea sucesoria al que apoyaba la nobleza enfrentada con
Pedro I. Pero los más cercanos al zar y la guardia imperial, al frente de los
cuáles estaba el príncipe Ménshikov, proclamaron a Catalina nueva emperatriz de
Rusia.
El
historiador ruso Vasili Kliuchevski escribe así sobre la emperatriz:
“Durante su
breve gobierno Catalina mimó cuidadosamente a las tropas de élite. Después de
los desfiles servía a los oficiales el vino con sus propias manos. Bajo la protección
de los militares Catalina gobernó más de dos años con mucha satisfacción y
alegría. Se ocupaba poco de los asuntos de Estado, de los que no entendía.
Llevaba una vida desordenada y, a pesar de enfermar a menudo y engordar, daba
fiestas hasta la madrugada. Uno de los embajadores europeos dijo que Catalina
dio rienda suelta a sus ministros, quienes únicamente pensaban en robar”.
Es
cierto que los asuntos de estado los puso en manos de los miembros del Consejo Supremo Privado y,
en especial, de Alexander Ménshikov verdadero gobernante de Rusia en este
periodo.
Catalina
I falleció en 1727 a la edad de 43 años y su cuerpo yace en la catedral de la
fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo. Le sucedió Pedro II, nieto de
Pedro I e hijo del desaparecido zarévich Alexis Petrovich.
Bibliografía:
Bennassar
et alli, Historia Moderna. Ed Akal, Madrid 1980.
Santos,
A. Dinastía Romanov. Google boocks.
Voltaire,
F. M. A. Historia del Imperio Ruso bajo
Pedro I el Grandre. Edición digitalizada.
Wyrubowa, A.
(1935). Esplendor y ocaso de los
Romanof. Barcelona: Juventud.
Canal
Historia. (2005). La construcción de un Imperio-Rusia.
http://es.wikipedia.org/wiki/
Catalina_I_de_Rusia
http://rusopedia.rt.com/personalidades/politicos
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