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Teniente del Real Bienert |
En el año 1913, las Cabilas insurrectas veían con honda
preocupación la política pacificadora del Alto Comisario y del Gobernador
General de Melilla. Las adhesiones de moros notables causaban más daño a sus
intereses que las bayonetas y la artillería de los españoles. Los poblados
amigos eran ahora las víctimas sobre las que descargaban su rabia los insurrectos.
Querían obligarles a dejar a sus nuevos aliados, presionándoles con terribles
ataques, matanzas e incendios de sus casas y cosechas.
Era necesario protegerles, era imprescindible llevarles una
ayuda efectiva que, librándoles de tan crueles venganzas, les diera la
seguridad de que su actitud amiga estaba sólidamente respaldada.
Una de estas acciones de ayuda tuvo lugar el 3 de octubre de
ese mismo año, había que resguardar el poblado y la comarca de Kuff de las
razias enemigas, para lo que los españoles, asesorados por sus amigos
indígenas, perfectos conocedores del terreno, han dispuesto se establezca un
blocao que sirva de protección y sea el hito con el que España deja patente su
voluntad de auxiliar a sus aliados.
El lugar elegido para situar el blocao es el alto de Mahara.
La construcción se realizará bajo constantes acosos de los rebeldes, atacando
con la rabia que les producía comprobar que España cumplía su promesa. Se realiza
un formidable despliegue para proteger las obras.
La columna se organiza bajo el mando del comandante don
Salvador Acha y reúne a una compañía del Regimiento de “Córdoba”, una sección
del Regimiento de “Borbón” y un teniente con tres áscaris y diecisiete indígenas
reclutados de la harka de Kuff.
El teniente que mandaba la unidad de indígenas es don León
del Real Bienert quien marcha con sus hombres, perfectos conocedores del
terreno, en vanguardia. Intentan subir hasta la meseta Mahara sin que el
enemigo les sorprenda ya que conocen los caminos y sendas más ocultos. No es
posible la sorpresa y el enemigo se presenta frente a frente dispuesto a
impedir a toda costa la progresión hacia el alto Mahara.
La vanguardia que del teniente del Real, es recibida con
intenso fuego, pero aun así, tiene que subir y ocupar el alto para que el resto de la fuerza pueda
establecerse en ella y, bajo su protección, iniciar las obras del blocao.
El avance no se interrumpe, el fuego enemigo se hace cada
vez más intenso pero no consigue detener la marcha del teniente León del Real quien
sabe que tiene centrada en su persona la atención de los soldados indígenas. Ha
de superarse para que su valor les sirva de estímulo. Sigue adelante. Uno de
los disparos enemigos le alcanza en una pierna. El desgarro de la herida es
enorme y la sangre fluye inmediatamente. Hay un momento de zozobra, la tropa indígena
se ha detenido.
¿Qué hará el teniente? ¡Le han herido' —se preguntan sus
hombres.
León del Real se
sobrepone al dolor que siente en la pierna y les grita:
— ¡Adelante' ¡Ya llegamos!
Los harqueños del Kuff han cambiado entre sí una mirada
expresiva, han hecho un gesto admirativo y reanudan la ascensión con más brío.
Entonces se oye una voz en retaguardia:
— ¡Teniente del Real ¡Retírese!, ¡Cúrese la herida y podrá
volver!
Es la voz del comandante que le ordena retirarse. Puede
hacerlo, pues la herida le sangra abundantemente. De nuevo su comandante le
vuelve a ordenar que se retire al puesto de socorro.
Los indígenas están otra vez atentos a la actitud de su
teniente, le miran de reojo y sin dejar de disparar están esperando la decisión
que va a tomar.
— ¡No hace falta, mi comandante —replica el teniente León
del Real. Tengo una misión que cumplir y la cumpliré. Cuando terminemos iré a
ver al médico.
Los indígenas cambian su expresión, admirados del valor de su
teniente. Entre los marroquíes, el culto al valor es un sentimiento ancestral
que engendra admiración, respeto y una total entrega a quien tan bien les manda
y tan grandes muestras de valor les da.
Pero todo esto no le importa al teniente León del Real, él
lo hace porque tiene una misión que cumplir y trata de cumplirla como su propio
honor y espíritu se lo exige. No en vano, siendo cadete, aprovechó las
vacaciones de verano de 1909, para acudir, junto con su hermano Pedro, también cadete,
a la campaña de Melilla, asistiendo a las operaciones de julio y agosto,
concediéndosele la Cruz Roja al Mérito Militar por sus méritos en los combates
del 23 de julio en Sidi Musa y los Lavaderos.
—¡Hay que sacarlos de ahí, o nos freirán a tiros! ¡La cerca
de piedra tiene que ser nuestra!
Su gesto es aún más imperativo que su palabra. La mano
izquierda se crispa en las riendas y guía el caballo hacia lo alto. Sólo una de
las espuelas puede animar al animal, ya que la pierna izquierda del jinete no
tiene fuerza, mojada por la sangre que empapa el pantalón.
A esta acción responden sus hombres con valentía y, saliendo
de sus parapetos, avanzan al tiempo que hacen un nutridísimo fuego. El camino
es corto, pero la ascensión, bajo las descargas del enemigo, es dura y lenta.
Una bala mata al caballo que monta el teniente, pero ni aun
así consiguen abatirlo. El teniente. pie a tierra, sigue mandando su sección,
les sigue animando, hay que continuar la progresión...
La pérdida de sangre le va debilitando poco a poco, ya ha transcurrido
media hora desde que lo hirieron.
— ¡Otro empujón y estamos arriba! —les grita sin fuerzas.
Una nueva herida le derriba en tierra, esta vez le han dado
en la rodilla derecha. Casi sin fuerzas sigue arengando a sus hombres y su
ejemplo les enardece de tal forma que, superándose, luchan con más energía y
deben la cima de la meseta y proteger a su teniente demostrándose que ellos también tienen valor.
El teniente fue recogido casi exánime pero la misión había
sido cumplida, habían tomado el alto de Mahara. La sangre del teniente del Real
Bienert regó la cima de la meseta Mahara. España rubricaba así su amistad con
las Cabilas del Kull. Por esta acción, que le costó la amputación de la pierna
por el tercio medio del muslo, le fue concedida la Cruz de segunda clase de la
Real y Militar Orden de San Fernando.
El teniente del Real había nacido en Toro (Zamora) en 1889.
Hijo de militar, ingresó en la Academia de Infantería a los 19 años. No esperó
a ser oficial para intervenir en acciones de guerra, ya que en el verano de
1909 participó en los combates que ocurrieron en Melilla, mereciendo su
destacada actuación una Cruz roja al Mérito Militar, como ya he dicho antes.
Al terminar sus estudios en 1911 sintió la llamada de África
y se incorporó al Regimiento Ceuta, con el que muy pronto entró en operaciones.
Al año siguiente consiguió ser destinado a la Milicia Voluntaria de Ceuta, en
cuyas filas fue recompensado por su heroísmo en el Monte Mahara con la Cruz
Laureada de San Fernando y el ascenso a capitán..
No pudo continuar su carrera militar, pues las heridas
recibidas le hicieron perder la pierna izquierda, por lo que hubo de dejar las
unidades de moros e ingresar en el Cuerpo de Inválidos, alcanzando el empleo de
teniente coronel en 1924, el de coronel en 1928 y el de general de brigada en
1931. Falleció en Ceuta en 1944.
Querido amigo Juan, me gustaria conocer la biografia de los oficiales de Harkas laureados. Me podrias ayudar?? Gracias
ResponderEliminarQuerido Paco, perdona que no te haya contestado antes. Sobre los oficiales laureados de las Harkas, es un poco complicado. Mándame un correo con tu dirección y te comento. Un saludo
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