domingo, 3 de febrero de 2019

La Guerra Civil en el valle del Bernesga (León)

Al comenzar la Guerra Civil, la parte Norte de la provincia de León y, en particular, sus cuencas mineras se mantuvieron leal al Gobierno de Madrid, constituyéndose en las diferentes localidades los comités del Frente Popular que se convirtieron en el poder de facto de la zona. De forma inmediata recibió el apoyo de sus correligionarios asturianos cuya influencia desbordó desde el primer momento la Cordillera Cantábrica, permaneciendo en ella buen número de los componentes de la expedición minera enviada desde Oviedo a Madrid el mismo 18 de julio que había frustrado la sublevación de la guarnición militar de León.

Por su parte, dicha guarnición de León tuvo que dedicarse por entero a contener la expansión de los partidarios del Gobierno que controlaban el Norte de la provincia, frenándoles en algunos puntos y haciéndoles retroceder en otros hasta constituir un frente defensivo que, en la zona central, por la que cruzaba la carretera nacional Adanero‑Gijón, quedó establecido en Puente de Alba, a vanguardia de La Robla, localidad que las tropas de León ocupaban el 1 de agosto.
Gráfico del avance de las tropas franquistas 
La línea nacional se apoyaba así en la carretera de La Magdalena a La Robla, mientras la republicana se afirmaba en las alturas de Maresma‑Amargones‑EI Altlco‑La Muezca‑Fontañán‑Nocedo de Gordón. A lo largo de trece meses de guerra fue este un frente estabilizado, muy endurecido, en el que no se efectuaron operaciones de importancia por ninguno de los dos bandos, aunque tuvieron lugar, no obstante, por una y otra parte, frecuentes golpes de mano como el realizado por los republicanos contra La Robla el 19 de febrero de 1937 y continuos hostigamientos con armas automáticas, morteros y artillería.
Soldados republicanos en Gordón
En agosto de 1937 el Ejército del Norte, nacional, ocupaba toda la provincia de Santander en una campaña relámpago, quedando la parte centro‑oriental de Asturias como único bastión de la República en la cornisa cantábrica. Las tropas que ocuparon Santander, las Brigadas de Navarra, entraban el 31 de agosto en Unquera y al día siguiente proseguían su avance por el Oriente de Asturias sin solución de continuidad. Este ataque, protagonizado por dichas Brigadas Navarras desde el Este, debía combinarse con otro efectuado por el Sur, desde León, sobre los puertos de la cordillera Cantábrica por las fuerzas del VIII Cuerpo de Ejército, reforzadas con dos Brigadas de Castilla, al mando conjunto del general Aranda.
Puente de Alba. Soldados franquistas


El 9 de septiembre de 1937, las fuerzas al mando del general Aranda iniciaban desde el frente leonés la ofensiva sobre la Asturias republicana en dirección a los puertos de Pajares y Piedrafita. Como quiera que la ruptura por el valle de Bernesga, siguiendo la carretera general, resultaba muy problemática por las abundantes fortificaciones que la controlaban, Aranda decidió que la 1ª Brigada de Castilla, al mando del coronel Gistau, que se dividía en dos medias Brigadas, la 1ª mandada por el teniente coronel Sagardía y la 2ª por el teniente coronel García Polo, atacara más al Oeste entre Otero de las Dueñas y Olleros del Alba. El coronel Gistau partiendo de Olleros de Alba y Santiago de las Villas, debía ocupar como primeros objetivos las alturas de Amargones‑El Ático‑La Muezca, defendidas por la 186ª Brigada Republicana, al mando del mayor José Recalde, para proseguir a continuación hacia Los Barrios de Gordón y envolver por el norte La Pola de Gordón.

Comienza el ataque la 2ª Media Brigada de Castilla del teniente coronel García Polo que, partiendo desde Otero de las Dueñas, ocupa en esa primera jornada de la ofensiva las alturas de Santas Martas, Peña Rueda y los vértices Violares y Amargones. Desde este último asaltaba y ocupaba al día siguiente, el 10 de septiembre, en medio de un temporal de lluvias, la posición del Altico.

En la primera jornada de la ofensiva la 1ª Media Brigada del teniente coronel Sagardía, no pudo prácticamente avanzar pues la ocupación de sus objetivos estaba condicionada a la previa del vértice Violares, que correspondía a la 2ª Media Brigada. Cuando ésta tomó Violares el día 10, entonces las tropas de Sagardía pudieron hacerse con La Cierva y, en una marcha nocturna, ascender hasta el vértice Rebolleras para desde él asaltar La Muezca por su espalda
Avance de la 1ª Media Brigada de Castilla

Tras ocupar las cumbres, las tropas de Gistau descendieron por la vertiente contraria, haciendo retroceder al 232 Batallón, al mando del mayor Campos Dutor, de la 186ª Brigada Republicana y a las fuerzas de la 1ª Brigada Montañesa que mandaba el mayor Antonio Cuadra, y que habían acudido en su refuerzo, llegando el día 11 a Los Barrios de Gordón, Paradilla y Carbonera. Alcanzaban así la carretera de San Pedro de Luna a La Pola de Gordón a la que orientaron su avance hacia el Este, hacia vega de Gordón, envolviendo todo el sistema defensivo de Fontañán, Nocedo y La Pola de Gordón, lo que obligó a las fuerzas republicanas a abandonarlo sin lucha, el día 12, ante la amenaza de resultar ocupadas. Las unidades republicanas que estaban dispuestas a defender Fontañán, al encontrarse con el enemigo a su espalda, debieron retirarse apresuradamente, librándose por muy poco de ser copadas.

Las tropas de la 1ª Media Brigada se apoderaron de la Collada Urdiales y, desde ella, iniciaron el descenso hacia Los Barrios de Gordón, quedando al finalizar la jornada en la cota 1250, 800 metros al Sur de dicha población, dominando la carretera y pueblo de La Pola de Cordón, que había sido incendiado antes de ser abandonado, así como lo fueron también Los Barrios y Beberino. El día 12, envolvían por el Norte La Pola de Gordón, ocupándola seguidamente.
Tropas del coronel Gistau descenciendo hacia Los Barrios de Gordón

El frente republicano estaba roto. Sus adversarios lo habían atacado combinando los movimientos sincronizados de varias unidades que procuraban siempre maniobrar las posiciones más fuertes, para poder atacarlas por la espalda, una vez desbordadas. Táctica esta innovadora, muy diferente a los brutales choques frontales de la Primera Guerra Mundial, que los alemanes perfeccionarían y aplicarían, a una escala mucho mayor, en la Segunda.
Al abandonar La Pola de Gordón las tropas republicanas provocaron numerosos incendios

martes, 23 de mayo de 2017

La leyenda del moro «Valiente»

El Arbi A-Bulaix, el moro «Valiente».
 El menor de los tres hermanos y
el único superviviente
Durante años, a comienzos del siglo pasado, en el Marruecos español, una familia de feroces criminales asoló en campo fronterizo dejando gran intranquilidad y desasosiego entre los habitantes de la zona entre Ceuta y Tetuán. Esta es la historia de un sangriento asesino, es la leyenda del “moro valiente”.

La muerte del primitivo Valiente, un criminal sin escrúpulos que tuvo un final acorde con su azarosa existencia, dejó el embrión de su maldad en sus tres hijos, más criminales y cobardes que su padre y que durante años se encargaron de mantener y acrecentar esa reputación y mantener un estado continuo de alarma ya que ni moros ni hebreos podían circular con tranquilidad entre Ceuta y Tetuán sin exponerse a ser saqueados y asesinados brutalmente. Incluso el moro que se encargaba de llevar la correspondencia entre las dos localidades era también objeto de sus atropellos, siendo el segundo de los hermanos el encargado de mantener incomunicadas ambas plazas, quien a la muerte de su padre había tomado las riendas del clan.

El ganado que pastaba en zona neutral, los pescadores que se acercaban a las costas, todo era objeto de asalto sin que la política pasiva de nuestros gobiernos pusiese coto a sus desmanes. La débil conducta del gobierno español dio alas a las actuaciones de este clan y sus seguidores que pronto se les quedo pequeña su zona de actividad y decidieron probar hasta dónde eran capaces de poner en jaque a las autoridades españolas y a la guarnición de la plaza sin que les inquietase en absoluto la figura del representante de su gobierno en el campo fronterizo, Sidy Abraham Ben Said, quien carecía de las fuerzas que, según el Tratado de Wad-Ras, debía mantener el Sultán para mantener el orden en la frontera.

Una demostración del poder que ejercía el moro Valiente en el territorio era el hecho de que llegó a imponer tributos a los habitantes de la zona, a los que pastaban sus ganados, cortaban leña o pescaban en la costa del campo marroquí. Estas acciones resultaban vejatorias a la autoridad local de la plaza que le llegó a prohibir la entrada a la misma junto a todos sus seguidores. Esta medida le sirvió para incrementar sus tropelías y abusos e incluso hacer fuego sobre las parejas de la Guardia Civil que vigilaban los límites del territorio español.

Con el transcurso del tiempo las autoridades de la plaza hicieron borrón y cuenta nueva y volvieron a admitir al moro Jameido, que así se llamaba el moro Valiente, en el recinto de Ceuta, rodeándole de atenciones y considerando que en su reputación, cimentada en crímenes y robos, podía inspirarse la política que España quería desarrollar en la zona.

Jameido A-Bulaix, segundo hermano de los moros «Valientes», muerto por El Hach Mohamed
en el sitio del territorio moro de Fuente del Conejo en 1907, con sus principales partidariois

Pero las “hazañas” de este tipo de personajes no caen en el olvido, como se pretendía, sino que enseguida aparecen otros osados sin escrúpulos capaces de derrocar al primitivo tirano y ocupar su puesto. Así que no tardó en aparecer otro moro, tan osado y tan valiente como el Jameido, decidido a disputarle el poder de la misma manera que en su tiempo  había utilizado él. El Jameido cayó en una emboscada de su oponente y fue brutalmente asesinado por el mismo procedimiento que utilizó en la forja de su reputación como valiente.

El Hach Mohamed, se convirtió en el nuevo cabecilla y cumplió mejor con las promesas que le hizo al general Aldave, así el camino entre Ceuta y Tetuán dejó de ser el objeto de ataque de los moros y se restableció el tráfico de personas y ganado en la frontera del campo marroquí.

Pero quedaba El Arbi, el último de la familia, que temeroso de ser víctima de El Hach, huyó de Beni-Msala y se refugió en Ceuta, instalándose en la Almadraba, barrio de pescadores muy próximo a los límites. El general Aldabe le concedió el asilo y protección que había solicitado a condición de que territorio español fuera para ellos neutral y sagrado. El Arbí pronto pagaría la generosidad española con  deslealtad.

Kad-dur ben Alí Saide, primer teniente retirado de la compañía de moros tiradores; el xerif de Wazan,
Mohamed A-Bulaix, hermano mayor de los tres moros «Valientes», fallecido de muerte natural
 y dos periodistas de Ceuta

Una mañana, El Arbi, agazapado en el campo español tras un desmonte, cerca de los límites, esperó a su rival y por la espalda le pegó un balazo. Como era conocedor de la reacción del general Aldave huyó a Beni-Msala donde reunió a sus antiguos seguidores para continuar con la “herencia” familiar. Pide al general Aldave la entrega de los miembros de su familia retenidos en la plaza a lo que éste se niega enérgicamente instando a los Beni-Msala a la entrega inmediata del asesino para que responda ante las autoridades españolas del crimen cometido cuando gozaba de su protección. Los moros dieron un sinfín de pretextos alegando que no podían cogerle, pero el general, que conocía bien a los moros, no admitió sus excusas y les prohibió la entrada en la plaza considerándolos cómplices del criminal.

El moro Valiente, encerrado en su casa, que había fortificado, durante el día, salía por la noche a hostigar a las parejas de la Guardia Civil que vigilaban la frontera y a robar ganado a los colonos. El general Aldabe estaba dispuesto a terminar con esta situación pero la prudencia le aconsejó a que esperase el momento propicio para ello. Pronto se presentó la oportunidad esperada cuando los habitantes de Ceuta están tranquilos ajenos a lo que ocurría en el campo exterior, se recibe en el Gobierno Militar la noticia de la brutal agresión al oficial de la Guardia Civil Sr. Blanco, cuando se encontraba de servicio recorriendo el arroya de las Bombas. Ocultos y amparados por la oscuridad los secuaces del Valiente dispararon sobre el oficial sin que, afortunadamente, le alcanzaran con sus proyectiles pero no pudiendo repeler el ataque al caer del caballo que montaba y salir éste huyendo.

Dos horas más tarde del atentado, el general Aldabe había trasmitido las órdenes oportunas y las fuerzas se encontraban armadas y preparadas. Todo estaba preparado y decidido con una rapidez admirable. El plan del general consistía en cercar el aduar de Beni-Msala y destruir el refugio del moro Valiente, acabando de una vez por todas con los crímenes que asolaban el  territorio.

El aduar de Beni-Msala, feudo de la familia, está formado por unas doscientas chozas en la parte alta de un estrecho valle en la zona montañosa que rodea la playa de los Castillejos. No era posible llegar a Beni-Msala por este desfiladero, había que hacerlo por las alturas por un terreno sinuoso, quebrado y montañoso.

Las fuerzas se dividieron en dos columnas. La primera, por la derecha al mando del coronel don Luis Serreta, estaba formada por el regimiento de Infantería del Serrallo con su sección de ametralladoras, la batería de montaña y una sección de zapadores minadores. La segunda, al mando del coronel don José Borredá, estaba formada por el regimiento de Ceuta con su sección de ametralladoras y que debía recorrer la zona comprendida entre Ceuta y la playa de los Castillejos, ascendiendo posteriormente hasta Beni-Msala para envolver el terreno del aduar.

Croquiis de la expedición de castigo de Beni-Msala

El mando de todas la fuerzas, unos dos mil hombres, le fue encomendado al bizarro general Zubia que gozaba de un merecido prestigio, y como ayudantes, al comandante don José Priego y al capitán don Juan Molina, ambos de Estado Mayor, y al capitán de Infantería don José Ruiz. La vanguardia la mandaba el teniente coronel jefe de las milicias don José Nofuentes y estaba compuesta por los tiradores moros del Rif y 50 hombres del regimiento del Serrallo.

Antes de amanecer, los tiradores moros del Rif escalan las alturas para tomar posiciones y proteger el avance de las columnas impidiendo la posibilidad de emboscadas. A las cinco de la mañana salió la primera columna de la Almadraba y a continuación la segunda hasta el arroyo de las Bombas, dejando entre las dos columnas un batallón de reserva y continuando hasta los Castillejos. La primera continúo su ruta hasta el Boquete de Anyera. A las ocho de la mañana se establecían los soldados en las cimas dominantes del aduar. Se ordenó al coronel Barredá subir desde los Castillejos a cubrir el flanco izquierdo de las posiciones. La batería de montaña se situó en una altura desde la que dominaba la casa del moro Valiente. Las ametralladoras se situaron en un cerro desde el que batían las avenidas del poblado. Las fuerzas de Infantería y la compañía de moros flanqueaban las avenidas de la Almarza. El general Aldave se situó con su Cuartel General en el fuerte Príncipe Alfonso desde el que se comunicaba directamente con el Gobierno Militar y con el general Zubia.

Vivienda del moro «Valiente»
Un numeroso grupo de moros, viendo la situación de las fuerzas españolas, se presentó al general Zubia implorando clemencia y alegando ser ajeno a las fechorías del Valiente. Les concedió dos horas para desalojar sus viviendas. En una loma cercana se divisó a un grupo de moros entre los que se encontraba el Valiente, allí se dirigieron las granadas y el feroz bandido incapaz de sostener su valentía ante nuestros cañones, huyó aterrorizado llevándose consigo su terrorífica leyenda.

La artillería centro ahora el fuego sobre la casa del Valiente, que fue alcanzada de lleno. El general ordenó el avance de la sección de Ingenieros que, al mando del teniente Orsinaga, protegida por una compañía del regimiento del Serrallo, al mando del capitán Cañamaque, reconoció la casa y forzó la entrada. En las habitaciones no se encontraron ni muebles ni objetos de ningún tipo. El teniente Orsinaga mandó colocar ocho cargas de dinamita que hicieron volar el edificio. Las tropas se reunieron en una sola columna y regresaron a sus cuarteles sin haber sufrido ni una sola baja.

Plano de la casa del moro «Valiente»


Con esta operación el general Aldave puso fin a la leyenda del moro Valiente y acabó con las intenciones de que algún otro “Valiente” intentara de nuevo continuar el reguero de crímenes que había dejado esta brutal familia en la zona fronteriza del campo marroquí. 

Fuente: La Ilustración Militar

miércoles, 12 de abril de 2017

Un caso de Regulares

Regulares ocupando una posición
Hoy voy a contar un caso que contaba el capitán Juan Valdés Martel cuando estaba destinado en como 2º Teniente en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Larache nº 4, al mando de la 3ª Sección de la 1ª Compañía del primer Tabor, durante las clases de preparación que recibían los nuevos oficiales recién llegados a Marruecos, antes de incorporarse a los distintos cuerpos de destino, a modo de enseñanza práctica a tener presente.

En mayo de 1916 todas las columnas de operaciones del territorio de Larache se encontraban en Regaia con objeto de realizar una acción combinada con las fuerzas de Ceuta y Tetuán sobre las Kabilas de Wad-Ras y Anyera en apoyo a la labor político-guerrera del Raisuni, que por aquel entonces era aliado nuestro, para unir al territorio.

El teniente Valdés tenía en su sección a dos indígenas de la Kabila de  Beni‑Mestara, de la zona montañesa bajo control francés, una de las más indómitas de Marruecos, que se había unido a las tropas españolas unos días de su partida a Regaia. Estos indígenas eran fuertes, serios y obedientes, tenían unos 25 años y planta de buenos soldados.
Cabileños

El teniente recelaba de ellos, conociendo su procedencia y su carencia de toda garantía personal y económica, suponía que su alistamiento se debía a la intención de desertar con el armamento. Los nombró camilleros de la sección y ordenó a sus hombres que los vigilasen constantemente, supervisando el mismo la vigilancia sobre ellos.

Participa su compañía en la operación del Azib del Hach el‑Arbi, sobre Wad‑Ras y la de Sidi Talha sobre Anyera. En Sidi Talha murieron un cabo y seis soldados de la compañía que salieron a hacer la descubierta de la avanzadilla El Borch, guarnecida por la 1ª sección. Durante toda la operación los susodichos cabileños no dieron ningún motivo de sospecha. Al tener bajas en la unidad, ambos dejaron de ser camilleros para coger un fisil y se incrementó la vigilancia sobre ellos.

El 29 de junio los regulares de Larache tomaban el Zoco del Tzein de Melusa, mientras las fuerzas de Ceuta ocupaban el Biutz y  la compañía del teniente Valdés quedó en aquella posición de guarnición. Al día siguiente se dispuso que una avanzadilla de la sección de Valdés ocupara una altura que dominaba la zona y la guarneciera con un sargento y veinte hombres. Para el cometido eligió a los veinte soldados más bravos y aguerridos, ya que tras los sucesos de Sidi Talha en la sufrieron bajas sin hacer ninguna al enemigo, la moral estaba un poco decaía, y con ellos era consciente de que tales acontecimientos no les habrían dejado ningún tipo de huella.
Regulares de avanzadilla

El teniente con los otros 18 hombres, entre los que se encontraban los dos Beni‑Mestara, salió a realizar la descubierta dejando en el recinto al sargento con el resto de hombres. Ahora es cuando viene el caso:

“La avanzadilla, por la disposición topográfica de su emplazamiento, había de mantener durante el día tres centinelas en el exterior, los cuales, por tratarse de lugar tan avanzado y próximo al enemigo, eran dobles y Valdés dio la orden de que aquellos dos individuos no formaran nunca un puesto ellos solos.
Al quinto día y cuando faltaba poco para anochecer y por consiguiente para retirar el servicio exterior, se encontraba el teniente dando unos anticipos de su dinero particular a los soldados libres de servicio porque llevaban varios días sin cobrar la «muña», ya que no había llegado de Larache el dinero de la compañía, cuando las voces del cabo de guardia le hicieron salir rápidamente al exterior. Os podéis imaginar lo que había ocurrido. El cabo, por un olvido, había puesto juntos de centinela a los dos cabileños, en contra de la orden del teniente Valdés, y éstos se habían escapado.
Salió Valdés con varios hombres a buscarlos, dispuesto a cazarlos a tiros si lograba darles alcance. Fue inútil, como buenos montañeses y con los minutos de ventaja que les llevaban, en aquel terreno quebrado y cubierto de bosque, fueron más que suficientes para que escaparan. Como era de noche y tenía que mantener el puesto en la línea avanzada, tuvo regresar a  él y dar parte a  de la deserción a sus superiores.”

Cabileños en la defensa de una posición avanzada
La lección que les quería dar a los nuevos oficiales es que a pesar del cariño o aprecio que les había cogido a los cabileños, que habían sufrido peligros y penurias a su lado, toda precaución sobre el indígena de tierras lejanas y guerreras que no ofrece garantías materiales, es poca. A pesar de las precauciones que había tomado, sufrió el fracaso de la deserción por culpa de una clase descuidada en sus cometidos. La enseñanza es que las clases tienen que ser buenas y hay que exigirles mucho sin lo cual, por grande que sea el celo que pongamos de nuestro lado, siempre estaremos vendidos.


Y como moraleja final: “El oficial no puede hacer, en ocasiones, de sargento y de cabo, pero si que tiene que conseguir que sus sargentos y cabos sean excelentes”.
Regulares de Larache nº 4

martes, 7 de febrero de 2017

Los Voluntarios Catalanes. Marruecos 1860

don Victoriano Segrañés, Comandante en Jefe
de los Voluntarios Catalanes
Al igual que los vascos, los catalanes también contribuyeron en la Guerra de África de 1860 con la Unidad de Voluntarios Catalanes.

La unidad se creó el 24 de diciembre de 1859 constaba de cuatro compañías y estaba mandada por don Victoriano Sugrañés y Hernández, teniente coronel graduado y capitán de infantería retirado. La Plana Mayor la completaban el teniente ayudante don Manuel Vacaro y Vázquez y el subteniente don Federico Martínez Aranzana. Las Compañías eran mandadas por los capitanes de infantería retirados: don Manuel Rodríguez López Guars, la 1ª; don Antonio Giménez y Bouder, la 2ª; don Martín de Rochenflué y Ortiz, la 3ª y don Antonio Menéndez y Moron, la 4ª.  Cada compañía tenía además dos tenientes y un subteniente. Todos los oficiales estaban en situación de retirados en el Ejército.

Voluntario Catalán
Como sucedió en el resto de regiones, fue la Diputación de Barcelona la encargada de gestionar todo lo relativo a la Unidad de Voluntarios. En un principio cada población que aportaba voluntarios debía costear la confección de los uniformes pero, finalmente, el coste fue asumido por la Diputación de Barcelona y alcanzó la cantidad de 10 000 duros. Este detalle fue correspondido por la reina Isabel II quien envió a la Diputación una carta de agradecimiento. La uniformidad constaba de un «gorro del país o barretina», 3 camisas de algodón, 2 pares de calzoncillos, 2 camisetas de algodón, una túnica y un pantalón de pana, un par de botines de cuero, 2 pares de alpargatas con peales, un morral‑mochila, una manta y una bolsa de aseo. Los oficiales lo mismo pero el poncho como el de los oficiales de Infantería.

Las divisas eran para los capitanes tres galones de panecillo de plata que llevarán en la manga de la túnica entre el codo y el hombro, en forma de ángulo cuyo vértice se colocará dos pulgadas debajo de la costura. Los tenientes usarán dos galones de la misma clase y forma y uno los subtenientes. Los sargentos usarán dos galones y uno los sargentos segundos colocados como los de infantería del Ejército y los cabos dos galones de estambre encarnado como los de los regimientos de infantería. El armamento era una carabina rayada como la de los Cazadores que se las entregó el Parque de Artillería de las existencias de los almacenes.

Divisas de los
Voluntarios
Para el reclutamiento se admitieron voluntarios entre los 17 y los 36 años con buena resistencia física y sin estar sujetos a la próxima quinta. Mientras dure la guerra quedarán acogidos a las leyes y ordenanzas militares. Cada compañía la compondrán 125 hombres y entre ellos se elegirán a 8 cabos, 3 sargentos segundos y un sargento primero, teniendo preferencia los que hubiesen pertenecido a esas clases en el ejército o en los cuerpos francos. Su hubiese voluntarios bastantes se formaría un segundo batallón con las mismas características. Finalmente, la Unidad estuvo compuesta por 466 hombres, 312 del partido judicial de Barcelona y el resto distribuidos por toda Cataluña.

La Unidad partió del puerto de Barcelona a bordo del buque “San Francisco de Borja” con destino a Tarifa. Su comandante al embarcar dio el grito: «Adeusiau barcelonins» (adiós barceloneses). El día 3 de febrero de 1860 la Unidad llegó a Ceuta a bordo del buque “El Piles”, justo antes de la batalla de Tetuán, siendo recibidos en la misma playa por el general O’Donnell y toda su plana mayor. Fue el general Joan Prim, conde de Reus y marqués de Los Castillejos, quien  les dio la bienvenida y tras recordarles que debían corresponder con su valor a los honores recibidos por el ejército “del bravo O'Donnell, que ha resucitado a España y reverdecido los laureles patrios”, les dijo la siguiente arenga en catalán:

Bandera de los Voluntarios Catalanes en la Guerra de áfrica de 1860

«Catalanes: Acabáis de ingresar en un ejército bravo y aguerrido, en el ejército de África, cuyo renombre llena ya el universo. Vuestra fortuna es grande, pues habéis llegado a tiempo de combatir al lado de estos valientes. Mañana mismo marchareis con ellos sobre Tetuán.
Catalanes: Vuestra responsabilidad es inmensa; estos bravos que os rodean y que os han recibido con tanto entusiasmo, son los vencedores en veinte combates, han sufrido todo género de fatigas y privaciones; han luchado contra el hombre y contra los elementos; han hecho penosas marchas, con el agua hasta la cintura; han dormido meses eternos sobre el fango y bajo la lluvia: han arrostrado la tremenda plaga del cólera; y todo lo han sufrido sin murmurar, con soberano valor, con intachable disciplina. Así lo habéis de soportar vosotros. No basta ser valientes: es menester ser humildes, pacientes, subordinados. Es menester sufrir y obedecer sin murmurar. Es necesario que correspondáis con vuestras virtudes al amor que yo os profeso, y que os hagáis dignos con vuestra conducta de los honores con que os ha recibido este glorioso ejército, de los himnos que  han entonado las músicas en vuestro loor, del general en jefe a cuyas órdenes vais a tener la honra de combatir; del bravo general O´Donnel, que ha resucitado a España y reverdecido los laureles patrios…
Pensad en la tierra que os ha equipado y os ha enviado a esta campaña; pensad en que aquí representáis el honor y gloria de Cataluña; pensad en que sois depositarios de la bandera de vuestro país…y que todos vuestros paisanos tiene los ojos fijos en vosotros para ver como dais cuenta de la misión que os han confiado. Uno solo de vosotros que sea cobarde, labrará la deshonra de Cataluña…
Y si así no lo hacéis; si alguno de vosotros olvidase sus sagrados deberes y diese un día de luto a la tierra en que nacimos, yo os lo juro por el sol que nos está alumbrando: ni uno solo de vosotros volvería vivo a Cataluña…”
Si correspondéis a mis esperanzas y a las de todos vuestros paisanos pronto tendréis la dicha de abrazar a vuestras familias  y  dirán llenos de orgullo: “Tu eres un bravo catalán”».
¡Adelante, catalanes! ¡Acordaos de lo que me habéis prometido! ¡Adelante!».

Víctor Balaguer, cronista de la guerra, comentaba: «Después de la arenga, los voluntarios catalanes desfilaron delante de O´Donnell y al verlos desfilar, este se dirigió a Prim: “Me parecen algo faltos de instrucción”, a lo que éste, contestó: “Mi general, mañana la completaran en el combate”».
Batalla de Wad-Ras. Cuadro de Mariano Fortuny. Museo Nacional de Arte de Cataluña
La Unidad de Voluntarios Catalanes tuvo su bautismo de fuego nada más llegar, tomando parte destacada en la batalla de Tetuán donde murió su comandante Victoriano Sugrañes. Los hechos de esta batalla se narraron así en el Diario de un testigo de la Guerra de África:

«Los voluntarios catalanes han levantado su nombre con una singular hazaña. Los nobles hijos del Principado iban de vanguardia mandados por el General Prim, pero en el instante crítico al llegar a la artillada trinchera, los moros se ponen de pie sobre sus parapetos y fusilan sin piedad a nuestros hermanos. Pero los catalanes no retroceden. […] aunque la franja está llena de muertos y heridos unos 100 catalanes consiguen pasar.
El General Prim se pone a su frente y con voz tremenda les grita en su lengua: “Adelante catalanes no hay tiempo que perder” […] los voluntarios acometen como toros la formidable trinchera. Prim va por delante el primero de todos. Ensangrientan sus bayonetas y vengan a sus compañeros. Vítores sin cuento a la madre España».

Víctor Balaguer en Los Españoles en África, comenta sobre la muerte de su comandante:

El general Prim arengando a los voluntarios
en la batalla de Wad-Rás. Cuadro de 
«Tan brillantes resultados, Excmo. señor, no se consiguen sino con pérdidas sensibles, doblemente cuando recaen en personas tan dignas y beneméritas como las que tenemos que lamentar. Por el estado adjunto, verá V.E cuan cara nos ha costado la victoria; solo llamaremos la atención de V.E sobre las nunca bien lloradas del comandante don Victoriano Sugrañés y Hernández y don Mariano de Moxó, muertos gloriosamente en su puesto, al conducir sus soldados a la victoria».

Los catalanes sufrieron cuantiosas bajas en la toma de Tetuán, pero no fue esa su única hazaña. Cuando los rifeños cortaron el paso a los españoles en Wad-Ras, en su marcha hacia Tánger, se produjo la batalla más dura y sangrienta de toda la guerra. En un momento determinado del combate los batallones españoles fueron rodeados por los rifeños, en ese momento el general Prim, a bayoneta calada, lanza a los 250 voluntarios catalanes que quedaban a romper el cerco. Estos heroicos hechos fueron inmortalizados por los cuadros de Mariano Fortuny y Frances Sans i Cabot.

La Diputación de Barcelona encargó el diseño de la medalla conmemorativa a Josep Pomar i Lladó, se acuñó en los talleres de Bernat Castells, y constó de tres categorías:

¾     Categoría Oro: Fueron dos, una para el general Prim y la otra para el coronel Francesc Fort Segura, quien comandó a los Voluntarios tras la muerte de Sugrañés.
¾     Categoría plata: 492 unidades, medalla de pecho para los soldados que regresaron.
¾     Categoría bronce: 140 unidades, medallas de mano para los familiares de los muertos en combate.

Madallas de plata y bronce (de mano)
Según el historiador Alfredo Redondo, regresaron a casa 237 de los 466 voluntarios, con pensiones garantizadas en función de la condecoración recibida y un ofrecimiento por parte de la Diputación de Barcelona de trabajo en alguna de sus obras.

También se conoce a los Voluntarios Catalanes en la Guerra de África como «Los Voluntarios de Prim»


Cartel conmemorativo del regreso de los Voluntarios Catalanes

lunes, 6 de febrero de 2017

Cambray. 2 de octubre de 1595

don Pedro Enríquesz de Acevedo,
conde de Fuentes
Estando en guerra con Francia, convenía a las armas españolas la toma de Cambray, plaza fuerte y populosa de los Países Bajos, gobernada, en nombre del Rey Enrique IV de Francia, por el Mariscal Juan de Montluc de Balagny, con el título de príncipe de Cambray, al mando de unos 3 000 soldados entre franceses, suizos y valones; unos 7 000 milicianos de la población, casi todos calvinistas.

El conde de Fuentes, don Pedro Enríquez de Acevedo, se propuso tomar la plaza, contando con espías dentro de la ciudad, cuyos habitantes estaban cansados del carácter despótico de Montluc, y reuniendo un fuerte ejército de 25 000 hombres, entre españoles, alemanes y walones, se presentó ante sus muros el 14 de agosto, empezando el 16 los primeros trabajos de circunvalación y contravalación. Levantó cuatro fuertes: el de San Olano, al Norte; el de Nierny, al Sur; el de Evandure, al Este, y el de Premy, al Oeste. El conde se situó en el de Evandure, y de él partieron los primeros ramales de trinchera hacia la plaza.

Por el lado del Mediodía era por donde la ciudad tenía sus puntos más débiles, y por lo tanto los franceses lo habían fortificado con más ahínco, estando juntos el muro de circunvalación con la ciudadela por medio de un baluarte con un gran orejón que protegía la muralla, entre el baluarte de Roberto y la puerta de Malle.

Jean Montluc de Baligny,
príncipe de Cambray
El maestre de campo don Agustín Mejía se encargó con su Tercio de construir el ramal de trinchera contra el primero, y el mariscal Varlotta, con los valones, hizo lo propio contra la puerta de malle, pudiéndose llegar, aunque con gran dificultad y en medio de fuertes combates, hasta el foso, que era seco pero muy hondo. Mientras tanto, los defensores realizaban salidas que estorbaban los trabajos de los Tercios y que conseguían que algunos pequeños refuerzos entraran en la ciudad, entre ellos el de 300 Dragones al mando de Mr. Vich.

El 24 de septiembre, la artillería española, que había sido emplazada por el hábil artillero Cristóbal Lechuga, rompió el fuego, con tres baterías de 14, 9 y 10 cañones dirigido al frente atacado, además de otros 30 situados en otras partes. El ataque fue contestando por los sitiados con tal energía, que al llegar la noche habían desmontado 9 piezas, muerto más de 100 artilleros y volado la segunda batería, que quedó inutilizada por completo.

Se realizó de nuevo la construcción de mejores emplazamientos para destruir el orejón defensivo, pues sólo así quedarían al descubierto las casamatas de las piezas de la plaza. El 2 de octubre se rompió de nuevo el fuego sobre la muralla y tras ocho horas de continuo castigo de las defensas se abrió una brecha de 30 varas, se destruyó una batería de 15 piezas y quedó al descubierto la puerta de Nuestra Señora, preparándose todo para el asalto.

Cuando se preparaban los españoles para el asalto  y los defensores para resistirlo  se produjo la sublevación de los ciudadanos católicos de Cambray, que secundados por suizos y valones, arrojaron las banderas blancas, enarbolando las rojas de España, para pedir a los sitiadores un trato. Abiertas las puertas se apresuró a entrar en la plaza don Agustín Mejía con 1 000 hombres de su Tercio, obligando a evacuar la población a franceses y calvinistas, que se refugiaron en la ciudadela. La esposa de Montluc, Renata de Clermont,  se distinguió por su valentía quien con una pica en la mano, y seguida de sus criados con sacos de monedas, se metió entre los amotinados para comprarlos; pero sus esfuerzos por conservar el Principado de Cambray fueron inútiles, se auto envenenó ese mismo día por miedo a ser capturada por los españoles.

Tercios españoles preparados para entrar en combate

Intimada la rendición a los guarecidos en la ciudadela, contestó Montluc que si no le recibía refuerzos en seis días por parte de su rey, rendiría la fortaleza; contestándole el conde de Fuentes: «Si me aseguráis que Enrique va a acudir en vuestro auxilio, no digo seis días, muchos más os concederé gustoso para darle lugar a que venga y le veamos».

Como era de suponer Enrique IV no fue a socorrer la plaza, y el día 8 de octubre, Montluc de Balagny, esclavo de sus propias palabras, rindió la ciudadela, saliendo con todos los honores de guerra y siendo agasajados por el conde de Fuentes, que sentó a su mesa a los Jefes principales, y les dio caballos para que se unieran al ejército francés.

Las bajas enemigas fueron menores que las españolas, quienes hallaron, al entrar en la ciudad, gran material de guerra, provisiones, víveres y efectos de todas clases. En este sitio fue herido el insigne artillero Cristóbal Lechuga.

El rey don Felipe felicitó al conde de Fuentes otorgándole el título de Capitán General de España y lugarteniente real para los asuntos de guerra. Tras la muerte de Felipe II, Felipe III le hizo grande España y el duque de Lerma, valido del rey, consiguió alejarlo de la Corte, encomendándole el gobierno de Milán.


Don Pedro Enríquez de Acevedo murió el 25 de julio de 1610 a los ochenta y cinco años reconocido por todos como uno de los mejores políticos y militares de su tiempo.