Durante el reinado de Luis XIV de Francia se produjo un hecho muy curioso para la época y del que hoy en día no se sabe nada a ciencia cierta. Cuando el “Rey Sol” cumplía 60 años, un hombre moría en La Bastilla, tras 34 años de cautiverio, con su rostro cubierto por una máscara de terciopelo.
Muchas han sido las explicaciones que se han dado para identificar al hombre de la máscara, pero ninguna de ellas resulta del todo fiable. Alejandro Dumas lo inmortalizó en su obra “El hombre de la máscara de hierro” y divulgó la creencia de que se trataba del propio Luis XIV o de un hermano gemelo.
Los hechos que se conocen o que se relatan sobre el caso no aclaran el misterio de tan famoso prisionero. Esta es una versión de su “historia”, ya que, evidentemente, hay bastantes más.
El citado personaje fue apresado en 1669 en el puerto de Dunkerke y desde ese preciso instante estuvo sometido a la más estrecha vigilancia. Se le ingresó en la prisión de Pignerol, en las inmediaciones de Turín, que por aquél entonces pertenecía a Francia y se le puso bajo la custodia personal del gobernador Saint Mars a quien se le dio la siguiente orden: «Habréis de amenazarle de muerte si alguna vez se le ocurre dirigíos la palabra sobre cualquier cosa que no sean exclusivamente sus necesidades cotidianas».
Cuando Saint Mars cambiaba de destino, se llevaba siempre al prisionero consigo en una silla sellada para evitar las miradas de los curiosos. En 1698 Saint Mars fue nombrado gobernador de La Bastilla y a ella se llevó al prisionero, que ya llevaba casi 30 años de cautiverio, con todas las precauciones para que no fuese reconocido.
El motivo de tener al prisionero con una máscara no se sabe realmente, se cree que fue para no ser reconocido, pero por aquél entonces ninguna persona conocida fue echada en falta. Puede ser que tuviese un gran parecido con algún personaje importante y que su presencia podría resultar comprometedora, pudiera ser.
El político e historiador británico, Lord Quikswood, propuso una hipótesis que concuerda con los hechos conocidos por aquél entonces. El cautivo pudo ser el verdadero padre de Luis XIV. Se basa en los siguientes acontecimientos.
Luis XIII y Ana de Austria, tras 14 años de matrimonio no habían tenido descendencia y el Cardenal Richelieu, verdadero ostentador del poder en Francia, quería que el rey tuviese un heredero y así poder controlarlo a su antojo. Por ese motivo es muy probable que Richelieu persuadiese a la reina de que engendrase un hijo con un noble que no fuese su marido. Tras años de no cohabitar los reyes en el mismo lecho, el Cardenal consiguió una aparente reconciliación entre ambos y, ante la sorpresa general, en ese tiempo la reina dio a luz a un hijo. No era muy descabellado pensar esa posibilidad ya que por la corte francesa pululaban cantidad de descendientes ilegítimos borbones y uno de ellos pudo ser el elegido por Richelieu.
Se comentaba que la apariencia física del pequeño Luis era muy distinta de su padre Luis XIII, más fuerte y activo que su “progenitor”. Siguiendo con la teoría de Quikswood, el padre de Luis XIV fue enviado, probablemente, a la colonia francesa en Canadá, de la que regresaría años más tarde confiando en conseguir algunos favores del ya omnipotente Rey Sol.
Pero su apariencia física, tan semejante a la de Luis XIV podía propiciar una situación muy embarazosa en la corte. La solución pasaba por asesinarlo secretamente, pero esta situación no se la planteó el rey que nunca se hubiera avenido a matar a su propio padre. Por tanto, la mejor opción era la de el entierro en vida, de manera confortable pero apartado de todo contacto humano, excepto el de sus carceleros.
Así murió este personaje, desconocido, con el rostro bajo una máscara de terciopelo y sepultado bajo un nombre ficticio como Eustaquio Dauger, ayuda de cámara.
Un triste final para una triste vida. ¿De verdad fue así la historia del hombre de la máscara? Probablemente no lo sabremos nunca, pero bien pudo haberlo sido. ¿O fue de otra manera? ¿Existió realmente? Cada cual pensará lo que quiera pero ha pasado a la historia dentro de lo que podemos denominar mito o leyenda.
Foto: Luis XIV y el cautivo de la máscara.
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