Mogataz |
Tras la conquista de Orán en 1509, España fue la primera potencia que utilizó en África
tropas coloniales indígenas. Estos primeros soldados moros se llamaron
Mogataces.
El término Mogataz significa bautizado, que quiere decir, en
el sentido irónico de la palabra, renegado de su fe religiosa. Este fue el mordaz
calificativo que los moros del campo de Orán aplicaron a los que, por sus
rivalidades, abandonaban la tribu y se acogían al amparo de nuestra bandera.
De esta manera quisieron infamarles por su apostasía, señalarles
con ese estigma que fuese un oprobio en el orgullo de su fanatismo mahometano.
Pero como suele ocurrir en estos casos, gracias al heroico esfuerzo de estos
soldados, el infame calificativo se convirtió en un timbre glorioso que reflejaba
una brava y ruda e incansable lucha diaria, que alcanzó sus máximas cotas
durante la conquista y que el ejercicio de las armas lo redimió y dignificó
llegando a ser un preciado título de valor y lealtad.
Los Mogataces acudieron al refugio de Orán huyendo de un
odio o una esclavitud, y ese mismo sentimiento de rebeldía contra los suyos les
sostenía en su fidelidad a España y en el ansia de salir a pelear y a tomar presas en los más alejados aduares —pequeñas aldeas— de los enemigos.
Los Mogataces, como fuerza de guerra, aparecen en la
historia militar de Orán desde los primeros tiempos de la conquista, en el
siglo XVI. La dominación española, impetuosa y avasalladora, alentada en el espíritu de la magna empresa de
los Reyes Católicos y en ideal caballeresco de llevar las armas españolas a las
tierras de África, necesitó de una tropa
de choque, osada y valerosa, hecha a los rigores del clima, conocedora del terreno, adiestrada en las prácticas guerreras de la gentes del
país y que sirviese de avanzada a la invasión.
Mogataz de Orán |
Así se formaron los Mogataces.
Con los moros más guerreros de los aduares protegidos de España y con muchos de
los refugiados en las plazas de Orán y Marzalquivir se organizó un grupo de
caballería, un gum, una tropa ligera
y suelta, de blanda disciplina y fácil manejo, que estaba siempre dispuesta
para la guerra. Los Mogataces se costeaban su caballo y sus armas y recibían como premio de su servicio una
parte de las presas que se hacían en las tribus rebeldes y se les eximía del
tributo que debían de pagar por razón de la seguridad que se les daba como
indígenas acogidos a la protección española.
Los Mogataces además, abastecían las plazas de carne y verduras,
cultivaban y protegían el cultivo de los huertos cercanos, vigilaban los
aduares sometidos, informaban a las autoridades, facilitaban las negociaciones
con el campo, servían de intérpretes y mediadores políticos, guiaban las
expediciones militares y constituían para los gobernadores de Orán uno de los
más útiles elementos de dominio.
Pero el principal servicio de los Mogataces consistía en ir
a «cabalgadas y presas», es decir, a
castigar a las tribus levantiscas y arrebatarles el botín, sosteniendo sobre
todo el extenso territorio sometido el valimiento real y absoluto del
protectorado de España, que entonces llamaban seguro o siguro.
Las «presas» las
preparaban siempre los Mogataces, quienes acudían a todos los ardides para
sorprender y engañar a los enemigos, evitando a nuestras tropas trabajos y
quebrantos. Hubo presas valiosísimas y el afán por conseguir el espléndido
botín les llevaba a las más atrevidas empresas, llenas de multitud de hechos
loables.
Los Mogataces formaron siempre la vanguardia de nuestro
ejército de Orán y el brillante historial de esta caballería mora abarca los
más notables hechos de armas registrados en la época de nuestra primera
dominación africana. Fueron, con el marqués de Comares, a socorrer al Bey de
Tlemecén, Muley Abdallah el Maçote, contra el célebre corsario Baba Aruch o
Barba Roja; después, ya con el conde de Alcaudete, gobernador de Orán tras la
renuncia de Comares, en dos expediciones más hasta conquistar nuevamente la
ciudad argelina. También son memorables las empresas contra la ciudad de Mostaganem,
tan desgraciadas y tan sangrientas al mismo tiempo. Luego, con el hijo del
conde, tomaron victorioso desquite en la defensa de Orán durante el sitio de
1563. Con el Maestre de la Orden de Montesa, realizaron provechosas presas y razzias que reportaban valiosos tesoros que dieron a la plaza
tal esplendor de lujo y riqueza que la llamaban la Corte Chica...
Capitulación del Bey de Tlemecén del 9 de septiembre de 1535 |
Igual hicieron con sucesivos gobernadores como el duque de
Maqueda, Jorge de Cárdenas, con el marqués de Flores-Dávila, Antonio de Zúñiga
y de la Cueva, con el marqués de Leganés, Gaspar Dávila Mesía y Felípez de
Guzmán en cuyo tiempo derrotaron y tomaron cuantioso botín a las tropas del Bey;
y con lñigo de Toledo, quien al frente de cien escogidos Mogataces se adelantó
al ejército y trabó primero una sangrienta escaramuza y después combate formal
con el numeroso enemigo, haciéndole huir, quedando levantado el cerco que
sufría la plaza.
Los Mogataces siempre se sacrificaron con la causa
española, resistieron valientemente los
asedios y llegaron en la defensa de los castillos a una lucha verdaderamente
épica. Dejaron buena memoria de sus valerosos hechos en la historia de nuestras
primeras tropas coloniales, durante tres siglos que duró la dominación de Orán.
En la segunda conquista de Orán, ya en 1732, se reorganizó
la antigua caballería de Mogataces, como cuerpo regular, dándoles armas y
caballos, formando una compañía de cien jinetes, con su capitán o adalid, Almanzor
Ben Ozar, el teniente, Alí Ben Hamú, y cuatro sargentos, a estos se les unieron
como tropas extraordinarias para servir en Orán, «para hacer la guerra que ellos quieran, con el estímulo de su propia
conveniencia», un cuerpo de 300 moros a caballo, mandados por Ahmed Udd
Amar, xej de la parcialidad de Ulad Zayer, tomando parte ambas fuerzas en todas
las acciones de guerra, siempre en la vanguardia.
El capitán recibía cuarenta escudos de vellón al mes; el
teniente, veinticinco escudos: los sargentos, nueve; los cabos, seis: y los
Mogataces, cuatro y medio. Además, disfrutaban una ración de pan de libra y media
al día, peso de Castilla, y un celemín de cebada y diez libras de paja, para
cada caballo.
A los moros del cuerpo de los 300 se les daba una fanega de
trigo al mes, y media arroba de paja y celemín y medio de cebada para su
caballo.
Mogataz de Ceuta |
La compañía de Mogataces tuvo los siguientes capitanes:
Almanzor Ben Onzar, Gali Ben Ozar, Abdelkader Ben Busayan, Gali Ben Almanzor,
Lajadar Ben Buoayan y Kaddur Ben Onzar, quien se retiró con el grado de
teniente coronel.
Y la historia militar de esta segunda época de dominación de
Orán es el historial mismo de los Mogataces, porque donde iban las armas
españolas allá iban ellos los primeros, cuando hubo que resistir duros asedios,
ellos no cedieron nunca, no se rindieron jamás, y cuando el destino quiso que
nuestra nación abandonara su imperio colonial en Argelia y su influencia en las
Regencias, ellos fueron también los primeros que embarcaron para España, quizás
para no ver como se arriaba una bandera que ellos habían defendido
orgullosamente tantas veces.
La compañía de Mogataces fue destinada a Ceuta, después de
un accidentado viaje que duró dos meses, y al ser revistada a por el Comandante
General éste se los encontró en tan
deplorable estado que dictó enseguida esta curiosa comunicación:
«Hallándome informado que la compañía de Mogataces de Orán que S. M. ha
destinado a esta plaza, se ve en la mayor indigencia por no tener para alimentarse,
dispondrá V. S. se les entregue sus pagas de enero anterior, ínterin represento
a S. M. sobre este particular: bien entendido que si la piedad del Rey no les concede
las raciones que han consumido durante su embarco, se les descontarán en los
meses siguientes los cargos que resulten. —Ceuta 13 febrero 1792.—Josef de
Urrutia.»
El primer día que pisaron tierra española padecieron hambre
y hasta habían de comer por la piedad del Rey. Pero ellos, luchando y
derramando su sangre en muchos años de guerra, aprendieron a ser generosos. No
les importaba esta tacañería de su nación. Les bastaba, para estar satisfechos,
salir al campo y pelear. Pelear por España... aunque no comieran.
Tiempo después, pasadas muchas vicisitudes que no son
contadas aquí, constituyeron la base para la organización de las fuerzas
indígenas de la Milicia Voluntaria, y luego éstas dieron lugar al heroico Grupo
de Regulares de Ceuta, dignos herederos de los fieles, leales y valerosos
Mogataces.
Oficial Mogataz |
Felicidades por este espléndido trabajo!.Maravilloso!
ResponderEliminarA ver cuando,en el supuesto renacer del hispanismo que esperamos en nuestra España,se habla de la inmensa influencia que tuvo en Orán y Mazalquivir,no solo durante el período Imperial,sino ya en el SXX con su inmensa colonia española ya bajo dominio de la República francesa.Sería un gran homenaje a tanto españolito de a pié que tan buen recuerdo dejó en tierras argelinas aún hoy,y cómo no,hacer un buen repaso sobre el Protectorado español en Marruecos...que tanta hispanofilia dejo en ese país hoy,por abandonismo,en retroceso.Pocos supervivientes quedan,indígenas,que recuerdan aquella época como la mejor de su vida. Gracias otra vez!