Torre defensiva española en Cuba |
Los hechos que se cuentan a continuación ocurrieron en el
transcurso de la primera guerra separatista cubana conocida como Guerra de los
Diez Años o Guerra Grande (1868-1878).
En la zona de Camagüey, su capital Puerto Príncipe, se veía
constantemente sometida a bloqueos por parte de los insurrectos quienes
cortaban la línea férrea que la unía con el puerto de Nuevitas por donde se
comunicaba con el resto de la isla. Era de vital importancia evitar la
interrupción del ferrocarril, y con este motivo se construyeron 6
fortines-torre a lo largo del recorrido para
evitar que la inutilizaran.
Estos fuertes consistían
en una torre de dos pisos hecha con troncos y mampostería y con un techo
de cinc, estando en el piso superior la torre de vigilancia. Todo el conjunto
estaba rodeado de un pequeño foso, sin agua, y defendido por una guarnición de
20 a 30 hombres, en el mejor de los casos, en ocasiones eran menos.
La Torre Colón estaba situada a pocos kilómetros de Puerto
Príncipe y su guarnición la componían 25 hombres del batallón de cazadores
Chiclana nº 7, al mando del alférez don Cesáreo Sánchez, y tres paisanos que se
habían presentado del campo enemigo. No contaban con más medios de defensa que
las endebles tablas de madera de la torre, sus propios cuerpos y los viejos
fusiles de avancarga que por aquel entonces utilizaba el ejército de Cuba.
Situación de las Trochas y marcada en círculo la zona donde se desarrolaron los hechos |
En la mañana del 24 de febrero de 1871, el centinela que
estaba situado en lo alto de la torre de vigilancia, dio el aviso a sus
compañeros de que numerosas fuerzas enemigas, desplegadas por pelotones,
estaban rodeando la torre. Inmediatamente se colocaron todos en sus puestos
para defender el reducto.
Insurrectos cubanos |
Los insurrectos eran, aproximadamente, unos 500 hombres
armados y un número aún mayor desarmados quienes bajo las órdenes de los
cabecillas Agramonte, Mendoza, Espinosa y alguno más se disponían a atacar la
torre. Los atacantes formaron tres líneas o escalones: el primero estaba
formado por negros provistos de machete y cargados de faginas, para romper la
empalizada de madera que rodeaba al foso y cegar éste; el segundo, formado por
infantes a pie haciendo fuego, y el tercero por jinetes que también hacían
fuego desde sus caballos sobre la débil fortificación española y desde la que
respondían los bravos soldados del Chiclana.
El primer ataque fue muy duro ya que los insurrectos
rompieron la empalizada, cegaron el foso y trataron de incendiar el fuerte
mediante el lanzamiento de ramas encendidas, pero fueron rechazados por el
arrojo de los defensores que consiguieron ocupar el foso y los alrededores de
la torre y evitar que se quemaran las tablas que los protegían.
La defensa de la línea ferrea era primordial para asegurar los suministros, os transportes de tropas y las comunicaciones |
Continuaba el ataque y las balas atravesaban los débiles
muros de madera del fuerte. En un momento del combate fue herido el sargento
Fernández y muertos los cabos Herrero y Suárez y también heridos, el cabo
Brías, que recibió tres balazos, y el alférez Sánchez, al que le atravesaron el
muslo. A la hora ya había dos muertos más y el número de heridos se elevaba a
13, quedando sanos, aunque con pequeñas contusiones los ocho o diez restantes.
Sodados españoles durante la Guerra de Cuba |
El alférez, que no podía ponerse en pie, se recostó sobre la
puerta, que se abría por los balazos que impactaban sobre ella, hacha en mano
para morir matando. Los restantes heridos cargaban los fusiles que iban
entregando a los sanos, y así sostenían el fuego. Pronto comenzaron a escasear
las municiones y si se llegaba a carecer de ellas será la perdición de todo el
destacamento. En esta tesitura el corneta Máximo Garrido Andreu, salió de la
torre, y arriesgando su vida consiguió
atravesar las líneas enemigas y llegar a Puerto Príncipe y dar aviso.
Inmediatamente acudieron en su auxilio fuerzas de ingenieros, caballería y
guerrillas que llegaron a tiempo de salvarlos, que ya no tenían útiles nada más que cinco
fusiles al rojo vivo y muy pocos cartuchos. El enemigo al ver la llegada de
refuerzos a los españoles se retiró dejando muchos cadáveres y llevándose en
carretas más de 100 muertos y heridos. El destacamento español tuvo cuatro
muertos y doce heridos, entre ellos uno de los paisanos.
El alférez Sánchez fue ascendido a capitán y recompensado
con la Cruz Laureada de San Fernando, y los supervivientes con las cruces rojas
pensionadas que les fueron impuestas en un acto solemne en Puerto Príncipe el
19 de abril de 1872.
Relato original en la
Ilustración de Militar de 28 de febrero de 1907
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