miércoles, 21 de diciembre de 2016

La defensa a ultranza de la Torre CoIón. Cuba. 24 de Febrero de 1871

Torre defensiva española en Cuba
Los hechos que se cuentan a continuación ocurrieron en el transcurso de la primera guerra separatista cubana conocida como Guerra de los Diez Años o Guerra Grande (1868-1878).

En la zona de Camagüey, su capital Puerto Príncipe, se veía constantemente sometida a bloqueos por parte de los insurrectos quienes cortaban la línea férrea que la unía con el puerto de Nuevitas por donde se comunicaba con el resto de la isla. Era de vital importancia evitar la interrupción del ferrocarril, y con este motivo se construyeron 6 fortines-torre a lo largo del recorrido para  evitar que la inutilizaran.

Estos fuertes consistían  en una torre de dos pisos hecha con troncos y mampostería y con un techo de cinc, estando en el piso superior la torre de vigilancia. Todo el conjunto estaba rodeado de un pequeño foso, sin agua, y defendido por una guarnición de 20 a 30 hombres, en el mejor de los casos, en ocasiones eran menos.

La Torre Colón estaba situada a pocos kilómetros de Puerto Príncipe y su guarnición la componían 25 hombres del batallón de cazadores Chiclana nº 7, al mando del alférez don Cesáreo Sánchez, y tres paisanos que se habían presentado del campo enemigo. No contaban con más medios de defensa que las endebles tablas de madera de la torre, sus propios cuerpos y los viejos fusiles de avancarga que por aquel entonces utilizaba el ejército de Cuba.

Situación de las Trochas y marcada en círculo la zona donde se desarrolaron los hechos

En la mañana del 24 de febrero de 1871, el centinela que estaba situado en lo alto de la torre de vigilancia, dio el aviso a sus compañeros de que numerosas fuerzas enemigas, desplegadas por pelotones, estaban rodeando la torre. Inmediatamente se colocaron todos en sus puestos para defender el reducto.


Insurrectos cubanos
Los insurrectos eran, aproximadamente, unos 500 hombres armados y un número aún mayor desarmados quienes bajo las órdenes de los cabecillas Agramonte, Mendoza, Espinosa y alguno más se disponían a atacar la torre. Los atacantes formaron tres líneas o escalones: el primero estaba formado por negros provistos de machete y cargados de faginas, para romper la empalizada de madera que rodeaba al foso y cegar éste; el segundo, formado por infantes a pie haciendo fuego, y el tercero por jinetes que también hacían fuego desde sus caballos sobre la débil fortificación española y desde la que respondían los bravos soldados del Chiclana.

El primer ataque fue muy duro ya que los insurrectos rompieron la empalizada, cegaron el foso y trataron de incendiar el fuerte mediante el lanzamiento de ramas encendidas, pero fueron rechazados por el arrojo de los defensores que consiguieron ocupar el foso y los alrededores de la torre y evitar que se quemaran las tablas que los protegían.

La defensa de la línea ferrea era primordial para asegurar los suministros,
os transportes de tropas y las comunicaciones
Continuaba el ataque y las balas atravesaban los débiles muros de madera del fuerte. En un momento del combate fue herido el sargento Fernández y muertos los cabos Herrero y Suárez y también heridos, el cabo Brías, que recibió tres balazos, y el alférez Sánchez, al que le atravesaron el muslo. A la hora ya había dos muertos más y el número de heridos se elevaba a 13, quedando sanos, aunque con pequeñas contusiones los ocho o diez restantes.

Sodados españoles durante la Guerra de Cuba
El alférez, que no podía ponerse en pie, se recostó sobre la puerta, que se abría por los balazos que impactaban sobre ella, hacha en mano para morir matando. Los restantes heridos cargaban los fusiles que iban entregando a los sanos, y así sostenían el fuego. Pronto comenzaron a escasear las municiones y si se llegaba a carecer de ellas será la perdición de todo el destacamento. En esta tesitura el corneta Máximo Garrido Andreu, salió de la torre,  y arriesgando su vida consiguió atravesar las líneas enemigas y llegar a Puerto Príncipe y dar aviso. Inmediatamente acudieron en su auxilio fuerzas de ingenieros, caballería y guerrillas que llegaron a tiempo de salvarlos,  que ya no tenían útiles nada más que cinco fusiles al rojo vivo y muy pocos cartuchos. El enemigo al ver la llegada de refuerzos a los españoles se retiró dejando muchos cadáveres y llevándose en carretas más de 100 muertos y heridos. El destacamento español tuvo cuatro muertos y doce heridos, entre ellos uno de los paisanos.

El alférez Sánchez fue ascendido a capitán y recompensado con la Cruz Laureada de San Fernando, y los supervivientes con las cruces rojas pensionadas que les fueron impuestas en un acto solemne en Puerto Príncipe el 19 de abril de 1872.


Relato original en la Ilustración de Militar de 28 de febrero de 1907

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