
En marzo de 1992, se convocó en BiH y en Montenegro un referéndum sobre el futuro político de ambas repúblicas, y mientras que Montenegro se inclinó por permanecer dentro de
Su acción contra una población prácticamente desarmada fue tan desproporcionada que dio muestras de una crueldad inaudita y de un desprecio absoluto a los derechos humanos. Los asesinatos y las violaciones fueron denunciados ante la opinión pública y ante las organizaciones internacionales, que no reaccionaron con la rapidez necesaria para detener esa «limpieza étnica».
Fueron las imágenes ofrecidas por televisión a todo el mundo lo que despertaría la conciencia mundial, hasta entonces dormida, que bajo el pretexto de una guerra civil o de independencia escondía un brote del nazismo más racista, sanguinario y retrógrado que no se producía desde el holocausto.
El reconocimiento, por parte de la comunidad internacional, de la independencia de Bosnia y Herzegovina, fue la chispa que prendió el polvorín balcánico, ya de por sí bastante inestable desde tiempos remotos.
Lo que pronto se puso de manifiesto nada mas comenzar las hostilidades fue que ni croatas ni bosnios tenían el suficiente potencial bélico para enfrentarse con garantías al ejército serbobosnio de Radovan Karadzic, al mando del General Ratko Mladic y que contaba con el total apoyo de Milosevic. Este ejército, fuertemente armado y de acuerdo con un plan perfectamente preestablecido por Belgrado, se apoderó en poco tiempo de más del 70 % del territorio de BiH, autoproclamándose como República Serbia de Bosnia.
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Foto:Radovan Karadzic y Ratko Mladic supervisando las tropas serbobosnias.
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