jueves, 7 de abril de 2011

El Pacto de los Toros de Guisando


El Pacto de los Toros de Guisando o Concordia de los Toros de Guisando es el nombre de un acuerdo alcanzado el 18 de septiembre de 1468 entre Enrique IV y su hermana la entonces princesa Isabel.
En 1467, el ejército rebelde de los nobles se enfrentaba al realista sin que la victoria de Enrique fuera rotunda, y su hermanastro Alfonso moría, supuestamente envenenado. Los nobles rebeldes no se desanimaron y propusieron la corona a otra cabeza visible, fácilmente manejable, para que mantuviera sus bolsillos a ser posible más seguros y llenos, a la hermana de Alfonso, Isabel, que se negó a obtenerla en rebeldía contra su hermanastro. Pero el de Marqués de Villena pactó con Enrique el deponer las armas si, Isabel, era nombrada heredera.
Por el Pacto de los Toros de Guisando, que tuvo lugar en el cerro de Guisando, junto al grupo escultórico homónimo, en la actual localidad abulense de El Tiemblo el día 19 de septiembre de 1468, se fundamentó en un acuerdo al que llegaron Enrique IV y la princesa Isabel, y en el que se reconocía a Enrique como rey de Castilla y como sucesora a su hermana Isabel. Esto significaba dejar de lado los derechos sucesorios de la hija del rey de Castilla, Juana, apodada por sus enemigos "la Beltraneja".
Isabel fue nombrada heredera, Princesa de Asturias, con el compromiso de no ser forzada a contraer matrimonio en contra de su voluntad, pero tampoco debería a casarse sin consentimiento del rey. En este pacto se especificó que Isabel se mantendría fiel al rey hasta su muerte. Este pacto fue, por supuesto, firmado por el rey. Además Enrique se comprometía a que su esposa, Juana de Portugal, abandonara la corte definitivamente y fue recluida en el castillo de Alaejos (1468) del que se fugó con su amante, Pedro de Castilla el Mozo, un nieto de Pedro El Cruel, con el que tuvo dos hijos. Más tarde terminó sus días en el convento de San Francisco de Madrid, a los treinta y seis años, poco después de la muerte de Enrique.
Los nobles tenían tan claro que Isabel cedería a todas sus pretensiones que incluso se permitieron el buscarle marido, por supuesto, uno de los suyos, el maestre de Calatrava, Pedro Girón. Este hombre rudo por su oficio era bastante mayor que Isabel y con la dispensa papal, recién obtenida, de los votos de castidad con que hacía mérito como soldado de Cristo. La fortuna para Isabel hizo que este hombre muriera repentinamente en su viaje hacia Madrid para desposarse con la princesa. Una de las varias muertes repentinas que rodearon a la coronación de Isabel. Es bastante posible que fuera asesinado por envenenamiento por un noble al que la boda no le hacía mucha gracia.
En 1469, tras el matrimonio de Isabel con el aragonés Fernando, heredero de Juan II, sin el consentimiento del rey de Castilla, Enrique IV entendió que este acto rompía lo pactado en Guisando y proclamó heredera a su hija Juana, llamada por su enemigos como "la Beltraneja", ya que decían que hija del valido real, Beltrán de la Cueva, en la Ceremonia de la Val de Lozoya el 25 de noviembre de 1470, gestándose así el embrión de una guerra civil entre Isabel y Juana por el trono de Castilla, a la muerte de Enrique.
A la importancia histórica de este pacto se refirió nuestro Nobel de Literatura, Camilo José Cela, para decir:
Sin el encuentro de los Toros de Guisando, España no hubiera sido España“.
Foto: Los Toros de Guisando en la localidad de El Tiemblo (Ávila).

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