Felipe II murió el 13 de septiembre de1598, dejando a su último hijo sobreviviente, que tenía entonces 20 años, el gobierno del imperio más extenso y más poderoso del mundo. Felipe III, escasamente dotado en inteligencia y personalidad para sus enormes responsabilidades, sometió a la más dura de las pruebas a la monarquía personal. El nuevo monarca no podía pretender emular a su padre: Felipe II, además de ser un gran rey, había sido un gran funcionario. Felipe III reconoció sus limitaciones y tomó una decisión sin precedentes: delegó el poder en un ministro principal. Su elección recayó en Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, marqués de Denia y elevado prontamente a la condición de duque de Lerma, su amigo más íntimo y confidente, y escasamente más apto que el monarca para el ejercicio del poder.
Lerma y su familia procedían de Castilla
Es cierto que abogó en todo momento por una política de paz y que trató de liberar a España de sus compromisos imperiales en el norte y el centro de Europa, pero esas cualidades habrían sido más convincentes si Lerma hubiera intentado utilizar la paz como medio para reformular las prioridades españolas, aliviar al contribuyente y proseguir una política de ahorros y reforma.
Lerma quería el poder, no para gobernar, sino para adquirir prestigio, y sobre todo, riqueza. En su afán de conseguirla se mostró activo y sin escrúpulos. Distribuyó títulos y oficios para seleccionar un grupo de favoritos hasta que consiguió toda una facción afecta a él. La venalidad de Lerma está fuera de toda duda, aunque es difícil concluir si ejerció una influencia corruptora sobre la vida pública española. Es poco probable que el núcleo fundamental de la burocracia se viera afectado por la influencia de Lerma, pues el funcionariado español no era tan sensible a los cambios como el rey. Sin embargo, en el traslado de la corte a Valladolid (1601-1606), así como la política viajera del rey, cuidadosamente planificada, Lerma pretendía alejar al monarca de influencias ajenas, a la vez que acrecentar su poder personal, su influencia y sus propiedades.
La novedad de un monarca débil y un valido poderoso, no sólo impresionó a los contemporáneos, que consideraron el año 1598 como el fin de una era, sino que también, historiadores posteriores han considerado que ese año fue un punto de inflexión en
Foto: El duque de Lerma de Pedro Pablo Rubens. 1603. Museo del Prado. Madrid.
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