sábado, 4 de diciembre de 2010

La leyenda de Gara y Jonay

Hoy os voy a contar una bonita leyenda canaria, una leyenda de amor eterno. Es la historia de Gara, la bella princesa de Agulo y de Jonay, hijo del Mencey de Adeje.

En la isla de La Gomera, hubo un tiempo en que se creía que de los siete Chorros de Espina manaba un agua prodigiosa y que era capaz de obrar milagros y desvelar los secretos del destino. Nadie se explicaba cómo era eso posible, solo había que mirarse en el agua y si se mantenía clara y tranquila, pronto llegaría la felicidad, en cambio, si el agua se enturbiaba era un signo de desgracia.

Todos los habitantes de la isla conocían estas propiedades de los Chorros de Espina y cada año, con la celebración de la fiesta de Beñesmén, que simbolizaba el comienzo del nuevo año y se honraba a los dioses, las muchachas en edad casadera se acercaban a los chorros mágicos para conocer su destino.

Un año le tocó el turno a Gara, la joven y bella princesa de Agulo, la princesa del agua, que esperaba impaciente el momento en que le tocase conocer su destino. Cuando por fin le tocó, se acercó nerviosa hacia la fuente y el agua, en principio clara y transparente se fue oscureciendo y a moverse, como si soplara el viento, hasta que la imagen de un sol cubrió el agua. Gara, muy asustada, no comprendía que estaba sucediendo. De pronto notó que una mano se posaba sobre su hombro, era el sabio Gerián, el único que podía interpretar los designios de la fuente. Gerián le dijo a Gara: «lo que ha de suceder, sucederá…Gara, huye del fuego o éste te consumirá». Gara lo miró asustada y se alejó en silencio.

La noche anterior a la celebración festiva, muchos guanches habían llegado a la isla desde distintas islas. Entre ellos, llegó en Mencey de Adeje acompañado de Jonay, su joven y fuerte hijo. Gara fue de las primeras personas en verlo y quedó enamorada de él. También Jonay se quedó rendido ante la belleza de la muchacha. Inmediatamente fueron a contárselo a sus familias.

Pero cuenta la leyenda que el momento del anuncio de la próxima unión de las dos ilustres familias, el volcán Echeyde, el Teide, que vigila a todas las islas, se estremeció y comenzó a escupir fuego, creando entre todos un gran temor. Entonces recordaron lo que le había pasado a Gara en los Chorros de Espina y les señalaron como los culpables. El amor entre Gara y Jonay, entre el agua y el fuego, era imposible y cuando ambos jóvenes se separaron el gran Echeyde se apagó.

El Mencey de Adeje regresó a Tenerife llevándose a Jonay, quien destrozado, apenas pudo ver a lo lejos a su amada Gara, que lloraba amargamente con la mirada perdida en el mar.

Pero Jonay no se resignó a perder a su amada y una noche, atándose vejigas de animal, llenas de aire, a la cintura a modo de flotadores se lanzó al mar en medio de la noche. Al amanecer llegaba a la costa de La Gomera y se acercó, sin ser visto por nadie, hasta su amada Gara quien se llenó nuevamente de alegría y felicidad.

Ambos jóvenes decidieron que algo tenían que hacer y subieron hasta lo más profundo de El Cedro buscando un lugar donde esconderse hasta poder decir a todos que tenían que estar juntos para siempre. Mientras permanecían ocultos y abrazados, Jonay tenía a su lado una afilada vara de cedro para defenderse. Escuchaban como se acercaban los que los estaban buscando y entonces Jonay tomó la vara, afiló la otra punta y ambos jóvenes, mirándose a los ojos, se pusieron uno frente al otro y apoyaron cada uno una punta de la vara a la altura del corazón y se dieron el último abrazo que los dejó juntos para siempre en el centro del conocido hoy como Parque de Garajonay.

Foto: Representación de Gara y Jonay en el Parque nacional de Garajonay. La Gomera.

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