domingo, 3 de febrero de 2013

Solimán II y el Conde de Aranda


Voy a poner un par de anécdotas que se cuentan de personajes históricos conocidos como fueron Solimán el Magnífico y el Conde de Aranda.

Solimán II
La primera es una anécdota relacionada con la justicia y se refiere al Sultán turco Solimán II, llamado el Magnífico y el legislador, quien dio a su pueblo dos cosas importantes que necesitaban: leyes justas y los medios para que se cumpliesen. Se cuenta que un día soldados suyos habían robado unas gallinas a una pobre mujer que no tenía otro sustento de vida que venderlas en el mercado. Ésta pidió audiencia ante el sultán y, cuando estaba ante él, le dijo:
     “Señor, tus soldados han hecho una injusticia conmigo”.
Entonces Solimán le preguntó:
     ¿Cómo es que una mujer como tú, capaz de pedir audiencia ante el soberano, no ha sido capaz de solucionar un pequeño problema como este?
La mujer le contestó:
     “Señor, ocurrió cuando estaba durmiendo”.
A lo que repuso el sultán:
     “Pues debéis tener un sueño muy profundo, porque las gallinas tuvieron que hacer mucho ruido, quizás no deberíais dormir tan a pierna suelta”
Y la mujer le contestó:
     “Señor, debéis saber que el pueblo piensa que teniendo un soberano justo, como lo sois vos sin duda, puede dormir tranquilo pensando que velaréis por él. Sois vos quien no debe dormir tan profundamente mientras los soldados roban las gallinas de vuestros súbditos”.
El sultán quedó maravillado por las palabras de la mujer y  ordenó que se hiciera justicia a la demanda de la mujer y se la colmara de regalos.

El Conde de Aranda
La segunda es una anécdota de terquedad y cabezonería que como buen aragonés demostraba don Pedro Pablo Abarca de Bolea, el Conde de Aranda. En cierta ocasión el conde se encontraba discutiendo con Carlo III y como no daba muestras de  reconsiderar sus puntos de vista, el rey le dijo:
     “Aranda, eres más terco que una mula manchega”.
Lejos de callarse, Aranda replicó al rey:
     “Señor, yo conozco a alguien más terco que las mulas manchegas y que yo mismo”.
Carlos III quiso saber a quién se refería y Aranda le contestó:
     “Perdonad, Señor, pero ése es la augusta y sacra majestad el rey de España y de sus Indias”.

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